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martes, 31 de diciembre de 2013

Maria Bethania, samba de la bendiciòn




creo que es una de las bendiciones màs lindas que existen, la de Vinicius de Moraes, me gusta terminar el año siempre con esta canciòn llena de esperanzas

feliz año!!!
Marìa

Jorge Boccanera, ilusiòn

Está dormida, sueña, sus párpados esconden un

            aplauso cerrado, un puñal de hojalata, un
            castillo de mimbre.
Seguro que en su sueño alguien está soplando un
            almohadón de plumas y ella viaja y visita.
Los 33 Billares o El Blanquita
(Hoy: Los Imperio, Ana Libia, Los Tres Ases,
Paco Miller y su muñeco don Roque),
y trae una botella en cada mano.

-Ahora está soñando. ¿Con quién sueña? ¿Lo
            sabes?
-Nadie lo sabe.
-Sueña contigo. Y si dejara de soñar, ¿qué sería
            de tí?
-No lo sé.
-Desaparecerías. Eres una figura de su sueño. Si
            se despertara ese Rey te apagarías como
            una vela.


Pero ella está borracha y lo que sueña es tan
            vertiginoso que no puedo seguirla.
Habrá que adivinar, mis ojos fijos en su cuerpo
            que se estremece,
                          se sacude,
que respinga,
                          que tiembla,
como una telaraña en la cuna vacía.


 Jorge Boccanera

The Beatles, ( algo...)




no hay manera mejor de terminar un año que escuchar a los Beatles

Roberto Juarroz, poesìa vertical

Hay palabras que no decimos
y que ponemos sin decirlas en las cosas.
Y las cosas las guardan,
y un día nos contestan con ellas
y nos salvan el mundo,
como un amor secreto
en cuyos dos extremos
hay una sola entrada.
¿No habrá alguna palabra
de esas que no decimos
que hayamos colocado
sin querer en la nada? 
Roberto Juarroz

Pedro Mairal, Salvatierra ( fragmento )



 Una vez que el rollo quedaba en el suelo, lo desplegábamos y Luis iba fotografiando
fragmentos. Su idea era enviar las imágenes con una carta para insistir a la provincia con un subsidio o, si no recibíamos una respuesta, pedir apoyo a alguna fundación o museo que estuvieran interesados en solventar un proyecto de exposición.
Exponer la tela entera en un solo lugar hubiese sido imposible. Pensamos que tal vez se podría exponer por segmentos. Dos secuencias habían sido expuestas en Buenos Aires en los años sesenta, durante muy poco tiempo, pero Salvatierra no había querido estar presente. Siempre se había sentido sapo de otro pozo, figurativo entre no figurativos, provinciano entre porteños, hacedor entre teóricos. Además, ésos eran tiempos de instalaciones y happenings; estéticas lejanas a Salvatierra. Otra vez, su amigo el doctor Dávila llevó un fragmento a una bienal del arte en Paraná, luego de acordar con mi padre que, si su obra ganaba, compartirían el dinero del premio. Y ganó. Fuimos todos a la ceremonia. Salvatierra se sintió muy incómodo y nunca volvió a exponer. No le interesaba y, además, interrumpía su trabajo diario. No necesitaba el reconocimiento, no sabía cómo lidiar con eso, le parecía algo ajeno a su tarea.
Yo creo que él concebía su tela como algo demasiado personal, como un diario mínimo, como una autobiografía ilustrada. Quizá debido a su mudez, Salvatierra necesitaba narrarse a sí mismo. Contarse su propia experiencia en un mural cotidiano. Estaba contento con pintar su vida; no necesitaba mostrarla. Vivir su vida, para él, era pintarla. "

  Pedro Mairal

lunes, 30 de diciembre de 2013

Alberto Muñoz, los dìas perdidos

Al mirar una locomotora vemos una máquina Singer
al mirar una Singer vemos la rueda de hierro la rueca
al burro girando alrededor del molino levantando agua.
al ver el agua vemos el aljibe con su roldana giratoria
al ver el giro de la roldana escuchamos el canto del óxido
al escuchar cantar tocamos el hombro de la amada
tocamos la curva del pez tocamos la seda.

Al tocar el hombro vemos el hilo de las despedidas
al escuchar el adiós oímos el golpe del viento en las velas
al ver la nave escuchamos la tierra girar en su canto de óxido.
Al oír el giro de la tierra movemos un asno alrededor del molino
al mirar el aspa levantamos el agua y oímos las velas
al oír la nave tocamos el hombro de los peces
tocamos la curva del tren tocamos la seda.


