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sábado, 10 de noviembre de 2012

Cazuza,

E ser artista no nosso convívio
Pelo inferno e céu de todo dia
Pra poesia que a gente não vive
Transformar o tédio em melodia

( y ser artista en nuestra convivencia
por el infierno y el cielo de todo dìa

para la poesìa que la gente no vive
trasnformar el tedio en melodìa)
Cazuza

Calle 13 ( Cuando se lee poco, se dispara mucho )



El martillo impacta la aguja
La explosión de la pólvora con fuerza empuja
Movimiento de rotación y traslación
Sale la bala arrojada fuera del cañón
con un objetivo directo
la bala pasea segura y firme durante su trayecto
Hiriendo de muerte al viento, más rápida que el tiempo
defendiendo cualquier argumento
No le importa si su desitno es violento
Va tranquila, la bala, no tiene sentimientos
Como un secreto que no quieres escuchar
la bala va diciéndolo todo sin hablar
Sin levantar sospecha, asegura su matanza
Por eso tiene llena de plomo su panza
para llegar a su presa no necesita ojos
Y más cuando el camino se lo traza un infrarojo
la bala nunca se da por vencida
Si no mata hoy, por lo menos deja una herida
Luego de su salida no habrá detenida
Obedece a su patrón una sola vez en su vida
Hay poco dinero, pero hay muchas balas
Hay poca comida, pero hay muchas balas
Hay poco gente buena, por eso hay muchas balas
Cuidao' que ahí viene una (Pla! Pla! Pla! Pla!)
Se escucha un disparo, agarra confianza
El sonido la persigue, pero no la alcanza
La bala sacas sus colmillos de acero
Y sin pedir permiso, entra por el cuero
Muerde los tejidos con rabia y arranca,
El pecho a las arterias para causar hemorragia
Vuela la sangre batida de fresa
Salsa boloñesa, syrup de frambuesa
Una cascada de arte contemporaneo
Color rojo vivo, sale por el cráneo
Hay poco dinero, pero hay muchas balas
Hay poca comida, pero hay muchas balas
Hay poca gente buena, por eso hay muchas balas
Cuidao' que ahí viene una (Pla! Pla! Pla! Pla!)
Serìa inaccesible el que alguien te mate
Si cada bala costara lo que cuesta un yate
Tendrías que ahorrar todo tu salario
Para ser un mercenarío, habría que ser millonario
Pero no es así, se mata por montones
Las balas son igual de baratas que los condones
Hay poca educación, hay muchos cartuchos
Cuando se lee poco, se dipara mucho
Hay quienes asesinan y no dan la cara
El rico da la orden yel pobre la dispara
No se necesitan balas para probar un punto
Es lógico, no se puede hablar con un difunto
El diálogo destruye cualquier situación macabra
Antes de usar balas, diparo con palabras
Pla! Pla! Pla! pla!
Hay poco dinero, pero hay muchas balas
Hay poca comida, pero hay muchas balas
Hay poco gente buena, por eso hay muchas balas
Cuidao' que ahí viene una (Pla! Pla! Pla! Pla!)

Julio Cortàzar, bolero

Qué vanidad imaginar
que puedo darte todo, el amor y la dicha,
itinerarios, música, juguetes.

Es cierto que es así:
todo lo mío te lo doy, es cierto,
pero todo lo mío no te basta
como a mí no me basta que me des
todo lo tuyo.

Por eso no seremos nunca
la pareja perfecta, la tarjeta postal,
si no somos capaces de aceptar
que sólo en la aritmética
el dos nace del uno más el uno.

