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martes, 30 de noviembre de 2010

Pink floyd, hey you

Willian B Yeats , Los hombres mejoran con los años

Estoy cansado de sueños;
Un tritón de mármol, gastado por el clima
En los riachuelos;
Y durante todo el día observo
La belleza de esta dama
Como si hubiese hallado en un libro
Una belleza imaginada,
Satisfecho de tener repletos mis ojos
O mis oídos que perciben,
Encantado de no ser más que sabio,
Pues los hombres mejoran con los años;
Pero aún así, aún así,
¿Es ese mi sueño, o la verdad?
Oh, ¡cómo quisiera que nos hubiésemos conocido
Cuando yo tenía mi ardiente juventud!
Pero envejezco entre sueños,
Un tritón de mármol, gastado por el clima
En los riachuelos.
Willian B Yeats

carpani

Augusto Monterroso, La serena inconforme

Usó todas sus voces, todos sus registros; en cierta forma se extralimitó; quedó afónica quién sabe por cuánto tiempo.
Las otras pronto se dieron cuenta de que era poco lo que podían hacer, de que el aburridor y astuto Ulises había empleado una vez más su ingenio, y con cierto alivio se resignaron a dejarlo pasar.
Ésta no; ésta luchó hasta el fin, incluso después de que aquel hombre tan amado y deseado desapareció definitivamente.
Pero el tiempo es terco y pasa y todo vuelve.
Al regreso del héroe, cuando sus compañeras, aleccionadas por la experiencia, ni siquiera tratan de repetir sus vanas insinuaciones, sumisa, con la voz apagada, y persuadida de la inutilidad de su intento, sigue cantando.
Por su parte, más seguro de sí mismo, como quien había viajado tanto, esta vez Ulises se detuvo, desembarcó, le estrechó la mano, escuchó el canto solitario durante un tiempo según él más o menos discreto, y cuando lo consideró oportuno la poseyó ingeniosamente; poco después, de acuerdo con su costumbre, huyó.
De esta unión nació el fabuloso Hygrós, o sea “el Húmedo” en nuestro seco español, posteriormente proclamado patrón de las vírgenes solitarias, las pálidas prostitutas que las compañías navieras contratan para entretener a los pasajeros tímidos que en las noches deambulan por las cubiertas de sus vastos trasatlánticos, los pobres, los ricos, y otras causas perdidas.
Augusto Monterroso

lunes, 29 de noviembre de 2010

Peter Gabriel

Peter Gabriel,Mundo secreto

Me quedé en este lugar desprotegido del sol
Hasta que podría ver la cara detrás de la cara
Todo lo que había pasado no había dejado rastro alguno

Abajo por el costado de la vía del tren
En nuestro mundo secreto, estábamos encontrándonos
Todos los lugares en que estábamos escondiendo amor
¿Qué era lo que estábamos pensando?

Entonces te veo lavar tu pelo
Bajo el agua, inconsciente
Y el avión vuela a través del aire
¿Crees qué no tienes que elegir?
¿Qué solo yo podría ganar o perder?
En todos los lugares que estábamos escondiendo amor
¿Qué era lo que estábamos pensando?

En esta casa de hacer creer
Divididos en dos, como Adán y Eva
Tú sacabas y yo recibía

Abajo por el costado de la vía del tren
En nuestro mundo secreto, nos estábamos encontrando
En todos los lugares en que estábamos escondiendo amor
¿Qué era lo que estábamos pensando?

Oh la rueda está girando
girando, dando vueltas y vueltas
Y la casa se está cayendo pero las escaleras se mantienen

Sin meaculpa ni vergüenza, sin tristeza o culpar
Lo que sea que es, todos somos iguales

Hacerlo en nuestro mundo secreto [x 3]
Sacudirlo
Romperlo
Hacerlo en nuestro mundo secreto

Viendo cosas que no estaban ahí
En una ala, en una plegaria
En este estado de abandono

Abajo por el costado de la vía del tren
En nuestro mundo secreto, nos estábamos encontrando
En todos los lugares en que estábamos escondiendo amor
¿Qué era lo que estábamos pensando?

Shh, escuchen...
Peter Gabriel

Joaquin Sabina, La madrugada

Ese momento de la madrugada
cuando ya se ha bebido todo el vino del mundo
y no queda en el alma más que el terco deseo
de dormir abrazado a un cuerpo conocido.
Nada hay en las calles
que llene el corazón; lo sabes
y no obstante
un día y otro vuelves
a ellas respondiendo a la voz
de una oscura llamada, buscando
acaso sólo renovar el calor del regreso
a la casa y a la mujer que espera.
Pero no. Que mañana
lo que nunca encontraste
puede estar aguardando por ti en cualquier esquina.
Joaquin Sabina

Charly Garcia

Charly Garcia, total interferencia

Tiene manos de marfil
y telados de Taiwan
un chico conectado con la ciencia.
Busca aliados de jazmín
y una daga de metal
y tiene apuro y a la vez paciencia.
Tiene un radio, para vivir, para vivir.
Estamos como el
amor que se hecha a perder
violando todo lo que amamos
para vivir, para vivir
Tiene agujeros que no ves,
picaduras de escorpión
que oculta un maquillaje de inocencia.
Todo lo que ves o es
como la imaginación
se junta con total interferencia, en la radio
suena un violín
Estamos como el
amor que se hecha a perder
violando todo lo que amamos
para vivir, para vivir
Charly Garcia

Julio Cortazar, aserrin, aserran

Empezaron por quitarle la pipa de la boca.
Los zapatos se los quitó él mismo, apenas el hombre de blanco miró hacia abajo.
Le quitaron la noción del cumpleaños, los fósforos y la corbata, la bandada de palomas en el techo de la casa vecina, Alicia. El disco del teléfono, los pantalones.
Él ayudó a salirse del saco y los pañuelos. Por precaución le quitaron los almohadones de la sala y esa noción de que Ezra Pound no era un gran poeta.
Les entregó voluntariamente los anteojos de ver cerca, los bifocales y los de sol. Los de luna casi no los había usado y ni siquiera los vieron.
Le quitaron el alfabeto y el arroz con pollo, su hermana muerta a los diez años, la guerra del Vietnam y los discos de Earl Hines. Cuando le quitaron lo que faltaba —esas cosas llevan tiempo, pero también se lo habían quitado—, empezó a reírse.
Le quitaron la risa y el hombre de blanco esperó, porque él sí tenía todo el tiempo necesario.
Al final pidió pan y no le dieron, pidió queso y le dieron un hueso.
Lo que sigue lo sabe cualquier niño, pregúntele.
Julio Cortàzar

domingo, 28 de noviembre de 2010

the beatles, nowhereman

Wu Ch' eng-en, La sentencia

Aquella noche, en la hora de la rata, el emperador soñó que había salido de su palacio y que en la oscuridad caminaba por el jardín, bajo los árboles en flor. Algo se arrodilló a sus pies y le pidió amparo. El emperador accedió; el suplicante dijo que era un dragón y que los astros le habían revelado que al día siguiente, antes de la caída de la noche, Wei Cheng, ministro del emperador, le cortaría la cabeza. En el sueño, el emperador juró protegerlo.
Al despertarse, el emperador preguntó por Wei Cheng. Le dijeron que no estaba en el palacio; el emperador lo mandó buscar y lo tuvo atareado el día entero, para que no matara al dragón, y hacia el atardecer le propuso que jugaran al ajedrez. La partida era larga, el ministro estaba cansado y se quedó dormido.
Un estruendo conmovió la tierra. Poco después irrumpieron dos capitanes, que traían una inmensa cabeza de dragón empapada en sangre. La arrojaron a los pies del emperador y gritaron:
-¡Cayó del cielo!
Wei Cheng, que había despertado, la miró con perplejidad y observó:
-Qué raro, yo soñé que mataba a un dragón así. 
Wu  Ch' eng-en