Alberto Muñoz

Luis A Spinetta, ( ella tambièn )


Hugo Vera Miranda, Comodoro Rivadavia

Me llama mi madre y me dice que mi hermano se fue. Le dije: lo siento. En tres segundos
repasé la vida de mi hermano. Una vida inasumible para cualquier ser humano. La tiranía agradable de una madre absorbente y despótica. Misa los domingos y fiestas de guardar. Mi hermano girando alrededor de su madre, de mi madre. Encontré bien que se haya marchado. Me alegré. Por fin. Hará su vida por ahí. Podrá conocer aquellas cosas necesarias. El frío, el viento, el desengaño y las catedrales. Podrá embarcarse y llegar a un Nuevo Mundo. Ver a su equipo de River Plate en el mismísimo Monumental. Disfrutar de la vuelta a primera. Podrá llorar libremente. Follar libremente. Y reír y cantar. Hacer aquellas cosas que no hizo en todos esos años. Posiblemente escribir o dedicarse al ajedrez que amaba. Fuera de casa, lejos de mi madre, todo el esplendor lo esperaba. La vida con sus trazos de ambigua dicha y también una barca desecha en medio de la tempestad. ¡Pero qué importaba! se había ido y mi madre se lamentaba por ello. ¡Que se joda!

Luego, inmediatamente, todo cambió. Me dijo que se había ido. Que se había muerto. Y toda una montaña sobre mi cabeza. Me dijo que lo habían sepultado aquel día. Dijo que fue de repente y que no había sufrido. Que había elegido un ataúd bonito y caro. Que en aquel momento estaría en el cielo junto a sus perros que adoraba. Que no viajara. Que todo estará bien. Que no me preocupara. Que lo peor había pasado. Que ella se encargará de todo. Que me quede tranquilo. Que me amaba.

Fue así como emprendí el viaje. Sin avisarle. El viaje a Comodoro Rivadavia. 1000 kilómetros de pampa de vértigo. Cada cientos de kilómetros un pueblo, una ciudad perdida entre la bruma. Ni una flor, nada. Pampa y pampa y cada tanto un pueblo, una ciudad hasta llegar a Comodoro Rivadavia. Me dirijo a la casa de mi madre subiendo la calle San Martín. Inmediatamente me entero que el peatón nunca tiene la pasada. Un tipo a bordo de un bólido me lo hace saber: fijate por dónde caminás grandísimo hijo de puta. Llego a casa de mi madre y toco el candado de la verja. Nada. Nadie responde. Varias veces toco el candado de la verja y nadie responde. Realizo un cálculo matemático. Salto la verja. Toco la puerta y nadie responde. Toco y toco la puerta y nadie responde. Veo luz en la cocina. Toco la ventana de la cocina. Nadie responde. Toco más fuerte. Nadie responde. Luego más fuerte y se prenden algunas luces de vecinos. Luego aún más fuerte y escucho la voz de mi madre:

- ¿Quién es?
- Yo.
- ¿Quién?
 - Hugo
- ¿Qué Hugo?
-  Nano, tu hijo.
- ¿No sabés acaso que nadie puede saltar la verja?

Hugo Vera Miranda:  http://inmaculadadecepcion.blogspot.com.ar/

Hugo Rivella

Hay mediodías que parecen puñales,
Voces que se sueltan como monedas en un tarro.
Abstracciones.
Hay colores que pintan el paisaje con miedos,
con palabras que duelen como heridas antiguas
y yo
me confieso ante el hombre en el nombre del Hombre,
del pecador, del ruín, del tratante de blancas,
del traidor.
Me confieso en el nombre del Odio.
En el nombre de los bajos instintos.
En el nombre de los desposeídos.
En el nombre de los que traicionan a sus mujeres y a sus amantes
y a sus hijos.
Me confieso en el nombre de los Derrotados. En el nombre de los
Caídos del Alma.
En el nombre de los Arrastrados.
Los otros. Los puros. Los elegidos. Ellos están a salvo
de la temporalidad
mientras tanto
existen mediodías que parecen puñales
y piernas como alambres que sostienen efigies de barro.

 Hugo Rivella

domingo, 29 de diciembre de 2013

Dario Sztajnszrajber, ( mentira la verdad: la amistad)


Hamlet Lima Quintana

Que no te falte tiempo
para comer con los amigos
partir el pan,
reconocerse en las miradas.
Deseo que la noche
se te transforme en música
y la mesa en un largo
sonido de campanas.
Que nada te desvíe,
que nada te disturbe
que siempre tengas algo
de hoy para mañana
y que lo sepas dar
para regar las planta
para cortar la leña,
para encender el fuego,
para ganar la lucha,
para que tengas paz.
Que es la grave tarea
que me he impuesto
esta noche
hermano mío. 



Hamlet Lima Quintana

sábado, 28 de diciembre de 2013

Jorge Drexler ( en otro carnaval )


Llego Diciembre



Llego diciembre, veloz como los  gatos  de mi barrio. En un abrir y cerrar nos dejo  màs viejos, menos atentos, con cuentas pendientes y promesas falsas. El inventario nuevamente diò  en rojo.

Corrimos en vano  por alcanzar  lo que no valía la pena. No nos detuvimos ante lo importante. No nos permitimos que la vida nos sorprenda, que suceda lo que no esta planeado;  ( el milagro de lo inesperado, lo que podía  acontecer sin  nuestro permiso, paso invisible,  no lo vimos).  Cuando se alteraron los planes insultamos.  No vimos el cielo.

