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jueves, 28 de febrero de 2013
Jose Saramago , estudio de desnudo
Esa línea que nace de tus hombros,
Que se prolonga en brazos, después mano,
Esos círculos tangentes, geminados,
Cuyo centro en cono se resuelve, Agudamente erguidos hacia los labios
Que ansiosos de los tuyos se desprenden.
Esas dos parábolas que te encierran
En el quebrar ondulado de cintura,
Las calipigias cicloides superpuestas
Al trazo de las columnas invertidas:
Tibios muslos de líneas envolventes,
Torneada espiral que no se extingue.
Esa curva tan suave que dibuja
Sobre tu vientre un arco reposado,
Ese triángulo oscuro que fulgura,
Camino y sello de la puerta de tu cuerpo,
Donde el estudio que de desnudo hago
Se transforma en cuadro terminado.
Que se prolonga en brazos, después mano,
Esos círculos tangentes, geminados,
Cuyo centro en cono se resuelve, Agudamente erguidos hacia los labios
Que ansiosos de los tuyos se desprenden.
Esas dos parábolas que te encierran
En el quebrar ondulado de cintura,
Las calipigias cicloides superpuestas
Al trazo de las columnas invertidas:
Tibios muslos de líneas envolventes,
Torneada espiral que no se extingue.
Esa curva tan suave que dibuja
Sobre tu vientre un arco reposado,
Ese triángulo oscuro que fulgura,
Camino y sello de la puerta de tu cuerpo,
Donde el estudio que de desnudo hago
Se transforma en cuadro terminado.
miércoles, 27 de febrero de 2013
Diana Bellessi, he construido un jardìn
He construido un jardín como quien hace
los gestos correctos en el lugar errado.
Errado, no de error, sino de lugar otro,
como hablar con el reflejo del espejo
y no con quien se mira en él.
He construido un jardín para dialogar
allí, codo a codo en la belleza, con la siempre
muda pero activa muerte trabajando el corazón.
Deja el equipaje repetía, ahora que tu cuerpo
atisba las dos orillas, no hay nada, más
que los gestos precisos
dejarse ir para cuidarlo
y ser, el jardín.
Atesora lo que pierdes, decía, esta muerte
hablando en perfecto y distanciado castellano.
Lo que pierdes, mientras tienes, es la sola compañía
que te allega, a la orilla lejana de la muerte.
Ahora la lengua puede desatarse para hablar.
Ella que nunca pudo el escalpelo del horror
provista de herramientas para hacer, maravilloso
de ominoso. Sólo digerible al ojo el terror
si la belleza lo sostiene. Mira el agujero
ciego: los gestos precisos y amorosos sin reflejo
en el espejo frente al cual, la operatoria carece
de sentido.
Tener un jardín, es dejarse tener por él y su
eterno movimiento de partida. Flores, semillas y
plantas mueren para siempre o se renuevan. Hay
poda y hay momentos, en el ocaso dulce de una
tarde de verano, para verlo excediéndose de sí,
mientras la sombra de su caída anuncia
en el macizo fulgor de marzo, o en el dormir
sin sueño del sujeto cuando muere, mientras
la especie que lo contiene no cesa de forjarse.
El jardín exige, a su jardinera verlo morir.
Demanda su mano que recorte y modifique
la tierra desnuda, dada vuelta en los canteros
bajo la noche helada. El jardín mata
y pide ser muerto para ser jardín. Pero hacer
gestos correctos en el lugar errado,
disuelve la ecuación, descubre páramo.
Amor reclamado en diferencia como
cielo azul oscuro contra la pena. Gota
regia de la tormenta en cuyo abrazo llegas
a la orilla más lejana. I wish you
were here amor, pero sos, jardinera y no
jardín. Desenterraste mi corazón de tu cantero.
los gestos correctos en el lugar errado.
Errado, no de error, sino de lugar otro,
como hablar con el reflejo del espejo
y no con quien se mira en él.
He construido un jardín para dialogar
allí, codo a codo en la belleza, con la siempre
muda pero activa muerte trabajando el corazón.
Deja el equipaje repetía, ahora que tu cuerpo
atisba las dos orillas, no hay nada, más
que los gestos precisos
dejarse ir para cuidarlo
y ser, el jardín.
