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domingo, 30 de octubre de 2011

Steve Jobs, biografia ( Esta noche libros)

En el programa de Gerardo Rozin , " esta noche libros" que se transmite los dìas viernes a las 23 hs estuvo Charly Alberti charlando sobre Steve Jobs y su biografia 
* para buscar ediciones anteriores de esta noche libros :http://estanochelibros.blogspot.com

sábado, 29 de octubre de 2011

The National, (esperàbamos algo mejor que antes)

The National, empezar una guerra

Esperábamos algo
Algo mejor que antes
Esperábamos algo más
De verdad crees que puedes ponerlo en una caja fuerte detrás de un cuadro
Cerrarlo con llave y marcharte
De verdad crees que puedes ponerlo en una caja fuerte detrás de un cuadro
Cerrarlo con llave y marcharte
Márchate ahora y vas a empezar una guerra

Lo que sea que se fuera lo conseguiré ahora
Conseguiré dinero, conseguiré volver a ser divertido
Lo que sea que se fuera lo conseguiré ahora
Conseguiré dinero, conseguiré volver a ser divertido
Márchate ahora y vas a empezar una guerra

Esperábamos algo
Algo mejor que antes
Esperábamos algo más
Siempre fuimos raros pero yo nunca tuve que sostenerte
Por los bordes como hago ahora
Siempre fuimos raros pero yo nunca tuve que sostenerte
Por los bordes como hago ahora
Márchate ahora y vas a empezar una guerra

Lo que sea que se fuera lo conseguiré ahora
Conseguiré dinero, conseguiré volver a ser divertido
Lo que sea que se fuera lo conseguiré ahora
Conseguiré dinero, conseguiré volver a ser divertido
Márchate ahora y vas a empezar una guerra

Márchate ahora y vas a empezar una guerra

Jorge Teillier sopla un viento de locos

Sopla el viento por las calles.
El viento de los locos.
El viento de los locos.
Las brujas
hacen que enciendas fuego en la chimenea
al mediodía del pleno verano,
los niños descalzos abandonan en el atajo sus morrales de piel de conejo
y no volverán más a la escuela.
Tú ya no distingues una garza de un halcón.

Esta noche
sopla el viento norte,
el viento de los locos
y tú recuerdas a las bellas de otros días
que ahora se pasean insomnes
por los corredores de tristes pensiones
sin siquiera pensar en hacer el amor:
María, Ana María, Mariana, María Antonia.

Nadie te va a mostrar como florece la higuera.
Ninguna niña te llevará de la mano
para que despiertes junto a las pimpinelas.
Nadie puede ayudarte:
ni el canto de los escarabajos ni la brújula de los girasoles.
El viento te lleva a una isla desierta
donde nunca llegará un arca ni construirás una canoa.

Sopla el viento de los locos
y hace que tu cerebro se llene de agujeros
por donde entra el vino
que te hace soñar en trenes de los cuales eres el unico pasajero
que parte hacia lugares
donde cuchillos y tijeras trabajan todo el día en tu corazon.

La Bersuit, (fui consumiendo infiernos)

La Bersuit, un pacto para vivir

Un pacto para vivir,
odiandonos sol a sol,
revolviendo mas
en los restos de un amor
con un camino recto,
a la desesperación.
Desenlacé en un cuento de terror,

Seis años así
escapando a un mismo lugar
con mi fantasía,
buscando otro cuerpo,
otra voz
fui consumiendo infiernos,
para salir de vos,
Intoxicado, loco y sin humor...


Si hoy te tuviera aquí,
cuando hago esta canción,
me sentiría raro,
no tengo sueño,
mi panza vibra,
tuve un golpe energético,
milagro y resurrección
y eso que estaba tieso,
bajo control

El poder siempre mata,
si para tenerte aqui
habría que maltratarte
no puedo hacerlo
sos mi Dios
te veo me sonrojo y tiemblo
que idiota te hace el amor,
y hoy quiero darle rienda,
a esta superstición

un pacto para vivir,
un pacto para viviiiiiiir
un pacto para vivir,

Edgar Bayley, Es infinita esta riqueza abandonada

esta mano no es la mano ni la piel de tu alegría
al fondo de las calles encuentras siempre otro cielo
tras el cielo hay siempre otra hierba playas distintas
nunca terminará es infinita esta riqueza abandonada
nunca supongas que la espuma del alba se ha extinguido
después del rostro hay otro rostro
tras la marcha de tu amante hay otra marcha
tras el canto un nuevo goce se prolonga
y las madrugadas esconden abecedarios inauditos islas remotas
siempre será así
algunas veces tu sueño cree haberlo dicho todo
pero otro sueño se levanta y no es el mismo
entonces tú vuelves a las manos al corazón de todos de cualquiera
no eres el mismo no son los mismos
otros saben la palabra tú la ignoras
otros saben olvidar los hechos innecesarios
y levantan su pulgar han olvidado
tú has de volver no importa tu fracaso
nunca terminará es infinita esta riqueza abandonada
y cada gesto cada forma de amor o de reproche
entre las últimas risas el dolor y los comienzos
encontrará el agrio viento y las estrellas vencidas
una máscara de abedul presagia la visión
has querido ver
en el fondo del día lo has conseguido algunas veces
el río llega a los dioses
sube murmullos lejanos a la claridad del sol
amenazas
resplandor en frío

no esperas nada
sino la ruta del sol y de la pena
nunca terminará es infinita esta riqueza abandonada
Edgar Bayley
foto juan yanes

Charles Bukowski, la muerte se esta fumando mis cigarros

sabes: otra vez estoy borracho
aquí
escuchando a Tchaikovsky
en la radio.
por Dios, lo escuché 47 años
atrás
cuando era un escritor muerto de hambre
y aquí está
otra vez
y ahora soy un éxito menor como
escritor
y la muerte se pasea
por todos lados
en esta pieza
fumando mis cigarros
chupando de mi
vino
mientras Tchaik se abre camino
por su Patètica,
que viaje ha sido
y la suerte que he tenido fue
porque lancé los dados
bien:
pasé hambre por mi arte, pasé hambre para
ganar 5 malditos minutos, 5 horas,
5 días-
sólo escribir la palabra
justa;
la fama, el dinero, no importaba
quería la palabra impresa
y ellos me querían en una perforadora,
una fábrica de producción
ellos querían que fuera un empleado de una
tienda de departamentos.

bueno, la muerte dice, mientras se pasea,
te voy a agarrar de todas formas
no importa lo que hayas sido:
escritor, chofer de taxi, cafiche, carnicero,
paracaidista, te voy a
agarrar…

está bien nena, le digo


chupemos juntos ahora
mientras la una a.m. se desliza a las 2
a.m. y
sólo ella conoce el
momento, pero he podido estafar-
la: tuve mis
5 malditos minutos
y mucho
más.

jueves, 27 de octubre de 2011

Los redondos ,( por los tipos que huelen a tigre , tan soberbios, despiadados)

Los redondos, nuestro amo juega al esclavo


Mucha tropa riendo en las calles
con sus muecas rotas cromadas
y por las carreteras valladas
escuchás caer tus lágrimas

Nuestro amo juega al esclavo
de esta tierra que es una herida
que se abre todos los días
a pura muerte, a todo gramo.
-Violencia es mentir-

Formidables guerreros en jeeps
los titanes del orden viril
¿Qué botines esperan ganar?
si nunca un perro mira al cielo.