El tèmpano

El tempano

A veces, cuando pienso que todo esta perdido,
voy hacia una de las formas de la muerte,
me pego un tiro con una plabra
que alguna vez me fue tan transparente.
Y en la ternura del agua que corre
te recuerdo en la llegada de unos trenes,
sales de los mares, curvas de los puertos,
con mujeres descalzas en el verde.
Voy hacia el fuego como la mariposa,
y no hay rima que rime con vivir...
no te pares, no te mates, solo es una forma mas de demorarse.
Y en las tardes tranquilas, cuando extraño todo,
pienso que todo no es lo que perdi;
una rosa de fe, aun a costa de perder, se pierde pero se gana.
La lucha es de igual a igual contra uno mismo,
y eso es ganar!
No te pares, no te mates, solo es una forma mas de demorarse.
Recuerdo la quietud de la tierra, la quietud estaba adentro;
se cree mas en los milagros a la hora del entierro.
Ese hombre trabajo, quien escribira su historia?
La cal reseca, la vuida que sueña, los amigos que siguen igual,
la gloria en zapatillas, el florero vacío,
quien sabe si se puso a pensar; para que vivo?
Vivo para no parder!.
Voy hacia el fuego como la mariposa,
y no hay rima que rime con vivir.
No te pares, no te mates, solo es una forma mas de demorarse...

Jorge Fandermole 

Oliverio Girondo, Lo que esperamos

Tardará, tardará.

Ya sé que todavía
los émbolos,
la usura,
el sudor,
las bobinas
seguirán produciendo,
al por mayor,
en serie,
iniquidad,
ayuno,
rencor,
desesperanza;
para que las lombrices con huecos portasenos,
las vacas de embajada,
los viejos paquidermos de esfínteres crinudos,
se sacien de adulterios,
de diamantes,
de caviar,
de remedios.

Ya sé que todavía pasarán muchos años
para que estos crustáceos
del asfalto
y la mugre
se limpien la cabeza,
se alejen de la envidia,
no idolatren la seña,
no adoren la impostura,
y abandonen su costra
de opresión,
de ceguera,
de mezquindad,
de bosta.

Pero, quizás, un día,
antes de que la tierra se canse de atraernos
y brindarnos su seno,
el cerebro les sirva para sentirse humanos,
ser hombres,
ser mujeres,
-no cajas de caudales,
ni perchas desoladas-,
someter a las ruedas,
impedir que nos maten,
comprobar que la vida se arranca y despedaza
los chalecos de fuerza de todos los sistemas;
y descubrir, de nuevo, que todas las riquezas
se encuentran en nosotros y no bajo la tierra.

Y entonces
¡Ah! ese día
abriremos los brazos
sin temer que el instinto nos muerda los garrones,
ni recelar de todo,
hasta de nuestra sombra;
y serenos capaces de acercarnos al pasto,
a la noche,
a los ríos,
sin rubor,
mansamente,
con las pupilas claras,
con las manos tranquilas;
y usaremos palabras sustanciosas,
auténticas;
no como esos vocablos erizados de inquina
que babean las hienas al instarnos al odio,
ni aquellos que se asfixian
en estrofas de almíbar
y fustigada clara de huevo corrompido;
sino palabras simples,
de arroyo,
de raíces,
que en vez de separarnos
nos acerquen un poco;
o mejor todavía,
guardaremos silencio
para tomar el pulso a todo lo que existe
y vivir el milagro de cuanto nos rodea,
mientras alguien nos diga,
con una voz de roble,
lo que desde hace siglos
esperamos en vano.
Oliverio Girondo

Rem, the one I love

Rem, la que yo amo

Ésta va para la que yo amo
Ésta va para la que he dejado atrás
Un simple apoyo para ocupar mi tiempo
Ésta va para la que yo amo

Fuego (ella está bajando por si misma, ahora)

Ésta va para la que yo amo
Ésta va para la que he dejado atrás
Un simple apoyo para ocupar mi tiempo
Ésta va para la que yo amo
Rem

Jorge Curinao, homenaje





Los pàjaros se han ido.Se mudaron de casa. No volverán. Nunca hablamos de la muerte. No era necesario mencionarla. Nos acostumbramos a soñar. A observar la puerta abierta. A dibujar un árbol, una flor, un sol. Pero ya no están. Vuelvo a mi encierro. Vuelvo a mi duelo. Hay una noche triste. Un circo de locos. Un tambor negro
Jorge Curinao

Corot

Eduardo Betas,¿ Esto es lo que querìas de la vida?