Atesora lo que pierdes, decía, esta muerte
hablando en perfecto y distanciado castellano.
Lo que pierdes, mientras tienes, es la sola compañía
que te allega, a la orilla lejana de la muerte.
Ahora la lengua puede desatarse para hablar.
Ella que nunca pudo el escalpelo del horror
provista de herramientas para hacer, maravilloso
de ominoso. Sólo digerible al ojo el terror
si la belleza lo sostiene. Mira el agujero
ciego: los gestos precisos y amorosos sin reflejo
en el espejo frente al cual, la operatoria carece
de sentido.
Tener un jardín, es dejarse tener por él y su
eterno movimiento de partida. Flores, semillas y
plantas mueren para siempre o se renuevan. Hay
poda y hay momentos, en el ocaso dulce de una
tarde de verano, para verlo excediéndose de sí,
mientras la sombra de su caída anuncia
en el macizo fulgor de marzo, o en el dormir
sin sueño del sujeto cuando muere, mientras
la especie que lo contiene no cesa de forjarse.
El jardín exige, a su jardinera verlo morir.
Demanda su mano que recorte y modifique
la tierra desnuda, dada vuelta en los canteros
bajo la noche helada. El jardín mata
y pide ser muerto para ser jardín. Pero hacer
gestos correctos en el lugar errado,
disuelve la ecuación, descubre páramo.
Amor reclamado en diferencia como
cielo azul oscuro contra la pena. Gota
regia de la tormenta en cuyo abrazo llegas
a la orilla más lejana. I wish you
were here amor, pero sos, jardinera y no
jardín. Desenterraste mi corazón de tu cantero.
Dario Sztajnszrajber, Antoine y Colette ( el amor al cine )
Toda historia de amor cuenta también historias de desamor, historias que no se consuman, relaciones que fracasan, y en especial, historias de frustraciones basadas en la falta de respuesta o en la ausencia de reciprocidad. Es que el gran problema del amor es la tensión que se produce entre la unilateralidad del deseo y su posibilidad de retorno, entre el amor que se da y el amor que se recibe. ¡Cómo duele cuando uno ama pero no es amado! ¿Qué hacemos cuando nos enamoramos de alguien a quien no le interesamos? ¿No devela todo rechazo la conciencia de que no somos el centro del mundo y menos aún de que no lo podemos todo? Por algo el saber popular recomienda experimentar siempre en la vida alguna frustración. Algo del amor se juega en la apertura de nuestro ego.
Truffaut nos presenta en este cortometraje de 30 minutos a Antoine Doinel, del que ya vimos su dura infancia en la película "Los 400 golpes" y que a partir de ahora será el protagonista de varios largometrajes que irán constituyendo algo así como un ciclo de vida afectiva del personaje: noviazgos, casamiento, divorcio, con la particularidad de haber mantenido a lo largo de los años al mismo actor, Jean Pierre Leaud. Así, se nos invita a recorrer junto a Antoine Doinel los caminos de seducción de Colette, una joven a la que Antoine descubre en un concierto. No se trata de la narración de una obsesión, para nada; sino del relato bien simple de los intentos de Antoine por consumar su amor con Colette. Sabemos de Antoine que es un joven trabajador con un pasado difícil, pero que apuesta a su actual estado de independencia –tiene 17 años- para seducir tanto a Colette como a su familia. La relación entre Antoine y Colette nos mantiene en vilo durante todo el cortometraje y no nos da indicios de ningún tipo de resolución hasta el final…
este texto forma parte de la presentacion del ciclo el amor al cine que se trasmite los domingos a las 22 hs por el canal encuentro
martes, 26 de febrero de 2013
Charly Garcia , ( cambiar es bien)
Viajaste de verdad
pasaste sustos
saltaste la pared
cambiando.
Yo estaba en un lugar
a punto de caer
y aunque te parezca extraño
música es lo que das.
Si estás así
piensa.
El problema no está aquí.
Cambiar es bien
aún sin amor
aún sin creer
Entiende
Donde estoy.
Quizás tendrás que ver
a dónde vas
Piensalo otra vez
entiende y ten valor.
Salta y se feliz.
Intenta
para que fingir
no vale la pena.
