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lunes, 30 de abril de 2012

Leòn Gieco, hoy bailarè


 
 

Gustavo Roldan, (pena de dragòn)

Larga y negra es la pena del dragón.
Nunca se sabe de dónde le viene la pena, pero cuando llega, el mundo se
oscurece y todos creen que hubo un eclipse, de repente el sol queda tapado
y los pájaros dejan de cantar.
Porque el tamaño del sol, y la pena de un dragón es igual al tamaño del
sol, y la pena vuela y se instala justo allí, en ese lugar donde esta la luz.
Entonces los pájaros dejan de cantar y se esconden en sus nidos, las flores
se cierran suavemente, confundidas, y las hormigas se van a la cueva más
honda, con un desasosiego que las hace chocar unas contra otras equivocando
su camino.
Nadie puede saber cuándo les llega la pena a los dragones. Ellos tampoco.
Simplemente, en algún momento, los invade una sensación de estar
equivocados, de estar en un lugar que no es su lugar.
Entonces lo cubre la pena, como una sombra larga, amarga, , y su enorme
corazón de dragón hace un ruido de ríos que desbordan, de vientos de furia
que pasan arrasando los árboles y desgastando las montañas.
Mucho tiempo dura la pena de un dragón. Por lo menos a ellos les parece un
tiempo muy largo y muy lento.
Pero no debe ser cierto. Si fuera cierto el mundo se terminaría, porque no
puede estar cien años en la oscuridad. Porque ese es el tiempo que creen
los dragones que les dura la pena.
Tal vez no sea sino un pequeño rato del tamaño de un suspiro, pero ellos
sienten que una pena tan enorme tiene que durar un tiempo tan enorme.
Los dragones, que saben muchas cosas, no tienen una medida exacta del
tiempo de afuera y del tiempo de adentro de su corazón.

Adolfo Bioy Casares





Soy como el peluquero de la esquina, me encantan que me cuenten historias, y despùes volver a contarlas


Adolfo Bioy Casares



foto: Nahum



sábado, 14 de abril de 2012

Sras y Sres el Maestro Chico Buarque

Soy

Hernan Casciari , Liberen los libros

Vivo en España desde hace doce años. Y como a veces escribo en la prensa española, y saben que soy de Buenos Aires, cada vez que pasa algo más o menos dramático en Argentina me llaman por teléfono de una radio, o de un diario, y me pide que lo explique.

—¿Por qué la gente no puede sacar su dinero del banco? ¿Por qué tal o cual político, después de haber robado tanto, es otra vez candidato? ¿Por qué teniendo tan buenos jugadores les va tan mal en este o en el otro mundial?
A los españoles les encanta cuando nos pasa algo choto. Por eso preguntan, quieren ver si un día nos quedamos sin respuestas.
—¿Por qué si antes teníais una red ferroviaria tan así, ahora vuestros trenes son tan asá? ¿Por qué si sois un país tan rico os ocurre tal o cual desgracia?
Y así siempre.
A mí me gustaría mandarlos a cagar cada vez que preguntan, pero prefiero defenderme atacando. Lo que hago es llevar el tema a donde más les duele, les hablo de la cultura.
Les cuento que a pesar de nuestras desgracias enquistadas, en la ciudad de Córdoba hay más estudiantes de cine que en toda Europa. Yo sé que es chovinismo, pero me da bronca y me sale así.
Les digo que en Buenos Aires la oferta teatral multiplica por veintitrés a la oferta teatral de Madrid y Barcelona juntas. Les digo que la educación universitaria es libre, gratuita y de enorme calidad; que escupimos científicos como España escupe toreros.
Les digo que tenemos librerías abiertas hasta tarde, donde no está el último bestseller en la vidriera, sino que hay libros de Camus, de Sartre, de Camilo Cela, de González Tuñón. Les digo que vemos las películas en versión original subtitulada, y que después nos vamos a comer pizza y a discutir de cine. Les cuento que El Ateneo es una de las librerías más hermosas del mundo, y les muestro fotos, y se caen de culo.
A cada pregunta de mierda sobre coyuntura, sobre inseguridad, sobre ausencia de reglas de juego, les digo Quino, les contesto Milstein, les retruco Bioy Casares, que es mi forma de decirles calláte gallego, ¿por qué me llamás solamente cuando mis papas queman, si a vos también te están incendiando el rancho? Hace doce años que le agradezco a la cultura argentina no quedarme mudo cuando me preguntan sobre el lugar donde nací. 

*este texto fue extraido del blog de  Hernan Casciari     Orsai,  http://orsai.bitacoras.com/2012/03/liberenloslibros.php

Irma Acuña





habitar
 frente al mar
siempre de espaldas

Silvio Rodriguez, ( mi amor este amor aguerrido es un sol encendido)

Jose Saramago, catorce de junio

Cerremos esta puerta.
Lentas, despacio, que nuestras ropas caigan
Como de sí mismos se desnudarían dioses.
Y nosotros lo somos, aunque humanos.
Es nada lo que nos ha sido dado.
No hablemos pues, sólo suspiremos
Porque el tiempo nos mira.
Alguien habrá creado antes de ti el sol,
Y la luna, y el cometa, el espacio negro,
Las estrellas infinitas.
Ahora juntos, ¿qué haremos? Sea el mundo
Como barco en el mar, o pan en la mesa,
O el rumoroso lecho.
No se alejó el tiempo, no se fue. Asiste y quiere.
Su mirada aguda ya era una pregunta
A la primera palabra que decimos:
Todo.

Iggy Pop, ( el pasajero mira a traves del ojo de su ventana)

Idea Vilariño, ya no

Ya no será,
ya no viviremos juntos, no criaré a tu hijo
no coseré tu ropa, no te tendré de noche
no te besaré al irme, nunca sabrás quien fui
por qué me amaron otros.

No llegaré a saber por qué ni cómo, nunca
ni si era de verdad lo que dijiste que era,
ni quién fuiste, ni qué fui para ti
ni cómo hubiera sido vivir juntos,
querernos, esperarnos, estar.

Ya no soy más que yo para siempre y tú
Ya no serás para mí más que tú.
Ya no estás en un día futuro
no sabré dónde vives, con quién
ni si te acuerdas.