Por ahí un papelito
que solamente dice:

Siempre fuiste mi espejo,
quiero decir que para verme tenía que mirarte.
Julio Cortazar

Fink, Yesterday Was Hard On All Of Us


Juan Benet, Volveràs a Region,(fragmento)

 La gente de Región ha optado por olvidar su propia historia: muy pocos deben conservar una idea veraz de sus padres, de sus primeros pasos, de una edad dorada y adolescente que terminó de súbito en un momento de estupor y abandono. Tal vez la decadencia empieza una manañana de las postrimerías del verano con una reunión de militares, jinetes y rastreadores dispuestos a batir el monde en busca de un jugador de la fortuna, el donjuán extranjero que una noche de casino se levantó – con su honor y su dinero; la decadencia no es más que eso , la memoria y la polvareda de aquella cabalgata por el camino del Torce, el frenesí de una sociedad agotada y dispuesta a creer que iba a recobrar el honor ausente en una barranca de la sierra, un montón de piezas de nácar y una venganza de sangre. A partir de entonces la memoria es un dedo tembloroso que unos años más tarde descorrerá los estores agujereados de la ventana del comedor para señalar la silueta orgullosa, temible y lejana del Monje donde, al parecer, han ido a perderse y concentrarse todas las ilusiones adolescentes que huyeron con el ruido de los caballos y los carruajes, que resucitan enfermas con el sonido de los motores y el eco de los disparos mezclado al silbido de las espadañas al igual que en los días finales de aquella edad sin razón quedó unido al sonido acerbo y evocativo de triángulos y xilófonos. Porque el conocimiento disimula al tiempo que el recuerdo arde: con el zumbido del motor todo el pasado, las figuras de una familia y una adolescencia inerte, momificadas en un gesto de dolor tras la desaparición de los jinetes, se agita de nuevo con un mortuorio temblor: un frailero rechina y una puerta vacila, introduciendo desde el jardín abandonado una brisa de olor medicinal que hincha otra vez los agujereados estores, mostrando el abandono de esa casa y el vació de este presente en el que, de tanto en tanto, resuena el eco de las caballerías. Cuando la puerta se cerró – en silencio, sin unir el horror a la fatalidad ni el miedo a la resignación – se había disipado la polvoreda: había salido el sol y el abandono de Región se hizo más patente: sopló un aire caliente como el aliento senil de aquel viejo y lanudo numa, armado de una carabina, que en lo sucesivo guardará el bosque, velando noche y día por toda la extensión de la finca, disparando con infalible puntería cada vez que unos pasos en la hojaresca o los supiros de una alma cansada, roben la tranquilidad del lugar.
J Benet
cuadro: Salvador Dalì

jueves, 8 de noviembre de 2012

Jesus Lizano, las personas curvas

Mi madre decía: a mí me gustan las personas rectas

A mí me gustan las personas curvas,


las ideas curvas,
los caminos curvos,
porque el mundo es curvo
y la tierra es curva
y el movimiento es curvo;
y me gustan las curvas
y los pechos curvos
y los culos curvos,
los sentimientos curvos;
la ebriedad: es curva;
las palabras curvas:
el amor es curvo;
¡el vientre es curvo!;
lo diverso es curvo.

A mí me gustan los mundos curvos;

el mar es curvo,
la risa es curva,
la alegría es curva,
el dolor es curvo;
las uvas: curvas;
las naranjas: curvas;
los labios: curvos;
y los sueños; curvos;
los paraísos, curvos
(no hay otros paraísos);
a mí me gusta la anarquía curva.
El día es curvo
y la noche es curva;
¡la aventura es curva!

Y no me gustan las personas rectas,

el mundo recto,
las ideas rectas;
a mí me gustan las manos curvas,
los poemas curvos,
las horas curvas:
¡contemplar es curvo!;
(en las que puedes contemplar las curvas
y conocer la tierra);
los instrumentos curvos,
no los cuchillos, no las leyes:
no me gustan las leyes porque son rectas,
no me gustan las cosas rectas;
los suspiros: curvos;
los besos: curvos;
las caricias: curvas.

Y la paciencia es curva.


El pan es curvo

y la metralla recta.