Música es lo que me das.
Hernan Casciari , Perdiendo los papeles
Los periodistas o escritores que ahora tienen entre treinta y cincuenta
años han escrito su primera novela en una Olivetti de carro ancho y la
última en un ordenador portátil. Pertenezco a esa generación: borroneé
mi primer cuento en un cuaderno de hojas cuadriculadas y mi último
cuento lo pensé expresamente para mi blog personal. Redacté mi primer
artículo periodístico en un pasquín de pueblo que se imprimía con
linotipos y con estereotipos, y en cambio éste, mi último artículo hasta
la fecha, se puede leer en papel pero también on line , y
gratis, desde cualquier parte del mundo. Y así resulta que esta
generación (la que ahora tiene entre treinta y cincuenta años) será, de
entre la Humanidad entera, la única que pueda decir "he caminado por las
dos veredas". Nacimos analógicos, crecimos en una trepidante
transformación, y envejeceremos ya completamente digitales. Y aunque
muchos de nosotros recordemos con nostalgia el olor de la tinta
(Scheffer o Parker) secándose en nuestro primer cuaderno, lo contaremos
desde un blog (Movable Type o Word Press).
En general, los que tuvimos el privilegio de probar ambas formas de comunicación estamos más o menos convencidos de preferir esta época, estas herramientas y estos recursos para decir lo que pensamos y compartir nuestras creaciones. Es un tiempo con menos intermediarios, en el que llegar al lector suele ser un vuelo directo y sin escalas. Pero hay algo que perderemos irremediablemente, algo que nadie echa a faltar todavía, pero que en no muchos años será un bache inmenso en la transmisión cultural: estamos perdiendo los originales. Uno de los placeres más eróticos del voyeurismo literario ha sido, siempre, ver las tachaduras de los maestros en el papel. Y los futuros maestros -los jovencitos digitales que mañana serán grandes comunicadores- arrojan sus errores a la papelera de reciclaje. Nuestros hijos ya no podrán beber de esa fuente. Parece baladí, pero se trata de una pérdida tremenda.
Suelo prestar mucha atención a los originales y primeras versiones de aquellos que admiro por su prosa simple. Porque han sido justamente ellos los que más han tachado, borroneado y sintetizado. Los que más han exprimido los márgenes de las hojas con anotaciones, los que más han dado cátedra de errores resueltos a tiempo. ¿Quién escribe a mano hoy en día? ¿Recuerda el lector cuando la maestra nos reconocía por nuestra letra manuscrita? Yo, por lo menos, ya no tengo letra. ¿Quién se acuerda ya del Liquid Paper, ese pincelito de olor intenso con el que blanqueábamos nuestra mala taquigrafía y con el que a veces, incluso, nos dopábamos sanamente? Hoy todo es Delete. Hoy todo lo que no sirve desaparece de la pantalla, y cada cosa que escribimos es la última y definitiva versión. No tenemos memoria ni de nuestros propios errores.
Quizás me equivoque, pero sospecho que -por culpa de la tecnología- dentro de cien años se escribirá un poco peor que hace cien años. Pero también, gracias a la tecnología, lo hará el doble de gente. Nadie sabe qué es mejor
Hernàn Casciari
este texto fue extraido del diario la Nacion del 2 de agosto del año 2009
En general, los que tuvimos el privilegio de probar ambas formas de comunicación estamos más o menos convencidos de preferir esta época, estas herramientas y estos recursos para decir lo que pensamos y compartir nuestras creaciones. Es un tiempo con menos intermediarios, en el que llegar al lector suele ser un vuelo directo y sin escalas. Pero hay algo que perderemos irremediablemente, algo que nadie echa a faltar todavía, pero que en no muchos años será un bache inmenso en la transmisión cultural: estamos perdiendo los originales. Uno de los placeres más eróticos del voyeurismo literario ha sido, siempre, ver las tachaduras de los maestros en el papel. Y los futuros maestros -los jovencitos digitales que mañana serán grandes comunicadores- arrojan sus errores a la papelera de reciclaje. Nuestros hijos ya no podrán beber de esa fuente. Parece baladí, pero se trata de una pérdida tremenda.