Si hace falta hundir la nariz en el plato
lo vamos a hacer, por los tipos que huelen a tigre
tan soberbios y despiadados
-Violencia es mentir-.

Prision Perpetua


Anoche el Tribunal oral y Federal N 5 luego de 22 meses de debate y de escuchar a màs de 250 testigos,condeno a prisiòn perpetua 12 ex marinos, entre ellos Alfredo Astiz y Jorge “Tigre” Acosta, que integraron el grupo de tareas de la ESMA, símbolo del horror durante la dictadura. Otros dos represores deberán cumplir penas de 20 y 18 años. 


Nace una flor, todos los días sale el sol,
de vez en cuando escuchas aquella voz
como de pan gustosa de cantar
con los aleros en la mente con las chicharras

Pero a la vez existe un transformador
que se consume lo mejor que tenes
te tira atras te pude mas y mas
y llega a un punto en que no queres

Máma la libertad siempre la llevaras
dentro del corazon
Te pueden corromper, te puedes olvidar
pero ella siempre esta

Ayer soñe con los ambrientos los locos
los que fueron los que estan en prision
hoy desperte cantando esta cancion
que ya fue escrita hace tiempo atras
es necesario cantar de nuevo una vez mas


miércoles, 26 de octubre de 2011

Milo Lokett

Emilio del Guercio, (como el hacha da en el àrbol)

Emilio del Guercio, trabajo de pintor

Si vieras como te extraño
Junto a las cartas que mandabas
desde allá
En el trabajo, que me sonríe
y que me aplasta
Se me hace mate la esperanza
y sin embargo
Noche a noche estoy aquí.

Te escribo para pedirte
Que un día de éstos te me
vengas para acá
En Buenos Aires todo me duele
hasta el amor
Todo es trabajo de pintor
Y en la pintada está mi
rabia por venir.

Yo sé que el tiempo que
pase me cambiará
Pero todo lo que fui siempre
vuelve a dar en mi
Y a golpearme en esta sola, soledad
Como el hacha da en el árbol,
como el agua da en el mar.

Si viera toda mi vida
Si acaso hablara como el viento
te habla a vos
Tal vez sería una mañana en ese río
Un rumor suave del
verano y sin embargo
Noche a noche estoy aquí.
Emilio del Guercio

pintura Eugenio Cuttica

martes, 25 de octubre de 2011

Marcel Schwob, Cyril Tourneur, poeta tràgico

Cyril Tourneur nació de la unión de un dios des­conocido con una prostituta. La prueba de su origen divino se encuentra en el ateísmo heroico en el cual sucumbió. Su madre le transmitió el instinto de la revolución y de la lujuria, el miedo a la muerte, el estremecimiento de la voluptuosidad y el odio a los reyes; de su padre tuvo el amor por coronarse, el or­gullo de reinar y la alegría de crear; los dos le dieron el gusto por la noche, por la luz roja y la sangre.

La fecha de su nacimiento se ignora; pero apareció un negro día de un año pestilencial.

Ninguna protección celeste veló por la muchacha de la vida a la que preñó un dios, pues su cuerpo fue maculado por la peste pocos días antes de parir y la puerta de su pequeña casa fue señalada con la cruz roja. Cyril Tourneur vino al mundo al son de la campana del enterrador de los muertos; y así como su padre había desaparecido en el cielo común de los dioses, una carreta verde arrastró a su madre a la fosa común de los hombres. Se cuenta que las tinie­blas eran tan profundas que el enterrador debió alum­brar la abertura de la casa apestada con una antorcha de resina; otro cronista asegura que la niebla en el Támesis (que bañaba el pie de la casa) fue atrave­sada por una raya escarlata y que de las fauces de la campana de llamada se escapó la voz de los cinocé­falos; por fin, parece fuera de duda que una estrella flameante y furiosa se manifestó por sobre el triángulo del techo, hecha de rayos fuliginosos, retorcidos, de­satados y que el niño recién nacido le mostró el puño por una claraboya, mientras que ella sacudía encima de él sus rizos informes de fuego. Así entró Cyril Torneur en la vasta concavidad de la noche cimeria. Es imposible descubrir lo que pensó o lo que hizo hasta la edad de treinta años, cuáles fueron los sín­tomas de su divinidad latente, como se persuadió de su propia realeza. Una nota obscura y aterrorizada contiene la lista de sus blasfemias. Declaraba que Moisés no había sido sino un juglar y que un llamado Heriots era más hábil que él. Que el primer principio de la religión era mantener a los hombres en el terror. Que Cristo merecía la muerte más que Barrabás, aun­que Barrabás fuese ladrón y asesino. Que si él se pro­pusiese escribir una nueva religión, la establecería con arreglo a un método más excelente y más admi­rable, y que el estilo del Nuevo Testamento era repug­nante. Que él tenía tanto derecho a acuñar moneda como la reina de Inglaterra y que conocía a un tal Poole, prisionero en Newgate, muy diestro en la mez­cla de los metales, con la ayuda de quien esperaba acuñar, un día, oro con su propia imagen. Un alma piadosa testó en el pergamino otras afirmaciones más terribles. Pero esas palabras fueron recogidas por una persona vulgar. Las actitudes de Cyril Tourneur in­dican un ateísmo más vindicativo. Se lo representa vestido con un gran manto negro, llevando en la cabeza una gloriosa corona con doce estrellas, el pie apoyado en el globo celeste, alzando el globo terrestre con su mano derecha. Recorría las calles en las noches de peste y de tormenta. Era pálido como los cirios consagrados y sus ojos relucían blandamente co­mo quemadores de incienso. Algunos afirman que tenía en el costado derecho la marca de un sello ex­traordinario; pero fue imposible verificarlo después de su muerte, pues no hubo nadie que viera sus despojos. Tomó por amante a una prostituta del Bankside que frecuentaba las calles de la ribera y a ella amó única­mente. Era muy joven y su rostro era inocente y rubio. En él, los rubores eran como llamas vacilantes. Cyril Tourneur le dio el nombre de Rosamonde, y tuvo de ella una hija a la que amó. Rosamonde murió trági­camente, por haber reparado en ella un príncipe. Se sabe que bebió en una copa transparente veneno color de esmeralda.


