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martes, 18 de marzo de 2014

Juan Pablo Monzon, 7.18 Plaza Once






Foto: 07:18 Plaza Once.
Lleva casi dos horas arriba del colectivo, antes de salir de su casa plancho los delantales de sus hijos, los acomodo en el respaldo de una silla, corto en rodajas el pan duro, puso los saquitos de mate cocido en las tazas, y coloco, en forma de sorpresa, una manzana en cada una de las mochilas, para que en el recreo sus niños la recuerden con una sonrisa.
 Juana es boliviana, llego al pais hace 15 años escapando de la malaria de su tierra y de la pesada mano de su esposo. Trabajo en casas de familias buscando el peso; esquivo las ofensas de la gente que la miro con desprecio, padeció el manoseo policial que sufren los indocumentados, lloro por los que se quedaron, soño con los que partieron, y rezo por los que la socorrieron. 
Todas las mañanas la veo ahí, casi dormida en el segundo asiento del colectivo, por sus muecas me la imagino soñando con los colores de sus tierra, con ese cielo abierto, con la huerta de sus padres, con los amores de otoño,con el olor que emana la tierra cuando es bendecida por la lluvia, con la niña que supo ser corriendo por las plantaciones de papas deseando ser sencillamente libre. 
Ella abre los ojos sistemáticamente tres paradas antes, como si un reloj biológico y urbano la despertara, saca de su bolsa de mano un estampita con alguna virgen  que desconozco,  el dorso esta adornado con la bandera Boliviana y con la Argentina, las besa, se arregla el pelo, toca timbre y se va, como todas las mañanas, a ganarse la dignidad.

Historias mínimas de mi ciudad.

(No existe ningún tipo de relación entre las personas en las fotografías y los personajes ficticios de los relatos.) 

07:18 Plaza Once.
Lleva casi dos horas arriba del colectivo, antes de salir de su casa plancho los delantales de sus hijos, los acomodo en el respaldo de una silla, corto en rodajas el pan duro, puso los saquitos de mate cocido en las tazas, y coloco, en forma de sorpresa, una manzana en cada una de las mochilas, para que en el recreo sus niños la recuerden con una sonrisa.
Juana es boliviana, llego al pais hace 15 años escapando de la malaria de su tierra y de la pesada mano de su esposo. Trabajo en casas de familias buscando el peso; esquivo las ofensas de la gente que la miro con desprecio, padeció el manoseo policial que sufren los indocumentados, lloro por los que se quedaron, soño con los que partieron, y rezo por los que la socorrieron.
Todas las mañanas la veo ahí, casi dormida en el segundo asiento del colectivo, por sus muecas me la imagino soñando con los colores de sus tierra, con ese cielo abierto, con la huerta de sus padres, con los amores de otoño,con el olor que emana la tierra cuando es bendecida por la lluvia, con la niña que supo ser corriendo por las plantaciones de papas deseando ser sencillamente libre.
Ella abre los ojos sistemáticamente tres paradas antes, como si un reloj biológico y urbano la despertara, saca de su bolsa de mano un estampita con alguna virgen que desconozco, el dorso esta adornado con la bandera Boliviana y con la Argentina, las besa, se arregla el pelo, toca timbre y se va, como todas las mañanas, a ganarse la dignidad.

Historias mínimas de mi ciudad.

(No existe ningún tipo de relación entre las personas en las fotografías y los personajes ficticios de los relatos.)


foto Juan Pablo Monzòn 

Hugo Vera Miranda. cerrar las piernas y rezar

Es joven de barbita. Simpático. Inteligente. Gracioso. Una mierda de tipo. Es sociólogo o
algo así. Uno más entre los millones que pueblan el planeta. Se dedica a levantar minas. Mujeres. No sé si me explico. Las encanta con una sonrisa casi perfecta. Con citas de dos o tres autores que ya nadie lee. Las encanta contándoles su viaje a Machu Picchu. Su viaje con hongos alucinógenos por Iztapalapa. Su encuentro con Castaneda y Jodorowsky. Su afición por la psicodelia y la contracultura. Su viaje, su viaje, su viaje. Y aquello sería todo. Las chicas caen rendidas a su encanto. A su pobre encanto de mierda. Pero no todo es malo en él. Folla de maravilla el pinche cabrón. Luego se marcha. Huye. Dejando un nuevo ser en el planeta. Se va de rositas sin pagar pensión alimenticia. Se va a otro lugar. A otra capital. Puede que a Madrid o Amsterdam. Se va. Se va a otras chicas. No hay antídoto para alguien así. Un joven de barbita tan encantador que es sociólogo o algo así. Sólo cerrar las piernas y rezar. 