—¿Esto era lo que querías de la vida?
Sus primeras ocho palabras me golpean pero, en lugar de dolerme, me producen cansancio, que es otra forma del dolor.
Me quedo en silencio. No la miro. Ella garabatea en mi silencio con el gesto de husmear en el aire con los ojos. Algo que quiere parecer conmiseración pero que a mí se me hace grito de autosuficiencia. Y husmea en el aire con los ojos. Como si sus ojos fueran el hocico vibrante de un podenco. Husmea con los ojos, a su alrededor, como buscando qué hacer para no seguir mirándome en ese baldío de silencio en el que me arrojó su pregunta.
Ésa es su manera de hacerme entender que me había quedado sin respuestas.
Por eso es que en el mismo momento en que mi silencio está a punto de convertirse en cenizas le digo:
—No lo sé.
Ella sonríe como un animador de programas de preguntas y respuestas cuando el participante ha contestado de manera correcta. Pero es fugaz. Desde su mirada desciende una brisa fría que apaga sin más la sonrisa.
—No sabés lo qué querés. No sabés para qué me querés. Ni siquiera sabés para qué me llamás.
—No. No es así.
—¿Entonces?
—Nada. No hay partituras ni recetas ni itinerarios…
—Pero yo estoy acá. Yo sí sé porqué vine. Quedate conmigo. Llevame con vos.
En algún lugar me vuelve a sangrar el cansancio. Comienzo a sentir la boca reseca, empastada. Las palabras se rompen antes de poder decirlas…
—No puedo llevarte porque ya te tengo. No puedo quedarme porque ya no estoy…
Y aunque no sé si es eso lo que quiero decir tampoco puedo hacerlo.
—No puedo llevarte porque ya te tengo. No puedo quedarme porque ya no estoy… Es eso lo que querés decir ahora y no podés ¿cierto?
La miro. Miro su mirarme. Se me disuelve tanta memoria, tantas fotos juntos, tantos momentos, hay tanto que…
—Y sólo en un aspecto tendrías razón. No en todos los otros.
No sé porqué siento que es absolutamente normal que ella pueda decir por mí las palabras que a mi se me quedan enganchadas, como pelusas, en la sequedad de mi boca.
Un bullicio viene de afuera y comienza a abrirse paso en la habitación. Parece ser una multitud que se acerca. Cantan, corean pequeños estribillos, se escuchan redoblante, palmas, palos golpeando contra los caños de los semáforos… Alguien que habla por megáfono arenga. Pero sus palabras nos llegan sin sentido, pegoteadas, gangosas, deformadas…
Ella me toma la mano. Su piel y la mía parecen darse un abrazo larguísimo, sereno, profundo…
—No tengas miedo. Sé que ahora querés decirme: así como vos husmeás con los ojos, yo puedo sentir el sabor de tu piel con mis manos.
No quiero jugar a ese juego. Pero no me queda otra. Estoy despalabrado, con la boca reseca. Necesito agua. Necesito sus labios pero ella comienza a alejarse como esos sueños que se rompen cuando despertamos.
No quiero jugar a ese juego. Pero no me queda otra.
—Si que te queda otra —dice ella con un hilo de voz, a medias borroneada—. Me puedo quedar acá si ahora decís que sí. O tal vez no me podría haber ido nunca.
Empiezo a saber, entonces, que la memoria es algo que puede construirse en un segundo porque todo lo que recordamos puede caber en una caricia.
—Nombrame. Pero no con la palabra sino con la mirada. Haceme tuya nombrándome. Poseeme a partir de mi nombre pronunciado en el más inmenso de los silencios. Juguemos a encontrarnos en las palabras sin decirlas. Ya no hace falta. Tocame, te vas a dar cuenta…
Los últimos rastros de su voz se hacen arena. Ya no está. Y aunque ahora pueda gritar que sí; que se quede, intento buscarla mirada adentro pero no. Una luz que primero fue murmullo y que ahora es como un grito me deja imágenes veladas de mi mismo, de ella, de lo que fue o de lo que pudo haber sido.
“¿Esto era lo que querías de la vida?” me parece leer, como una pintada, en la pared, cuando abro los ojos. Pero no. Es la misma pared de siempre…
Eduardo Betas
mural: Alvaro Siqueiros

jueves, 25 de noviembre de 2010

Os Paralamas

Os Paralamas, Salvaje

La policía presenta sus armas:
Escudos transparentes, , porras
cascos relucientes,
y la determinación de mantener todo
en su lugar
El Gobierno presenta sus armas : 
Discurso reticentes, la novedad incompatible
y la libertad  se desmorona  por la tierra
a los pies de una película de Godard
La ciudad presenta sus  armas:
Los niños en los signos, los mendigos en las esquinas
y  la sorpresa está en el ojo de quièn vè
el gran monstruo para crear
Los negros presentan sus armas:
Costillas marcadas,, las manos  agrietadas 
y  sólo tiene la astucia de quien esta cansado de apañar

Os Paralamas  

Represion a la comunidad aborigen



El Gobierno de Formosa, reprimiò con violencia a la Comunidad aborigen, que desde hace varios meses se encuentra ocupando viviendas construidas sobre terrenos que le pertenecen ancestralmente


miércoles, 24 de noviembre de 2010

Marc Chagall

Abelardo Castillo, el patròn (fragmento)

La vieja Tomasina, la partera se lo dijo, tas preñada, le dijo, y ella sintió un miedo oscuro y pegajoso: llevar una criatura aden­tro como un bicho enrollado, un hijo, que a lo mejor un día iba a tener los mismos ojos duros, la misma piel áspera del viejo. Estás segura, Tomasina, preguntó, pero no preguntó: asintió. Porque ya lo sabía; siempre supo que el viejo iba a salirse con la suya. Pero m’hija, había dicho la mujer, llevo anunciando más partos que po­tros tiene tu marido. La miraba. Va a estar contento Anteno, agre­gó. Y Paula dijo sí, claro. Y aunque ya no se acordaba, una tarde, hacía cuatro años, también había dicho:
–Sí, claro.
Esa tarde quería decir que aceptaba ser la mujer de don Antenor Domínguez, el dueño de La Cabriada: el amo.
–Mire que no es obligación. –La abuela de Paula tenía los ojos bajos y se veía de lejos que sí, que era obligación. –Ahora que usté sabe cómo ha sido siempre don Anteno con una, lo bien que se portó de que nos falta su padre. Eso no quita que haga su voluntad.
Sin querer, las palabras fueron ambiguas; pero nadie duda­ba de que, en toda La Cabriada, su voluntad quería decir siempre lo mismo. Y ahora quería decir que Paula, la hija de un puestero de la estancia vieja –muerto, achicharrado en los corrales por salvar la novillada cuando el incendio aquel del 30– podía ser la mujer del hombre más rico del partido, porque, un rato antes, él había entra­do al rancho y había dicho:
–Quiero casarme con su nieta –Paula estaba afuera, dán­doles de comer a las gallinas; el viejo había pasado sin mirarla. –Se me ha dado por tener un hijo, sabes. –Señaló afuera, el cam­po, y su ademán pasó por encima de Paula que estaba en el patio, como si el ademán la incluyera, de hecho, en las palabras que iba a pronunciar después. –Mucho para que se lo quede el gobierno, y muy mío. ¿Cuántos años tiene la muchacha?
–Diecisiete, o dieciséis –la abuela no sabía muy bien; tampoco sabía muy bien cómo hacer para disimular el asombro, la alegría, las ganas de regalar, de vender a la nieta. Se secó las manos en el delantal.
El dijo:
–Qué me miras. ¿Te parece chica? En los bailes se arquea para adelante, bien pegada a los peones. No es chica. Y en la casa grande va a estar mejor que acá. Qué me contestas.
–Y yo no sé, don Anteno. Por mí no hay… –y no alcanzó a decir que no había inconveniente porque no le salió la palabra. Y entonces todo estaba decidido. Cinco minutos después él salió del rancho, pasó junto a Paula y dijo “vaya, que la vieja quiere hablar­la”. Ella entró y dijo:
–Sí, claro.
Y unos meses después el cura los casó. Hubo malicia en los ojos esa noche, en el patio de la estancia vieja. Vino y asado y malicia. Pau­la no quería escuchar las palabras que anticipaban el miedo y el dolor.
–Un alambre parece el viejo.
Duro, retorcido como un alambre, bailando esa noche, de­mostrando que de viejo sólo tenía la edad, zapateando un malambo hasta que el peón dijo está bueno, patrón, y él se rió, sudado, brillándole la piel curtida. Oliendo a padrillo.
Solos los dos, en sulky la llevó a la casa. Casi tres leguas, solos, con todo el cielo arriba y sus estrellas y el silencio. De golpe, al subir una loma, como un aparecido se les vino encima, torva, la silueta del Cerro Negro. Dijo Antenor:
–Cerro Patrón.
Y fue todo lo que dijo.
Después, al pasar el último puesto, Tomás, el cuidador, lo saludó con el farol desde lejos. Cuando llegaron a la casa, Paula no vio más que a una mujer y los perros. Los perros que se abalanzaban y se frenaron en seco sobre los cuartos, porque Antenor los enmu­deció, los paró de un grito. Paula adivinó que esa mujer, nadie más, vivía ahí dentro. Por una oscura asociación supo también que era ella quien cocinaba para el viejo: el viejo le había preguntado “comieron”, y señaló los perros.
Ahora, desde la ventana alta del caserón se ven los pinos, y los perros duermen. Largos los pinos, lejos.
–Todo lo que quiero es mujer en la casa, y un hijo, un macho en el campo –Antenor señaló afuera, a lo hondo de la noche agujereada de grillos; en algún sitio se oyó un relincho–. Vení, arrímate.
Ella se acercó.
–Mande –le dijo.
–Todo va a ser para él, entendés. Y también para vos. Pero anda sabiendo que acá se hace lo que yo digo, que por algo me he ganao el derecho a disponer. –Y señalaba el campo, afuera, hasta mucho más allá del monte de eucaliptos, detrás de los pinos, has­ta pasar el cerro, abarcando aguadas y caballos y vacas. Le tocó la cintura, y ella se puso rígida debajo del vestido. –Veintiocho años tenía cuando me lo gané –la miró, como quien se mete dentro de los ojos–, ya hace arriba de treinta.
Paula aguantó la mirada. Lejos, volvió a escucharse el relin­cho. El dijo:
–Vení a la cama.