No me abrazarás nunca como esa noche, nunca.
No volveré a tocarte. No te veré morir.

jueves, 12 de abril de 2012

Charly Garcia










Quiero verte desnuda
el dìa
que desfilen 
los cuerpos 
que han sido salvados

Chris Cornell, limpiando mi arma

Richard Bach , y se atrevieron a ser libres


Le interesaba ser ella misma, vivir intensamente, potenciar todos sus talentos y posibilidades. No aceptaba la vida monótona y siempre igual de la bandada, que sólo se atrevía a vuelos rastreros, sin alma, detrás de los desperdicios que arrojaban los barcos.
Ella sentía en su alma el llamado de las alturas, la vocación de libertad. Por atreverse a proponer una vida distinta, la aislaron, la dejaron sola, la tacharon de loca, la desterraron. Juan Salvador, la pequeña gaviota, aceptó la soledad del aprender de nuevo, la soledad de la búsqueda atrevida de mares nuevos, nuevos cielos, nuevos horizontes. En lo profundo de su corazón adolorido, sentía que sus alas habían nacido para abrirse a la inmensidad de lo desconocido. Y se arriesgó. Tras muchos ensayos fallidos, un día se encontró surcando los altos cielos, azules, maravillosos, inmensos, con un halo de eternidad. Y ese día entendió por qué y para qué había nacido gaviota.

Palpó el vértigo de lo profundo, vivió la originalidad, la iniciativa, la creatividad. Experimentó las honduras de la perfección: llegar hasta el final de lo emprendido, llegar hasta la raíz, el manantial de su propio ser. Ya no se trataba tanto de buscar la libertad, como de ser libre. Y se entregó apasionadamente a ser ella misma, sin ataduras ni temores. Pero Juan Salvador Gaviota seguía amando a los suyos a pesar de que lo habían desterrado. Y decidió volver a la bandada para enseñarles que la vida podía ser algo mucho más interesante que comer y disputarse los desperdicios de los barcos.

Estaba seguro de que su empresa no iba a ser nada fácil, que de nuevo lo aislarían, lo ofenderían, pues no estaban dispuestos a cambiar ni a escuchar tranquilamente que alguien les hablara de la necesidad de cambio. No importaba que no lo comprendieran: con que una sola gaviota se atreviera a soñar y emprender un nuevo vuelo, se justificaba su aventura. En el fondo de su corazón, Juan Salvador Gaviota adivinaba que era imposible vivir intensamente su libertad sin intentar liberar a otros, que la plenitud implicaba el servicio.

Volvió sin prédicas ni alardes. Sólo trataba de ser una auténtica gaviota nacida para volar. Poco a poco, algunas gaviotas jóvenes se fueron acercando a presenciar su vuelo vigoroso. Y le pidieron que les enseñara a volar. No les importaba que la bandada los despreciara y expulsara. Querían volar, experimentar otra vida, atreverse a ser libres. Y se atrevieron. A vivir y a volar. A ser ellas mismas. Vivimos en un mundo que propone como plenitud el acumular y consumir. No hay espacio para vuelos de altura, para la aventura de soñar. Sólo cuenta el presente, la satisfacción egoísta y mezquina de las propias necesidades, la lucha despiadada por sobrevivir. Cayeron las utopías, la pretensión de una vida distinta, de un mundo mejor, de una sociedad de hermanos. 

Por eso, hoy más que nunca, necesitamos hombres y mujeres que propongan con pasión el abrirse a la plenitud de lo desconocido, que nos levanten de tanto vuelo rastrero, de tanta ilusión de plenitud en un mundo sin horizontes ni sueños, que rescaten y propongan con esperanzadora firmeza la vuelta a la utopía, el atreverse a construir un mundo donde sea posible la libertad y la aventura del servicio. 

"Todos podemos ser Maestros de vuelos de altura, sembradores de utopía, exploradores de nuevos cielos y mundos más humanos construidos más allá de los gritos y graznidos de la bandada; para que otros vean en nuestras vidas, una invitación a trascender, a ir más allá de sí mismos. ¡Una invitación al riesgo de volar!

* este texto de este autor puede ser tomado como bàsico , simplista comercial, si me permiten una recomendaciòn lèanlo despacio, no tiene desperdicio 

Jaime Sabines, la luna

La luna se puede tomar a cucharadas
o como una cápsula cada dos horas.
Es buena como hipnótico y sedante
y también alivia
a los que se han intoxicado de filosofía
Un pedazo de luna en el bolsillo
es el mejor amuleto que la pata de conejo:
sirve para encontrar a quien se ama,
y para alejar a los médicos y las clínicas.
Se puede dar de postre a los niños
cuando no se han dormido,
y unas gotas de luna en los ojos de los ancianos
ayudan a bien morir

Pon una hoja tierna de la luna
debajo de tu almohada
y mirarás lo que quieras ver.
Lleva siempre un frasquito del aire de la luna
para cuando te ahogues,
y dale la llave de la luna
a los presos y a los desencantados.
Para los condenados a muerte
y para los condenados a vida
no hay mejor estimulante que la luna
en dosis precisas y controladas

miércoles, 11 de abril de 2012

Luis Alberto Spinetta (Invisible) (un signo del alma)

Jaques Prevert, el sol brilla para todo el mundo

El sol brilla para todo el mundo
no brilla en las prisiones,
no brilla para los que trabajan en las minas,
los que descaman el pescado.
Los que comen carne podrida.
Los que fabrican horquillas para el pelo.
Los que soplan las botellas que otros beberán.
Los que pasan las vacaciones en las fábricas.
Los que ordeñan las vacas y no beben la leche.
Los que no son anestesiados en el consultorio del dentista.

Los que fabrican en los sótanos las lapiceras
con las que otros escribirán al aire libre
que todo marcha a las mil maravillas.

Los que tienen demasiado que decir para poder decirlo.
Los que tienen trabajo.
Los que no lo tienen.
Los que lo buscan.
Los que no lo buscan.
Los que dan de beber a los caballos.
Los que tienen casi semanalmente su pan de cada día.
Los que en invierno se cobijan en las iglesias.
Los que el sacristán manda a cobijarse a la  calle
Los que se estancan.
Los que querrían comer para vivir.
Los que son comprometidos,
los que son despedidos,
los que son ascendidos,
los que son disminuidos,
los que son manoseados,
los que son investigados,
los que son apaleados.
Los que son prontuariados.

Los que se eligen al azar y son fusilados.

Los que no saben comportarse en ningún lugar del mundo.
Los que jamás vieron el mar.
Los que huelen a lino porque trabajan el lino.
Los que no tienen agua corriente.
Los que envejecen más rápidamente que los otros.

Los que se mueren de aburrimiento los domingos por la tarde.

Porque ven llegar el lunes,

Y el martes

y el miércoles

y el jueves

y el viernes,

Y el sábado.

Y la tarde del domingo.