Suelo prestar mucha atención a los originales y primeras versiones de aquellos que admiro por su prosa simple. Porque han sido justamente ellos los que más han tachado, borroneado y sintetizado. Los que más han exprimido los márgenes de las hojas con anotaciones, los que más han dado cátedra de errores resueltos a tiempo. ¿Quién escribe a mano hoy en día? ¿Recuerda el lector cuando la maestra nos reconocía por nuestra letra manuscrita? Yo, por lo menos, ya no tengo letra. ¿Quién se acuerda ya del Liquid Paper, ese pincelito de olor intenso con el que blanqueábamos nuestra mala taquigrafía y con el que a veces, incluso, nos dopábamos sanamente? Hoy todo es Delete. Hoy todo lo que no sirve desaparece de la pantalla, y cada cosa que escribimos es la última y definitiva versión. No tenemos memoria ni de nuestros propios errores.
Quizás me equivoque, pero sospecho que -por culpa de la tecnología- dentro de cien años se escribirá un poco peor que hace cien años. Pero también, gracias a la tecnología, lo hará el doble de gente. Nadie sabe qué es mejor
Hernàn Casciari
este texto fue extraido del diario la Nacion del 2 de agosto del año 2009
Jaime Sabines
Tu tienes lo que busco, lo que deseo, lo que amo,
tu lo tienes.
El puño de mi corazón está golpeando, llamando.
Te agradezco a los cuentos,
doy gracias a tu madre y a tu padre,
y a la muerte que no te ha visto.
Te agradezco al aire.
Eres esbelta como el trigo,
frágil como la línea de tu cuerpo.
Nunca he amado a una mujer delgada
pero tú has enamorado mis manos,
ataste mi deseo,
cogiste mis ojos como dos peces.
Por eso estoy a tu puerta, esperando.
Jaime Sabines
foto Juan Yanes
tu lo tienes.
El puño de mi corazón está golpeando, llamando.
Te agradezco a los cuentos,
doy gracias a tu madre y a tu padre,
y a la muerte que no te ha visto.
Te agradezco al aire.
Eres esbelta como el trigo,
frágil como la línea de tu cuerpo.
Nunca he amado a una mujer delgada
pero tú has enamorado mis manos,
ataste mi deseo,
cogiste mis ojos como dos peces.
Por eso estoy a tu puerta, esperando.
Jaime Sabines
foto Juan Yanes
George Harrison , ( y mi guitarra sigue llorando )
Los miro a todos vosotros, veo al amor dormido
Mientras mi guitarra llora dulcemente
Miro al suelo y veo que hace falta barrerlo
Y mi guitarra sigue llorando dulcemente
No sé por qué nadie te dijo
Cómo revelar tu amor
No sé cómo alguien pudo controlarte
Te compraron y te vendieron
Miro al mundo y me doy cuenta de que está girando
Mientras mi guitarra llora dulcemente
Sin duda aprendemos de cada error
Y mi guitarra sigue llorando
No sé cómo pudieron distraerte
Y también pervertirte
No sé cómo pudieron cambiarte
Nadie te avisó
Los miro a todos vosotros, veo al amor dormido
Mientras mi guitarra llora dulcemente
Miro al suelo y veo que hace falta barrerlo
Y mi guitarra sigue llorando dulcemente
domingo, 24 de febrero de 2013
Tom Yorke, Lo que sè
Si vas a ser vegetariano, realmente te tienen que gustar las lentejas. Si no, estás jodido.
Todas las paredes son fantásticas mientras el techo no se caiga.Mi padre siempre me enseñó a esperar que alguien viniera en la curva por el carril incorrecto de la ruta, directo hacia mí. Siempre tenía que asumir que ésa iba a ser la situación. Trataba de enseñarme a ser muy desconfiado de la gente –a no confiar–. Creo que lo llevó demasiado lejos cuando era chico. Eso es algo que tuve que desaprender.
Es mucho más fácil confiar en la gente hasta que te prueban que estás equivocado.
Empecé a cantar porque no pude encontrar a ningún otro. Todos a los que se lo pedí eran unos malditos idiotas.
Cuando empezamos a ser soporte de R.E.M eran shows en los que a veces la gente pedía sólo pollo para la cena y eso medio me jodió la cabeza.