Abelardo Castillo
para leer el cuento completo:http://unblogdevariedades.wordpress.com/2008/08/06/abelardo-castillo-patron-2/

Alejandro del Prado, Dejo constancia



Jorge Boccanera, autoplagio





Latigazos de sombra desordenan tu cuerpo,
en la fotografìa donde te estoy pensando,
y soy el extranjero que descubriò tu rostro
y se animò a escribirlo, que era como besarlo

Jorge Boccanera

Los jacarandàs estallan

.

martes, 23 de noviembre de 2010

Dios de la Adolescencia

Luis Alberto Spinetta, Dios de la Adolescencia

Ella solo intenta ser feliz
Tropezando está
Nadan hoy sus ojos entre el rimel
Su mentira, ya se hundió
En la hiedra

Ves, en su abismo
Con sus enaguas quiere escapar
De la bruma
Tan apurada está
Que atropella el viento en la avenida

Hoy su inútil pétalo secó
Por su soledad
Y con las campanas se divierte
Pensando que son de aquí
La muerte

Ah, si pudiera
Si ella quisiera abrirse del ser
Y la nada
Tal vez podría ver
Que su Dios está en la adolescencia

Correrás al fin con frenesí
Por tu libertad
Pero ni bien una lagrima caiga
mil estrellas juzgaran que es en vano

Ya que Dios es un mundo
En el que amar es la eternidad
Que uno busca
Y no lo pienses mas
Que tu mueca esta tan despintada
Luis Alberto Spinetta 

Juan Carlos Onetti, 9 de julio

Aurora habló de la historia del país fabuloso la noche en que aceptó subir tarde a la habitación de Grandi a tomar té y cruzó el gran patio de la terraza, dilatado por la luna, para rascar la persiana de la puerta. El la vio sonreír, el cuerpo encogido, y entrar con paso rápido y silencioso, arrastrando los pies con blandura, las manos escondidas bajo el abrigo y una capucha en la cabeza; cargada de misterio, de ilegalidad y de una alegría movediza mientras se mantenía de espaldas a él, en el último rito de esconderle la cara. Luego se sentó en el borde de la cama, mirando la base del cono de luz sobre sus zapatos, hablando con un tono de voz desconocido, sujeto a un innecesario susurro, la respiración veloz que la hacía mostrar el borde de los dientes en la boca oscurecida. Y aparte de lo inevitable, aparte de tener una muchacha en la noche en su habitación, Grandi no sintió ningún deseo especial por ella, ningún impulso de acercarse a tocarla, seguro además de que la muchacha estaba tan vacía como él, aquella noche y las otras.
Pero estaba rodeada y cargada con la aventura y temía al fracaso como a una herida. La falsedad la hacía equivocarse, confundir los movimientos, olvidar frases imprescindibles que él continuaba esperando muchos minutos después del momento en que debían haber sido dichas. Del incomprensible compromiso de permanecer desconocida para él, Aurora extraía gestos extraños, sonrisas de alguna mujer cualquiera, movimientos ajenos que parecían sucederse fuera de su cuerpo y que su cuerpo mostraba olvidar en seguida. Después descansó, finalmente en el último momento de la noche, con la boca abierta y torcida, sorprendentemente fea, alejándose de él con el pelo que ondulaba en la penumbra hasta la alfombra
Juan Carlos Onetti.

Jorge Luis Borges, 1964

Ya no es mágico el mundo. Te han dejado.
Ya no compartirás la clara luna
ni los lentos jardines. Ya no hay una
luna que no sea espejo del pasado,

cristal de soledad, sol de agonías.
Adiós las mutuas manos y las sienes
que acercaba el amor. Hoy sólo tienes
la fiel memoria y los desiertos días.

Nadie pierde (repites vanamente)
sino lo que no tiene y no ha tenido
nunca, pero no basta ser valiente

para aprender el arte del olvido.
Un símbolo, una rosa, te desgarra
y te puede matar una guitarra.

II

Ya no seré feliz. Tal vez no importa.
Hay tantas otras cosas en el mundo;
un instante cualquiera es más profundo
y diverso que el mar. La vida es corta

y aunque las horas son tan largas, una
oscura maravilla nos acecha,
la muerte, ese otro mar, esa otra flecha
que nos libra del sol y de la luna

y del amor. La dicha que me diste
y me quitaste debe ser borrada;
lo que era todo tiene que ser nada.

