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martes, 29 de mayo de 2012

El sr David Gilmour

Arturo Perez Revert, por tres cochinos minutos ( cabròn)

A ver si consigo que me leas con atención, Fulano o como te llames. Porque hace poco me mataste a un amigo. Y digo amigo, porque lo era. De verdad. No le había visto la cara nunca, pero eso no importa. Lo era, repito. Leía mis libros, y también esta página cada semana. Tenía 28 años, era bien parecido, deportista, corría diez kilómetros cada día. Buena pinta, sano y fuerte. Además era un tipo noble, sencillo, derecho, con sentido del honor como los de antes, con palabra, apretón de manos franco, y todo eso. Con sentido del humor, además, lo que era un regalo, un don de la existencia para quienes estaban con él. Había aprendido a disfrutar de la vida con dignidad y con decencia. Hay gente que vive noventa tacos de almanaque y nunca llega a ser tan sabia y lúcida como lo era él. Amaba el mar, como yo. Tenía una familia, una novia, unos amigos. Tenía una perra que ahora lo busca con ojos leales y tristes, moviendo el rabo esperanzada cada vez que alguien roza la puerta. Tenía un futuro. Si tú se lo hubieras permitido, habría llegado a ser un tipo de esos que hacen el mundo soportable, en vez de una cloaca sucia y oscura, a merced de irresponsables como tú.

También tenía una moto, aunque no era uno de los que van haciendo el cimbel como suicidas prematuros. Aquella mañana circulaba despacio, cerca de la playa, con el casco puesto y guardando las precauciones adecuadas. Y ése fue el momento que elegiste, maldita sea tu estampa, para salir con el coche de la gasolinera a toda velocidad, saltándote tres carriles antes de girar en dirección prohibida, a fin de ahorrarte los cien metros hasta el siguiente cambio de sentido. Llevabas a tu mujer y a tu hijo en el coche, y aun así hiciste esa pirula. Te jugaste tu vida y la de ellos por ganar tres minutos, y arrancaste de cuajo la de otro. Le diste de lleno, clac. Moto y motorista a tomar por saco. Doce días en coma, luchando entre la vida y la muerte. Y luego, ya sabes. Como esos aparatitos de las películas: la línea recta en el monitor. Piiiii. Pero no era una película, sino la vida de un joven lleno de sueños y esperanzas. Por usar un lenguaje de cine y que lo entiendas, cretino: cuando matas a alguien le quitas todo lo que tiene y todo lo que podría llegar a tener.

Por supuesto, ahora estás en la calle, tan campante. Los miserables como tú no van a la cárcel. Ignoro exactamente qué te cayó, si es que fue algo además de tres meses sin permiso de conducir. Si la gentuza de tu calaña fuera al talego cada vez que despacha a alguien, las cárceles iban a parecer el camarote de los hermanos Marx. No hay más que veros pasar al volante, inconscientes, letales, a toda leche, creyéndoos inmortales. Seguros, como fue tu caso, de que si alguien palma, será otro. Así que imagino que a estas alturas ya estarás conduciendo de nuevo, como si nada. Los jueces son comprensivos en esto, por lo general; y en cierta forma toco madera, porque la vida da muchas vueltas y nunca se sabe. Ignoro si un día seré yo quien tenga que verse ante un juez. Pero tales son las contradicciones de la vida. Además, lo mío es sólo una hipótesis: no suelo ahorrarme esos cien metros hasta el cambio de sentido, ni me salto los carriles de tres en tres, ni circulo como un majara. Lo tuyo es una realidad: estoy hablando de ti y de tu caso. No tengo toda la información, pero sí la sospecha de que, en vez de prohibirte conducir durante el resto de tu vida, o mandarte un año a trabajar, por ejemplo, al hospital de tetrapléjicos de Toledo, ayudando a gente a la que otros como tú jodieron la vida, supongo que la Justicia, benévola, habrá permitido que te redimas con el pago de una multa. Es lo que suele. Y ahora ni remordimientos tienes, ¿verdad? Parece mentira la capacidad de supervivencia y egoísmo del ser humano. Cómo nos convencemos a nosotros mismos de que la mala suerte, el destino, etcétera, tuvieron la culpa. Al final siempre resultamos asquerosamente inocentes. De todo. Y quién te ha visto y quién te ve. Quién reconocería ahora en ti al lloroso mierdecilla que se justificaba ante los guardias, desolado, frente al cuerpo tirado en el suelo, aquel día de la gasolinera. Pasa el tiempo, y nos justificamos, y si los dolores propios terminan diluyéndose en el recuerdo, para qué decir de los dolores ajenos.

Por eso escribo hoy esta página. Para recordártelo. Para contar que me arrebataste a un amigo al que nunca llegué a conocer. Para decirte que ojalá revientes. Cabrón.


Luis Eduardo Aute,sin tu latido ( asì escribe un poeta)



Hay algunos que dicen
que todos los caminos conducen a roma
y es verdad porque el mío
me lleva cada noche al hueco que te nombra
y le hablo y le suelto
una sonrisa, una blasfemia y dos derrotas;
luego apago tus ojos
y duermo con tu nombre besando mi boca.

Silvio Rodriguez, ( y a por el alma fue)

Un día junto al mar,
la más triste canción,
oyó llorar a un alma su dolor.

Y a por el alma fue,
vibrando la tonada,
conmovida y gentil, maravillada.

''Qué pena lloras tú'' (qué pena lloras tú)
le dijo la canción,
''que me has trocado en gracia el corazón''

''De qué me sirve a mi''
le respondió un sollozo,
''la virtud si no tengo un canto hermoso''

Sospecho que hoy empiezo a ser canción,
y tengo la impresión,
de que seré tu sol, si logro ser tu canto,
sospecho que hoy empiezo a ser canción
si seco un llanto, si seco un llanto.


Un dia junto al mar,
un alma oyó su voz,
y una tonada hallaba su razón.

Fue el día en que ocurrió,
la verdad hechizada,
la melodía y el alma enamoradas.

El alma con canción (el alma con canción)
iluminó su hogar (su hogar)
y la canción con alma echo a volar, aaaaaa...

Desde entonces las dos,
vivieron más despacio,
a pesar de su tiempo y de su espacio.

