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miércoles, 1 de septiembre de 2010

Jack London , el mexicano

Nadie conocía su historia; menos aún los de la junta revolucionaria. El era su "pequeño misterio", su "gran patriota", y a su modo trabajaba con tanto ardor por el advenimiento de la revolución mexicana como ellos. Los de la junta no reconocieron inmediatamente este hecho, pues ninguno de ellos simpatizaba con él. La primera vez que se presentó en su local, siempre lleno de gente atareada, sospecharon de él, al creerlo un espía: uno de los agentes secretos de Porfirio Díaz. Y de cierta manera tenían razón para sospechar a cada paso, pues muchísimos camaradas se encontraban en las prisiones militares y civiles de los Estados Unidos, mientras a otros se les hacía cruzar la frontera, y allí, en México, se les ponía en fila y se les fusilaba contra los muros de adobe.

El primer encuentro con el desconocido no los impresionó favorablemente en modo alguno. El muchacho no tenía más de dieciocho años y aparentaba tener aún menos edad. Dijo que se llamaba Felipe Rivera y que deseaba trabajar para la revolución.

La visión del muchacho le produjo la impresión de algo siniestro, terrible e inescrutable. Sus ojos negros parecían los de una serpiente. En ellos brillaba una pasión contenida, y reflejaba una inmensa y concentrada amargura...

Aquel muchacho enjuto era lo desconocido, representaba una amenaza que aquellos revolucionarios honestos y corrientes no podían comprender, ya que el odio ardiente que sentían hacia Porfirio Díaz no era más que el repudio de cualquier patriota común.

-Muy bien dijo fríamente-. Usted desea trabajar por la revolución. De acuerdo. Quítese la chaqueta, cuélguela allí, yo le indicaré el lugar, venga, allí donde hay unos cubos y trapos. El piso está sucio y hay que fregarlo un poco. Usted lo hará aquí primero y luego en la otra pieza. Hay que lavar también las escupideras. ..y limpiar los cristales de las ventanas.

-¿y todo ello será por la revolución? -preguntó el muchacho.
-Si señor, por la revolución -contestó Vera.

Día tras día vino a realizar su trabajo de fregar, barrer y limpiar. Vaciaba la ceniza de las estufas, traía el carbón y encendía el fuego antes que el más diligente de los revolucionarios, se sentara ante su mesa de trabajo.
-¿Podría dormir aquí? -preguntó una vez.

¿Así era la cosa, no? Ya estaba mostrando las uñas al agente del tirano Díaz. ..Porque dormir en las salas de la junta significaba tener acceso a sus secretos, a las listas de afiliados, a las direcciones de los camaradas que actuaban en México. La solicitud fue denegada. Rivera no volvió a hablar del asunto. Nadie sabía dónde dormía, ni cómo se ganaba la vida, ni donde comía. Una vez, Arellano le ofreció un par de dólares. El muchacho se negó a aceptarlos moviendo la cabeza. Cuando Vera quiso saber el motivo de esta negativa, él dijo simplemente:

-Yo trabajo por la revolución.

Jack London para leer el cuento completo: www.stunam.org.mx/8prensa/cuadernillos/cuaderno20.htm
cuadro David Alfaro Siqueiros

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