Jacques Prevèrt

For Vance ,

Julio Cortazar, ejemplos sobre la forma de tener miedo

En un pueblo de Escocia venden libros con una página en blanco perdida en algún lugar del volumen.
Si un lector desemboca en esa página al dar las tres de la tarde, muere.
En la plaza del Quirinal, en Roma, hay un punto que conocían los iniciados hasta el siglo XIX, y
desde el cual, con luna llena, se ven moverse lentamente las estatuas de los Dióscuros que luchan con sus caballos encabritados
En Amalfí, al terminar la zona costanera, hay un malecón que entra en el mar y la noche. Se oye ladrar a un perro más allá de la última farola.
Un señor está extendiendo pasta dentrífica en el cepillo. De pronto ve, acostada de espaldas, una diminuta imagen de mujer, de coral o quizá de miga de pan pintada.
Al abrir el ropero para sacar una camisa, cae un viejo almanaque que se deshace, se deshoja, cubre la ropa blanca con miles de sucias mariposas de papel.
Se sabe de un viajante de comercio a quien le empezó a doler la muñeca izquierda, justamente debajo del reloj de pulsera. Al arrancarse el reloj, saltó la sangre: la herida mostraba la huella de unos dientes muy finos.
El médico termina de examinarnos y nos tranquiliza. Su voz grave y cordial precede los medicamentos cuya receta escribe ahora, sentado ante su mesa. De cuando en cuando alza la cabeza y sonríe, alentándonos. No es de cuidado, en una semana estaremos bien. Nos arrellanamos en nuestro sillón, felices, y miramos distraídamente en torno. De pronto, en la penumbra debajo de la mesa vemos las piernas del médico. Se ha subido los pantalones hasta los muslos, y tiene medias de mujer.

Johnny Cash, personal Jesus


Su propio Jesús personal,
alguien a escuchar sus oraciones,
alguien que se preocupa

Su propio Jesús personal,
alguien a escuchar sus oraciones,
que alguien que está allí

Sentirse desconocido
y estás solo,
carne y hueso,
por el teléfono,
levantar el auricular,
Te haré un creyente

Tomar la segunda mejor,
me puso a prueba,
las cosas en su pecho,
tiene que confesar,
Voy a entregar,
usted sabe que yo soy un perdonador

Alcanzar y tocar la fe
Alcanzar y tocar la fe

Su propio Jesús personal,
alguien a escuchar sus oraciones,
alguien que se preocupa

Su propio Jesús personal,
alguien a escuchar sus oraciones,
alguien para cuidar

Sentirse desconocido
y estás solo,
carne y hueso,
por el teléfono,
levantar el auricular,
Te haré un creyente
Voy a entregar,
usted sabe que yo soy un perdonador

Alcanzar y tocar la fe
Alcanzar y tocar la fe
Alcanzar y tocar la fe



Jorge Teillier, estaciòn sumergida

Yo no estoy soñando, lo recuerdo, olvidé cómo se soñaba;
quizás esto sea un mar, bien puede ser la tierra,
encima el cielo deshaciendo su cabellera.
Esto no es un mar sin olas, es una lámina descolorida,
un día muerto por dagas invernales, un día fusilado por lluvias.
De pronto lo rompen manotazos de campanas, tictaqueos de sombras,
y se cierra como una cuchillada de trenes oxidados
devorando las cerezas maduras del sol.
Propicio tiempo para levantar cruces de barro
en el pecho de mapuches asesinados, para los caballos crepusculares
que se extravían en las acequias.
Ya lo sé, debo escaparme de los ahogados que flotan en los pozos,
voy a beber grandes tragos de poemas silvestres
veo desde el umbral al atardecer mordiendo plazas,
aferrándose gelatinosamente a los tejados rotos,
hasta caer junto a muchachas desfloradas en graneros solitarios
a las antiguas bodegas de la noche.
Pálidamente las horas se reúnen a jugar a las cartas
en torno a la mesa de los días,
desconozco el tren que me dejó entre ellas,
viéndolas alimentarse de cantos estrangulados,
persiguiendo a mis amigos, arrastrándolos en el río del tedio.
Yo no sueño, todo cuanto veo es cierto, ellos pasan
del brazo de mujeres desdentadas, riendo largamente.
Una ola invade mi habitación, recuerdo a mi vecina
cantando hasta que el cielo le llenaba las manos de azul,
yo no besé esas manos, yo tenía al viento cordillerano
arañándome, y la muerte oculta tras viejas y profundas fotografías.
Aferrado a un puente de madera,
inclinado sobre las venas turbias de la noche
pasan botellas vacías, libros oxidados de relecturas,
el barrio de las prostitutas pobres
donde cierro los labios por no decir mi nombre.
No es nada esto, sólo que a veces siento temor de saber quién soy verdaderamente.
Me gustaría despertar con los labios húmedos
como después de los largos besos de las sabias primas,
como si estuviese tomando café servido por mis hermanas.
Pero si abro los ojos también estaré sumergido,
pues la lluvia hace girar su pausado gramófono,
mientras hay un nevar de alas deshechas por los días,
velorios humedecidos de vino, y esta mano helada en mi garganta,
helada como parroquias y confesionarios que no se desprende,
si la pudiese deshacer un brillar de días felices.
Ahora lo sé, he estado siempre despierto,
mirando silenciosamente la estación sumergida
donde los huesos de las nubes hilachean los árboles.
Alguien me debe esperar -quizás algunos muertos-
pues voy hacia las chimeneas rústicas, los aserraderos vacíos,
las grandes, prestigiosas casas de madera sureña venidas abajo
como flores destrozadas por los duros dientes del olvido,
y busco el sol en los huertos cuyos párpados lo esconden.
Todo me espera en la estación sumergida, nuevamente,
en la empapada de malezas, la crecida de sueños angustiados y torvos,
mientras el tiempo detenido cierra sus pesados portones
y confusamente respira en el mar del invierno.

martes, 10 de abril de 2012

Joaquin Sabina, virgen de la amargura

Harold Printer

No mires.
El mundo está a punto de reventar.

No mires.
El mundo está a punto de despejar su luz
Y lanzarnos al abismo de sus tinieblas,
Aquel lugar negro, espeso, sin aire
Donde nos iremos a matar o morir o bailar o llorar
O gritar o gemir o chillar como ratones
Para volver a negociar nuestro precio de salida.