Fue entonces cuando la venganza se mezcló con el orgullo en el alma de Cyril. Nocturno, recorría el Mail a lo largo de todo el cortejo real, agitando en la mano una antorcha de penacho llameante con el propósito de alumbrar al príncipe envenenador. El odio a toda auto­ridad le subió a la boca y a las manos. Se puso a ace­char en los caminos reales, no para robar, sino para ase­sinar reyes. Los príncipes que desaparecieron en esos tiempos fueron iluminados por la antorcha de Cyril Tourneur y matados por él.


Se emboscaba en los caminos de la reina, al lado de los pozos de grava y de los hornos de cal. Escogía a su víctima en el séquito, se ofrecía para alumbrar el camino por entre las zanjas, la llevaba hasta la boca del pozo, apagaba su antorcha y la empujaba. La grava llovía des­pués de la caída. En seguida Cyril, inclinado en el bor­de, dejaba caer dos enormes piedras para aplastar los gritos. Y, el resto de la noche, velaba el cadáver que se consumía en la cal, junto al horno rojo sombrío.


Cuando Cyril Tourneur hubo saciado su odio por los reyes, hizo presa de él el odio a los dioses. El agui­jón divino que había en él lo incitó a crear. Soñó con que podría fundar una generación de su misma sangre y propagarse como dios en la tierra. Miró a su hija y la encontró virgen y deseable. Para consumar su desig­nio a la vista del cielo, no encontró ningún lugar más significativo que un cementerio. Juró que desafiaría a la muerte y crearía una nueva humanidad en medio de la destrucción fijada por las órdenes divinas. Rodea­do por viejos huesos, quiso engendrar jóvenes huesos. Cyril Tourneur poseyó a su hija en la losa de un osario. El final de su vida se pierde en un resplandor obscuro. No se sabe qué mano nos trasmitió la Tragedia del ateo y la Tragedia del vengador. Una tradición pretende que el orgullo de Cyril Tourneur se elevó más aún. Hizo levantar un trono en su jardín negro, y tenía la cos­tumbre de sentarse allí, coronado de oro, bajo el rayo. Algunos lo vieron y huyeron, aterrorizados por los pe­nachos azulados que bailoteaban sobre su cabeza. Leía un manuscrito de los poemas de Empédocles, que nadie vio después. Expresó con frecuencia su admiración por la muerte de Empédocles. Y el año en que desapareció fue también pestilencial. El pueblo de Londres se ha­bía retirado a las barcas amarradas en medio del Támesis. Un meteoro terrorífico evolucionó bajo la luna. Era un globo de fuego blanco, animado por una sinies­tra rotación. Se dirigió hacia la casa de Cyril Tourneur, que pareció pintada de reflejos metálicos. El hombre vestido de negro y coronado de oro esperaba en su trono la llegada del meteoro. Hubo, como antes de las bata­llas teatrales, un toque melancólico de trompetas. Cyril Tourneur fue envuelto por un resplandor hecho de san­gre rosada volatilizada. Trompetas, enhiestas en la no­che, tocaron, como en el teatro, una charanga fúnebre. Así fue precipitado Cyril Tourneur hacia un dios des­conocido en el taciturno torbellino del cielo.
Marcel Schwob
Pintura: Laget Denis
 

Paralamas, (yo tuve un sueño ruin y despertè llorando)

Robert Desnos, tanto soñe contigo









Tanto soñé contigo que pierdes tu realidad.
¿Todavía hay tiempo para alcanzar ese cuerpo vivo y besar
                              sobre esa boca el nacimiento de la voz que quiero?
Tanto soñé contigo que mis brazos habituados a cruzarse sobre
                              mi pecho cuando abrazan tu sombra, quizá ya no podrían
                              adaptarse al contorno de tu cuerpo.
Y frente a la existencia real de aquello que me obsesiona y
                              me gobierna   desde    hace    días   y    años, seguramente me
                              transformaré en sombra.
Oh balances sentimentales.
Tanto soñé contigo que seguramente ya no podré despertar.
                             Duermo de pie, con mi cuerpo que se ofrece a todas las
                             apariencias de la vida y del amor y tú, la única que cuenta
                             ahora para mí, más difícil me resultará tocar tu frente
                             y tus labios que   los   primeros   labios    y  la    primera  frente
                             que   encuentre.
Tanto soñé contigo, tanto caminé, hablé, me tendí al lado de
                             tu fantasma que ya no me resta sino ser fantasma entre
                             los fantasmas, y cien veces más sombra que la s0mbra que
                             siempre pasea alegremente por el cuadrante solar de tu vida.

viernes, 21 de octubre de 2011

Coldplay (no pierdas la confianza

Sol de medianoche

Sol de medianoche (AP Photo)
Bart-René Thiel & Francis Whittaker,
Este fenómeno sucede durante el verano en los extremos del norte y sur del Planeta. Aquí, el sol se mantiene sobre el horizonte en la noche, por lo que ilumina las 24 horas del día.
En los oscuros días de invierno muchas personas añoran la luz, y esto es especialmente real para aquellos que viven cerca del polo norte, donde en gran parte del año el sol apenas aparece. Para ellos, el sol de medianoche es una gran razón para dar una fiesta, y por ello muchos residentes siempre esperan con ansias al Festival anual de verano.

esta foto y este texto fue publicado en msn noticias el 18-10-2011

Emile Cioran, el ocaso del pensamiento

El mortal torbellino que une la vida y la muerte más allá del tiempo y de la eternidad. Es imposible descubrir ese misterioso dónde, situado fuera del tiempo y de la eternidad, pero el alma se eleva de las llamas postreras hacia una pradera incendiaria. Morimos y vivimos en un místico noviazgo con la soledad. ¿Qué demonio del ser y del no ser nos arranca de todas las cosas para llevarnos a un todo donde la vida y la muerte levantan bóvedas a un suspiro? Desde ahora en adelante subirás por el éxtasis de las espirales de un mundo que deja tras de sí la nada y otros cielos, en el espacio que alberga la soledad, un espacio tan puro que también la nada lo mancha. ¿Dónde, dónde? ¿Es que no sientes una brisa como el sueño inocente de la espuma? ¿No respiras el paraíso creado por la utopía de una rosa? Así tiene que ser el recuerdo de la nada en una flor marchitada en Dios.
Emile Cioran
foto Lolo Vega

Peter Gabriel, ( pero mi mente tiene la llave)

Arcada fire, mi cuerpo es una jaula

Mi cuerpo es una jaula que impide
que baile con la chica que quiero.
Pero mi mente, tiene la llave.