No me gustan las cosas rectas

ni la línea recta:
se pierden
todas las líneas rectas;
no me gusta la muerte porque es recta,
es la cosa más recta, lo escondido
detrás de las cosas rectas;
ni los maestros rectos
ni las maestras rectas:
a mí me gustan los maestros curvos,
las maestras curvas.
No los dioses rectos:
¡libérennos los dioses curvos de los dioses rectos!

El baño es curvo,

la verdad es curva,
yo no resisto las verdades rectas.
Vivir es curvo,
la poesía es curva,
el corazón es curvo.
A mí me gustan las personas curvas
y huyo, es la peste, de las personas rectas.
Jesus Lizano  
cuadro: G Klimt

Led Zeppelin,


Frank Kafka, el puente

Yo era rígido y frío, yo estaba tendido sobre un precipicio; yo era un puente. En un extremo estaban las puntas de los pies; al otro, las manos, aferradas; en el cieno quebradizo clavé los dientes, afirmándome. Los faldones de mi chaqueta flameaban a mis costados. En la profundidad rumoreaba el helado arroyo de las truchas. Ningún turista se animaba hasta estas alturas intransitables, el puente no figuraba aún en ningún mapa. Así yo yacía y esperaba; debía esperar. Todo puente que se haya construido alguna vez, puede dejar de ser puente sin derrumbarse.
Fue una vez hacia el atardecer -no sé si el primero y el milésimo-, mis pensamientos siempre estaban confusos, giraban siempre en redondo; hacia ese atardecer de verano; cuando el arroyo murmuraba oscuramente, escuché el paso de un hombre. A mí, a mí. Estírate puente, ponte en estado, viga sin barandales, sostén al que te ha sido confiado. Nivela imperceptiblemente la inseguridad de su paso; si se tambalea, date a conocer y, como un dios de la montaña, ponlo en tierra firme.

Llegó y me golpeteó con la punta metálica de su bastón, luego alzó con ella los faldones de mi casaca y los acomodó sobre mi. La punta del bastón hurgó entre mis cabellos enmarañados y la mantuvo un largo rato ahí, mientras miraba probablemente con ojos salvajes a su alrededor. Fue entonces -yo soñaba tras él sobre montañas y valles- que saltó, cayendo con ambos pies en mitad de mi cuerpo. Me estremecí en medio de un salvaje dolor, ignorante de lo que pasaba. ¿Quién era? ¿Un niño? ¿Un sueño? ¿Un salteador de caminos? ¿Un suicida? ¿Un tentador? ¿Un destructor? Me volví para poder verlo. ¡El puente se da vuelta! No había terminado de volverme, cuando ya me precipitaba, me precipitaba y ya estaba desgarrado y ensartado en los puntiagudos guijarros que siempre me habían mirado tan apaciblemente desde el agua veloz.

Fernando Pessoa, todas las cartas de amor son ridìculas

Todas las cartas de amor son
ridículas.

No serían cartas de amor si no fuesen
ridículas.

También escribí en mi tiempo cartas de amor,
como las demás,
ridículas.

Las cartas de amor, si hay amor,
tienen que ser
ridículas.

Pero, al fin y al cabo,
sólo las criaturas que nunca escribieron cartas de amor
sí que son
ridículas.

Quién me diera el tiempo en que escribía
sin darme cuenta
cartas de amor
ridículas.

La verdad es que hoy mis recuerdos
de esas cartas de amor
sí que son
ridículos.