Leonard Cohen , (ensèñame)

Clarice Lispector, dedicatoria


He aquí que dedico esto al viejo Schumann y a su dulce Clara, que hoy ya son huesos, ay de nosotros. Me dedico a un color bermejo, muy escarlata, como mi sangre de hombre en plenitud y, por lo tanto, me dedico a mi sangre. Me dedico sobre todo a los gnomos, enanos, sílfides y ninfas que habitan mi vida. Me dedico a la añoranza de mi antigua pobreza, cuando todo era más sobrio y digno, y yo no había comido langosta. Me dedico a la tempestad de Beethoven. A la vibración de los colores neutros de Bach. A Chopin que me reblandece los huesos. A stravinsky que me llenó de espanto y con quien volé en fuego. ¿A Muerte y transfiguración, donde Richard Strauss me revela un destino? Sobre todo me dedico a las vísperas de hoy y a hoy, al velo transparente de Debussy, a Marlos Nobre, a Prokófiev, a Carl Orff, a Schönberg, a los dodecafonistas, a los gritos ásperos de los electrónicos; a todos esos que en mí tocaran regiones aterradoramente inesperadas, a todos esos profetas del presente y que me vaticinaron a mí mismo hasta el punto de que en este instante estallo en: yo. Ese yo que son ustedes porque no aguanto a ser nada más que yo, necesito de los otros para mantenerme en pie, tonto que soy, yo torcido, en fin, qué hacer sino meditar para caer en aquel vacío pleno que sólo se alcanza con la meditación. Meditar no tiene que dar resultados: la meditación puede verse como fin de sí misma. Medito sin palabras y sobre la nada. Lo que me confunde la vida es escribir.
Y..., y no olvidar que la estructura del átomo no se ve pero se conoce. Sé muchas cosas que no he visto. Y ustedes también. No se puede presentar una prueba de la existencia de lo que es más verdadero, lo bueno es creer. Creer llorando.
Esta historia ocurre en un estado de emergencia y de calamidad pública. Se trata de un libro inacabado porque le falta la respuesta. Respuesta que, espero, alguien en el mundo me dará. ¿Ustedes? Es una historia en tecnicolor, para que tenga algún adorno, por Dios, que yo también lo necesito. Amén por todos nosotros.
Escribo porque no tengo nada que hacer en el mundo: estoy de sobra y no hay lugar para mí en la tierra de los hombres. Escribo por mi desesperación y mi cansancio, ya no soporto la rutina de ser yo, y si no existiese la novedad continua que es escribir, me moriría simbólicamente todos los días. Pero estoy preparado para salir con discreción por la puerta trasera. He experimentado casi todo, aun la pasión y su desesperanza. Ahora sólo querría tener lo que hubiera sido y no fui.
Parece que conozco los menores detalles de esa norestina, como si viviera con ella. Bien lo adiviné de ella: se me pegó a la piel como un dulce pegajoso o como lodo negro. Cuando era niño leí el cuento de un viejo que tenía miedo de cruzar un río. Entonces llegó un hombre joven; también quería pasar a la otra margen. El viejo aprovechó para decirle:
-¿Me puedes llevar? ¿Puedo ir montado en tus hombros?...

lunes, 9 de abril de 2012

Fabiana Cantilo, una vez màs

Juan Gelman, la llave del gas

La  mujer de poeta está 
condenada a leer o a escuchar los
versos del poeta que humean
recién sacados del alma. Y más:
la mujer del poeta está condenada al poeta, a ése
que nunca sabe dónde
está la llave del gas y finge
que pregunta para saber
cuando sólo le importa preguntar lo que no tiene respuesta.



NOTA AL PIE DE ‘LA LLAVE DEL GAS’
La mujer del poeta se enojó
con el poema “La llave del gas”.
No ve por qué la metapalabra de la palabra,
o la ambigüedad de la palabra,
o las heridas que la palabra produce,
puede impedir a cualquiera
saber dónde está la llave del gas y
cómo se cierra y abre. Tiene razón.
El poeta está en error porque
la llave de la palabra, digamos, ni se cierra
ni se abre, y hasta pretende que ni existe,
y menos su metapalabra, ambigüedad heridora o vacío.
La realidad de la cocina tranquiliza,
hay llaves que se cierran, se abren funcionan
cumpliendo la función de demostrar
que hay cosas que se cierran y se abren,
y suenan desde ayer en mi cabeza

que no puedo cerrar.
Juan Gelman 

domingo, 8 de abril de 2012

Touch



Touch se emite en la Argentina los dìas lunes a las 22 hs por el canal Fox

Jacques Prevert, el gato y el pàjaro

Un pueblo escucha desolado el canto de un pájaro herido. Es el único pájaro del pueblo y es el único gato del pueblo que lo ha devorado a medias. Y el pájaro cesa de cantar el gato cesa de ronronear y de relamerse el hocico. Y el pueblo le hace al pájaro maravillosos funerales. Y el gato que está invitado marcha detrás del pequeño ataúd de paja donde el pájaro muerto está estirado llevado por una niñita que no deja de llorar. Si hubiera sabido que eso te daba tanta pena, le dice el gato, me lo hubiera comido del todo y después te hubiera contado que lo había visto volarse volarse hasta el fin del mundo allá donde es tan lejos que nunca se vuelve. Tu hubieras tenido menos pena Simplemente tristeza y aflicción Nunca hay que hacer las cosas a medias.


Jacques Prevert

foto: Victor Aranda Garcia

Mantra

Joaquin Gianuzzi,


Usted, al despertarse esta mañana,
vio cosas, aquí y allá, objetos, por ejemplo.
Sobre su mesa de luz
digamos que vio una lámpara,
una radio portátil, una taza azul.
Vio cada cosa solitaria
y vio su conjunto.
Todo eso ya tenía nombre.
Lo hubiera escrito así.
¿Necesitaba otro lenguaje,
otra mano, otro par de ojos, otra flauta?
No agregue. No distorsione.
No cambie
la música de lugar.
Poesía
es lo que se está viendo