Mi cuerpo es una jaula que impide
que baile con la chica que quiero.
Pero mi mente, tiene la llave.

Permanezco sobre el escenario con
miedo y con dudas.
Es un papel vacío, el que juego,
pero ellos aplaudirán de todas formas.

Mi cuerpo es una jaula que impide
que baile con la chica que quiero.
Pero mi mente, tiene la llave.

Estás frente a mí.
Mi mente tiene la llave.

Vivo en una edad en
la que la oscuridad es luz.
Aunque mi lenguaje esté muerto,
las siluetas rellenan mi cabeza.

Vivo en una edad
cuyo nombre desconozco.
Aunque el miedo me mantiene en movimiento,
mi corazón todavía late despacio.

Mi cuerpo es una jaula que impide
que baile con la chica que quiero.
Pero mi mente, tiene la llave.

Estás frente a mí.
Mi mente tiene la llave.
Mi cuerpo es..

Mi cuerpo es una jaula.
Cogemos todo lo que se nos da,
tan sólo porque olvidamos
que ello no significa que hallamos sido olvidados.

Vivo en una edad en la
que se grita mi nombre por las noches.
Pero cuando me acerco a la puerta,
no hay nadie a la vista.

Mi cuerpo es una jaula que impide
que baile con la chica que quiero.
Pero mi mente, tiene la llave.

Estás frente a mí.
Mi mente tiene la llave.

Libera mi espíritu.
Libera mi espíritu.
Libera mi espíritu.

jueves, 20 de octubre de 2011

Charles Bukowski, nota sobre la construccion de las masas

Alguna gente es joven y nada màs
alguna gente es vieja y nada màs
Y alguna gente està en el medio
sòlo en el medio
Y si las moscas usaran ropa
y todos los edificios ardieran en
fuego dorado,
si el cielo se sacudiera como
en la danza del vientre
y todas las bombas atòmicas
empezaran a
gritar,
alguna gente serìa joven, y nada màs
y alguna gente serìa vieja y nada màs
y el resto serìa lo mismo;
el resto serìa lo mismo
Los pocos diferentes
son eliminados bastante ràpido
por la policìa, por sus madres, sus
hermanos, y otros, por si mismos.
Lo que queda es lo que ves
es duro

Charles Bukowsky

Nubes noctilucentes

Nubes noctilucentes (AP Photo)
Bart-René Thiel & Francis Whittaker,
Este fenómenos ocurre en altitudes muy elevadas, alrededor de los 75 u 80 kilómetros (normalmente, las nubes se encuentran a unos 20 kilómetros) de la tierra. Las nubes mesosféricas polares se dan en las capas superiores de la atmósfera, cuando los cristales de hielo forman partículas muy pequeñas. El hielo refleja el sol y le da a las nubes un brillo plateado hermoso. Sin embargo, se debe ser rápido si se quiere apreciarlo, porque las corrientes de aire fuerte se aseguran de que desaparezca tan rápido como apareció.

esta informaciòn apareciò  en msn noticias en octubre 2011

miércoles, 19 de octubre de 2011

U2, The Million Dollar Hotel

Oliverio Girondo, solo

 Solocon mi esqueleto,mi sombra,
mis arterias,
como un sapo en su cueva,
asomado al verano,
entre miles de insectos
que saltan,
retroceden,
se atropellan,
fallecen;
en una delirante actividad sin rumbo,
inútil,
arbitraria,
febril,
idéntica a la fiebre
que sufren las ciudades.
Solo,
con la ventana
abierta a las estrellas,
entre árboles y muebles
que ignoran mi existencia,
sin deseos de irme,
ni ganas de quedarme
a vivir otras noches,
aquí,
o en otra parte,
con el mismo esqueleto,
y las mismas arterias,
como un sapo en su cueva
circundado de insectos Oliverio Girondo 

Grandes fotografos

Luis Zalamea, despedida

Yo me voy porque en los "subways" no crecen los bejucos;
porque ya no huele el aire prisionero de las calles
a azafrán, ni a tomillo, ni a hembra en primavera.
Me voy porque a los parques les pusieron mordazas.
Me voy porque aquí ya no se puede reír a carcajadas;
porque los crepúsculos se compran enlatados;
porque agonizaron, inermes, los últimos rebeldes.

Me voy porque hasta los besos se encuentran censurados.
Me voy porque ya ordenaron investigar a la alegría;
porque a los niños les raptaron sus hadas;
porque a los libros los encerraron en la cárcel.
Me voy porque a la muerte la están vendiendo en cápsulas.
Me voy porque a las mujeres les rondaron el sexo;
porque al alcohol le editaron sus sueños;
porque en lugar de saúcos se cultivan barrotes.
Porque soltaron, todos, los diques del pavor.
Me voy porque en las calles tan sólo ríe el miedo.


Luis Zalamea

foto . estecueto 

Charly Garcia, ( tan lejos para estar aca)





Charly Garcia, (plateado sobre plateado)

Vi la luna chorreando sin parar
su luz de catedral y un barco viejo
ceuzando el mar de Sudamérica a Europa
sobre un espejo lleno de sal.
Aeroplanos cortando el celofán
de un cielo tropical
abriendo un surco suave a llevar hacia el exilio da vueltas
a los que ya no aguantaron más.
Huellas en el mar
sangre en nuestro hogar
tenemos que ir tan lejos para estar acá, para estar acá.
Nos quedamos por tener fe
nos fuimos por amar.
Ganamos algo y algo se fue.
Algunos hijos son padres
y algunas huellas ya son la piel
Huellas en el mar
sangre en nuestro hogar
tenemos que ir tan lejos para estar acá, para estar acá.
Charly Garcia
fotografìa Dmytro Shevchenko