Sospecho que hoy empiezo a ser canción,
y tengo la impresión,
de que seré tu sol si logro ser tu canto,
sospecho que hoy empiezo a ser canción,
si seco un llanto, si seco un llanto.
 

sábado, 26 de mayo de 2012

Julio Cortazar , abrete paso

La tarea de ablandar el ladrillo todos los días, la tarea de abrirse paso en la masa pegajosa que se proclama mundo, cada mañana topar con el paralelepípedo de nombre repugnante, con la satisfacción perruna de que todo esté en su sitio, la misma mujer al lado, los mismos zapatos, el mismo sabor de la misma pasta dentrífica, la misma tristeza de las casas de enfrente, del sucio tablero de ventanas de tiempo con su letrero Hotel de Belgique.
Meter la cabeza como un toro desganado contra la masa transparente en ncuyo centro tomamos café con leche y abrimos el diario para saber lo que ocurrió en cualquiera de los rincones del ladrillo de cristal. Negarse a que el acto delicadode girar el picaporte, ese acto por el cual todo podria transformarse, se cumpla con la fría eficacia de un reflejo cotidiano. Hasta luego, querida. Que te vaya bien.
Apretar una cucharita entre los dedos y sentir su latido de metal, su advertencia sospechosa. Cómo duele negar una cucharita, negar una puerta, negar todo lo que el hábito lame hasta darle suavidad satisfactoria. Tanto más simple aceptar la fácil solicitud de la cuchara, emplearla para revolver el café.
Y no que esté mal si las cosas nos encuentran otra vez cada dia y son las mismas. Que a nuestro lado haya la misma mujer, el mismo reloj, y que la novela abierta sobre la mesa eche a andar otra vez en la bicicleta de nuestros anteojos, ¿por que estaría mal? Pero como un toro triste hay que agachar la cabeza, del centro del ladrillo de cristal empujar hacia afuera, hacia lo otro tan cerca de nosotros, inasible como el picador tan cerca del toro.
Castigarse los ojos mirando eso que anda por el cielo y aceptar taimadamente su nombre de nube, su replica catalogada en la memoria. No creas que el teléfono va a darte los números que buscas. ¿Por que te los daria? Solamente vendra lo que tienes preparado y resuelto, el triste reflejo de tu esperanza, ese mono que se rasca sobre una mesa y timbla de frío. Rómpele la cabeza a ese mono, corre desde el centro hacia la pared y ábrete paso.
¡Oh cómo cantan en le piso de arriba! Hay un piso arriba en esta casa, con otras gentes. Hay un piso de arriba donde vive gente que no sospecha su piso de abajo, y estamos todos en el ladrillo de cristal. Y si de pronto una polilla se para al borde de  un lápiz y late como un fuego ceniciento, mírala, yo la estoy mirando, estoy palpando su corazón pequeñísimo, y la oigo, esa polilla resuena en la pasta de cristal congelado, no todo está perdido.
Cuando abra la puerta y me asome la la escalera, sabré que abajo empieza la calle; no el molde ya aceptado, no las cosas ya sabidas, no el hotel de enfrente: la calle, la viva floresta donde cada instante puede arrojarse sobre mi como una magnolia, donde las caras van a nacer cuando las mire, cuando avance un poco más, cuando con los codos y las pestañas y las uñas me rompa minuciosamente contra la pasta del ladrillo de cristal, y juegue mi vida mientras avanzo paso a paso para ir a comprar el diario a la esquina.     

Charly Garcia ,( nada es perfecto )

Adela en el carrousell
y los espejos son sonrisas
la sortija un aparato de amor.
Adela en el carrousell
y los caballos de madera que la mecen y le mojan la piel.
Ten piedad, no seas así
no le des patadas a los locos.
Ten piedad no seas así,
voy desvaneciendo sin tu amor.
El sol empieza a salir
y en los jardines de tu mente
hay estatuas que ella debe pulir.
La luna empiezaa llorar
y cuando todo es tan plateado
hay colores que no pueden entrar.
Ten piedad, no seas así
no le des patadas a los locos.
Ten piedad no seas así,
voy desvaneciendo sin tu amor.
Ya a través de la sortija
ella lo convirtió
en un caballo que gira y gira a su alrededor.
Tanto girar, girar es un efecto.
Tanto esperar, esperando que se haga realidad
el se pasa girando sin parar.
Nada es perfecto.
Adela en el más allá
es una estrella clandestina que ilumina los despojos de amor.
El sólo quiere mirar
la calesita de los sueños que se fueron
y ya no volverán.
Ten piedad, no seas así
no le des patadas a los locos.
Ten piedad no seas así,
voy desvaneciendo sin tu amor.


Vicente Huidobro , Soy yo Altazor

Soy yo Altazor el doble de mí mismo
El que se mira obrar y se ríe del otro frente a frente
El que cayó de las alturas de su estrella
Y viajó veinticinco años
Colgado al paracaídas de sus propios prejuicios
Soy yo Altazor el del ansia infinita
del hambre eterno y descorazonado
Carne labrada por arados de angustia
¿Cómo podré dormir mientras haya adentro tierras desconocidas?
Problemas
Misterios que se cuelgan a mi pecho
Estoy solo
La distancia que va de cuerpo a cuerpo
Es tan grande como la que hay de alma a alma
Solo
Solo
Solo
Estoy solo parado en la punta del año que agoniza
El universo se rompe en olas a mis pies
Los planetas giran en torno a mi cabeza
Y me despeinan al pasar con el viento que desplazan
Sin dar una respuesta que llene los abismos
Ni sentir este anhelo fabuloso que busca en la fauna del cielo
  Un ser materno donde se duerma el corazon
Un lecho a la sombra del torbellino de enigmas
Una mano que acaricie los latidos de la fiebre.
Dios diluido en la nada y el todo
Dios todo y nada
Dios en las palabras y en los gestos
Dios mental
Dios aliento
Dios joven Dios viejo
Dios pútrido
lejano y cerca
Dios amasado a mi congoja

Vicente Huidobro
pintura Rene Magritte 

viernes, 25 de mayo de 2012

JJ Grey & Mofro - T m El sol esta brillando poco

David Linch, atrapa el pez dorado

Las ideas son como peces.
Si quieres pescar pececitos, puedes permanecer en aguas poco profundas. Pero si quieres pescar un gran pez dorado, tienes que adentrarte en aguas más profundas.
En las profundidades, los peces son más poderosos y puros. Son enormes y abstractos. Y muy bellos.
Yo busco un tipo particular de pez importante para mí, uno que pueda traducirse al cine. Pero allá abajo nadan toda clase de peces. Hay peces para los negocios, peces para el deporte. Hay peces para todo.
Todo, cualquier cosa, surge del nivel más profundo. La física moderna denomina a ese nivel campo unificado. Cuanto más se expande la conciencia, más se profundiza hacia dicha fuente y mayor es el pez que puede pescarse.
Los treinta y tres años que llevo practicando la meditación trascendental han sido clave para mi trabajo en el cine y la pintura y en todos los aspectos de la vida. Han sido un modo de zambullirme más a fondo en busca del gran pez. 


Skay, (pàjaros libres de plumas doradas)

Viven en mi cabeza,
pájaros libres de plumas doradas,
Los pensamientos son aves extrañas
a veces vuelan y no saben volver

Tienen sus nidos en las ramas más altas,
a veces se pierden y no saben volver…

Vuelan y se van, vuelan y se van,
vuelan y se van, vuelan y se van.