Vicente Huidobro, canto li

Mujer el mundo está amueblado por tus ojos
Se hace más alto el cielo en tu presencia
La tierra se prolonga de rosa en rosa
Y el aire se prolonga de paloma en paloma
Al irte dejas una estrella en tu sitio
Dejas caer tus luces como el barco que pasa
Mientras te sigue mi canto embrujado
Como una serpiente fiel y melancólica
Y tú vuelves la cabeza detrás de algún astro
¿Qué combate se libra en el espacio?
Esas lanzas de luz entre planetas
Reflejo de armaduras despiadadas
¿Qué estrella sanguinaria no quiere ceder el paso?
En dónde estás triste noctámbula
Dadora de infinito
Que pasea en el bosque de los sueños
Heme aquí perdido entre mares desiertos
Solo como la pluma que se cae de un pájaro en la noche
Heme aquí en una torre de frío
Abrigado del recuerdo de tus labios marítimos
Del recuerdo de tus complacencias y de tu cabellera
Luminosa y desatada como los ríos de montaña
¿Irías a ser ciega que Dios te dio esas manos?
Te pregunto otra vez
El arco de tus cejas tendido para las armas de los ojos
Te hablan por mí las olas de pájaros sin cielo
Te habla por mí el color de los paisajes sin viento
Te habla por mí el rebaño de ovejas taciturnas
Dormido en tu memoria
Te habla por mí el arroyo descubierto
La hierba sobreviviente atada a la aventura
Aventura de luz y sangre de horizonte
Sin más abrigo que una flor que se apaga
Si hay un poco de viento
Las llanuras se pierden bajo tu gracia frágil
Se pierde el mundo bajo tu andar visible
Pues todo es artificio cuando tú te presentas
Con tu luz peligrosa
Inocente armonía sin fatiga ni olvido
Elemento de lágrima que rueda hacia adentro
Construido de miedo altivo y de silencio
Haces dudar al tiempo
Y al cielo con instintos de infinito
  Lejos de ti todo es mortal
Lanzas la agonía por la tierra humillada de noches
Sólo lo que piensa en ti tiene sabor a eternidad
He aquí tu estrella que pasa
Con tu respiración de fatigas lejanas
Con tus gestos y tu modo de andar
Con el espacio magnetizado que te saluda
Que nos separa con leguas de noche
Sin embargo te advierto que estamos cosidos
A la misma estrella
Estamos cosidos por la misma música tendida
De uno a otro
Por la misma sombra gigante agitada como árbol
Seamos ese pedazo de cielo
Ese trozo en que pasa la aventura misteriosa
La aventura del planeta que estalla en pétalos de sueño
En vano tratarías de evadirte de mi voz
Y de saltar los muros de mis alabanzas
Estamos cosidos por la misma estrella
Estás atada al ruiseñor de las lunas
Que tiene un ritual sagrado en la garganta
Qué me importan los signos de la noche
Y la raíz y el eco funerario que tengan en mi pecho
Qué me importa el enigma luminoso
Los emblemas que alumbran el azar
Y esas islas que viajan por el caos sin destino a mis ojos
Qué me importa ese miedo de flor en el vacío
Qué me importa el nombre de la nada
El nombre del desierto infinito
O de la voluntad o del azar que representan
Y si en ese desierto cada estrella es un deseo de oasis
O banderas de presagio y de muerte
Tengo una atmósfera propia en tu aliento
La fabulosa seguridad de tu mirada con sus constelaciones íntimas
Con su propio lenguaje de semilla
Tu frente luminosa como un anillo de Dios
Más firme que todo en la flora del cielo
Sin torbellinos de universo que se encabrita
Como un caballo a causa de su sombra en el aire
Te pregunto otra vez
¿Irías a ser muda que Dios te dio esos ojos?
Tengo en voz tuya para toda defensa
Esa voz que sale de ti en latidos de corazón
Esa voz en que cae la eternidad
Y se rompe en pedazos de esferas fosforescentes
¿Qué sería la vida si no hubieras nacido?
Un cometa sin manto muriéndose de frío
Te hallé como una lágrima en un libro olvidado
Con tu nombre sensible desde antes en mi pecho
Tu nombre hecho del ruido de palomas que se vuelan
Traes en ti el recuerdo de otras vidas más altas
De un Dios encontrado en alguna parte
Y al fondo de ti misma recuerdas que eras tú
El pájaro de antaño en la clave del poeta
Sueño en un sueño sumergido
La cabellera que se ata hace el día
La cabellera al desatarse hace la noche
La vida se contempla en el olvido
Sólo viven tus ojos en el mundo
El único sistema planetario sin fatiga
Serena piel anclada en las alturas
Ajena a toda red y estratagema
En su fuerza de luz ensimismada
Detrás de ti la vida siente miedo
Porque eres la profundidad de toda cosa
El mundo deviene majestuoso cuando pasas
Se oyen caer lágrimas del cielo
Y borras en el alma adormecida
La amargura de ser vivo
Se hace liviano el orbe en las espaldas
Mi alegría es oir el ruido del viento en tus cabellos
(Reconozco ese ruido desde lejos)
Cuando las barcas zozobran y el río arrastra troncos de árbol
Eres una lámpara de carne en la tormenta
Con los cabellos a todo viento
Tus cabellos donde el sol va a buscar sus mejores sueños
Mi alegría es mirarte solitaria en el diván del mundo
Como la mano de una princesa soñolienta
Con tus ojos que evocan un piano de olores
Una bebida de paroxismos
Una flor que está dejando de perfumar
Tus ojos hipnotizan la soledad
Como la rueda que sigue girando después de una catástrofe
Mi alegría es mirarte cuando escuchas
Ese rayo de luz que camina hacia el fondo del agua
Y te quedas suspensa largo rato
Tantas estrellas pasadas por el harnero del mar
Nada tiene entonces semejante emoción
Ni un mástil pidiendo viento
Ni un aeroplano ciego palpando el infinito
Ni la paloma demacrada dormida sobre un lamento
Ni el arco iris con las alas selladas
Más bello que la parábola de un verso
La parábola tendida en puente nocturno de alma a alma
Nacida en todos los sitios donde pongo los ojos
Con la cabeza levantada
Y todo el cabello al viento
Eres más hermosa que el relincho de un potro en la montaña
Que la sirena de un barco que deja escapar toda su alma
Que un faro en la neblina buscando a quien salvar
Eres más hermosa que la golondrina atravesada por el viento
Eres el ruido del mar en verano
Eres el ruido de una calle populosa llena de admiración
Mi gloria está en tus ojos
Vestida del lujo de tus ojos y de su brillo interno
Estoy sentado en el rincón más sensible de tu mirada
Bajo el silencio estético de inmóviles pestañas
Viene saliendo un augurio del fondo de tus ojos
Y un viento de océano ondula tus pupilas
Nada se compara a esa leyenda de semillas que deja tu presencia
A esa voz que busca un astro muerto que volver a la vida
Tu voz hace un imperio en el espacio
Y esa mano que se levanta en ti como si fuera a colgar soles en el aire
Y ese mirar que escribe mundos en el infinito
Y esa cabeza que se dobla para escuchar un murmullo en la eternidad
Y ese pie que es la fiesta de los caminos encadenados
Y esos párpados donde vienen a vararse las centellas del éter
Y ese beso que hincha la proa de tus labios
Y esa sonrisa como un estandarte al frente de tu vida
Y ese secreto que dirige las mareas de tu pecho
Dormido a la sombra de tus senos
Si tú murieras
Las estrellas a pesar de su lámpara encendida
Perderían el camino
¿Qué sería del universo?