Hugo Vera Miranda.  http://inmaculadadecepcion.blogspot.com.ar/

Cristina Peri Rossi, No quisiera que lloviera

No quisiera que lloviera
te lo juro
que lloviera en esta ciudad
sin ti
y escuchar los ruidos del agua
al bajar
y pensar que allí donde estás viviendo
sin mí
llueve sobre la misma ciudad.
Quizá tengas el cabello mojado
el teléfono a mano
que no usas
para llamarme
para decirme
esta noche te amo
me inundan los recuerdos de ti
discúlpame,
la literatura me mató
pero te le parecías tanto.

Cristina Peri Rossi-

domingo, 16 de marzo de 2014

Cesar Vallejo, los heraldos negros

Hay golpes en la vida, tan fuertes... Yo no sé.

Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos,
la resaca de todo lo sufrido
se empozara en el alma... Yo no sé.

Son pocos; pero son... Abren zanjas oscuras
en el rostro más fiero y en el lomo más fuerte.
Serán tal vez los potros de bárbaros atilas;
o los heraldos negros que nos manda la Muerte.

Son las caídas hondas de los Cristos del alma,
de alguna fe adorable que el Destino blasfema.
Esos golpes sangrientos son las crepitaciones
de algún pan que en la puerta del horno se nos quema.

Y el hombre... Pobre... pobre! Vuelve los ojos, como
cuando por sobre el hombro nos llama una palmada;
vuelve los ojos locos, y todo lo vivido
se empoza, como un charco de culpa, en la mirada.

Hay golpes en la vida, tan fuertes ... Yo no sé!


Cesar Vallejo 

miércoles, 12 de marzo de 2014

Pink floyd ( un pequeño libro negro...)

)

Tengo un pequeño libro negro
con mis poemas escritos
Tengo una bolsa con un cepillo de dientes
y un peine dentro
Cuando soy un buen perro, algunas veces,
me echan un hueso dentro
Tengo gomas elásticas
sujetándome los zapatos
Tengo tristeza por esas manos hinchadas
Tengo trece canales de mierda
para escoger en el televisor
Tengo luz eléctrica
Y tengo una segunda visión
Tengo sorprendentes poderes de observaciòn

Y así es cómo sé
cuando trato de contactar
contigo por teléfono
Que no habrá nadie en casa.
Tengo la obligación permanente de Hendrix
Y el inevitable ojo de aguja arde
Delante de mi camisa de satén favorita
Tengo manchas de nicotina en mis dedos
Tengo una cuchara de plata en una cadena
Tengo un soberbio piano para
colocar mis restos mortales

Tengo salvajes ojos penetrantes
Tengo un fuerte deseo de volar
Pero no tengo a dónde volar
Ooooh pequeña, cuando cojo el teléfono
Sigue sin haber nadie en casa
Tengo un par de botas Gohills
Y tengo mis raices marchitas.

Pink Floyd 

Hugo Vera Miranda, en tu honor quemo cascaritas de naranjas

En tu honor quemo cascaritas de naranjas

¿Has encontrado al poeta que buscabas entre la lluvia

disfrazada de gotas para que los ángeles no te reconocieran?

¿Cerraste los ojos frente al mar para tocar la cara fría
de los náufragos que un día supiste amar allá en Arcadia?

 ¿Incineraste misivas de amor para condenar al viento a la
insoportable incapacidad de esparcir tantos cadáveres?

 ¿Hiciste silencio ante la verdad que dejaba entrever tu
propia noche de luciérnagas incautas, atrapadas por la
malla inexorable de la constelación austral?

¿Apretaste la arena con tus manos frente al alba
preguntándote dónde se iban aquellas barcas hinchadas
de sirenas y marineros enloquecidamente errantes?

¿Buscaste en pleno corazón de los bosques -hervidero de
plumas y sinfonías al sol- el paso del cometa que te llevara
a la vida y nuevamente te devolviera el aliento?

¡Tanta solemnidad toda para ella tanta!

En tu honor quemo cascaritas de naranjas cuando el
crepúsculo es favorable: tomo vino cual monje irreverente
y pienso en Rimbaud maldiciendo los revólveres definitivos.

En tu honor... si es que de tanto vivir nos queda algo
te escribo este poema que lleva la marca de la bestia
y en tu honor el de haber sido escrito en tiempo de nunca
en situación de haber enterrado los relojes.


 Hugo Vera Miranda,http://inmaculadadecepcion.blogspot.com.ar

foto :  Allan Swart