Vuelan el cielo buscando mas cielo
a veces se pierden y no saben volver…

Vuelan y se van, vuelan y se van,
vuelan y se van, vuelan y se van
Se van, se van, vuelan y se van,
se pierden y se van, vuelan y se van


Italo Calvino, las ciudades invisibles( las ciudades y el deseo 4)

En el centro de Fedora, metrópoli de piedra gris, hay un palacio de metal con
una esfera de vidrio en cada aposento. Mirando dentro de cada esfera se ve una ciudad azul que es el modelo de otra Fedora. Son las formas que la ciudad habría podido adoptar si, por una u otra razón, no hubiese llegado a ser como hoy la vemos.
En todas las épocas hubo alguien que, mirando a Fedora tal como era, había
imaginado el modo de convertirla en la ciudad ideal, pero mientras construía su modelo en miniatura, Fedora dejaba de ser la misma de antes, y aquello que hasta ayer había sido uno de sus posibles futuros ahora era solo un juguete en una esfera de vidrio.
Fedora tiene hoy en el palacio de las esferas su museo: cada habitante lo visita, elige la ciudad que corresponde a sus deseos, la contempla imaginando que se refleja en el estanque de las medusas donde se recogía el agua del canal (si no hubiese sido desecado), que recorre desde lo alto del baldaquín la avenida reservada a los elefantes (ahora expulsados de la ciudad), que resbala a lo largo de la espiral del minarete de caracol (perdida ya la base sobre la cual debía levantarse).
En el mapa de tu imperio, oh gran Kan, deben ubicarse tanto la gran Fedora de
piedra como las pequeñas Fedoras de las esferas de vidrio. No porque todas sean igualmente reales, sino porque todas son sólo supuestas. Una encierra aquello que se acepta como necesario mientras todavía no lo es; las otras, aquello que se imagina como posible y un minuto después deja de serlo.

foto Lizzi Strata 

Eddie Vedder,( me siento parte delUniverso )

jueves, 24 de mayo de 2012

Fernando Pessoa, Si después de mi muerte...

Si después de mi muerte, quisiesen escribir mi biografía,
No hay nada más simple.
Tengo sólo dos fechas: la de mi nacimiento y la de mi muerte.
Entre una y otra cosa todos los días son míos.

Soy fácil de definir.
Vi como un maldito.
Amé las cosas sin ningún sentimentalismo.
Nunca tuve un deseo que no pudiese realizar, porque nunca enceguecí.
Como así también, oir nunca fue para mí sino un acompamiento de ver.

Comprendí que las cosas son reales y todas diferentes unas de las otras;
Comprendí esto con los ojos, nunca con el pensamiento.
Comprender esto con el pensamiento sería hallarlas todas iguales.

Un día me dio sueño como a cualquier niño.
Cerré los ojos y dormí.
Aparte de eso, fui el único poeta de la Naturaleza.

Gomez , ( dònde quieres estar?)

Albert Camus, el extranjero, (fragmento )

Entré. Era una sala muy clara, blanqueada a la cal, con techo de vidrio. Estaba amueblada con sillas y caballetes en forma de X. En el centro de la sala, dos caballetes sostenían un féretro cerrado con la tapa. Sólo se veían los tornillos relucientes, hundidos apenas, destacándose sobre las tapas pintadas de nogalina. Junto al féretro estaba una enfermera árabe, con blusa blanca y un pañuelo de color vivo en la cabeza.
En ese momento el portero entró por detrás de mí. Debió de haber corrido. Tartamudeó un poco: «La hemos tapado, pero voy a destornillar el cajón para que usted pueda verla.» Se aproximaba al féretro cuando lo paré. Me dijo: «¿No quiere usted?» Respondí: «No.» Se detuvo, y yo estaba molesto porque sentía que no debí haber dicho esto. Al cabo de un instante me miró y me preguntó: «¿Por qué?», pero sin reproche, como si estuviera informándose. Dije: «No sé.» Entonces, retorciendo el bigote blanco, declaró, sin mirarme: «Comprendo.» Tenía ojos hermosos, azul claro, y la tez un poco roja. Me dio una silla y se sentó también, un poco a mis espaldas. La enfermera se levantó y se dirigió hacia la salida. El portero me dijo: «Tiene un chancro.» Como no comprendía, miré a la enfermera y vi que llevaba, por debajo de los ojos, una venda que le rodeaba la cabeza. A la altura de la nariz la venda estaba chata. En su rostro sólo se veía la blancura del vendaje.
Cuando hubo salido, el portero habló: «Lo voy a dejar solo.» No sé qué ademán hice, pero se quedó, de pie detrás de mí. Su presencia a mis espaldas me molestaba. Llenaba la habitación una hermosa luz de media tarde. Dos abejorros zumbaban contra el techo de vidrio. Y sentía que el sueño se apoderaba de mí. Sin volverme hacia él, dije al portero: «¿Hace mucho tiempo que está usted aquí?» Inmediatamente respondió: «Cinco años», como si hubiese estado esperando mi pregunta.
Charló mucho en seguida. Se habría que dado muy asombrado si alguien le hubiera dicho que acabaría de portero en el asilo de Marengo. Tenía sesenta y cuatro años y era parisiense. Le interrumpí en ese momento: «¡Ah! ¿Usted no es de aquí?» Luego recordé que antes de llevarme a ver al director me había hablado de mamá. Me había dicho que era necesario enterrarla cuanto antes porque en la llanura hacía calor, sobre todo en esta región. Entonces me había informado que había vivido en París y que le costaba mucho olvidarlo. En París se retiene al muerto tres, a veces cuatro días. Aquí no hay tiempo; todavía no se ha hecho uno a la idea cuando hay que salir corriendo detrás del coche fúnebre. Su mujer le había dicho: «Cállate, no son cosas para contarle al señor.» El viejo había enrojecido y había pedido disculpas. Yo intervine para decir: «Pero no, pero no...» Me pareció que lo que contaba era apropiado e interesante.
En el pequeño depósito me informó que había ingresado en el asilo como indigente. Como se sentía válido, se había ofrecido para el puesto de portero. Le hice notar que en resumidas cuentas era pensionista. Me dijo que no. Ya me había llamado la atención la manera que tenía de decir: «ellos», «los otros» y, más raramente, «los viejos», al hablar de los pensionistas, algunos de los cuales no tenían más edad que él. Pero, naturalmente, no era la misma cosa. El era portero y, en cierta medida, tenía derechos sobre ellos.
La enfermera entró en ese momento. La tarde había caído bruscamente. La noche habíase espesado muy rápidamente sobre el vidrio del techo. El portero oprimió el conmutador y quedé cegado por el repentino resplandor de la luz. Me invitó a dirigirme al refectorio para cenar. Pero no tenía hambre. Me ofreció entonces traerme una taza de café con leche. Como me gusta mucho el café con leche, acepté, y un momento después regresó con una bandeja. Bebí. Tuve deseos de fumar. Pero dudé, porque no sabía si podía hacerlo delante de mamá. Reflexioné. No tenía importancia alguna. Ofrecí un cigarrillo al portero y fumamos.
En un momento dado, me dijo: «Sabe usted, los amigos de su señora madre van a venir a velarla también. Es la costumbre. Tengo que ir a buscar sillas y café negro.» Le pregunté si se podía apagar una de las lámparas. El resplandor de la luz contra las paredes blancas me fatigaba. Me dijo que no era posible. La instalación estaba hecha así: o todo o nada. Después no le presté mucha atención. Salió, volvió, dispuso las sillas. Sobre una de ellas apiló tazas en torno de una cafetera. Luego se sentó enfrente de mí, del otro lado de mamá. También estaba la enfermera, en el fondo, vuelta de espaldas. Yo no veía lo que hacía. Pero por el movimiento de los brazos me pareció que tejía. La temperatura era agradable, el café me había recalentado y por la puerta abierta entraba el aroma de la noche y de las flores. Creo que dormité un poco.
Me despertó un roce. Como había tenido los ojos cerrados, la habitación me pareció aún más deslumbrante de blancura. Delante de mí no había ni la más mínima sombra, y cada objeto, cada ángulo, todas las curvas, se dibujaban con una pureza que hería los ojos. En ese momento entraron los amigos de mamá. Eran una decena en total, y se deslizaban en silencio en medio de aquella luz enceguecedora. Se sentaron sin que crujiera una silla. Los veía como no he visto a nadie jamás, y ni un detalle de los rostros o de los trajes se me escapaba. Sin embargo, no los oía y me costaba creer en su realidad. Casi todas las mujeres llevaban delantal, y el cordón que les ceñía la cintura hacía resaltar aún más sus abultados vientres. Nunca había notado hasta qué punto podían tener vientre las mujeres ancianas. Casi todos los hombres eran flaquísimos y llevaban bastón. Me llamaba la atención no ver los ojos en los rostros, sino solamente un resplandor sin brillo en medio de un nido de arrugas. Cuando se hubieron sentado, casi todos me miraron e inclinaron la cabeza con modestia, los labios sumidos en la boca desdentada, sin que pudiera saber si me saludaban o si se trataba de un tic. Creo más bien que me saludaban. Advertí en ese momento que estaban todos cabeceando, sentados enfrente de mí, en torno del portero. Por un momento tuve la ridícula impresión de que estaban allí para juzgarme.