Fito y Charly en el Quilmes rock

sábado, 7 de abril de 2012

Muhammad Ali, Lo que sè



Dios no pondrá sobre los hombros de un hombre un peso sabiendo que éste no lo puede cargar.
El Parkinson es mi pelea más dura. No, no duele. Es difícil de explicar. Me están poniendo a prueba, para ver si sigo rezando, para ver si conservo mi fe. Todas las grandes personas son puestas a prueba por Dios.
El sol siempre está brillando en algún lado.
Regresé a Louisville después las Olimpíadas con mi brillante medalla de oro. Fui a un bar en el que los negros no tenían permitido comer. Pensé que iba a ponerlos en evidencia. Me senté y pedí la comida. El campeón olímpico con su medalla de oro. Me dijeron: “Aquí no servimos a negros”. Yo les contesté: “Está bien, yo no como negros”. Pero me echaron a la calle. Así que bajé al río, al Ohio, y arrojé en él mi medalla de oro.
Desde aquel día, las cosas en Norteamérica han cambiado un ciento por ciento.
Cuando tenés razón, nadie se acuerda. Cuando te equivocás, nadie se olvida.
El silencio es dorado cuando no se te ocurre una buena respuesta.
Tenemos una sola vida / Pronto habrá pasado / Lo que hacemos por Dios / Es todo lo que quedará.
¿La bondad? Mi madre.
Cuando tu madre se muere, realmente duele. Pero con el tiempo te acostumbrás. Así es el camino de la naturaleza.
Mi definición de la maldad es la falta de gentileza.
La mejor manera de hacer que tus sueños se vuelvan realidad es despertarte.
La comedia es una manera graciosa de ser serio. Mi manera de bromear es decir la verdad. Ese es el chiste más gracioso del mundo.
Es imposible que el campeón mundial de peso pesado esté con una mujer.
El amor es una red que atrapa corazones como si fueran peces.
Cuanto más ayudamos a los otros, más nos ayudamos a nosotros mismos.
I like Joe.
Ver a George volver para ganar el título me excitó muchísimo. Me dio ganas de volver. Pero llegó la mañana siguiente y a la hora de empezar a correr, me eché en la cama y dije: “OK, todavía soy el Mejor”.
¿Si pudiera conocer a cualquiera? El profeta Muhammad.
Aquello en lo que estás pensando es aquello en lo que te estás convirtiendo.
Mi familia es mi mayor orgullo.
Disfruta a tus hijos, incluso cuando no actúan de la manera en que querrías que lo hicieran.
Encender aquella antorcha en Atlanta no me puso nervioso. Enfrentar al gobierno: eso me puso nervioso.
Sabiduría es saber cuándo no podés ser sabio.
Lo único que no entiendo es la guerra.
Meditar mucho sobre los errores es el mayor error.
Me gustaría vivir hasta los cien.
Simplemente me gustaría que la gente amara a todos los demás de la misma manera en que me ama a mí. Sería un mundo mejor.

Estas son las respuestas que Ali le dio a la revista Esquire para su gran sección “Lo que sé”.

este texto fue publicado en el suplemento radar del diario pàgina 12 del dìa domingo 1 de abril 2012

viernes, 6 de abril de 2012

Jorge Curinao , señales


Las primeras lluvias han vuelto
traen noticias del ciego que busca un vaso
en el fondo de la mùsica
del ciego
màs solo en su sombra 
en su sed 
y en su propia duda
Jorge Curinao 
http://jorgecurinao.blogspot.com.ar/ 

Crosses (quiero mudarme a un lugar cercano al èxtasis)

Serrat , Sabina, hoy por ti, mañana por mi

Yo cansado, tú perdida,
nos curamos las heridas con ají.
Hoy por ti, mañana por mí
Si caminas yo te sigo,
si te cansas hago un nido en el arcén.
Hoy por tí, mañana también
En tus sueños me desvelo,
con tus alas alzo el vuelo
Tú la flor, yo el colibrí,
Hoy por ti, mañana por mí
Si estás triste
yo te invento cuatro caricias y un cuento.
Ni te tiro de las riendas,
ni me piro con las prendas que ofrecí.
Hoy por ti, mañana por mí
No me mientas que te creo,
por las cuentas del deseo muere el pez
Hoy por ti, mañana tal vez.
Y al contrario y viceversa
Y en la buena y en la adversa
Del derecho y del revés
Tu primero, el mundo después
Tu tan joven, yo tan viejo
Le dijo el monte al conejo
Arrebujado en tu manta
Le imploro al gallo que canta
Kikirikí
Hoy por ti, mañana por mí
No te mueras si me muero
no me hagas con mi dinero un funeral
guárdalo para el carnaval
El amor no tiene cura
Y es eterno mientras dura
A tope o al ralentí
Hoy por ti, mañana por mí
Más si luego me abandonas
Prendo fuego a Barcelona
En la noche de San Joan
Y aso la costilla de adan
Mi amor, mi cómplice y mi todo
Y en la calle codo a codo
Somos muchos más que dos
Hoy por ti, mañana por vos

Felipe Aldana


esta foto fue extraida del blog de Reynaldo Sietecase 

Humberto Constantini, Inmortalidad

Ocurre simplemente que me he vuelto inmortal.
Los colectivos me respetan,
Se inclinan ante mí,
Me lamen los zapatos como perros falderos.

Ocurre simplemente que no me muero más.
No hay angina que valga,
No hay tifus, ni cornisa, ni guerra, ni espingarda,
Ni cáncer, ni cuchillo, ni diluvio,
Ni fiebre de Junín, ni vigilantes.
Estoy del otro lado.
Simplemente, estoy del otro lado,
De este lado,
Totalmente inmortal.

Ando entre olimpos, dioses, ambrosías,
Me río, o estornudo, o digo un chiste
Y el tiempo crece, crece como una espuma loca.

Qué bárbaro este asunto
De ser así, inmortal,
Festejar nacimiento cada cinco minutos,
Ser un millón de pájaros,
Una atroz levadura.
Qué escándalo caramba
Este enjambre de vida,
Esta plaga llamada con mi nombre,
Desmedida, creciente,
Totalmente inmortal.