(Todas las palabras esdrújulas,
como los sentimientos esdrújulos,
son naturalmente
ridículas).

miércoles, 7 de noviembre de 2012

Crucis, los delirios del mariscal ( si, otra vez)


Octavio Paz, las palabras

Dales la vuelta,
cógelas del rabo (chillen, putas),
azótalas,

dales azúcar en la boca a las rejegas,
ínflalas, globos, pínchalas,
sórbeles sangre y tuétanos,
sécalas,
cápalas,
písalas, gallo galante,
tuérceles el gaznate, cocinero,
desplúmalas,
destrípalas, toro,
buey, arrástralas,
hazlas, poeta,
haz que se traguen todas sus palabras.
Octavio Paz

Leonardo Favio,Nazareno Cruz y el lobo (completa)

Luis Martin Santos, tiempo de silencio

Nacer, crecer, bailar una vez en la fiesta del pueblo delante de la procesión del Corpus con el moño alto, porque era buena bailarina y se decidió, que sí, que a pesar de todo, a pesar de estar determinada al dolor y a la miseria por su origen, ella debía bailar ante el palio en la procesión del Corpus, en la que el orgullo de la custodia a todos los campesinos de la plana toledana salva, hundirse después, hundirse hacia la tierra, rodear el airoso talle (que la hizo elegir para la fiesta) de tierra asimilada, comida, enterrarse en grasa pobre, ser redonda, caminar a lo ancho del mundo envuelta en esa redondez que el destino otorga a las mujeres que como ella han sido entregadas a la miseria que no mata, huir delante de un ejercito llegado de no se sabe dónde, llegar a una ciudad caída de quién sabe qué estrella, rodear la ciudad, formar parte de la tierra movediza que rodea la ciudad, la protege, la hace, la amamanta, la destruye, esperar y ahora gemir. 
 Luis Martin Santos 

Hugo Vera Miranda, Era màs alta que Gabriela Mistral

Con tacos altos era más alta que Gabriela Mistral. Tenía los ojos más azules que la divina. Se decía llamar Jennifer Brown. Su verdadero nombre era tan grotesco que merecía el olvido. La conoció en La Bohemia. Un lupanar de poca monta de un pueblo olvidado del sur. Había llegado de no sé dónde. De un lugar más cálido que el nuestro. Habían tomado tanto que al llegar a su habitación, lo único que recordaba, es que se había sacado su peluca rubia, sus ojos azules quedaron en un vasito en la mesita de noche y se había sacado los tacos. Había quedado normal como todas las mujeres después del intento. Al despertar le preguntó por un tajo que le atravesaba parte de su anatomía. Ella le contestó: cabrón, toda la noche me hablaste de mi tajo o es que ya no te recuerdas. Era bien poco lo que recordaba. Casi nada. Solo que era alta. Que tenía los ojos azules, que era rubia y que habían tomado toda la noche. Le dieron cinco años por matar a Belarmino Custodio Sánchez Aguinaga. Al salir de la cárcel se hizo llamar Katiuska.
Hugo Vera Miranda inmaculadadecepcion.blogspot.com.ar

martes, 6 de noviembre de 2012

Leonardo Favio, (bolsita de mis recuerdos)