miércoles, 23 de mayo de 2012

Dr House, el final

Todo concluye, hasta dr House, mi serie favorita junto a Six feet under., de ahora en màs , reverè algùn que otro capìtulo , ningùn jueves Hugh Laurie me sorprenderà  y me dejarà pensando



martes, 22 de mayo de 2012

Chico Buarque, a flor de piel ( traducida) ( belleza!!!!!!!!!!)




O que será que me dá 
Que me mueve por dentro , serà que me dà
Que brota a flor de piel, será que me dá
y me sube a la cara y me hace sonrojar
y me salta a los ojos hasta traicionar
y que me aprieta el pecho y me hace confesar
lo que no tiene manera de disimular
y que no es correcto, para nadie negarsear
y me hace mendigo , me hace suplicar
lo que no tiene medida, ni nunca la tendrà
lo que no tiene remedio, ni nunca lo tendrà
lo que no tiene receta
que serà, que sera
lo  que será que será
Que sucede dentro  de nosotros y no deberìa
Que desacata a la  gente, que es reveldia
Que se ha convertido en un  aguardente que no  sacia
Que se ha convertido  en un estar enfermo de una farra 
que ni diez mandamientos van a conciliar
ni todos los ungüentos van  aliviar
Ni todos los quebrantos, toda alquimia
que ni todos los santos, será que será
lo que no tien descanso , ni nunca tendrà
lo que no tiene cansancio, ni nunca tendrà 
lo que no tiene limite
lo que serà que me dà
que  me quema por dentro, serà que me dà
que me perturba el sueño, serà que me dà
que todos los temores me vienen agitar
que todos los ardores me vienen a quemar
que todos los sudores me vienen a empapar
que todos mis nervios estan por rogar
que todos mis òrganos estan por clamar
en una aficcion horrenda que me hace implorar
lo que no tiene verguenza , ni nunca tendrà
lo que no tiene gobierno, ni nunca tendrà
lo que no tiene juicio

Jorge Boccanera, yo digo adentro mio

Adentro hay una boca recibiendo la lluvia
y una mano queriendo penetrar en los trenes
adentro está mi infancia con su mañana blanca
mi pueblo allí colgando de la lengua del día
adentro está tu frente pero nunca los lunes
porque adentro me sobran el reloj y los diarios
adentro está lo bueno lo malo lo que queda
mi corazón adentro un pájaro sin rostro
adentro tengo al viento derramado en tus hombros
es decir este aroma de ausencias y de gritos
adentro estoy yo mismo golpeando para afuera
y hay una almohada tibia donde apoyo tu nombre
adentro está el otoño el café el intestino
las rótulas tus ojos el parque que olvidaste
adentro están doliendo tu septiembre y mis pasos
y hay una piel llorando

ahora adentro mío se oxida una ternura
yo digo adentro mío en esta tarde de otros.

foto Pierre Bonnal 

The rolling stones, ( mi riqueza no puede comprarlo todo)