Rellenamos con cemento el espacio vacío, compramos un aire acondicionado, echamos a los pájaros.  La poesía  no nos  rozo, sólo atinamos a movernos cuando una mano toco nuestra billetera.
Miramos nuestro ombligo, la muerte por TV,  alimentamos el morbo  y permanecimos inmóviles cuando  intoxicaban el agua y la comida.

Apostamos a un amor Light y rápido como las sopas instantáneas. Jamás miramos de cerca, Jamás pusimos el cuerpo. Jamás nos dolió lo que tenía que  doler, jamás desplegamos  las alas. Estuvimos en nuestras cosas, en el invernadero de nuestro metro cuadrado. No supimos el nombre del vecino, del compañero. No abrimos la puerta cuando oímos un ruido, omitimos  meses en nuestra biografía.

Nos sentimos cerca de Dios pero  denunciamos a quienes durmieron en nuestra vereda, descalzos y sin dientes. Otra vez repetimos como grabadoras  lo que dijo la TV. Nos sentimos seguros comprando siete llaves y esclavizándonos  con màs  pertenencias. Creímos que nos salvamos al cruzar el umbral... Pedimos pena de muerte, pensamos comprarnos un arma, aprender a disparar, nos cegamos ante la injusticia. 

Tal vez enero nos encuentre insomnes, desvelados de preguntas. Tal vez el próximo carnaval nos mojemos. Ojalà el próximo invierno regalemos la frazada demás a quién la necesita. Tal vez en septiembre,  tengamos saldadas las deudas de besos. Tal vez llamemos antes de lo pensado. Tal vez nos juntemos a celebrar por que sì ( siempre hay motivo) .  Ojalà que el año que viene, vivamos: riamos las risas atrasadas, abracemos, sembremos afectos   , y no nos olvidemos que la única salida es,  la que atravesamos juntos.

viernes, 27 de diciembre de 2013

Gabriel Garcia Marquez

Debemos arrojar a los oceanos del tiempo una botella de náufragos siderales, para que el universo sepa de nosotros lo que no han de contar las cucarachas que nos sobrevivirán: que aqui existió un mundo donde prevalació el sufrimiento y la injusticia, pero donde conocimos el amor y donde fuimos capaces de imaginar la felicidad"

Gabriel Garcia Marquez 

Eels,


Jorge Luis Borges, las cosas

El bastón, las monedas, el llavero,
la dócil cerradura, las tardías
notas que no leerán los pocos días
que me quedan, los naipes y el tablero,

un libro y en sus páginas la ajada
violeta, monumento de una tarde
sin duda inolvidable y ya olvidada,
el rojo espejo occidental en que arde

una ilusoria aurora. ¡Cuántas cosas,
láminas, umbrales, atlas, copas, clavos,
nos sirven como tácitos esclavos,

ciegas y extrañamente sigilosas!
Durarán más allá de nuestro olvido;
no sabrán nunca que nos hemos ido.




  Jorge Luis Borges

El cuarteto de Nos, Que vida ingrata

Acá me ven en este engrudo
Donde solo hay lugar para el mas rudo
Te ensartan con la ley del embudo:
"Lo ancho para ellos y lo angosto para uno"

En la tele un tipo se queja que el mundo es hostil
Y que va a una misión de paz con un fusil
Porque gana cuatro pesos de albañil
Mientras el perro de la diva del programa gana mil
Y no parecía mentir

El que busca y no encuentra se enloquece
Y el que no está perdido siempre tiene GPS
No hay como manejar esta dislexia
Dios le da pan a los que tienen anorexia

Querés amor y el otro quiere un touch and go
La suerte te dice goodbye cuando le decís hello
Parece un reality show
Más oscuro que un relato de Allan Poe
No le hago mas ningún favor

Que vida ingrata, todo lo que ato el destino lo desata
Que vida ingrata, que te pega por atrás
Que vida ingrata, cuando voy ganando en la hora me empata
Que vida ingrata, siempre te quita lo que da

Apenas brillás y te encandila tu brillo
Envejecen las manos pero no los anillos
Que regla injusta!
Quien te gusta no te quiere y quien te quiere no te gusta

Morís de frío mientras otros van al sauna
Tu novio te dejó después que le curaste el trauma
Te pegan el zarpazo cuando estás de rodillas
La vida no te sonríe ni aunque le hagas cosquillas
Y todo tiene a empeorar

Que vida ingrata, sacás la lotería el día que estirás la pata
Que vida ingrata, que te pega por atrás
Que vida ingrata, te queda solo un tiro y te sale por la culata
Que vida ingrata, siempre te quita lo que da

Y me ataca esa amnesia si algo bueno hay que rememorar
Siempre los malos recuerdos son los que perduran mas
Y ya no hay compasión, si no quiero hay de a dos
Y cuando justo necesito, de seguro se acabó

Que vida ingrata!
Que vida ingrata!
Que vida ingrata! siempre te quita lo que da

Que vida ingrata, todo lo que ato el destino lo desata
Que vida ingrata, que te pega por atrás
Que vida ingrata, cuando voy ganando en la hora me empata
Que vida ingrata, siempre te quita lo que da

martes, 24 de diciembre de 2013

The Verve ( pero soy un millòn de diferentes personas)


Pedro Mairal, Ligazòn


 

Ella desnuda y yo desnudo
y no hay mucho más que me importe.
Las cosas caen al suelo
como habiendo estado siempre en ese sitio,
así caigo yo en ella.