Sólo que me queda el goce de estar triste,
esa vana costumbre que me inclina
al Sur, a cierta puerta, a cierta esquina.

lunes, 22 de noviembre de 2010

Peter Gabriel & Sinead O'Connor

Sangre en el Edèn

Vi a mi reflexión
Me cogió de la ventana
Vi la oscuridad en mi corazón
Vi las señales de mi perdición
Ellos habían estado ahí desde el principio
Y la oscuridad aún tiene trabajo por hacer
La cuerda anudada de desvinculación
Están climatizadas y son santos
Oh, que está sentado allí en lo alto
Así que seguro con todo lo que está comprando

En la sangre del Edén
Se encuentran la mujer y el hombre
Con el hombre de la mujer
Y la mujer en el hombre
En la sangre del Edén
Se encuentran la mujer y el hombre
Queríamos que la unión
¡Oh, la unión de la mujer
La mujer y el hombre

Mis manos es, sin duda deslizamiento
Creo que he perdido mi mantenga
Sí, creo que he perdido mi bodega
No puedo obtener un seguro más
No tomar el crédito, sólo el oro
¿Es una daga o un crucifijo que veo
Usted lleva a cabo con tanta fuerza en la mano
Y al mismo tiempo que aumenta la distancia entre tú y yo
No entiendo

En el blood del Edén
Se encuentran la mujer y el hombre
Con el hombre de la mujer
Y la mujer en el hombre
En la sangre del Edén
Se encuentran la mujer y el hombre
Queríamos que la unión
¡Oh, la unión de la mujer
La mujer y el hombre

A petición mía, me tomas en
En esa ternura, estoy flotando
No hay certeza, nada en que confiar
Permanecer quieto por un momento
¡Qué momento es
Oh, por un momento de olvido, un momento de felicidad
Heyyyy

Puedo oír el trueno distante
De un millón de almas desconocidas
De un millón de almas desconocidas
Añada a cada uno para llegar a la comodidad criatura
Para el relleno de sus agujeros

En la sangre del Edén
Se encuentran la mujer y el hombre
Con el hombre de la mujer
Y la mujer en el hombre
En la sangre del Edén
Se encuentran la mujer y el hombre
Queríamos que la unión
De la mujer y el hombre

En la sangre del Edén
Se encuentran la mujer y el hombre
Me siento el hombreen la mujer
Y la mujer en el hombre

En la sangre del Edén
Se encuentran la mujer y el hombre
Me siento el hombre de la mujer
Y la mujer en el hombre

En la sangre del Edén
Hemos hecho todo lo posible
En la sangre del Edén
Vi el final cuando empezamos
Con el hombre de la mujer
Y la mujer en el hombre
Todo era para la unión
¡Oh, la unión de la mujer, la mujer y el hombre.
Sinead O'connor

Franz Kafka, Cartas a Milena

" De dónde habrá surgido la idea de que las personas pueden comunicarse mediante cartas?.Se puede aferrar a una persona cercana, todo lo demás queda  más alla de las fuerzas humanas. Escribir cartas, sin embargo, significa desnudarse ante los fantasmas, que lo esperan avidamente. Los besos por escrito no llegan a su destino, se los beben por el camino los fantasmas. Con este abundante alimento se multiplican, en efecto , enormemente. La humanidad lo percibe y lucha por evitarlo;  y para eliminar en lo posible lo fantasmal entre las personas y lograr una comunicación más natural , que es la paz de las almas , ha inventado el ferrocarril, el automóvil
, el aeroplano , pero ya no sirven, son evidentemente descubrimientos hechos en el momento del desastre,
el bando opuesto es  tanto más calmo y poderoso, después del correo  inventó el telégrafo , el teléfono, la telegrafía sin hilos. Los fantasmas no se moriran de hambre, y nosotros en cambio pereceremos."
Franz Kafka

Raùl Gonzalez Tuñon, La luna con gatillo

Es preciso que nos entendamos.
Yo hablo de algo seguro y de algo posible.
Seguro es que todos coman
y vivan dignamente
y es posible saber algún día
muchas cosas que hoy ignoramos.
Entonces, es necesario que esto cambie.
El carpintero ha hecho esta mesa
verdaderamente perfecta
donde se inclina la niña dorada
y el celeste padre rezonga.
Un ebanista, un albañil,
un herrero, un zapatero,
también saben lo suyo.
El minero baja a la mina,
al fondo de la estrella muerta.
El campesino siembra y siega
la estrella ya resucitada.
Todo sería maravilloso
si cada cual viviera dignamente.
Un poema no es una mesa,
ni un pan,
ni un muro,
ni una silla,
ni una bota.
Con una mesa,
con un pan,
con un muro,
con una silla,
con una bota,
no se puede cambiar el mundo.
Con una carabina,
con un libro,
eso es posible.
¿Comprendéis por qué
el poeta y el soldado
pueden ser una misma cosa?
He marchado detrás de los obreros lúcidos
y no me arrepiento.
Ellos saben lo que quieren
y yo quiero lo que ellos quieren:
la libertad, bien entendida.
El poeta es siempre poeta
pero es bueno que al fin comprenda
de una manera alegre y terrible
cuánto mejor sería para todos
que esto cambiara.
Yo los seguí
y ellos me siguieron.
¡Ahí está la cosa!
Cuando haya que lanzar la pólvora
el hombre lanzará la pólvora.
Cuando haya que lanzar el libro
el hombre lanzará el libro.
De la unión de la pólvora y el libro
puede brotar la rosa más pura.
Digo al pequeño cura
y al ateo de rebotica
y al ensayista,
al neutral,
al solemne
y al frívolo,
al notario y a la corista,
al buen enterrador,
al silencioso vecino del tercero,
a mi amiga que toca el acordeón:
-Mirad la mosca aplastada
bajo la campana de vidrio.
No quiero ser la mosca aplastada.
Tampoco tengo nada que ver con el mono.
No quiero ser abeja.
No quiero ser únicamente cigarra.
Tampoco tengo nada que ver con el mono.
Yo soy un hombre o quiero ser un verdadero hombre
y no quiero ser, jamás,
una mosca aplastada bajo la campana de vidrio.
Ni colmena, ni hormiguero,
no comparéis a los hombres
nada más que con los hombres.
Dadle al hombre todo lo que necesite.
Las pesas para pesar,
las medidas para medir,
el pan ganado altivamente,
la flor del aire,
el dolor auténtico,
la alegría sin una mancha.
Tengo derecho al vino,
al aceite, al Museo,
a la Enciclopedia Británica,
a un lugar en el ómnibus,
a un parque abandonado,
a un muelle,
a una azucena,
a salir,
a quedarme,
a bailar sobre la piel
del Último Hombre Antiguo,
con mi esqueleto nuevo,
cubierto con piel nueva
de hombre flamante.
No puedo cruzarme de brazos
e interrogar ahora al vacío.
Me rodean la indignidad
y el desprecio;
me amenazan la cárcel y el hambre.
¡No me dejaré sobornar!
No. No se puede ser libre enteramente
ni estrictamente digno ahora
cuando el chacal está a la puerta
esperando
que nuestra carne caiga, podrida.
Subiré al cielo,
le pondré gatillo a la luna
y desde arriba fusilaré al mundo,
suavemente,
para que esto cambie de una vez.
Raùl Gonzàlez Tuñon

La Bicicleta Blanca

Lo viste. Seguro que vos también, alguna vez, lo viste: te hablo de ese eterno ciclista solo, tan solo, que repecha las calles por la noche.
Usa las botamangas del pantalón bien metidas en las medias y una boina calzada hasta las orejas, ¿te fijaste? Nadie sabe, no, de dónde cuernos viene, jamás se le conoce a dónde diablos va.
De todos modos, si lo vieras pasar, miralo con mucho Amor: puede que sea, otra vez...