Leonardo Favio, Lo que sè

Sé que “artista” es lo único que puedo escribir en el espacio de los formularios  donde se solicitan a uno tener profesión respetable.
Sé que muchos colegas dudan entre esa palabra y alguna que, con una ligera distorsión de la realidad, provea una estructura más sólida, como “cineasta”, “cantante”, “constructor  de edificios” o “actor”. Pero yo nunca fui actor: trabajé de actor, que es muy distinto, porque no sabia hacer otra cosa
Sé que me dediqué al cine porque en el cine  no se notan los errores ortográficos.
Sé que un artista es el que primero debe aceptar su profesión, y como tal debe asumir el reto que implica la mirada atónita de tantos burócratas. Al fin de cuentas, está el sastre que me hace el traje para que yo lo luzca y estoy yo que hago una película para que él la vea. Cada uno tiene un oficio en la vida Y yo he podido vivir con dignidad de uno hermoso.
Sé que está en  mis genes, que es agradable pasar por la vida sin haberle dado ganas de morir a nadie.
Sé que la video casetera es un artefacto maravilloso que revolucionó  el ámbito de los realizadores. Los chicos de ahora tienen la fortuna de poder ver las películas todas las veces que haga falta, rebobinar, y volver a ver las escenas que les interesan. En mi época, eso sólo era posible en largas sesiones en el cine de barrio, que alternábamos con el café de la esquina. Así vi  El ciudadano unas treinta veces.
Sé que cuando hice Crónica de un niño solo era un pibe de 21 años y nadie me daba bola
Todos se reían de mi película y anduve con la lata bajo el brazo cuatro años para que la vieran. Tuve que encontrar un loco como yo para que me produjera: estaba en Mendoza y él llegó con un auto y dos chicas. Yo le vi la cara de productor y me acerqué. Era Luis  De Stéfano. Tuve mucha suerte. En ese sentido, Dios fue muy bueno conmigo.
Sé que nadie quiere hacer mal cine o una película mediocre: todos queremos empatar con Orson Welles. El que no logra algo que valga la pena, no es porque no lo haya querido, sino por que no le dieron las alas Por eso soy enemigo de una critica a mis colegas.
Sé que su veo una película y no me gusta, prefiero mentir y decir que no la vi antes que hablar mal en cinco minutos del trabajo de un tipo que estuvo dos años elaborando algo. Mal puedo yo juzgarlos, por que soy consciente del trabajo que eso significó, golpeando puertas, chupando medias, sufriendo humillaciones.
Sé que su algo me gusta, sí, lo grito a los cuatro vientos. Por ejemplo, Pizza, birra faso, es una de las obras más bellas que he visto en los últimos tiempos. Cuando la vi, sentí una ligera envidia: me gustaria haberla filmado yo.
Sé  a ciencia cierta que tenes que tener mucho de suicida para meterte en el cine. Es un camino muy doloroso si se lo hace con pasión. Cubrir los costos, lidiar con gente que no entiende nada, es muy desgastante. Por lo menos para mí. Y los críticos tienen mucho que ver con ese malestar. Olvidan que solo hacemos películas, que no queremos lastimar a nadie.
Sé que nunca voy a olvidar la critica de un inescrupuloso que señalaba que era un absurdo que un tipo del campo usara jeans en Nazareno Cruz y el lobo. Evidentemente, este buen hombre nunca fue al campo. Y, además, ¡mucho mas absurdo era que el gaucho se convirtiera en lobo!.
Sé, o intuyo, que la belleza que debemos perseguir se parece bastante a la que se da en el cine iraní. Hace mucho propongo, que en lugar de contaminarnos con el cine norteamericano que te golpea la retina con una explosión, intentemos un cambio al estilo iraní, que te golpea el corazón con cosas del corazón. Yo quisiera que se trabajen más las atmósferas, los climas, las cosas simples.
Sé que tengo mucha esperanza en los jóvenes, pero me gustaría que además de estar tanto tiempo en las universidades, visitaran la vida, salieran a pasear por las calles perdidas de Buenos Aires. Veo como que la gente vive en el contrafrente , y lo que hace falta, a mi entender, es salir un poco al bacón.
Sé que hay que sentarse por lo menos una vez en la vida en la sala de espera de un hospital.
Sé que hay que enamorarse de la gente con desparpajo.
Sé que no tengo mas ganas de vivir prisionero de datos y de fechas. Cuando filmaba Perón, sinfonía de un sentimiento, no solo me equivoque y puse en el balcón del 45 a un diputado del 73, sino que lo mate a Perón un año antes. Después de seis años de trabajo estaba confundidísimo. De casualidad una persona se dio cuenta.
Sé que después, cuando nos metimos con Soriano en un proyecto para hacer un documental sobre el Che Guevara, me embalé, lo embalé a él, me desinflé y me dio vergüenza llamarlo de puro miedo de que mandara al carajo. Ahora sé que ese proyecto fue más bien un pretexto para que charláramos un rato.
Sé que si me quieren juzgar por mi cancionero, no pueden compararme con Wagner. Ni siquiera con León Gieco. Porque mi canción apunta a lo más sencillo.
No pretendo que tiemble Neruda, sin simples canciones. Sé que soy un compositor de vuelo rasante.
Y creo que Dios es un exagerado.
Leonardo Favio
 este texto fue publicado en el diario Pàgina 12 hace muchos años, no tengo la fecha precisa
(