martes, 18 de octubre de 2011

Andrè Breton, el verbo ser



Conozco la desesperación a grandes rasgos. La desesperación no tiene alas, no se sienta necesariamente a una mesa quitada en una terraza, de noche, a la orilla del mar. La desesperación es y no es el retorno de una serie de pequeños hechos como semillas que al caer la noche dejan un surco por otro. No es el musgo sobre una piedra o el vaso de beber. Es un barco plagado de nieve, si queréis, como los pájaros que mueren y su sangre no tiene el más mínimo espesor. Conozco la desesperación a grandes rasgos. Una forma muy pequeña, delimitada por joyas de pelo. Es la desesperación. Un collar de perlas para el que no se sabría encontrar broche y cuya existencia no pende siquiera de un hilo, eso es la desesperación. Del resto no hablemos. Acabaríamos por desesperarnos si comenzáramos. Yo desespero del tragaluz hacia las cuatro, desespero del abanico hacia las doce, desespero del cigarrillo de los condenados. Conozco la desesperación a grandes rasgos. La desesperación no tiene corazón, la mano permanece siempre ante la desesperación jadeando, ante la desesperación que los espejos jamás nos dicen si ha muerto. Vivo de esa desesperación que me encanta. Me gusta esa mosca azul que vuela por el cielo a la hora en que las estrellas canturrean. Conozco a grandes rasgos la desesperaci6n de los largos y frágiles asombros, la desesperaci6n de la soberbia, la desesperación de la ira. Me levanto todos los días como todo el mundo y extiendo los brazos sobre un papel de flores, no me acuerdo de nada, y siempre descubro con desesperaci6n los bellos árboles desarraigados de la noche. El aire de la habitaci6n es bello como unas baquetas de tambor. Forma un tiempo de tiempo. Conozco la desesperación a grandes rasgos. Es como el viento que me ayuda. ¡Se tendrá idea de semejante desesperación! ¡Fuego! Ah, vendrán otra vez... ¡Socorro! Helos ahí cayendo por la escalera... Y los anuncios de periódico, los letreros luminosos a lo largo del canal. A grandes rasgos la desesperación carece de importancia. Es un incordio de estrellas que de nuevo va a formar un día de menos, es un incordio de días de menos que de nuevo va a formar mi vida.
Andre Bretòn
 Foto Hlushchenko

Fowgill , soneto

Se vuelve hacia la nada y vuelve a mí
y en mí se vuelve nada este deseo
sed de niebla que niega ser allí
para afirmarse en el aquí que creo.
Pensada sed: nombrándola viví
y ví niebla en los signos donde hoy leo
dos nombres en el nombre que de mí
solo nombra un desear no ser deseo.
Ser sed de hacer que al no cesar saciada
sea saciada en mas sed y crezca haciéndose
como la niebla entera ya colmada
de sí y de luz oulta un mundo yéndose.
Desear ser sed: volverse sed deseada
ser toda sed vivida en sed viviéndose.

lunes, 17 de octubre de 2011

W. H. Auden, leyenda


" Entra con él estas leyendas amor, para él asumen cada una, formas diversas de la leyenda nativa, como una extraña leyenda, para que pueda hacer lo que éstas requieren, sé, amor, como él, fiel a la leyenda. Cuando él, para aliviar la enfermedad de su corazón, tenga que cruzar apenado mares corrosivos, como van los delfines, como el zorro astuto se orienta entre las rocas, dile al oído la frase común requerida para agradar a los guardianes de allá, y cuando a través del libido pantano persiga grandes aves, sé fiel de nuevo. Entre sus muslos álzate como un pony y, veloz como el viento llévatelo, hasta que los gritos y ellos queden atrás. Pero cuando al final, pasados estos peligros, su aumentado deseo de leyenda se agote, entonces, amor, en pie al final de la leyenda, exige su recompensa, somete tu cuello a la caricia desagradecida de su reacia espada, que, al empezar su regreso sus ojos puedan mirar con asombro otra persona, encontrar que lo que deseaba es fiel también aunque esté desencantado, el amor como amor. "
WH Auden
foto cardo arjona

Travis, (rendido a tu hechizo)

Travis, re offender

Manteniendo las apariencias
Sin ser menos que el de al lado
Engañando mi corazón egoísta
Examinando en detalle los movimientos

Pero me estoy engañando
Me estoy engañando
Por que dices que me amas
Y lo haces nuevamente, lo haces nuevamente
Dices que lo sientes
Y lo haces nuevamente, lo nuevamente

Todos piensan que estas bien
Todos piensan que estoy mal
Miran como me caigo a pedazos
Rendido ante tu hechizo

Pero te estas engañando
Te estas engañando
Por que dices que me amas
Y luego lo haces de nuevo, lo haces de nuevo
Dices que lo sientes
Y lo haces nuevamente, lo haces nuevamente
Y otra, y otra y otra vez

Pero te estas engañando
Te estas engañando
Por que dices que me amas
Y luego lo haces de nuevo, lo haces de nuevo
Dices que lo sientes
Y lo haces nuevamente, lo haces nuevamente
Y otra, y otra y otra vez
Travis 

Jorge Luis Borges, el evangelio segùn Marcos, (fragmento)

El temporal ocurrió un martes. El jueves a la noche lo recordó un golpecito suave en la puerta que, por las dudas, él siempre cerraba con llave. Se levantó y abrió: era la muchacha. En la oscuridad no la vio, pero por los pasos notó que estaba descalza y después, en el lecho, que había venido desde el fondo, desnuda. No lo abrazó, no dijo una sola palabra; se tendió junto a él y estaba temblando. Era la primera vez que conocía a un hombre. Cuando se fue, no le dio un beso; Espinosa pensó que ni siquiera sabía cómo se llamaba. Urgido por una íntima razón que no trató de averiguar, juró que en Buenos Aires no le contaría a nadie esa historia.

El día siguiente comenzó como los anteriores, salvo que el padre habló con Espinosa y le preguntó si Cristo se dejó matar para salvar a todos los hombres. Espinosa, que era librepensador pero que se vio obligado a justificar lo que les había leído, le contestó
- Sí. Para salvar a todos del infierno.

Gutre le dijo entonces:

¿Qué es el infierno?

-Un lugar bajo tierra donde las ánimas arderán y arderán.

-¿Y también se salvaron los que le clavaron los clavos

-Sí -replicó Espinosa, cuya teología era incierta.

Había temido que el capataz le exigiera cuentas de lo ocurrido anoche con su hija. Después del almuerzo, le pidieron que releyera los últimos capítulos. Espinosa durmió una siesta larga, un leve sueño interrumpido por persistentes martillos y por vagas premoniciones. Hacia el atardecer se levantó y salió al corredor. Dijo como si pensara en voz alta:

-Las aguas están bajas. Ya falta poco.....




Jorge Luis Borges
para leer el cuento completo:
http://www.ciudadseva.com/textos/cuentos/esp/borges/evange.htm

jueves, 13 de octubre de 2011

bye , bye life

Hoy pensè varias veces en la muerte, la idea vino a mi ,y me anduvo rondando como una mosca pesada de verano. tambièn. me acordè de esta pelìcula, tal vez la muerte màs artistica que haya visto 

Vera Fogwill, help a èl

Dos de las muchas colecciones que Vera Fogwill encontró en la casa de su padre: los boarding pass y encendedores.