Lo que sè, por Maurice Sendak


Yo no escribo para chicos. Yo escribo. Y alguien más dice: “Esto es para chicos”.
Nunca me propuse hacer felices a los niños. O mejorarles la vida, o hacérselas más fácil. No me gustan mucho, así como no me gustan mucho los adultos. Bueno, para ser sincero debería decir que me gustan un poco más los chicos que los adultos, porque los adultos no me gustan para nada.
Firmar ejemplares es horrible, estúpido, no significa nada. Y a mí ni siquiera me sirve para seducir a las madres bonitas de los niños lectores, porque soy gay.
El estado de la literatura infantil actual es abismal. Catastrófico. Una de las razones para que así sea es que hay demasiados libros para chicos.
Somos animales, violentos, criminales. No somos tan diferentes de los simios, esas hermosas criaturas. Y se supone que debemos ser civilizados, ir a trabajar todos los días, ser amables con nuestros amigos, enviar tarjetas de Navidad, todas esas cosas que nos perturban profundamente porque están en contra de lo que haríamos naturalmente.
Elegí un género muy modesto, la literatura infantil, y me escondí en este género para poder expresarme plenamente en él. Lo elegí por timidez y estiré sus límites todo lo posible.
No escribí Donde viven los monstruos por dinero. En los años ‘50, los libros para chicos eran el último peldaño del mundo literario. No creo que Madonna hubiese escrito un libro para chicos en los ‘50.
Nací en 1928. Y lo que más recuerdo de mi infancia es el secuestro del bebé Lindbergh. Cuando sucedió yo tenía tres años y medio y me acuerdo de todo. Recuerdo la voz de su madre en la radio, pidiéndoles a los secuestradores que usaran Vick para el catarro del bebé. Yo tenía miedo de que me secuestraran y tenía miedo de morir. Era un chico enfermizo y mis padres no eran discretos emocionalmente: siempre creían que iba a morirme y lloraban cuando tenía fiebre. Supe que era mortal desde muy joven. Con el bebé Lindbergh hice un asociación muy rara. Pensé que este bebé no podía morir porque era rubio y rico, vivía en una mansión, su madre era la princesa del universo y su padre un capitán. No podía soportar que ese chico muriera. Mi propia vida dependía de que él fuera rescatado, porque si ese chico se moría, yo no tenía ninguna oportunidad: yo era pobre, feo, hijo de inmigrantes. Y cuando el bebé fue hallado muerto, algo fundamental murió dentro de mí. O, quizás, algo nació: mis historias, estas sombras que están en la vida de los chicos que no son felices ni tienen con quién hablar.
Los chicos tienen que saber que hay cosas malas. También tienen que saber que hay gente a su alrededor que los ama y los va a proteger, pero que no pueden detener las cosas malas.
Los chicos son valientes porque son inocentes. Tienen la enorme inocencia de no saber que el mundo puede ser un lugar tan malvado.
No nos podemos deshacer del mal. No podemos, lo siento internamente. Y hay tanta estupidez en el mundo que no queda coraje. Estoy perdiendo la esperanza. Y no quiero que eso me pase. Vivo cada día. Estoy bastante bien. Trabajo. Duermo. Canto. Camino. Pero estoy perdiendo la esperanza.
Estoy obsesionado con la muerte. Me parece una aventura. Peter Pan lo dijo. Curioso que lo cite, porque no me gusta J. M. Barrie. Detesto cómo ha sentimentalizado a los chicos, cómo los ha hecho bonitos y encantadores. Pero si uno mira el corazón de Peter Pan, es un chico obsesionado con la muerte, con miedo de vivir. Si uno le saca las estupideces de Hook y la musiquita, es una historia muy extraña.
Cuando iba a preescolar y tenía seis años, estaba jugando con mi amigo Lloyd en un callejón entre edificios de departamentos en Brooklyn. Eran los lugares más seguros para jugar. Jugábamos a la pelota. En un momento la tiré muy alto y él trató de alcanzarla pero no pudo y la pelota se fue a la calle. Y él hizo lo que siempre nos decían que no hiciéramos, correr del callejón a la calle: era peligroso porque los autos no podían verte salir de ahí. No me acuerdo del auto, pero me acuerdo de Lloyd volando. Cuando cayó, ya estaba muerto. Murió en el instante en que fue atropellado. Y, desde entonces, noto que en mis historias muchos de los personajes niños vuelan.
No sé cómo controlar mis demonios. Cuando me pongo muy ansioso leo a Mellvile, William Blake y Emily Dickinson. Cuando los leo, siento que la vida tiene un propósito. Lo mismo me sucede cuando escucho a Mozart. Es en lo único en que creo, en lo que tengo fe: en el arte. Mellvile es, para mí, un dios.
Siempre me sorprendió mi éxito y no soy un cínico. Dejar un legado es reconfortante. Pero no entiendo cuando la gente me dice “Cómo podés estar deprimido, Maurice, si tus libros van a vivir para siempre”. Bueno, pero yo no voy a vivir para siempre. A quién le importa la vida de los libros. Lo que me importa es mi vida, desde este momento hasta el de mi muerte. Si voy a poder trabajar y ser independiente.
Ser joven fue horrible. Una pérdida de tiempo. Fui muy infeliz. Cuando la gente me pregunta a qué edad querría volver, les digo sinceramente que a los 68 o 69.
La mayoría de mis libros están relacionados con el Holocausto. No de una manera obvia, pero el tema está siempre ahí. Toda mi vida es el Holocausto. Mis padres vinieron de Europa por casualidad, a buscar trabajo, mucho antes de que existiera el nazismo; conocían, claro, el antisemitismo, pero estaban acostumbrados. Es un milagro que yo haya nacido en Estados Unidos y que sobreviviera.
La niñez es una etapa. En Donde viven los monstruos o El Mago de Oz se habla de eso: de no ser un chico para siempre y de reconocer que la infancia es un momento de la vida. Un libro infantil no debe tratar de convencer a los chicos de que son chicos. Hay cosas que no saben y el punto es compartir lo que uno sí sabe con ellos, como adulto.
La gente me pregunta por qué no hago Donde viven los monstruos. Parte 2. Los mando a la mierda. Qué idea terrible. Yo no soy una puta.
Me criaron para que sintiera culpa. Cuando no quería cenar porque mi madre era una cocinera horrible, ella me gritaba: “¡Pensá en tu primo que no puede comer porque murió en un campo de concentración y antes, además, lo habían casi matado de hambre!”. Yo odiaba a todos esos niños muertos en el Holocausto.
Si hubiera tenido un hogar feliz, no hubiese sido un artista. Mis padres vivieron vidas desesperadas; mi hermano y yo fuimos crueles con ellos. Especialmente con mi madre. Pero no entendíamos. Eramos chicos. No sabíamos que ella estaba loca.
Mi pareja, Eugene, y yo nunca pensamos en adoptar. Yo soy demasiado disfuncional. Siempre supe que le arruinaría la cabeza a una criatura.
Estoy totalmente loco, lo sé. No lo digo para hacerme el interesante: sé que por eso mi trabajo es bueno, porque viene de un lugar de locura. Jamás pequé de falsa modestia.

Maurice Sendak fue uno de los autores más extraordinarios en pintar el paisaje emocional de la infancia: sus libros, en general considerados para niños por unir de manera muy sintética e imaginativa sus dibujos y las palabras, saben llevar a ese lugar al que sólo puede ir la inteligencia de un chico, donde lo terrorífico, la inocencia y el amor bailan una danza juguetona y macabra a la vez. Hace un par de años, Spike Jonze adaptó impecablemente para el cine su clásico Donde viven los monstruos, de 1963.

* este artìculo fue publicado en el dìario pàgina 12 del domingo 13 de mayo 2012

lunes, 21 de mayo de 2012

Jose Angel Trelles, ( màs poesìa de Trejo)

Mario Trejo, labios libres ( al cabo de las tierras y los dìas)


Al cabo de las tierras y los días
de horarios y partidas y llegadas
y aeropuertos comidos por la niebla
enfermo de países y kilómetros
y rápidos hoteles compartidos

Luego de esperas
prisas
y rostros y paisajes diferentes
y seres encandilados por el olvido
o abiertamente besados por la vida

Después de aquella amada
y esa otra apenas entrevista
mujeres cogidas por mi soledad
y ahogadas por las bellas catástrofes

Luego de la violencia y el deseo
de comenzarlo todo nuevamente
y los errores
y los malentendidos cotidianos
y los hábitos torrenciales del trópico
y noches acariciadas por el alcohol
y tabaco fumado con tanta incertidumbre

Al cabo de un nombre que no me atrevo a decir
y de alguien que yo llamaba Irene
de cierta voz
cierta manera de clavar los ojos
al cabo de mi fe en el entendimiento de los hombres
y en el corazón de ciudades y pueblos
que nunca sabrán de mí

Luego de tanta tentativa de huirme o enfrentarme
y comprender que estoy solo
pero no estoy solo
al cabo de amores corroídos
y límites violados
y de la certidumbre de que toda la vida
no es más que los escombros
de otra que debió haber sido

Al cabo del hachazo irreparable del tiempo
sólo puedo blandir estas palabras
esta obstinación de años y distancias
que se llama poesía

Milton Nascimento, ( como sangre de esperanza)

Quiero hablarles de una cosa
como sangre de esperanza,
que respira en nuestro pecho
y se mece como el mar.
Duerme siempre a nuestro lado
y acaricia nuestras manos.
Es pasión de libertad
y juventud, es mi amor.

¿Cuántas veces su retoño
me arrancaba del camino?
¿Cuántas veces su destino
fue torcido hasta el dolor?
Mas volvió con su esperanza,
con su aurora a cada día.
Y hay que cuidar de ese broto
para salvar a los dos:
flor y fruto.