Ella apunta sus rodillas
hacia dos constelaciones
y es entonces la pelviana letanía,
la ligazón oscura con la tierra

Pedro Maira

Charles Bukowski

Hay un pájaro azul en mi corazón que quiere salir pero soy duro con él, le digo quédate ahí dentro, no voy a dejar que nadie te vea. hay un pájaro azul en mi corazón que quiere salir pero vierto whisky en él y humo de cigarrillos y las putas y los camareros y los dependientes de drogas nunca saben que está ahí. hay un pájaro azul en mi corazón que quiere salir pero soy duro con él, le digo quédate ahí abajo, ¿quieres hacerme un lío? quieres arruinar las obras? quiere arruinar las ventas de mis libros en Europa? hay un pájaro azul en mi corazón que quiere salir pero soy demasiado listo, sólo le dejo salir a veces por la noche cuando todo el mundo duerme. Digo, sé que estás allí, así que no estes triste. Luego lo meto de nuevo, pero el sigue cantando un poco de mas, no lo dejo morir y dormimos juntos, con nuestro pacto secreto y es lo suficientemente bueno para hacer llorar a un hombre, pero yo no lloro...Tu si?
Charles Bukowski

lunes, 23 de diciembre de 2013

Jorge Drexler, ( ...un mismo vuelo )


Julio Cortàzar, los amantes


¿Quién los ve andar por la ciudad

si todos están ciegos ?
Ellos se toman de la mano: algo habla
entre sus dedos, lenguas dulces
lamen la húmeda palma, corren por las falanges,
y arriba está la noche llena de ojos.

Son los amantes, su isla flota a la deriva
hacia muertes de césped, hacia puertos
que se abren entre sábanas.
Todo se desordena a través de ellos,
todo encuentra su cifra escamoteada;


pero ellos ni siquiera saben
que mientras ruedan en su amarga arena
hay una pausa en la obra de la nada,
el tigre es un jardín que juega.

Amanece en los carros de basura,
empiezan a salir los ciegos,
el ministerio abre sus puertas.
Los amantes rendidos se miran y se tocan
una vez más antes de oler el día.

Ya están vestidos, ya se van por la calle.
Y es sólo entonces
cuando están muertos, cuando están vestidos,
que la ciudad los recupera hipócrita
y les impone los deberes cotidianos.