Yo tuve, es claro, gripes, miedos,
Presupuestos,
Jefes idiotas, pesadez de estómago,
Nostalgias, soledades,
Mala suerte…
Pero eso fue hace un siglo,
veinte siglos,
cuando yo era mortal.
Cuando era
Tan mortal,
Tan boludo y mortal,
Que ni siquiera te quería,
Date cuenta.

martes, 3 de abril de 2012

Coldplay, ( cùanto tiempo? )

Daniel Melero, orbitando

Se que nunca estuve aqui
o es que quizas visite
 este lugar en sueños
tengo un exacto recuerdo
 de aquella vez
ruidos de naves que parten
veo que nuestras respiraciones
se desparraman por el aire
yo se cosas que aun
 no sucedieron

quizas el tiempo 
ya no cuente aqui
no me alejo ni me acerco
todo suspendido, modulado
te escucho hablar
 para que algo respire, si vives
necesito que me ames
 para poder verme
vos sabes muy bien que…

Me pierdo todo por verte
Orbitando en torno a mi
a veces quiero verte, ahaaa!

Me pierdo todo por verte
Orbitando en torno a mi
a veces quiero verte, 

quizas el tiempo ya no cuente aqui
no me alejo ni me acerco
todo suspendido, modulado
te escucho hablar
 para que algo respire, si vives
necesito que me ames
 para poder verme
vos sabes muy bien que…

Me pierdo todo por verte
Orbitando en torno a mi
a veces quiero verte, 

Me pierdo todo por verte
Orbitando en torno a mi
a veces quiero verte,

Se que nunca estuve aqui
o es que quizas visite
 este lugar en sueños.

lunes, 2 de abril de 2012

2 de abril, Charly Garcia, nuestro mejor cronista ,( aùn cuando no se podìa hablar ...)



Gustavo Roldan, cosas de dragones

Los dragones aman las cosas inútiles. Sienten una especial ternura por todo
lo que no sirve para nada. Y una secreta admiración. Si las cosas inútiles
están ahí, algún mérito deben tener.
Como las hojas secas. En especial las hojas secas que tienen un agujero
para mirar y descubrir lo que antes no se había visto.
No es que las cosas no estuvieran, pero miradas a través del agujero de una
hoja seca son otras cosas. Por eso los dragones esperan el otoño con
entusiasmo. saben que va a ser una época de descubrimientos.
También los entusiasma encontrar una piedra redonda, una piedra pulida de
esas que aparecen a la orilla del río y que vaya a saber qué tiempo llevan
rodando para encontrar la forma perfecta.
Los dragones las tocan suavemente, como si fuesen el frágil huevo de un
pájaro, lo acarician, y piensan. Tratan de imaginar el recorrido de esa
piedra, desde su primer día en el tiempo y la distancia, hasta llegar en
ese momento a la orilla del río para que un dragón la encuentre, la alce, y
la acaricie con ternura.

domingo, 1 de abril de 2012

Rodrigo y Gabriela ( escalera al cielo)

Jorge Curinao

Es mejor no manchar lo que dejamos ahí
una ventana
un dibujo
un círculo
el humo de los desposeídos

y el mar?
el mar éramos nosotros
pero nadie nos decía mar

éramos el hilo
podíamos sangrarnos
y desaparecer

falta apenas una vida para volvernos a ver
el sol manchará nuestros llantos

ningún pulgar cuidará nuestra belleza.