El flaco que tenía la bicicleta blanca;
silbando una polkita cruzaba la ciudad.
Sus ruedas, daban pena: tan chicas y cuadradas
¡que el pobre se enredaba la barba en el pedal!

Llevaba, de manubrio, los cuernos de una cabra.
Atrás, en un carrito, cargaba un pez y un pan.
Jadeando a lo pichicho, trepaba las barrancas,
y él mismo se animaba, gritando al pedalear.

"¡Dale, Dios!... ¡Dale, Dios!...
¡Meté, flaquito corazón!
Vos sabés que ganar
no está en llegar sino en seguir..."

Todos, mientras tanto, en las veredas,
revolcándonos de risa
¡lo aplaudimos a morir!
y él, con unos ojos de novela,
saludaba, agradecía,
y sabía repetir:

"¡Dale, Dios!... ¡Dale, Dios!...
¡Dale con todo, Dale, Dios!..."

Pero cierta noche, su horrible bicicleta con acoplado entró a sembrar una enorme cola fosforescente. ¡Increíble!: los pungas devolvían las billeteras en los colectivos; los poderosos terminaban con el hambre; los ovnis nos revelaban el misterio de la Paz; el Intendente, en persona, rellenaba los pozos de la calle, y hasta yo, pibe, yo que soy las penas, lloré de alegría bailando bajo esa luz la polka del ciclista.

Después, no sé, ¡te juro!, por qué siniestra rabia,
no sé por qué lo hicimos ¡lo hicimos sin querer!,
al flaco, ¡pobre flaco!, de asalto y por la espalda,
su bicicleta blanca le entramos a romper.

Le dimos como en bolsa, si asco, duro, en grande:
la hicimos mil pedazos... Y, al fin, yo vi que él,
mordiéndose la barba, gritó: "¡Que yo los salve!..."
Miró su bicicleta, sonrió, se fue de a pie.

(Mi viejo Flaco Nuestro que andabas en la Tierra: ¿Cómo te olvidaste que no somos ángeles sino hombres y mujeres?)

Flaco,
no te quedes triste,
todo no fue inútil,
no pierdas la fe...
en un cometa con pedales
¡dale que te dale!
yo sé que has de volver...
Letra: Horacio Ferrer 
Mùsica: Astor Piazolla.

Josè Angel Trelles

Genesis, Soñando mientras duermes

Dentro y fuera de la oscuridad, dentro y fuera del sueño
Tratando de tener mis manos sobre el timón
Nunca vi la esquina en la intensa lluvia
Nunca vi su paso en la calle

CORO:
Soñando mientras duermes, soñando mientras duermes
Los recuerdos se mantienen soñando mientras duermes

Nunca pude entender que paso por mi mente
No paré de ver lo que había hecho
Tuve que seguir conduciendo en la noche
Las millas que separan de algún modo intervienen

CORO

PUENTE:
Toda mi vida mientes silenciosamente allí, toda mi vida en un mundo injusto
Toda mi vida y solo sabré por qué y vivirá dentro de mí
Nunca seré libre toda mi vida atrapado en su memoria
Toda mi vida hasta el día en que abras tos ojos, por favor abre tus ojos

Soñando mientras duermes, soñando mientras duermes

Escucho en la radio, veo en la televisión
Podría llevarme mi secreto a la tumba
Si he tuviera otra oportunidad, haría lo mismo
Seguiría negando que ese fui yo

Soñando mientras duermes, soñando mientras duermes
Soñando mientras duermes ¿estas soñando mientras duermes?

Toda mi vida estaré buscando, toda mi vida solo un momento a la ves
Toda mi vida hasta el día en que muera y esto vivirá en mi
Oh, nunca seré libre en toda mi vida, atrapado en su memoria
Toda mi vida hasta el día en que abras los ojos

CORO

Toda mi vida solo un momento a la vez, toda mi vida.
Genesis

Italo Calvino, las ciudades y los ojos ( 2)

Es el humor de quien la mira el que da a la ciudad de Zemrude su forma. Si
pasas silbando, con la nariz levantada detrás del silbido, la conocerás de abajo paraarriba: antepechos, cortinas que se agitan, surtidores. Si caminas con el mentón sobre el pecho, con las uñas clavadas en las palmas, tus miradas se enredarán al ras del suelo en el agua de la calzada, las alcantarillas, las espinas de pescado, los papelessucios. No puedo decir que un aspecto de la ciudad sea más verdadero que el otro,pero de la Zemrude de arriba oyes hablar sobre todo a quien la recuerda hundido en la Zemrude de abajo, recorriendo todos los días los mismos tramos de calle y encontrando por la mañana el malhumor del día anterior incrustado al pie de las paredes. Para todos, tarde o temprano, llega el día en que bajamos la mirada a lo largo de los caños de las canaletas y no conseguimos despegarlos más del pavimento.
El caso inverso no está excluido, pero es más raro: por eso seguimos dando vueltas por las calles de Zemrude con los ojos que ahora cavan debajo de los sótanos, de los cimientos, de los pozos.
Italo Calvino
foto:  
Coppermine Photo Gallery

Radiohead's music is as Joan Miro's art.

Oliverio Girondo, Apariciòn Urbana

¿Surgió de bajo tierra?
¿Se desprendió del cielo?
Estaba entre los ruidos,
herido,
malherido,
inmóvil,
en silencio,
hincado ante la tarde,
ante lo inevitable,
las venas adheridas
al espanto,
al asfalto,
con sus crenchas caídas,
con sus ojos de santo,
todo, todo desnudo,
casi azul, de tan blanco.

Hablaban de un caballo.
Yo creo que era un ángel.
Oliverio Girondo

domingo, 21 de noviembre de 2010

John Lennon, muchacho celoso

Oliverio Girondo, Exvoto


Las chicas de Flores, tienen los ojos dulces, como las almendras azucaradas
de la Confitería del Molino, y usan moños de seda que le liban las nalgas en
un aleteo de mariposa.


Las chicas de Flores, se pasean tomadas de los brazos, para transmitirse sus
estremecimientos, y si alguien las mira en las pupilas, aprietan las piernas, de
miedo de que el sexo se les caiga den la vereda.


Al atardecer, todas ellas cuelgan sus pechos sin madurar del ramaje de hierro
de los balcones, para que sus vestidos se empurpuren al sentirlas desnudas,
y de noche, a remolque de sus mamás –empavesadas como fragatas- van a
pasearse por la plaza, para que los hombres les eyaculen palabras al oído, y
sus pezones fosforescentes se enciendan y se apaguen como luciérnagas.