Todo este año de mi vida se definiría desde afuera como el año de duelo. La palabra duelo tiene su origen en el latín duellum y significa “guerra”. Por lo tanto, permite hacer referencia a la pelea o al enfrentamiento entre dos personas o dos grupos. El duelo psicológico, por otra parte, según los diccionarios, es un proceso que tiene lugar tras una pérdida irreparable. El duelo es una reacción natural y necesaria ante la pérdida de un ser querido (la muerte de un familiar, un amigo, una mascota, etc.) o de un evento o condición (un divorcio, un despido laboral). En mi caso podría acercarse más al otro duelo, aquel que se disputa entre dos personas, y agregaría mundos y, agregaría, entre dos universos: el de acá y el de allá. El de “vivir afuera” o “adentro”. Yo siempre viví adentro. Silvina Ocampo dijo: “No soy sociable, soy íntima”. En esa frase me veo reflejada. Quizás mi padre lo percibió más que nadie antes y después del combate, la guerra, el duellum. En la dedicatoria de su libro Vivir afuera me escribió: “A mi hijita que vive demasiado adentro porque sabe que tal vez afuera es peor, el viejo”. La tragedia empieza antes de la tragedia y la guerra, entonces, comienza antes que se disparen las primeras armas. Me prometí que el 21 de agosto voy asesinar a mi padre y así lo haré. Quizá sea la única forma de retomar mi propia vida. Aquella que yo había elegido para mí y no la que el destino me entregó como alternativa. Mi padre hoy es esa persona que me va guiando y que dirían los yorubas tomó posesión de mí y, por ende, me ha dejado obsesiva. Pero no hay enfermedad mientras el enfermo la padece con conciencia y sabiduría. Si hubiera estado, aparentemente vivo, o aparentemente muerto, no me hubiera costado tanto.
Entré a su casa recién al mes. Antes no quise. Abrí intentando no electrocutarme con la llave de luz de al lado de la puerta, que siempre había estado en corto. Las moscas zumbaban y volaban de un lado al otro. Giro mi cabeza y veo los restos de su última cena. El plato de fideos con tuco al ajo sin lavar junto a las cacerolas habían invitado a cientos de insectos voladores, a los cuales, por una vez en mi vida, no les tuve miedo. El terror que me invadía era tan grande que nada ya podía darme pánico. A lavar los platos –me dije–. Era lo primero que supe que debía hacer, como si pudiera lavarme las manos de paso en ese hecho –y ojalá lo pueda hacer de una vez y de tantas cosas a la vez.