Hernan Caciari, Cucarachas con termòmetro

Dos veces a la semana suena el teléfono en casa, o el timbre, y del otro lado aparece un encuestador. NO. Saben minimizar las excusas y están por todas partes, mendigando quince minutos de nuestras vidas. Si un día la Tierra padeciera un conflicto químico que aniquilase todo —plantas, animales, gente— seguirían sonando los teléfonos por la mañana. El encuestador es la nueva cucaracha del mundo.
Cada vez hay más y se presentan mejor preparados. Con el tiempo, han aprendido a ser inmunes al
Quieren saber qué periódicos leemos, qué champú usamos, a qué partido político respondemos; quieren saber si hacemos deporte y, en caso afirmativo, cuál o cuáles. Desean conocer si hay niños en casa y cuántos, si tenemos televisión por cable, cuál es la última publicidad que podemos recordar. Si fuimos o somos infieles.
Más tarde los periódicos nos informan sobre los resultados de estos estudios. Es decir, la prensa nos comunica cómo somos.
Nos dicen los diarios, por ejemplo (y escojo titulares reales de este mes) que cada vez más adolescentes consumen tranquilizantes, que los chilenos piensan que las Cataratas son brasileñas, que los italianos son fogosos y las francesas liberales, que los hombres hablan más de fútbol que de mujeres, y que tres de cada cuatro españoles se fue de putas este año.
Todos los días, en la prensa, en la radio y en los informativos de la tele, hay por lo menos una afirmación categórica generada por el método de la encuesta. A razón de trescientas afirmaciones por año, nos vamos enterando cuántas veces nos masturbamos en promedio, descubrimos que nuestras esposas ya son casi tan infieles como nosotros, y averiguamos un sinfín de cuestiones sobre nuestras costumbres. ¿Todas? No señor, todas menos una.
Hay un estudio sociológico que nunca nos fue revelado, que guardan bajo siete llaves, que esconden como un diamante. Los encuestadores poseen un dato sobre nosotros, un solo dato, que jamás publicarán ni darán a conocer a los medios de comunicación. Tras cartón, es el resultado más exacto que podrían conseguir sobre una costumbre humana, porque es la única pregunta que siempre hemos respondido todos. Absolutamente todos. La pregunta, con variantes de cortesía, es ésta:
—¿Me permite usted que le haga unas preguntas?
En esa disyuntiva no hay opción para el no sabe, ni tampoco para el no contesta. No hay dudas. No existe la posibilidad de la mentira ni de la excusa. En todos los casos, los miles de millones de humanos interceptados en el último año, en cualquier parte del mundo, por teléfono o en persona, hemos dicho o hemos dicho NO. Y los encuestadores conocen los porcentajes exactos de esta tendencia.
Pasa lo mismo con los móviles callejeros de la televisión. Los informativos le ponen el micrófono a las personas y les preguntan, por ejemplo, si el sueldo les alcanza, o si son felices. Pero no explican los informativos, ni siquiera en letra pequeña sobreimpresa, que la enorme mayoría de los consultados pasa de largo, que sólo hay una minúscula porción de la humanidad que adora ponerse frente a una cámara para responder cualquier cosa, ni tampoco informan que esa raza suele llamarse, técnicamente, los imbéciles.
Es increíble, y también fascinante, que casi nadie distinga esta verdad tan sencilla en el momento de creer o descreer lo que aseguran los medidores de las costumbres humanas.
Los encuestadores conocen, sin margen de error, un guarismo exacto sobre nuestro hábito de responder. De hecho, es el único resultado que poseen sobre nosotros como conjunto absoluto. Todos los demás estudios que publican hasta el hartazgo, día a día, están limitados al pequeño grupo de gente aburrida —o que justo esta tarde estaba drogada— que ha contestado a la primera pregunta. Y estos serán, como mucho, un 11% de la población mundial (estoy dejando propina).
Ya tenemos un dato revelador, entonces. Todo lo que sabemos sobre nuestras costumbres, fobias, manías y emergencias es el resultado de los hábitos de gente aburrida o que, justo esta tarde, estaba dispersa y con ganas de conversar. Anoten esto en sus cuadernos y sigamos adelante.
Fijémonos ahora cómo cambia un enunciado cuando le agregamos esta evidencia: "Los hombres drogados hablan más de fútbol que de mujeres". O cómo se modifica el sentido de este otro titular: "Las señoras que no tienen nada que hacer a la tarde son casi tan infieles como sus esposos aburridos". E incluso de éste: "Los adolescentes que se pasan veinte minutos contestando encuestas, en lugar de hacer algo mejor con su tarde, consumen cada vez más tranquilizantes".
¿Pero qué pasa con los demás, con los que contestan siempre NO a la invitación de ser acribillados con preguntas? Son el 90% de la población mundial y poco o nada sabemos sobre sus quehaceres.
¿Qué champú usan los que no tienen tiempo para contestar boludeces? ¿Son infieles los matrimonios que no conversan por teléfono con extraños? ¿Practican deporte habitualmente aquellos que prefieren esquivar un micrófono por la calle? ¿Qué opinión tienen los tímidos y los sensatos sobre el conflicto del campo en Argentina? ¿Utilizan videojuegos violentos los jóvenes que a la hora que suena el teléfono del encuestador están en la hemeroteca estudiando? Nadie, absolutamente nadie lo sabe. Porque la enorme mayoría de la gente está en sus cosas.
Hay, además, una segunda certeza brutal, que involucra a las minorías que responde siempre, una certeza que empaña incluso los resultados parciales del grupo. Es sabido que la gente aburrida y la gente que se droga a la tarde tiende a mentir; los primeros como escape a una realidad insípida, y los otros por dispersión y anacronismo. Con esto generamos una nueva evidencia: el 96% de los que responden a encuestas, miente; a veces queriendo y otras veces sin querer.
Conseguimos así un segundo dato revelador. Todo lo que sabemos sobre nosotros como sociedad es el resultado de compilar las mentiras que dicen los drogados y los aburridos. Apunten esto también en sus cuadernos.
Vivimos dos realidades. Por una parte sabemos quiénes somos en casa, y por la otra creemos intuir qué representamos como sociedad. Pero casi nunca reconocemos, ni en el hogar ni en la calle, que nos gobiernan unos parámetros que están dictados por el absurdo y la mala interpretación.
Yo, por ejemplo, uso champú Sedal. Lo hago porque su envase dice que es el champú más usado del mundo. Sospecho se ha llegado a esta conclusión haciendo una encuesta que solamente han respondido los aburridos y los drogados. Uso, entonces, el champú que dicen usar los que no tienen nada que hacer con sus vidas. Esto puede resultar inofensivo en algunos casos, puesto que a nadie se le cae el pelo con ningún champú. Pero otras veces, no sé, salimos a la calle con dos cacerolas, convencidos de que afuera están haciendo ruido los que son como nosotros.
Deberíamos tener más presente, y sin embargo olvidamos el dato con frecuencia, que el objetivo de las encuestas es idéntico al de un termómetro: hundirse en el recto de la sociedad para conocer la temperatura de nuestras emergencias y hábitos. Pero atención. Solamente unos pocos culos sucios se prestan a una vejación tan estúpida, y las cifras del termómetro, cuando emerge, suelen estar salpicadas de mierda.
 Hernan Caciari : http://editorialorsai.com/

Jeff Buckley, ( vino de lila)



Me perdí en una noche fría y húmeda
Me entregué a esa luz brumosa
Estaba hipnotizado por un extraño placer
Bajo un árbol de lila…

Hice vino del árbol de lila…
Puse mi corazón en su receta
Me hace ver lo que quiero ver
Ser lo que quiero ser

Cuando pienso más de lo que quiero pensar
Hago cosas que nunca debería haber hecho
Bebo mucho más de lo que debería beber
Por eso me hace regresar a ti

Vino de lila
Es dulce y embriagador
Como mi amor

Vino de lila
Me siento inestable
Como mi amor

Escúchame…
No puedo ver claro
¿No es ella viniendo hacia mi muy cerca de aquí?