Las chicas de Flores, viven en la angustia de que las nalgas se les pudran,
como manzanas que se ahn dejado pasar, y el deseo de los hombres las
sofoca tanto, que a veces quisieran desembarazarse de él como de un corsé,
ya que no tiene el coraje de cortarse el cuerpo a pedacitos y arrojárselo, a
todos los que les pasan la vereda. 
Oliverio Girondo 

David Alfaro Siqueiros

Robet Desnos, tanto soñe contigo

Tanto soñé contigo que pierdes tu realidad.
¿Todavía hay tiempo para alcanzar ese cuerpo vivo y besar
sobre esa boca el nacimiento de la voz que quiero?
Tanto soñé contigo que mis brazos habituados a cruzarse sobre
mi pecho cuando abrazan tu sombra, quizá ya no podrían
adaptarse al contorno de tu cuerpo.
Y frente a la existencia real de aquello que me obsesiona y
me gobierna desde hace días y años,
seguramente me transformaré en sombra.
Oh balances sentimentales.
Tanto soñé contigo que seguramente ya no podré despertar.
Duermo de pie, con mi cuerpo que se ofrece a todas las
apariencias de la vida y del amor y tú, la única que cuenta
ahora para mí, más difícil me resultará tocar tu frente
y tus labios que los primeros labios y la primera frente
que encuentre.
Tanto soñé contigo, tanto caminé, hablé, me tendí al lado de
tu fantasma que ya no me resta sino ser fantasma entre
los fantasmas, y cien veces más sombra que la sombra que
siempre pasea alegremente por el cuadrante solar de tu vida.
Robert Desnos

sábado, 20 de noviembre de 2010

Gustave Klimt

Ernesto Sàbato, Heterodoxia

En la mujer se entra, todo converge hacia ella, hacia su misterios interior, pasivo y terrestre. El sexo es casi su esencia, pues no sólo abarca un desmesurado espacio sino que su tiempo vivo tiene o tendría -en condiciones biológicas normales- que estar ocupado casi íntegramente por el sexo y sus consecuencias. En tanto que en el macho el sexo casi no tiene importancia y únicamente la adquiere, aunque en intenso grado, en momentos de su existencia. De manera que cuando para el hombre termina el acto, para la mujer empieza. Apenas consumado, el hombre es libre, mientras que la mujer queda encadenada al acto que acaba de realizar, primero de una serie misteriosa y profunda que han de sobrevenirle; para los cuales se recoge en sí misma, se vuelve hacia el centro de su útero, que también es el centro de su existencia, busca la calma y la serenidad, la conservación de lo suyo, de su hogar -materialización externa de la matriz-, como lo prueban hasta los más oscuros símbolos oníricos. Y así, mientras ella se encierra en su casa, el macho se lanza a la aventura, a la conquista de otras realidades físicas o espirituales. El hombre se trasciende constantemente, en tanto que la mujer se encierra en su inmanencia.
… Podemos pensar el mismo problema desde otra perspectiva: el hombre tiende al dinamismo, la mujer al estatismo. Siendo el espacio la dimensión estática y el tiempo la dimensión dinámica, podríamos afirmar que la mujer es espacial y el hombre temporal. No es asombroso, por lo tanto, que en todas las tradiciones y mitos la tierra, espacio por antonomasia, represente a la mujer: para los indios, la Tierra -Prithivia- es la madre del género humano; Démeter es a la vez la diosa madre y la personificación de la Tierra; en casi todas las mitologías se habla de “la madre Tierra”. En la tierra acontece la reproducción de la vida en sus formas más primitivas y la simbología arcaica vincula siempre la fecundidad terrestre a la fecundidad a la fecundidad de la hembra, así como vincula el arado al hombre que rasga a la mujer y la abre para la maternidad: arar la tierra es símbolo de cópula en los sueños y en los mitos.
Ernesto Sabato.

Green day, 21 pistolas

Juan Gelman , Ausencia de amor

Cómo será pregunto.
Cómo será tocarte a mi costado.
Ando de loco por el aire
que ando que no ando.

Cómo será acostarme
en tu país de pechos tan lejano.
Ando de pobrecristo a tu recuerdo
clavado, reclavado.

Será ya como sea.
Tal vez me estalle el cuerpo todo lo que he esperado.
Me comerás entonces dulcemente
pedazo por pedazo.

Seré lo que debiera.
Tu pie. Tu mano.
Juan  Gelman 

viernes, 19 de noviembre de 2010

Tom Waits

Tom Waits, el pàjaro y la ballena

Compraron una ronda para el marinero
Y oyeron su historia
De un mundo que estaba tan lejos
Y una canción que nunca había oído
Un canto de un pajarillo
Que se enamoró de una ballena
Él dijo: no se puede vivir en el océano
Y ella le dijo: usted no puede vivir en el cielo
Pero el océano está lleno de lágrimas
Y el mar se convierte en un espejo
Y hay una ballena en la luna cuando está claro
Y el pájaro en la marea
Por favor, no llores
Déjame secar tus ojos
Así que dime que me esperarás
Abrázame en tus brazos
Te prometo que nunca nos separaremos
Nunca voy a navegar de vuelta a la época
Pero siempre voy a fingir que eres mía

Aunque sé que ambos  tenemos que partir 
Ud puede vivir en mi corazòn
Tom Waits 

Paco Urondo

Del otro lado de la reja está la realidad, de
este lado de la reja también está
la realidad; la única irreal
es la reja; la libertad es real aunque no se sabe bien
si pertenece al mundo de los vivos, al
mundo de los muertos, al mundo de las
fantasías o al mundo de la vigilia, al de la explotación o
de la producción.

Los sueños, sueños son; los recuerdos, aquel
cuerpo, ese vaso de vino, el amor y
las flaquezas del amor, por supuesto, forman
parte de la realidad; un disparo en
la noche, en la frente de estos hermanos, de estos hijos, aquellos
gritos irreales de dolor real de los torturados en
el angelus eterno y siniestro en una brigada de policía
cualquiera
son parte de la memoria, no suponen necesariamente
el presente, pero pertenecen a la realidad. La única aparente
es la reja cuadriculando el cielo, el canto
perdido de un preso, ladrón o combatiente, la voz
fusilada, resucitada al tercer día en un vuelo inmenso
cubriendo la Patagonia
porque las masacres, las redenciones, pertenecen a la realidad, como
la esperanza rescatada de la pólvora, de la inocencia
estival: son la realidad, como el coraje y la convalecencia
del miedo, ese aire que se resiste a volver después del peligro
como los designios de todo un pueblo que marcha
hacia la victoria
o hacia la muerte, que tropieza, que aprende a defenderse,
a rescatar lo suyo, su
realidad.
Aunque parezca a veces una mentira, la única
mentira no es siquiera la traición, es
simplemente una reja que no pertenece a la realidad.