Las hijas mujeres limpiamos los restos de todo, repartimos las cosas, tiramos los calzoncillos y forros sin usar y donamos lo que queda. Menos los zapatos, si somos judías, por si el muerto sigue caminando, como dice la tradición. ¿Pero si somos solo boludas?... ¿Qué hacemos?... Todo. Todo lo que hay que hacer, más lo que harían los otros, de los otros, por las dudas y también cualquier idiotez que se te cruce en ese segundo. Porque las boludas no podemos esperar y pensamos todo al mismo tiempo. ¿Y si además de boluda sos médium?... ¿Qué hacés?... Y, te convertís en una boluda tamaño mayor, que además está psicótica. ¿Pero si en el fondo sos indispensable? ¿Qué hacés?... Hacés todo lo que les corresponde a todos los demás. ¿Y si en el fondo hay un ser humano? Te vas dando cuenta en el duellum cuando la situación es tan miserablemente triste y desencantadora que entendés que tenés una raza. Terminé de lavar los platos sin pensar en todo eso. Abrí los ventanales y los insectos huyeron de mí. ¿Y ahora? –me pregunté. Pensé en la revolución rusa, en estudiar la estrategia y el territorio, en la causa y en el efecto. Me doy vuelta y veo el campo de acción. Todo estaba ahí tal cual lo dejó en su última visita. No podía darme cuenta si fue antes o después de fallecer. Me llama una carta. Me acerco, es de la empleada y está sobre la mesa. Dice: “Señor vine pero no lo vi”. Esa nota la firma mi hermano, el que me sigue, con solo un “recibido” y la fecha. Quizá “él” pensaba que “él” era un fax. Pienso que debe haber sido cuando trajo sus pertenencias del hospital. Nadie más entró. Yo levanto el teléfono y la llamo: –Se murió. Dominga ya lo sabía por su otra patrona que lo leyó en el diario. Silencio. Tristeza. Le pregunto cuánto le debía. Sabía que mi padre dejaba grandes deudas y que esa sería pequeña. Venga mañana –le digo–. Ahora sí miro todo. Pero sólo veo botellas de agua. Ese día iba sólo por unas horas al mediodía pero terminé sin poder irme hasta la mañana siguiente. Habré tirado siete bolsas de consorcio de botellas de agua abiertas pero sin terminar. Dengue. Primero pensé en tirar el agua y guardar la botella. Después de unas horas de hacer este acto tan inútil –como otros tantos que suelo hacer– me dije: ¿Para qué voy a guardar la botella? Pensé en hacer un castillo ecológico de botellitas en la plaza para los chicos. Una vez había visto en Cabo Polonio una casa así pero de botellas de vidrio. Luego pensé que era absurdo y así tiré siete bolsas de consorcio de botellas con agua sin importarme más el dengue. También muchos frascos de vidrio de yogur y de miel y bolsas. Fogwill coleccionaba botellas, bolsas de plástico de los supermercados chinos y frascos. Eso era la parte ecológica. Todo lo reciclaba. No compraba un frasco para cereales, ponía los cereales dentro del frasco vacío de la miel. Y no tiraba nada. Fogwill coleccionaba motores de barco, discos rígidos, monedas, tickets de avión, boletos de metro europeos, tuercas, herramientas de todo tipo, cables de computadora, adaptadores, enchufes y llaves de todos los tamaños. Llaves que no abrían nada. Y sólo encontré puertas sin cerrar. Es que jamás cerraba la puerta de su casa, vivía con la puerta abierta. No era exhibicionismo era sólo el control de la vida de los otros que miraba pasar. No usaba perchas. La ropa colgaba por un sistema de sogas de barco, especialmente instaladas, en la baranda de las escaleras; o colgaban a través de un diseño exclusivo de lentes de agua, uno a otro anudados, armando una cadena de enganche para sus trajes, tapados y pilotos que nunca colgaba dentro de un placard y que planchaba colocándolos un rato dentro de la heladera. Cientos de cables de sus computadoras viejas creaban unos colgantes para los helechos que se estaban muriendo de un mes sin agua. A regarlos a partir de ahora y tres veces por semana –me ordené–. Para regarlos tenía que subir unas escaleras y poner un balde debajo porque perdían agua y arruinaban aún más el piso. Fogwill también se robó un cinturón de seguridad de un avión y lo colocó en una viga para atar una planta que colgaba. Me llevó casi dos meses desanudar todos los sistemas de enganches de cables, sogas y cinturones. Pero esa noche solo me ocupé de sacar las máscaras de oxígeno, las sondas de pierna ambulatorias, los puff de los inhaladores que habitaban todas las partes y los remedios, por si mis hermanos menores querían ir, para evitarles el escenario. Pero cuando tuve un container preferí guardar todo e inventariarlo. El inventario de medicamentos que hice tiene diez páginas. Un poco más tiene el inventario de cables. ¿Cómo explicar que me dejó tantas curitas?... Vaya ser que me lastimara. O tantos puff que coleccionaba en frascos. O respiradores. ¿Pensaba que me quedaría sin aire ya?... ¿Lo sabía?... ¿Cómo conciliaba la medicina homeopática y la alternativa con las sobredosis que se pegaba de combivent, butral salbutamol, atrvent HFA y Salbutral. El kilombo Fogwill y su orden es casi indescriptible. De cada libro se me caía una pasta diferente, un pucho roto semifumado y un forro. A los puchos los partía en la mitad y luego los pinchaba con un alfiler para que la nicotina y el alquitrán se esfumaran antes de llegar a su boca. Consejos de los cantantes de ópera. Nunca pensó en mejor dejarlos. O de un libro se resbalaba una moneda, un ticket, una nota y un fáctil. También de uno, se me cayeron sus uñas, se devela que mientras lo leía, se las había cortado. Estaría aburrido. Pero los dientes estaban en otra parte.
Esa noche, tomé la decisión de ir a visitarlo día tras día. Entrar, sentarme en su butaca de madera y mimbre a mirar, a leer, a pensar, a encontrar, a tirar, a guardar. Los primeros meses me quedé simplemente sentada sin saber cómo empezar abrumada por su universo. En realidad estaba aplastada no sentada. Ahí se me apareció, al poco tiempo. Era una noche de tormenta y me imaginé que se inundaba su casa, cosa que sucedía con la lluvia. Fui. Barrí la pileta que se había creado en la terraza y saqué las hojas de la canaleta apurada. Bajé empapada las escaleras caracol y lo vi. Estaba riéndose en su sillón recostado, con el dedo pequeño introducido en su boca y cantando su pipi-piiipi –que era un loop, de dos negras, una blanca con puntillo y otra negra, más un silencio de semicorchea, que desde que había dejado de fumar (decía él) funcionaba como una palilalia que no podía evitar y que, para peor, se le pegaba a todo el mundo. Hasta mi hijo hace ese pipi-piiipi el día de hoy. Allí estaba él, tirado, contento, regocijándose en que su hija finalmente estaba ahí, ordenándole todo, como cuando era una nena. Tenía ocho años y llegaba a su casa el sábado a la mañana y me dirigía a limpiar la cocina de toda su semana: los platos y los restos de sus tertulias con amigos. Dejaba todo impecable y a eso de las cuatro de la tarde lo despertaba para una reunión importante a la que él finalmente no asistía y seguía durmiendo hasta las seis o siete. Antes de despertarse siempre gritaba como un moribundo “aguaaa”. Y ahí estaba él, sonriendo. Help a él. Eran las nueve de la noche. Y no tuve miedo. Más bien me confirmó lo que intuía. Era mi guía. El y yo habíamos tenido experiencias mediúmnicas juntos. Veinte años atrás ambos vimos a mi abuela la misma noche vestida igual pero treinta años más joven de cuando se fue. Sin embargo, yo se lo confesé tiempo después, para explicarle claramente que su hija desvariaba y él me dijo que no, que él la vio vestida igual, de la misma manera, esa misma noche, confirmándome que desvariábamos los dos. Silencios. Es una habilidad que no practico. Llega. No la ejecuto. Me obliga. Y ciertos libros de ejercicios espirituales que ambos estudiamos en silencio me lo comprueban. Libros que aconsejan golpearse con cinturones de noche hasta sangrar para resistirse a las visiones. Pero estoy segura de que ninguno tuvo que practicarlos. Las torturas nos llegaron de la vida solas sin tener que hacer ningún esfuerzo y sangraron solas también y ya ni duelen pero tampoco cicatrizan. Ese poder Fogwill lo usó para combatir su adicción a la cocaína. Como hizo la carrera de medicina, aunque jamás ejerció de médico más que suyo, fue dejándola. Durante diez años fue graduando paulatinamente la dosis hasta llegar a estar limpio. Debía tomar algo como para evitar la agresividad y violencia que lo poseían sin motivos más que un ruido o una pregunta tonta de otro. Sus últimos diez años era un santo y hasta naturista. Ni rasgos de aquél.