Corazón de estudíante
hay que cuidar de la vida
hay que cuidar de este mundo,
comprender a los amigos.
Alegría y muchos sueños
iluminando los caminos.
Verdes, planta y sentimiento,
hoja, corazón, juventud
y fe.

Ferlinghetti , El mundo es un hermoso lugar…"

El mundo es un hermoso lugar
para nacer
si no te importa que la felicidad
no siempre sea
tan divertida
si no te importa un toque de infierno
de vez en cuando
justo cuando todo está bien
porque hasta en el cielo
no cantan
todo el tiempo

El mundo es un hermoso lugar
para nacer
si no te importan que algunos mueran
todo el tiempo
o quizás sólo pasen hambre
parte del tiempo
lo cual no es ni la mitad de malo
si no te toca a ti

Oh el mundo es un hermoso lugar
para nacer
si no te importa mucho
unas pocas mentes muertas
en los puestos más altos
o una bomba o dos
de vez en cuando
en las caras vueltas hacia arriba
o algunas otras incorrecciones
de las que nuestra sociedad
de Marca Registrada
es presa
con sus hombres de distinción
y sus hombres de extinción
y sus sacerdotes
y otros patrulleros

y sus diversas segregaciones
e investigaciones parlamentarias
y otras constipaciones
de las que nuestra tonta carne
es heredera

Sí el mundo es el mejor lugar de todos
para muchas cosas como
hacer la escena divertida
y hacer la escena de amor
y hacer la escena triste
y cantar canciones en voz baja y tener
inspiraciones
caminar por ahí
mirando todo
y oliendo flores
y toquetear a las estatuas
y hasta pensar
y besar gente y
hacer bebés y usar pantalones
y agitar sombreros y
bailar
y nadar en los ríos
en picnics
a mediados del verano
y por lo general
“darse la gran vida”


pero justo entonces en la mitad de todo
llega el sonriente

funebrero

Eternal Sunshine of the Spotless Mind

Charly Garcia

 
 
 
 
Cuántas veces tendré que morir
para ser siempre yo?
 
 
 
 
 
 

Tracy Chapman, finalmente los cuadros estan cambiando

sábado, 19 de mayo de 2012

Salvatore Quasimodo, tengo flores y de noche invito a los àlamos

Mi sombra está en otra pared
de hospital. Tengo flores y de noche
invito a los álamos y los plátanos del parque,
árboles de hojas caídas, no amarillas,
casi blancas. Las monjas irlandesas
no hablan nunca de muerte, parecen
movidas por el viento, no se asombran
de ser jóvenes y amables: un voto
que se libera en las plegarias ásperas.
Tengo la sensación de ser un emigrante
que vela envuelto en su manta,
tranquilo, en el suelo. Acaso siempre muero.
Pero escucho con gusto las palabras de la vida
que no he entendido nunca, me detengo
en largas hipótesis. Seguro que no podré huir;
seré fiel a la vida y a la muerte
en cuerpo y en espíritu
en toda dirección prevista, visible.
A ratos algo me rebasa
con ligereza, un tiempo paciente,
la absurda diferencia que media
entre la muerte y el espejismo
del latir del corazón.
Salvatore Quasimodo

Antropofagia

El 11 de enero de 1928, la pintora Tarsila do Amaral le ofreció a Oswald de Andrade, como regalo de cumpleaños, una de sus recientes obras, sin saber que sería la propulsora de una de las más originales formulaciones teóricas acerca de la naturaleza específica del arte moderno brasileño. Mientras contemplaba aquel extraño hombre pintado por Tarsila, de enormes pies hincados en la tierra, cuya pequeña cabeza parece apoyarse melancólicamente en una de sus manos, rodeado por un ambiente seco y bochornoso, teniendo como testigo tan solo el cielo azul, el sol y un misterioso cacto verde, su amigo y escritor Raul Bopp, que le acompañaba en la contemplación, le preguntó a Oswald de Andrade: "¿Vamos a hacer un movimiento en torno a ese cuadro?". Abaporu, 1928, que en tupí-guaraní significa "antropófago", fue el nombre elegido para aquella figura salvaje y solitaria.
Se funda enseguida el Club de Antropofagia junto con la Revista de Antropofagia, en la que se publica el Manifesto Antropófago [Manifiesto Antropófago], escrito por Oswald de Andrade, como eje teórico del movimiento naciente que se disolvió con su separación de Tarsila en 1929. Con frases impactantes, el texto reelabora el concepto eurocéntrico y negativo de antropofagia como metáfora de un proceso crítico de formación de la cultura brasileña. Si para el europeo civilizado el hombre americano era salvaje, es decir, inferior porque practicaba el canibalismo, en la visión positiva e innovadora de Andrade, justamente nuestra índole caníbal permitiría, en la esfera de la cultura, la asimilación crítica de las ideas y modelos europeos. Como antropófagos somos capaces de digerir las formas importadas para producir algo genuinamente nacional, sin caer en la antigua relación modelo/copia que dominó una parcela del arte del periodo colonial y el arte académico brasileño de los siglos XIX y XX. "Solo interesa lo que no es mío. Ley del hombre. Ley del antropófago", clamó el autor en 1928.


cuadro Tarsila do Amaral

el club de tobi, vencedores vencidos

Mario Trejo, de puño y letra

Me doy por vencido.
La religión la mafia
la política y el fútbol
el ejército y la moda
mueven más gente que yo.
Son millones o pocos
pero totalmente decididos
al todo por el todo.
Yo sólo tengo que ver
con las pequeñas multitudes
de un cine de trasnoche
con la soledad de los jugadores
que ofician una partida de ajedrez
con la tibieza de algunas mujeres
vuelvo a ver una vieja película
hago noche en Coltrane
y estiro el brazo y acaricio a mi bella
que fuma y ahora me convida.
Mario Trejo

eddie veder , society

lunes, 7 de mayo de 2012

Joseph Conrad, el corazòn de las tinieblas ( fragmento)

Vosotros sabéis que odio, detesto, me resulta intolerable, la mentira, no porque sea más recto que los demás, sino porque sencillamente me espanta. Hay un tinte de muerte, un sabor de mortalidad en la mentira que es exactamente lo que más odio y detesto en el mundo, lo que quiero olvidar. Me hace sentir desgraciado y enfermo, como la mordedura de algo corrupto. Es cuestión de temperamento, imagino. Pues bien, estuve cerca de eso al dejar que aquel joven estúpido creyera lo que le viniera en gana sobre mi influencia en Europa. Por un momento me sentí tan lleno de pretensiones como el resto de aquellos embrujados peregrinos. Sólo porque tenía la idea de que eso de algún modo iba a resultarle útil a aquel señor Kurtz a quien hasta el momento no había visto... ya entendéis. para mí era apenas un nombre. Y en el nombre me era tan imposible ver a la persona como lo debe de ser para vosotros. ¿Lo veis? ¿Veis la historia? ¿Veis algo? Me parece que estoy tratando de contar un sueño... que estoy haciendo un vano esfuerzo, porque el relato de un sueño no puede transimitr la sensación que produce esa mezcla de absurdo, de sorpresa y aturdimiento en una vibración de rebelión y combate, esa noción de ser capturado por lo increíble que es la misma esencia de los sueños.

Marlow permaneció un rato en silencio.