Cárcel de Villa Devoto, abril de 1973
 
Paco Urondo

Chico Buarque

Chico Buarque, Construccion

Amó aquella vez como si fuese última,
besó a su mujer como si fuese última,
y a cada hijo suyo cual si fuese el único,
y atravesó la calle con su paso tímido.
Subió a la construcción como si fuese máquina,
alzó en el balcón cuatro paredes sólidas,
ladrillo con ladrillo en un diseño mágico,
sus ojos embotados de cemento y lágrima.
Sentóse a descansar como si fuese sábado,
comió su pobre arroz como si fuese un príncipe,
bebió y sollozó como si fuese un náufrago,
danzó y se rió como si oyese música
y tropezó en el cielo con su paso alcohólico.
Y flotó por el aire cual si fuese un pájaro,
y terminó en el suelo como un bulto fláccido,
y agonizó en el medio del paseo público.
Murió a contramano entorpeciendo el tránsito.

Amó aquella vez como si fuese el último,

besó a su mujer como si fuese única,
y a cada hijo suyo cual si fuese el pródigo,
y atravesó la calle con su paso alcohólico.
Subió a la construcción como si fuese sólida,
alzó en el balcón cuatro paredes mágicas,
ladrillo con ladrillo en un diseño lógico,
sus ojos embotados de cemento y tránsito.
Sentóse a descansar como si fuese un príncipe,
comió su pobre arroz como si fuese el máximo,
bebió y sollozó como si fuese máquina,
danzó y se rió como si fuese el próximo
y tropezó en el cielo cual si oyese música.
Y flotó por el aire cual si fuese sábado,
y terminó en el suelo como un bulto tímido,
agonizó en el medio del paseo náufrago.
Murió a contramano entorpeciendo el público.

Amó aquella vez como si fuese máquina,

besó a su mujer como si fuese lógico,
alzó en el balcón cuatro paredes fláccidas,
Sentóse a descansar como si fuese un pájaro,
Y flotó en el aire cual si fuese un príncipe,
Y terminó en el suelo como un bulto alcohólico.
Murió a contramano entorpeciendo el sábado.
Chico Buarque

miércoles, 17 de noviembre de 2010

Giorgio De Chirico

Paco Urondo, Muchas gracias


Sirve y me inclino
ante tu palabra, luz de mi pensamiento. Abrirán
las puertas, dejarán entender: los artistas, los
intelectuales, siempre
han sacudido el polvo de la realidad; descubrieron
caminos, emancipaciones
que no siempre lograron recorrer: era
prematuro en algunos casos, en otros fue distinto
– convengamos–, otras palabras son, bajar
la corredera de la mira, buscar con el guión
y dar justamente sobre algo que puede
moverse; un bulto,
un meneo a menos de cien metros
de tu corazón vulnerable, también enemigo.
La suerte ha dejado aquí de andar
fallando: se encendió la luz y pudo verse el caos, las
flagrancias: esa mano
allí, esta codicia; el miedo y otras mezquindades se pusieron
en evidencia y el amor
no aparecía por ninguna parte. Recompuestos
de la sorpresa, rendidos ante los hechos, nadie
pudo negar que en este país, en este
continente, nos estamos todos muriendo de vergüenza.
Aquí estoy perdiendo amigos, buscando
viejos compañeros de armas, ganándome tardíamente
la vida, queriendo respirar
trozos de esperanzas, bocanadas de aliento; salir
volando para no hacer agua, para
ver toda la tierra y caer en sus brazos.
 Paco Urondo

Red Hot Chili Pepers, Californication

Rodolfo Walsh , Los oficios terrestres/ (fragmento)


Era el día siguiente al de Corpus Christi, el año 1939, cuando como es sabido el sol se alzó sin obstáculos ni interrupciones a partir de las 6.59, cosas que ellos no vieron, ni les importaba, ni resultaba creíble, porque esa luz enferma yacía desparramada sobre los campos en jirones lechosos o flotaba entre los árboles en espectros y penitentes de niebla.
En amaneceres más claros, un horizonte de vascos lecheros, negros, ágiles y vociferantes detrás de las grandes vacas y su aterida cría, se recortaba contra el cielo en los fondos del campo que la caritativa Sociedad de Damas de San José nunca se resignaba a vender -aunque cada año recibía una oferta más ventajosa- porque en su centro se alzaba alto y desnudo el edificio que ellas mismas construyeron en los años diez para el colegio de pupilos descendientes de irlandeses.
La caritativa Sociedad nos amaba, un poco abstractamente es cierto, pero eso es porque nosotros éramos muchos, indiferenciados y grises, nuestros padres anónimos y dispersos, y en fin, porque nadie sino ella pagaba por nosotros. Pero el amor existió, y de ahí que las Damas en persona vinieran a celebrar con nosotros el día del Cuerpo de Cristo, trayendo consigo al auténtico obispo Usher, que era un hombre santo, gordo y violeta, y ojalá siga siéndolo si no fue sometido contra su voluntad a una de esas raras calamidades que ocurren justamente a cada muerte de un obispo.
El obispo Usher celebró los oficios divinos y después gozamos de un día de afecto casi personal con las Damas, que se desparramaron por el edificio como una banda de cotorras alegres y parlanchínas, queriendo ver todo al mismo tiempo, acariciando tiernamente la cabeza más pelirroja o más rubia y haciendo preguntas extrañas, verbigracia quién construyó el palacio de Emania en qué siglo y qué le ocurrió finalmente a Brian Boru por rezar de espaldas al combate. Curiosidad que originó ese pintoresco pareado de Mullahy, que conocía las reglas del arte poética:
Oh Brian Boru I shit on you!
Pero estas preguntas que sólo el padre Ham podía responder, y no respondió, mientras se ponía cada vez más colorado y sus ojos perforaban su propia máscara de sonriente compromiso, disparando sobre nosotros una oscura promesa de justicia que vendría apenas las Damas dejaran de ser tan encantadoramente tontas y entrometidas, es decir mañana, queridos hijos míos. Aquellas piadosas señoras, sin embargo, no tomaron nuestra ignorancia a mal, sino como excusable condición de nuestra tierna edad. Y apenas el padre Ham restableció su prestigio demostrando que alguno de nosotros podía sumar quebrados en el pizarrón, ellas recordaron que la fiesta era de guardar, y declarándose enteramente satisfechas de nuestra educación, propusieron suspender la clase, a lo que el padre Ham accedió enseguida aunque sin apagar los fuegos de la mirada: esa pequeña peste de fastidio puesta en cada ojo. Salimos pues, vestidos de azul dominical, al patio de piedra cuyos muros crecían altos hacia el cielo, y jugamos al dinenti y la bolita bajo la mirada cariñosa de las Damas hasta que llegó la hora del almuerzo y entramos en fila al comedor donde dimos gracias al Señor por éstos tus dones y nos sentamos a las mesas de mármol.
Allí ocurrió el milagro. 
Rodolfo Walsh 
para leer el cuento completo: 
//www.taringa.net/posts/arte/871630/Los-Oficios-Terrestres_Rodolfo-Walsh-_cuento_.html