Y así, durante casi un año él me diría qué hacer, cómo y dónde. Al muerto le llegaban mes a mes sus tarjetas, llegaban las cuentas de banco, los créditos pedidos meses antes de irse. Varias cuentas de banco para ceros centavos. Y ahí estaba la poseída, sentada con su abogado o visitando bancos y a los encargados de cuentas, cerrándolas y enterándome de sus movimientos, del dinero que pidió solo meses antes de irse para comprarse una digna computadora nueva. Pero eso no es nada. Los hackers para desentrañar sus diferentes contraseñas de banco, de mail, de web, de computadora para la privacidad de sus trabajos. Los detectives que me iban dando las claves. Y así. Un día –el primero y último– que entré en una de sus cuentas de mail encuentro una carpeta que decía locos. Decido empezar por ahí, ni lo dudo, es un mensaje. Abro el primer mail de la carpeta. Una joven de nombre desconocido para mí le escribía: “¿Y Fogwill?... ¿Quién va limpiar y ordenar tu casa cuando te mueras?” Parecía un chiste de mal gusto suyo. Faltaba su risita. Desistí. Yo no voy a leer sus mails para informar a la familia de tal o cual cosa, no voy a encontrar lo que falta, no voy a esclarecer las dudas. Si, digo la familia y no me involucro. Es que es la familia y yo. Yo no formo parte de ninguna otra familia más de la que elegí. Tengo hermanos que amo. Pero es mi papá y el de ellos. Todos hemos sido hijos únicos. Nada me ha unido a mi hermano pianista, ni a mi otro hermano que vive afuera, cerca, pero afuera. O a los otros, tan chicos que directamente tuvieron otro padre, otra persona, tan distinta a la que era. Un padre con treinta años de padre y errores para mejorar. Un padre mejor. Y todos vivenciamos su muerte de manera distinta. Así llamé a una amiga historiadora que admiro mucho y le propuse que haga el archivo. Los mails que los lea ella –me dije. Cuando Vero entró, ya tenía todo delimitado: “Ahí están las fotos, los contratos, ahí sus trabajos de publicidad, eso es tal cosa”. Yo me había abocado a saber qué había y dónde y por consejos de ella no había movido absolutamente nada. El catálogo de cómo dejó todo, dónde y por qué. Esa imperiosa necesidad que tienen los archivistas de meterse en la mente del otro a través de cómo hacían sus cosas y cómo ubicaban las cosas. Vero abrió sus cuadernos y yo también los había abierto. Pero dice: “Todos sin terminar. Escribía la mitad y empezaba otro”. A mí me dejaba sin cuidado, a ella no. También me habló de la repetición. Para mí era natural, debo ser parecida. Una foto impresa veinte veces y puesta en veinte lugares diferentes, señales. El problema sería con sus inéditos que están guardados aproximadamente diez veces con el mismo nombre y treinta veces por cambio, lo que implicaba leer cada versión, adivinar la fecha (porque en su computadora tenía desconfigurada la hora, el día y el año) y adivinar cuál fue primero, si quitó el segundo final o decidió agregarlo o al corregir en realidad lo quitó, o decidió seguir poniendo y esas cien páginas leerlas más o menos mil veces para desentrañar alguna verdad que solo él tiene y darse cuenta que sólo lo guardó repetido por las dudas y que no había ningún cambio. Supe que Verónica ya estaba en el universo Fogwill cuando lo saludaba al entrar y se despedía de él al salir o cuando le preguntaba: “Quique: ¿dónde dejaste tu partida de nacimiento?...” Y segundos más tarde se dirigía a algún cajón, agarraba una carpeta específica y aparecía lo que ella buscaba en vano durante semanas sin preguntarle o pedirle permiso. Cuando ya estábamos vaciando su casa yo sentí que se había ido con su cama. Pero Vero me dijo que no, que andaba todavía por ahí. No sé aún a cuál objeto está aferrado. Pero Verónica parece tenerlo claro. Y él parece estar demasiado contento con Verónica. Y no se fue. Sigue. Va guiando. Elegí al azar por Internet una baulera judicial para guardar temporalmente su biblioteca y algunos de sus objetos de colección mientras se defina la situación de la fundación. Lleno el formulario en Internet para solicitar un presupuesto. Minuto después me llama el dueño conmovido. Era un amigo suyo, nadaban en el club y hablaban de autos y relojes. Me hace un precio. Demasiadas coincidencias. Hasta de lo que me quise escapar terminé teniendo que hacer. No hubo caso. Nadie pudo nada. Nadie de la familia tiene un rato para dedicarle a esto. Son todos importantes y hacen cosas muy importantes. Antes de que mi papá parta yo me estaba dando el alta en terapia. En mi caso, el alta siempre se lo da el paciente. Nunca el analista. Pero en la última sesión lo internaron. Y, por supuesto, tuvo que dilatarse el alta. Luego supuestamente murió y también no era el momento. Un mes después, yo insistía en que no podía ingresar a su casa y tenía los tickets para irme a vivir por fin afuera con mi familia y deseaba eliminarme del listado de herederos, aunque el abogado insistía que dicho derecho era ilegal, cuando por fin mi terapeuta me avisa que mi papá tenía muy claro que yo me ocuparía de todo y por eso dejó todo así. Me fui enfurecida jurando no regresar más. Y no regresé a terapia. No tuve tiempo. Tenía razón mi querido Luis. ¿Cuánto debo pagar para vivir? Aún no lo sé. Y así yo me di el lujo de leer todos sus inéditos como si fuera una lectora más, como cuando aunque tuviera cinco años la entrega del primer libro era para mí.
Un día se roban la lápida del cementerio. Fue él, estoy segura. Nunca tuvo nada que no se le rompa o se le pierda una parte, nada. Vivía en un departamento de mi hermano. Nada funcionaba sin él. El calefón lo prendía con un golpe con una pinza muy pesada para mí. Todo desarmado: los aires acondicionados y las estufas sin carcasa, la computadora sin funcionarle las teclas con un teclado anexo y unos cables especiales para que el visor y el teclado pudieran estar muy lejos. ¿Cómo escribía un escritor así?... No era dejadez, era desinterés. Siempre fue así. O interés por los circuitos. Una vez no me andaba una computadora, estaba él y me la arregló, la desarmó toda. Fenómeno. Pero... ¡papá! ¡ahora armala! No, si anda, ¿para qué la voy a armar?. ¿Por qué perdió barcos, colecciones de autos antiguos, casas, bibliotecas enteras, muebles, obras de arte y ninguna carta de un amigo?... ¿Por qué están mis cuentos de cuando ni siquiera sabía escribir y sólo los dibujaba porque eran orales y no está el departamento que tenía que heredar, que nos dejó mi abuelo a mi hermano mayor y a mí?... Porque él encontraba valor, mucho más valor a todo eso y yo desgraciadamente también. Por eso no tengo nada. Partes del todo, su título nos describe perfectamente. Partes del todo. Y así, todo este año fueron engranando las partes para que llegue a ser nada. Nada para mí. Mucho para todos.
Sentí desde el momento que entré que le debía algo. Su vida fue la literatura, el pensamiento, la evolución y yo como hija tenía ese deber moral de dejar su vida en el patrimonio de la literatura universal. ¿Cómo haría esto?... Haciendo todo para que su obra esté al alcance de todos y su vida, que es una obra, también suya. Más de cuatrocientas cartas con escritores como Osvaldo Lamborghini, Juan José Saer, Héctor Viel Temperley... Verdades, profundidades, libros sin editar, novelas, cuentos, ensayos, poemas, chistes y adivinanzas u oráculos de bazooka sin imprimirse aún. Sus chistes. Los que nos hizo comer él. O se va de una vez o debo asesinarlo, no hay salida. Sólo quiero que sus libros tomen posesión y se instalen en las mentes de miles de otros, ya no mías. Mi responsabilidad si la tenía ya supongo que la cumplí. Hasta me ocupé de restaurarle la casa que mi papá no pudo evitar destrozar a mi pobre hermano, a quien además le cayó un embargo de cinco cifras por ser su garante alguna vez. Igual nosotros somos como él, eso significa que sabemos, en el fondo, que nada de eso es importante. Pero en el equilibrio de las cosas uno pone la guita y el otro pone el cuerpo. Los demás no existen. Y el costo mental es igualmente difícil para ambos. Pero pienso que mi tiempo no me lo devuelve nadie. El dinero ya está regresando con sus derechos. Pero el tiempo es un tiempo perdido y quién sabe ganado. ¿Qué es más importante que elaborar la muerte? Nada, se está entendiendo la vida. Ahora yo voy a descansar en paz. Y creo que mi padre también.

esta nota fue publicada en el diario pàgina 12 del domingo 21 de agosto 2011