-... No, es imposible; es imposible comunicar la sensación de vida de una época determinada de la propia existencia, lo que constituye su verdad, su sentido, su sutil y penetrante esencia. Es imposible. Vivimos como soñamos... solos.


Sras y Señores, pònganse de pie, aqui Crucis( los delirios del mariscal)

 dedicado al peregrino




Charles Bukowski, tic tac

por todas las avenidas
la gente siente dolor;
siente dolor cuando duerme, cuando
despierta;
incluso los edificios sienten dolor,
los puentes,
las flores sienten dolor
y no hay nada
que vaya a
liberarnos;
el dolor se asienta, el dolor flota, el dolor
espera;
el dolor está ahí.
la música es mala
y el amor
y el guión
ahora en esta casa
mientras escribo esto a máquina
o mientras lees esto
ahora en tu casa.
 Charles Bukowsk

domingo, 6 de mayo de 2012

Pink Floyd , en el rechazo

En el rechazo
Del pálido y pisoteado
Y las palabras que dicen
Las cuales no entenderemos
No aceptamos lo que está pasando
Es solo un caso de otros sufriendo
O encontrarás que te estás uniendo a
El rechazo

Es un pecado que de alguna manera
La luz esté cambiando a las sombras
Y arrojando su manto
Sobre todo lo que hemos conocido
Ignorando como las categorías han aumentado
Empujados por un corazón de piedra
Podríamos encontrar que estamos solos
En el sueño del soberbio

En las alas de la noche
Mientras el día conmueve
Donde la falta de palabras se unen
En un acuerdo silencioso
Encontrarás que es raro usar palabras
Fascinados mientras encienden la llama
Siente el nuevo viento de cambio
En las alas de la noche

No más rechazo
De el débil y el cansado
No más rechazo
De la frialdad interior
Solo un mundo que todos debemos compartir
No es suficiente solo quedarse a mirar
¿Es solo un sueño que ya no habrá
Más rechazo?



Vinicius de Moraes, mensaje a la poesia

No puedo
No es posible
Díganle que es totalmente imposible
Ahora no puede ser
Es imposible
No puedo

Díganle que estoy tristísimo, pero esta noche no puedo ir a su encuentro.
Cuéntenle que hay millones de cuerpos por enterrar
Muchas ciudades por reconstruir, mucha pobreza en el mundo;
Cuéntenle que hay en alguna parte del mundo una criatura llorando
Y las mujeres están volviéndose locas y hay legiones de ellas que tortura
la nostalgia de sus hombres; cuéntenle que hay un vacío
en los ojos de los parias, cuya inanición es extrema; cuéntenle
que la vergüenza, la deshonra, el suicidio, rondan el hogar
y que se quiere reconquistar la vida.
Vinicius de Moraes. 

Recursos Naturales

Miguel Angel Bustos, vientre profeta sin tiempo

Yo no soy de ningún siglo.
Vivo ausente del tiempo. Soy mi siglo como soy mi sexo y mi delirio.
Soy el siglo liberado de toda fecha y penumbra.
Pero cuando muera, el profeta que hay en mí se alzará como un niño sin moral y sin patria. Un niño loco con lengua de alaridos. Entonces amanecerá en el millón de Galaxias.
Madres del futuro; cuidado; cuando muera puedo volver.
Entonces, ay, vientre que me aguardas, dulcísima catedral de tinieblas.

Miguel Angel Bustos
*este poeta argentino fue desaparecido por la dictadura militar

jueves, 3 de mayo de 2012

Leonard Cohen , Quièn por el fuego?




¿Quien, por el fuego, por el agua,
por el brillo del sol, por la noche,
por el más grande de los calvarios, por un juicio común,
por tu alegre mes de mayo,
por el lento declive,
quien, debo decir, está llamando?

¿Y quién, por su único error, por los barbitúricos,
en éstos reinos de amor, por ser honesto,
por las avalanchas, por el polvo,
por su gula, por su hambre,
quien, debo decir, está llamando?

¿Y quien por su rotundo "sí", por acidente,
en solitario, frente a su espejo,
por orden de su mujer, por su propia decisión,
encadenado mortalmente, con poder,
quién, debo decir, está llamando?

Leonard Cohen 


Jorge Teillier, Sentados frente al fuego


Sentados frente al fuego que envejece
miro su rostro sin decir palabra.
Miro el jarro de greda donde aún queda vino,
miro nuestras sombras movidas por las llamas.

Esta es la misma estación que descubrimos juntos,
a pesar de su rostro frente al fuego,
y de nuestras sombras movidas por las llamas.
Quizás si yo pudiera encontrar una palabra.

Esta es la misma estación que descubrimos juntos:
aún cae una gotera, brilla el cerezo tras la lluvia.
Pero nuestras sombras movidas por las llamas
viven más que nosotros.

Sí, ésta es la misma estación que descubrimos juntos.
—Yo llenaba esas manos de cerezas, esas
manos llenaban mi vaso de vino—.
Ella mira el fuego que envejece.
 Jorge Teillier

martes, 1 de mayo de 2012

Pedro canta a Luis ( tu ser sin querer se abrirà de la luz)

Jacques Prevèrt, tres fòsforos


Tres fósforos encendidos uno tras otro en la noche
el primero para ver tu cuerpo entero
el segundo para ver tus ojos
el tercero para ver tu boca
y la oscuridad para recordarlo todo
abrazándote

Jacques Prevert 

foto:Radim Strojek

Monumento a la mujer originaria

Pablo Sansone, Todo es posible


Una vez me cagó un cóndor. Tenía unos cinco o seis años. Era un sábado de abril y mi abuela Lala me llevó al Parque Pueyrredón.
  
Podría haber pasado en el Parque Las Heras o la Plaza Francia. Pero no fue en ninguno de esos lugares. Aquí empezó a forjarse el primer eslabón de una cadena del destino que acabó conmigo aquí, escribiendo estas páginas.

Yo por esa época la pasaba bastante mal en casa. Los fines de semana iba a lo de Lala, mi abuela. Llegaba la cinco de la tarde del viernes y yo sentía la inercia del fin de las pesadillas ¡Es tan vívida esa sensación ahora mismo! Todavía uso ese recuerdo para darle tela a mi imaginación cuando pienso en felicidad y buena suerte.

Iba en el colectivo con los ojos cerrados, pensando en el fin de semana de sol. Después de cuarenta y cinco minutos de viaje en soledad, el colectivero me decía Es tu parada pibe y yo me bajaba en una calle de adoquines en Barrio Norte y ahí estaba mi abuela, la persona más buena del mundo, dispuesta a hacerme pasar el mejor fin de semana del mundo. Nos abrazábamos, yo me sentía finalmente despierto. Lejos de la mufa.

La acompañaba a hacer las compras. Comprábamos provisiones para el fin de semana en un supermercado de la calle Austria. Fiambrín, que era un queso con pintitas de fiambre, Nesquik, pan lactal Fargo y Coca Cola. Yo la acompañaba en la cocina mientras preparaba sus manjares para mí. Después mirábamos el informativo y ella me tapaba los ojos cuando la noticia era medio escabrosa. Comíamos, siempre delicioso y yo me iba a leer un cuento a la cama y a dormir rapidito para despertarme temprano e ir a la plaza, que era un lugar de felicidad, pasto y arena.