Vino de lila…
Es dulce y embriagador
¿Dónde esta mi amor?

Vino de lila…
Me siento inestable
¿Dónde esta mi amor?

Escúchame, ¿Por qué todo es tan confuso?
¿No es ella, o tan solo me estoy volviendo loco, querida?

Vino tinto
Me siento poco preparado
Para mi amor
Me siento poco preparado

domingo, 22 de diciembre de 2013

Jaime Sabines , yo no sè de cierto

Yo no lo sé de cierto, pero supongo
que una mujer y un hombre
algún día se quieren,
se van quedando solos poco a poco,
algo en su corazón les dice que están solos,
solos sobre la tierra se penetran,
se van matando el uno al otro.

Todo se hace en silencio. Como
se hace la luz dentro del ojo.
El amor une cuerpos.
En silencio se van llenando el uno al otro.

Cualquier día despiertan, sobre brazos;
piensan entonces que lo saben todo.
Se ven desnudos y lo saben todo.

(Yo no lo sé de cierto. Lo supongo).


Jaime Sabines



Dario Sztajnszrajber , mentira la verdad ( lo humano)


Gustavo Cerati, Lisa


sábado, 21 de diciembre de 2013

Hugo Vera Miranda , Era el tiempo de curas, ángeles y fuego eterno


M i primera novia era hermosa. Era tan hermosa como todas las primeras novias. Mi primera novia era hermosa. Tenía 15 años. Yo también. Temblaba al verla. Yo le regalaba una flor. Ella me regalaba un beso. Tomados de la mano vagábamos por calles laterales. Hablábamos estupideces sin sentido. Nos reíamos. Yo era el amor de su vida. Ella era el amor de mi vida. Nos despedíamos en la esquina de su casa. Luego yo regresaba presuroso a la mía. Me masturbaba. Pensando en ella. Era el tiempo de curas, ángeles y fuego eterno. Toda esa mierda. Estando con ella era hermoso y doloroso. Hermoso por estar con ella. ¡Era el amor de mi vida! Doloroso porque tenía unas erecciones fenomenales que aún me duelen. En fin. Pasaron los años y ella ya es abuela. Su primer marido se suicidó y al segundo no sé qué le pasó. A veces la veo. En la cola del Supermercado. O en la fila para pagar la luz. Se hace la que no me ve. Me hago la que no la veo.

Hugo Vera Miranda

Indio Solari, ( te voy a buscar en la oscuridad)


Oliverio Girondo,

¿Me extravié en la fiebre?
¿Detrás de las sonrisas?
¿Entre los alfileres?
¿En la duda?
¿En el rezo?
...¿En medio de la herrumbre?
¿Asombrado a la angustia,
al engaño,
a lo verde?

No estaba junto al llanto,
junto a lo despiadado,
por encima del asco,
adherido a la ausencia,
mezclado a la ceniza,
al horror,
al delirio.

No estaba con mi sombra,
no estaba con mis gestos,
más allá de las normas,
más allá del misterio,
en el fondo del sueño,
del eco,
del olvido.

No estaba.
¡Estoy seguro!
No estaba.
Me he perdido.