Alexi, Murdoch, atraves de lo oscuro

Enrique Anderson Imbert, el fantasma

Se dio cuenta de que acababa de morirse cuando vio que su propio cuerpo, como si no fuera el suyo sino el de un doble, se desplomaba sobre la silla y la arrastraba en la caída. Cadáver y silla quedaron tendidos sobre la alfombra, en medio de la habitación.
¿Con que eso era la muerte?
¡Qué desengaño! Había querido averiguar cómo era el tránsito al otro mundo ¡y resultaba que no había ningún otro mundo! La misma opacidad de los muros, la misma distancia entre mueble y mueble, el mismo repicar de la lluvia sobre el techo... Y sobre todo ¡qué inmutables, qué indiferentes a su muerte los objetos que él siempre había creído amigos!: la lámpara encendida, el sombrero en la percha... Todo, todo estaba igual. Sólo la silla volteada y su propio cadáver, cara al cielo raso.
Se inclinó y se miró en su cadáver como antes solía mirarse en el espejo. ¡Qué avejentado! ¡Y esas envolturas de carne gastada! - Si yo pudiera alzarle los párpados quizá la luz azul de mis ojos ennobleciera otra vez el cuerpo - pensó.
Porque así, sin la mirada, esos mofletes y arrugas, las curvas velludas de la nariz y los dos dientes amarillos, mordiéndose el labio exangüe estaban revelándole su aborrecida condición de mamífero.
-Ahora que sé que del otro lado no hay ángeles ni abismos me vuelvo a mi humilde morada.
Y con buen humor se aproximó a su cadáver -jaula vacía- y fue a entrar para animarlo otra vez.
¡Tan fácil que hubiera sido! Pero no pudo. No pudo porque en ese mismo instante se abrió la puerta y se entrometió su mujer, alarmada por el ruido de silla y cuerpo caídos.
-¡No entres! -gritó él, pero sin voz.
Era tarde. La mujer se arrojó sobre su marido y al sentirlo exánime lloró y lloró.
-¡Cállate! ¡Lo has echado todo a perder! - gritaba él, pero sin voz.
¡Qué mala suerte! ¿Por qué no se le habría ocurrido encerrarse con llave durante la experiencia. Ahora, con testigo, ya no podía resucitar; estaba muerto, definitivamente muerto. ¡Qué mala suerte!
Acechó a su mujer, casi desvanecida sobre su cadáver; y su propio cadáver, con la nariz como una proa entre las ondas de pelo de su mujer. Sus tres niñas irrumpieron a la carrera como si se disputaran un dulce, frenaron de golpe, poco a poco se acercaron y al rato todas lloraban, unas sobre otras. También él lloraba viéndose allí en el suelo, porque comprendió que estar muerto es como estar vivo, pero solo, muy solo.
Salió de la habitación, triste.
¿Adónde iría?
Ya no tuvo esperanzas de una vida sobrenatural. No, no había ningún misterio.
Y empezó a descender, escalón por escalón, con gran pesadumbre.
Se paró en el rellano. Acababa de advertir que, muerto y todo, había seguido creyendo que se movía como si tuviera piernas y brazos. ¡Eligió como perspectiva la altura donde antes llevaba sus ojos físicos! Puro hábito. Quiso probar entonces las nuevas ventajas y se echó a volar por las curvas del aire. Lo único que no pudo hacer fue traspasar los cuerpos sólidos, tan opacos, las insobornables como siempre. Chocaba contra ellos. No es que le doliera; simplemente no podía atravesarlos. Puertas, ventanas, pasadizos, todos los canales que abre el hombre a su actividad, seguían imponiendo direcciones a sus revoloteos. Pudo colarse por el ojo de una cerradura, pero a duras penas. Él, muerto, no era una especie de virus filtrable para el que siempre hay pasos; sólo podía penetrar por las hendijas que los hombres descubren a simple vista. ¿Tendría ahora el tamaño de una pupila de ojo? Sin embargo, se sentía como cuando vivo, invisible, sí, pero no incorpóreo. No quiso volar más, y bajó a retomar sobre el suelo su estatura de hombre. Conservaba la memoria de su cuerpo ausente, de las posturas que antes había adoptado en cada caso, de las distancias precisas donde estarían su piel, su pelo, sus miembros. Evocaba así a su alrededor su propia figura; y se insertó donde antes había tenido las pupilas.
Esa noche veló al lado de su cadáver, junto a su mujer. Se acercó también a sus amigos y oyó sus conversaciones. Lo vio todo. Hasta el último instante, cuando los terrones del camposanto sonaron lúgubres sobre el cajón y lo cubrieron.
Él había sido toda su vida un hombre doméstico. De su oficina a su casa, de casa a su oficina. Y nada, fuera de su mujer y sus hijas. No tuvo, pues, tentaciones de viajar al estómago de la ballena o de recorrer el gran hormiguero. Prefirió hacer como que se sentaba en el viejo sillón y gozar de la paz de los suyos.
Pronto se resignó a no poder comunicarles ningún signo de su presencia. Le bastaba con que su mujer alzara los ojos y mirase su retrato en lo alto de la pared.
A veces se lamentó de no encontrarse en sus paseos con otro muerto siquiera para cambiar impresiones. Pero no se aburría. Acompañaba a su mujer a todas partes e iba al cine con las niñas. En el invierno su mujer cayó enferma, y él deseó que se muriera. Tenía la esperanza de que, al morir, el alma de ella vendría a hacerle compañía. Y se murió su mujer, pero su alma fue tan invisible para él como para las huérfanas.
Quedó otra vez solo, más solo aún, puesto que ya no pudo ver a su mujer. Se consoló con el presentimiento de que el alma de ella estaba a su lado, contemplando también a las hijas comunes. ¿Se daría cuenta su mujer de que él estaba allí? Sí... ¡claro!... qué duda había. ¡Era tan natural!
Hasta que un día tuvo, por primera vez desde que estaba muerto, esa sensación de más allá, de misterio, que tantas veces lo había sobrecogido cuando vivo; ¿y si toda la casa estuviera poblada de sombras de lejanos parientes, de amigos olvidados, de fisgones, que divertían su eternidad espiando las huérfanas?
Se estremeció de disgusto, como si hubiera metido la mano en una cueva de gusanos. ¡Almas, almas, centenares de almas extrañas deslizándose unas encimas de otras, ciegas entre sí pero con sus maliciosos ojos abiertos al aire que respiraban sus hijas!
Nunca pudo recobrarse de esa sospecha, aunque con el tiempo consiguió despreocuparse: ¡qué iba a hacer! Su cuñada había recogido a las huérfanas. Allí se sintió otra vez en su hogar. Y pasaron los años. Y vio morir, solteras, una tras otra, a sus tres hijas. Se apagó así, para siempre, ese fuego de la carne que en otras familias más abundantes va extendiéndose como un incendio en el campo.
Pero él sabía que en lo invisible de la muerte su familia seguía triunfando, que todos, por el gusto de adivinarse juntos, habitaban la misma casa, prendidos a su cuñada como náufragos al último leño.
También murió su cuñada.
Se acercó al ataúd donde la velaban, miró su rostro, que todavía se ofrecía como un espejo al misterio, y sollozó, solo, solo ¡qué solo! Ya no había nadie en el mundo de los vivos que los atrajera a todos con la fuerza del cariño. Ya no había posibilidades de citarse en un punto del universo. Ya no había esperanzas. Allí, entre los cirios en llama, debían de estar las almas de su mujer y de sus hijas. Les dijo "¡Adiós!" sabiendo que no podían oírlo, salió al patio y voló noche arriba.

Roberto Bolaño , Lupe


Trabajaba en la Guerrero, a pocas calles de la casa de
Julián
y tenía 17 años y había perdido un hijo.
El recuerdo la hacía llorar en aquel cuarto del hotel
Trébol,
espacioso y oscuro, con baño y bidet, el sitio ideal
para vivir durante algunos años. El sitio ideal para
escribir
un libro de memorias apócrifas o un ramillete
de poemas de terror. Lupe
era delgada y tenía las piernas largas y manchadas
como los leopardos.
La primera vez ni siquiera tuve una erección:
tampoco esperaba tener una erección. Lupe habló de su
vida
y de lo que para ella era la felicidad.
Al cabo de una semana nos volvimos a ver. La encontré
en una esquina junto a otras putitas adolescentes,
apoyada en los guardabarros de un viejo Cadillac.
Creo que nos alegramos de vernos. A partir de entonces
Lupe empezó a contarme cosas de su vida, a veces
llorando,
a veces cogiendo, casi siempre desnudos en la cama,
mirando el cielorraso tomados de la mano.
Su hijo nació enfermo y Lupe prometió a la Virgen
que dejaría el oficio si su bebé se curaba.
Mantuvo la promesa un mes o dos y luego tuvo que
volver.
Poco después su hijo murió y Lupe decía que la culpa
era suya por no cumplir con la Virgen.
La Virgen se llevó al angelito por una promesa no
sostenida.
Ya no sabía qué decirle.
Me gustaban los niños, seguro,
pero aún faltaban muchos años para que supiera
lo que era tener un hijo.
Así que me quedaba callado y pensaba en lo extraño
que resultaba el silencio de aquel hotel.
O tenía las paredes muy gruesas o éramos los únicos
ocupantes
o los demás no abrían la boca ni para gemir.
Era tan fácil manejar a Lupe y sentirte hombre
y sentirte desgraciado. Era fácil acompasarla
a tu ritmo y era fácil escucharla referir
las últimas películas de terror que había visto
en el cine Bucareli.
Sus piernas de leopardo se anudaban en mi cintura
y hundía su cabeza en mi pecho buscando mis pezones
o el latido de mi corazón.
Eso es lo que quiero chuparte, me dijo una noche.
¿Qué, Lupe? El corazón.