En Montevideo no hay cultura de “plaza”. Hay algunos parques muy lindos y la gente los usa, pero el mar se roba toda la atención. Bueno, en realidad la rambla, porque la gente de Montevideo va a la rambla y se sienta dándole la espalda al mar, nunca supe por qué. En Buenos Aires no te queda otra y la gente es muy “dominguera”, muy de la plaza. En verano se va en malla a tomar sol a las plazas. Los pastores evangélicos dan sus sermones en las plazas. Te alquilás un karting en las plazas. Te comprás una Cíndor de vidrio bien fría en una plaza. Mi escuela en Buenos Aires quedaba adentro de una plaza.

Mi abuela me acariciaba el pelo y yo sabía que era hora de despertarse y desayunar un Nesquilk caliente y unas tostadas de pan Fargo (no toleraba otras marcas), apenas tostado –nunca quemado- con manteca y azúcar. Lala respetaba mis manías infantiles como si se tratara de algo sagrado. Ahora, con la distancia de los años, entiendo que sí era sagrado todo ese ritual. Era mi momento de la semana para cargar el tanque de la alegría infantil a pleno y así contrarrestar los pesares de la semana. Mi abuela manejaba este código perfectamente y sabía que era lo único que podía hacer y por eso operaba con toda precisión.

Antes de despertar yo tenía un segundo en el que pensaba que todo podía haber sido parte de un sueño y despertaría en mi casa con todo el mal humor y los malos tratos.

Un sábado de esos fuimos al Parque las Heras, pero vino el Trencito de la Alegría y nos llevó al Parque Pueyrredón. Lala charlaba con su compañera de banco, una señora con cara de poroto de soja y pañuelo en la cabeza y yo corría alrededor del banco haciendo avioncito con los brazos y ruidito a motor. De repente vi unos niños con una pelota que jugaban al veinticinco contra la Facultad de Ingeniería. Lala interrumpió por un instante su conversación sobre la lentitud de los trámites municipales y me puso cara de que fuera a jugar. Corrí hacia ellos y todo se puso negro. Al principio tuve miedo que fuera un sueño y fuera el momento de despertarse y fuera un miércoles nefasto o peor, un lunes. Pero no me desperté. Algo había cubierto mi cara, algo pastoso. Era una especie de dulce de leche arenoso y olía muy mal. Me liberé los ojos para poder ver, tal como los 3 chiflados cuando recibían pastelazos. Miré a mi abuela y ella vino corriendo hasta donde estaba. Me miró, estaba preocupada pero también un poco tentada, la situación era demasiado rara y graciosa. La señora con cara de poroto de soja corrió a un puesto de panchos y pidió servilletas, gritando como si me hubieran atropellado. Ambas, como pudieron, me limpiaron un poco, pero la cantidad de “dulce de leche” era enorme.

Los gritos y corridas concitaron la atención de toda la plaza. Nos rodearon en círculo. Los más viejos deslizaban teorías sobre lo que me había pasado. Una señora gordita tenía la teoría de que se trataba de una paloma con diarrea, pero una parejita joven afirmó que el peso de toda esa materia era superior al de toda una paloma adulta. Yo comenté que el golpe había sido tremendo, incluso me dolía bastante la cara y estaba como atontado. Mi abuela paró un taxi y nos fuimos con la gente mirándonos. Se quedaron rascando la cabeza, discutiendo, tirando hipótesis.

Llegamos a la casa y Lala me puso en la bañera y me lavó con cuidado.

-Te cagó un cóndor –me dijo con una sonrisita muy de ella-. Vestite que comemos y nos vamos al cine.

Veinte años después del incidente de la cagada de pájaro, fui a visitar a mi abuela. Ahora vivíamos en Montevideo, yo tenía unos veintiséis años y Lala ochenta. Nos tiramos en su cama a ver el informativo como hacíamos siempre, aunque ahora ella ya no me tapaba la cara con las noticias escabrosas, sino más bien al revés. En un corte de Telemundo doce puse Discovery Channel y había un especial sobre el cóndor y ponían un mapa 3d con la zona de influencia, marcada por un punto rojo. El punto se agrandaba desde la cordillera hasta al borde de Buenos Aires.

-¿Viste Lalita? Aquel día lo que me cagó fue un cóndor.

-Siempre lo supe –contestó mi abuela, pero con cara seria. Quiero decirte algo Pablito –continuó-. Yo me estoy muriendo, pero cuando suceda vos no te podés poner mal. Soy tu abuela y te lo prohíbo. Yo ya viví todo lo que tenía que vivir y si querés darle un sentido aun más amplio a mi vida, prometeme que siempre vas a luchar por ser feliz, porque la felicidad es algo que se busca, se lucha por eso. Hasta te puede cagar un cóndor, pero siempre te podés limpiar.

En ese instante no le di tanta importancia a sus palabras. Le hice un mimo y le dije:

-Lalita, dejate de joder, no te vas a morir. Lo importante es que debelamos un misterio que tiene más de veinte años.

Cuando nos despedimos, mi abuela tenía una mirada rara. Me quedé preocupado.

Al otro día, me desperté antes y pasé antes de irme al trabajo y desayunamos juntos y le dejé a Aurora, mi perrita, para que le hiciera compañía. Le dije que volvería a las 7 para mirar el informativo y si quería me quedaría a dormir en su casa.

Mamá me llamó como a las cuatro, nerviosa. Mi abuela no contestaba el teléfono. A veces esto ocurría y finalmente no pasaba nada, Lala estaba bastante sorda. Pero esta vez pedí en el trabajo que me dejaran salir y me fui en un taxi. Cuando abrí la puerta me recibió Aurora con ladridos desesperados y supe que algo pasaba.

Cuando llegué al living, mi abuela y compañera inseparable estaba sin vida, tirada bocabajo en un sillón. Aurora le lamía los pies y me miraba. La abracé con todas mis fuerzas y me puse a llorar. Llamé a la policía, a mi vieja y un montón de cosas que ahora no recuerdo bien. Lo que sí recuerdo perfectamente, fueron esos minutos antes de todo el quilombo, cuando quedamos solos, Lalita, Aurora y yo. Miré a Lala y recordé sus últimas palabras, me sequé las lágrimas. Pensé: Tengo que hacer honor a lo que me pidió mi abuela. Me sequé las lágrimas y me quedé acostado al lado de ella, le conté lo complicado que había sido el día y algunos planes que tenía a futuro. Aurora se calmó. Deben haber sido tres o cuatro minutos, pero fueron los minutos más mágicos de mi vida, como cuando me despertaba el olor a tostadas y no era un sueño. Se vivió una paz que nunca más sentí. Recorrí el departamento con la vista y vi mis fotos colgadas en las paredes, los libros, la taza de café con leche sobre la mesa, el costurero, el diario El País, la tele prendida.

Me levanté para abrirle la puerta a la policía, pero antes fui a apagar la tele. Estaban pasando el documental de los cóndores otra vez y el locutor decía: Estos animales majestuosos vuelan con una determinación tremenda, parece no importarles las fuertes corrientes de los Andes.