Oliverio

Hernan Casciari, la culpa la tiene Dustin Hoffman

Sí. Yo escribía poesía en mi adolescencia. Sonetos y verso libre. Escribía muchísimos poemas de
diversa índole, y los escondía con habilidad para que mi papá no me pensara poco hombre. Siempre tuve mucho cuidado de que Roberto Casciari no sospechara, por eso hice rugby, básquet, tenis, voley y cualquier cosa con pelota, durante sacrificados años.
Pero igual, entre los torneos provinciales y los viajes a otros clubes bonaerenses, yo seguía escribiendo poesía. Y también miraba novelas en la tele: Rosa de Lejos, Los Ricos También Lloran, Herencia de Amor, Un Mundo de Veinte Asientos e incluso —ya más para este lado— Café Con Aroma de Mujer.
En mi casa había que cuidarse mucho de lo que veías, porque la ficción también era síntoma incontrastable de ser redondamente puto. En la tele, para ser hombre, había que ver fútbol, fórmula uno, básquet, tenis y turismo carretera. Mi mamá y mi hermana tenían derecho a las artes menores, pero no yo.
Una tarde de domingo, sin embargo, mi papá me descubrió en un descuido tan grande, que desde entonces dejé de escribir versos y la vergüenza me dura hasta hoy.
Jugaban Boca-Rácing, en directo por TyC Sport. Yo ya no era tan chico, ni siquiera vivía en Mercedes. Pero me gustaba ir los fines de semana a ver el fútbol. El partido empezaba a las 18:10. Mi papá tenía un campeonato de tenis en La Liga y llegaría muy sobre el partido. Invité a mi mejor amigo el Chiri a ver el clásico a casa, pero antes nos alquilamos "La Muerte de un Viajante"; la de Dustin Hoffman.
Hicimos las cuentas, y decidimos que la peli acabaría antes de que empezara el superclásico (y sobre todo antes de que llegara Roberto, que no debía vernos mirando cosas de mujeres). No teníamos en cuenta que la cinta era una versión para televisión, y duraba 130 minutos. ¡Ay, qué error!
El partido empezó puntual, y nosotros todavía estábamos en la escena en donde Willy Loman, ya viudo, hace el monólogo final frente a la tumba de su esposa. Para peor, Roberto Casciari venía a cien por hora en el auto, porque el Turco García había metido un gol en el minuto cuatro. Venía enloquecido, escuchándolo por radio a las puteadas (odia llegar tarde al fútbol), y deseoso de poder verlo junto a su hijo, su único vástago varón, su orgullo.
Cuando mi papá llegó a casa y entró al comedor, dando por hecho que nos encontraría al Chiri y a mí con dos cervezas en la mano, con cara de camioneros, mirando el partido a los gritos, encontró a dos pelotudos ya grandes llorando a moco tendido, en la semi penumbra, posiblemente abrazados, con los ojos en compota porque había muerto Linda Loman (Kate Reid, espectacular), y envueltos en una música tristísima, compuesta por Alex North, que invadía con ritmo amariconado toda la casa.
Se quedó seco Casciari, estaqueado abajo del marco de la puerta. No sé qué pensó. Nunca se lo pregunté. Creo que desde entonces nunca más hablamos, mi padre y yo. Le tembló un poco el labio, el de abajo:
—¿Qué haaacen? —dijo casi para sí, alargando la "a" como un lamento, como si le estuviesen dando una puñalada en el medio del árbol genealógico.
Nosotros, el Chiri y yo, llenos de vergüenza, pusimos rapidito TyC Sport y nos quedamos chito, con el clima asfixiante de Arthur Miller todavía retumbándonos en la cabeza y aplastándonos de tristeza el corazón, con las lágrimas que no podían dejar de brotar, viendo de repente en la tele a gente que se llamaba Borelli, Ortega Sánchez o Rúben Paz, corriendo como locos atrás de una pelotita.
(Cuando escribo este recuerdo, les juro, me tiemblan las manos y un sudor ominoso me recorre el cogote.)
Todos los años de haber escondido las poesías, de haber puesto cara de hombre frente al dolor, de haber ido a rugby los sábados por la mañana a que me pegaran patadas en la cabeza sin motivos, de haber tomado vino tinto y haber aprendido chistes verdes para repetir delante de Roberto, ¡todo ese esfuerzo, Dios mío!, lo acababa de tirar a la basura, así, como una rosa deshecha por el viento... Así, como una hoja reseca por el sol. Así, como se arroja de costado un papel viejo...
Esa tarde de domingo, aciaga e iniciática, dejé de escribir poesía para siempre.

Hernàn Casciari 

martes, 17 de diciembre de 2013

El cuarteto de nos, Insaciable

Cuando una meta ya alcancé,
Cuando la clave revelé,

Cuando llegué a conocer, lo desconocido.
Si algo imposible quedó atrás, y lo que era extraño es habitual,
Mi interés de pronto quedó desvanecido.

Si pude ya encontrar, lo que buscaba
Cuando un deseo intenso, se cumplió.
Si resolví el truco que, me desvelaba,
La magia que quedaba, se acabó...

Y siempre quiero más...
Un insaciable!
Y siempre quiero más...
Un depredador.
Y siempre quiero más...
Un insaciable!
Y siempre quiero más...
Un depredador.

No pierdo el tiempo en festejar, ni paro para meditar.
Voy como un sísifo cargando con su piedra.
Y cuando al límite llegué, y la frontera traspasé
El reto se esfumó pero sigue mi carrera.

Cuando alcancé el trofeo, que deseaba...
Si el día es verano ya pasó.
Cuando atrapé la fresa, que anhelaba...
El juego al que jugaba, terminó.

Y siempre quiero más...
Un insaciable!
Y siempre quiero más...
Un depredador.
Y siempre quiero más...
Un insaciable!
Y siempre quiero más...
Un depredador.

Nunca tengo suficiente, no lo puedo evitar.
La adrenalina me domina, si pienso en lo que vendrá;
Soy como un vaso que gotea, apenas un pazo que no se llena.
Y mientras almuerzo ya estoy pensando en la cena.
Si tengo uno quiero dos, y no me siento mal.
No es codicia ni malicia, es ambición emocional.
Por obseso no hay receso, lo que obtengo lo desecho.
El progreso se nos debe, a los insatisfechos,
Seré un inconformista, un palia masoquista,
Y en verdad la palabra saciedad no está en mi lista.
Y con el afán de superarme, arriesgarme no me importa.
¡Quiero tener el pan, pero tambièn quiero la torta!


Y siempre quiero más...
Un insaciable!
Y siempre quiero más...
Un depredador.
Y siempre quiero más...
Un insaciable!
Y siempre quiero más...
Un depredador.