domingo, 4 de noviembre de 2012

Robert Plant , nave de los locos


Robert Plant : Lo que sè

Después de todo este tiempo, he descubierto que lo que hago es sorprenderme a mí mismo.
Todo lo que comienza como un momento de pasión explosiva puede terminar como un cabaret, veinticinco o treinta años más tarde.
La diferencia entre la gente que toma un camino u otro es cuatro o cinco pulgadas de más en la cintura.
Siempre estoy aprendiendo. Es fundamental que me mantenga al día, sin perderme en la tierra traidora del cliché y los premios a la trayectoria.
No se supone que continúe haciendo lo que hago para siempre. Pero sería maravilloso que así fuese.
No puedo juzgar a los demás. Yo sólo tengo suerte porque mis chicos ya están grandes y ahora no me necesitan tanto. Por eso puedo disfrutar este maravilloso mundo de la música.
Ser un cantante es algo muy unidimensional, podés perderte en tu propio tedio y repetición.
Con Led Zeppelin nunca fuimos una banda de medio pelo, siempre fuimos realmente temibles.
Conozco bandas que no han editado un disco en décadas y están tocando para 20 mil personas por noche. Pero ése no es el logro, sino poder seguir sorprendiéndote. La cola nunca debe mover al perro.
Si sos un cantante, nunca podés decir dónde termina el camino, porque el trabajo nunca está hecho. Una vez que lo tenés, no te podés sentar encima. Tengo que probar y cambiar el paisaje. Tengo que encontrar un nuevo lugar, perderme ahí y encontrarme otra vez. Soy un hombre mayor ahora, así que eso es aún más importante.
Cada vez que tuve que despedirme de algún amor, siempre me aseguré de que mi colección de discos estuviese a salvo en el baúl de mi auto. A veces las despedidas fueron demasiado apresuradas, así que no era posible mantener el orden alfabético. Pero siempre me fui con mis discos. Eso siempre fue algo esencial.
Ahora estoy tocando mucho la guitarra acústica, algo que no me atrevía a hacer en los ’70. No podía mirar una guitarra sin palidecer porque estaba junto a uno de los más espectaculares guitarristas de fines del siglo veinte.
Todo el mundo me ha dado consejos. Todos tienen algo para decirte. La mayoría de la gente me ha aconsejado hacer las cosas más obvias en lo que respecta a mi carrera. Cosas que me hubiesen empujado al abismo.
Tengo cinco nietos y se maravillan ante mi locura. Pienso que debo haberles contado buenos cuentos antes de hacerlos dormir. Hoy puedo poner a la gente a dormir durante un viaje de 24 horas en un micro. No es lo que solía hacer antes, pero son otros tiempos. Y todo el mundo conoce las viejas historias. A esta altura, algunas son fábulas.
No sé cómo hice para mantener mi pelo en su lugar. He tenido mucha suerte. Mi madre era una gitana, tenía mucha sangre negra y su pelo era muy muy grueso. No podías pasarle un peine. Así que he sido muy afortunado. Y cada vez que quiero cortármelo, los peluqueros se niegan a hacerlo.
Cada vez que dudo sobre cortarme o no el pelo, escucho una canción de David Crosby. Se llama “Casi me corté el pelo” y dice no me voy a rendir/ voy a dejar que mi bandera de freak flamee libre. Cada vez que camino por un aeropuerto junto a mis amigos me enorgullezco de no habérmelo cortado, de que siga largo. Todavía siento un vínculo con todo aquel tiempo y esa época. Así que no soy un viejo hippie triste... Soy un viejo hippie alegre, supongo.
Si hoy me encontrase con el joven que fui cuando tenía 25 años, mi consejo sería no te juzgues demasiado severamente. Y tomá todos los riesgos que puedas, tenés que atreverte a buscar aventuras con tu voz. Porque querés ser sólo un cantante y eso no es suficiente.