Gabriel Garcìa Màrquez

 

"Debemos arrojar a los océanos del tiempo una botella de náufragos siderales, para que el universo sepa de nosotros lo que no han de contar las cucarachas que nos sobrevivirán: que aquí existió un mundo donde prevaleció el sufrimiento y la injusticia, pero donde conocimos el amor y donde fuimos capaces de imaginar la felicidad.

Gabriel Garcìa Marquez  

Jaime Sabines, los amorosos

El amor es el silencio más fino,
el más tembloroso, el más insoportable.
Los amorosos buscan,
los amorosos son los que abandonan,
son los que cambian, los que olvidan.

Su corazón les dice que nunca han de encontrar,
no encuentran, buscan.
Los amorosos andan como locos
porque están solos, solos, solos,
entregándose, dándose a cada rato,
llorando porque no salvan al amor.

Les preocupa el amor. Los amorosos
viven al día, no pueden hacer más, no saben.
Siempre se están yendo,
siempre, hacia alguna parte.
Esperan,
no esperan nada, pero esperan.

Saben que nunca han de encontrar.
El amor es la prórroga perpetua,
siempre el paso siguiente, el otro, el otro.
Los amorosos son los insaciables,
los que siempre -¡que bueno!- han de estar solos.
Los amorosos son la hidra del cuento.

Tienen serpientes en lugar de brazos.
Las venas del cuello se les hinchan
también como serpientes para asfixiarlos.
Los amorosos no pueden dormir
porque si se duermen se los comen los gusanos.
En la oscuridad abren los ojos
y les cae en ellos el espanto.
Encuentran alacranes bajo la sábana
y su cama flota como sobre un lago.

Los amorosos son locos, sólo locos,
sin Dios y sin diablo.
Los amorosos salen de sus cuevas
temblorosos, hambrientos,
a cazar fantasmas.
Se ríen de las gentes que lo saben todo,
de las que aman a perpetuidad, verídicamente,
de las que creen en el amor
como una lámpara de inagotable aceite.

Los amorosos juegan a coger el agua,
a tatuar el humo, a no irse.
Juegan el largo, el triste juego del amor.
Nadie ha de resignarse.
Dicen que nadie ha de resignarse.
Los amorosos se avergüenzan de toda conformación.
Vacíos, pero vacíos de una a otra costilla,
la muerte les fermenta detrás de los ojos,
y ellos caminan, lloran hasta la madrugada
en que trenes y gallos se despiden dolorosamente.

Les llega a veces un olor a tierra recién nacida,
a mujeres que duermen con la mano en el sexo,
complacidas,
a arroyos de agua tierna y a cocinas.
Los amorosos se ponen a cantar entre labios
una canción no aprendida,
y se van llorando, llorando,
la hermosa vida

.Jaime Sabines




lunes, 16 de diciembre de 2013

Chico Buarque & Milton Nascimento ( ni todos los unguentos van aliviar)





O que serà que me dà
que me bulle por dentro , serà que me dà
que brota a flor de piel , serà que me dà

y que me sube por las mejillas y me hace ruborizar
y que me salta  a los ojos y me traiciona
y que me apreta el pecho y me hace confesar
lo que no tiene mas manera de disimular
y que nadie tiene derecho a negarse
y que me hace mendigo, me hace implorar
lo que no tiene medida, ni nunca tendrà
lo que no tiene recetalo que no tiene medida, ni nunca tendrà
lo que no tiene remedio, ni nunca tendrà 
lo que no tiene receta
o que serà que serà
que da dentro de la gente y que no deberìa
que desacata la gente y que rebela que es como un aguardiente que no sacia
que es como estar enfermo de una jarana
que ni diez mandamientos van a conciliar
ni todos los unguentos van aliviar
ni todos los quebrantos, toda alquimia
Ni todos los santos, serà que serà
lo que no tiene descanso , ni  nunca tendrà
lo que no tiene cansancio, ni nunca tendra
lo que no tiene limite
o que serà que me dà
que me quema por dentro, serà que me dà
que me perturba el sueño, serà que me da
que todos los ardores me vienen a revolver
que todos los temblores me vienen a revolver 
y que todos los sudores me vienen a remojar
y todos mis nervios estan pidiendo
y todos mis òrganos estan  clamando 
y una aflicciòn terrible me hace suplicar
lo que no tiene verguenza , ni nunca tendrà
lo que no tiene gobierno y nunca tendrà
lo que no tiene juicio

Pedro Mairal, mi miedo

Mi miedo es un payaso despintándose
y un poema aborrecido que emanaba
de pájaros enormes azules y amarillos.
Mi miedo es barro entre los dedos
y sorprender una cópula
en los galpones de la siesta.
Mi miedo es la piedra en el aire
y un solo parpadeo de siglos
y estar llegando a Escocia sin zapatos.
Mi miedo es cada noche en los museos
y todo lo rompible
y el pasillo que llega hasta la nuca
y una lenta procesión de linchadores
y un trompo ya sin fuerzas.
Mi miedo es la moneda debajo de la lengua
y ese dulce perfume anticipado
de la muerte florida ya en la víspera.


Pedro Mairal