esta nota fue tomada del diario pàgina 12 el domingo 28 de octubre de 2012

Joan Fuster, efecto cadera

Nuestra abuela se rompió una cadera al caerse, eso es lo que creíamos nosotros, pero llegó el médico y dijo que había sucedido justamente lo contrario: se había caído al rompérsele una cadera. Las relaciones causa?efecto son engañosas. Basta cambiar el orden de los hechos para que la realidad se ponga patas arriba. Mi abuela estaba de pie, frente a su tocador. Entonces, el peso de su cuerpo quebró un hueso y la pobre fue a parar al suelo. Ahora bien, si uno se encuentra a su abuela en el suelo, con la cadera rota, lo único que piensa es que la caída ha sido la causante de la rotura y no al revés.Seguramente, la vida diaria está llena de pequeños acontecimientos cuyos efectos se confunden con sus causas. El médico nos explicó que los ancianos tienen la cadera de cristal, de modo que no es raro que se les rompa por el simple hecho de permanecer de pie. Lo de la cadera de cristal me llamó la atención. Mi abuela se había ido convirtiendo en una anciana translúcida. Yo la había comparado muchas veces con un conjunto de varillas de vidrio. Daba miedo trasladarla de la cama al sofá, por si se "rompía". Nunca pensé que lo de "romperse" fuera algo más que una imagen.Y se murió a causa de la rotura, si el médico no dice lo contrario. Cuando volvíamos de enterrarla, pensé que me había dado la mejor lección de filosofía de mi vida. A partir de la cadera de mi abuela me acostumbré a ponerlo todo en cuestión. ¿Estaba triste porque me había abandonado mi mujer o mi mujer me había abandonado porque estaba triste? El "efecto cadera" guarda alguna relación con el "círculo vicioso", pero son cosas diferentes. Lo importante del efecto cadera es que comporta un error de percepción: una ilusión óptica. Las cosas suceden en el orden contrario al que tú las aprecias.Los seres humanos estamos acostumbrados a que las cosas ocurran unas después de otras. Toda nuestra cultura está montada sobre esa idea que se va al carajo cuando a tu abuela se le rompe una cadera y va a dar al suelo con sus huesos. Ese día, como si dijéramos, pierdes la inocencia. Empiezas a dudar de todo. ¿Y si las cosas no sucedieran unas detrás de otras o no al menos en el orden que nos dicen? Un día, en el colegio, me preguntaron el alfabeto y lo recité al revés porque tenía una suerte de dislexia que me obligaba a estudiar de atrás hacia delante. No me comí una sola letra, pero el profesor me puso un cero por introducir en la clase una cantidad de desorden que él consideró excesiva. La educación no sólo consiste en aprender cosas, sino en colocarlas en fila. Primero las más altas y después las más bajas, o al revés. Yo, pese a mi dislexia incipiente, habría sido un tipo normal de no ser por la cadera de mi abuela, que me convirtió en un individuo desconfiado. Que en paz descanse.

Roberto Juarroz, dibujaba ventanas

Dibujaba ventanas en todas partes.
En los muros demasiado altos,
en los muros demasiado bajos, e
en las paredes obtusas, en los rincones,
en el aire y hasta en los techos.
Dibujaba ventanas como si dibujara pájaros.
En el piso, en las noches,
en las miradas palpablemente sordas,
en los alrededores de la muerte,
en las tumbas, en los árboles.
Dibujaba ventanas hasta en las puertas.
Pero nunca dibujó una puerta.
No quería entrar ni salir.
Sabía que no se puede.
Solamente quería ver: ver.
Dibujaba ventanas.
En todas partes.

Roberto Juarroz  
cuadro E  Hopper