Estuve mucho en el hospital cuando era chico porque nací con el ojo izquierdo cerrado y tuvieron que sacarme músculo del culo para armar un párpado que se abriera. Así que pasé cuatro o cinco operaciones, desde muy joven. Creo que empecé a protestar cuando cumplí 5 años. “Mirá, tenés que hacerlo –dijeron mis padres–. Si vas, te compramos lo que quieras, ¿sí? ¿Qué querés de regalo?.” Y les pedí un enterito rojo. Y me compraron un enterito rojo y me fui contento al hospital inclusive sabiendo que iba a estar bajo anestesia general, despertarme y vomitar por todos lados. Amaba ese enterito rojo. Lo usé hasta que me quedó demasiado chico y resultaba ridículo.
El respeto es, cuando uno está teniendo una discusión política con alguien, justo antes de decirle fascista, dar un paso atrás y preguntarse cómo puede ser que haya llegado a ese punto de completa ignorancia y estupidez.
Cuando era estudiante, el banco solía cortarme la tarjeta de crédito todo el tiempo. Mis cheques se la pasaban rebotando. Siempre estaba llamando por teléfono al banco. Fue muy satisfactorio, después de firmar un contrato discográfico, ir al banco y pagar toda mi deuda. El banquero vino del otro lado del mostrador a darme la mano y lo mandé a la mierda. ¿Cómo reaccionó? Creo que estaba acostumbrado.
Cada vez que voy al cajero automático y me pregunta cuánto dinero quiero, pienso, “todo el que me pueda dar”.
Me voy a la librería del pueblo, compro tres o cuatro libros de poesía, me siento en un café y leo un rato. Es como estirar los músculos antes de entrenar.
Mi abuelo venía a nuestra casa en el campo, agarraba una de las bicicletas y desaparecía. Venía cuando oscurecía y no teníamos idea de adónde había ido. Si se encontraba con alguien, le preguntaba dónde quedaba el mejor nightclub. Hizo eso hasta que cumplió noventa años.
Ya no me siento decepcionado. Pero siento la presión del tiempo que pasa.
Los chicos te enseñan a alegrarte, lo que me vino muy bien porque yo no era muy alegre en ese tiempo. Para mi humor fueron una bendición.
Creo que lo que enferma a la gente muchas veces es la creencia de que los pensamientos son concretos y de que uno es responsable por ellos. Cuando la verdad, por lo menos lo veo así, los pensamientos son lo que el viento sopla dentro de la mente.
Al público le cuesta mucho relajarse las noches de lunes.
Hay que construir vacíos en la vida. Pausas. Pausas reales.
Conseguir todo lo que uno quiere no tiene nada que ver con nada.
Si saliera a tocar solamente los hits, me sentiría muy distinto respecto de muchas cosas. Pero estamos tocando cosas buenas, y algunas son muy difíciles de tocar, la verdad. La idea de que veinte mil personas vienen a escucharnos tocar música que es bastante demencial y que ciertamente no pasan por la radio... Eso es algo bueno. Tocamos en Phoenix y Ed y yo salimos del escenario y nos quedamos mirándonos, asombrados. No lo podíamos creer.
No puedo imaginarme en veinte años porque estoy muy en el aquí y ahora.
*Estas son las
respuestas que Thom Yorke, el líder Radiohead, dio a la revista
norteamericana Esquire para su extraordinaria sección “Lo que sé”.
este texto fue extraìdo del diaro Pàgina 12, suplemento radar del domingo 24 de febrero 2013
Adrian Abonizio, viento dile a la lluvia
* La vieja se manda al buche las pastillas y pregunta
absorta: -¿Cómo saben dónde ir cada una?. -Yo la miro y le contestó
algo técnico y doctoral que ella asiente sin entender. Yo tampoco
entiendo. Luego repregunta. ¿Por qué llueve?. -Porque al campo le hace
bien, contesto. -!Ah, yo tenía campo cuando era chica, entonces me voy a
curar! y sale en batón al agua, feliz con su Alzheimer y su risa.
* El calor es un reinado infame que se agolpa en las afueras de la
ciudad y cuando entra destroza todo. En eso piensa, mientras tomando
mate mira tras la ventana como un cortinado de lluvia desapacigua el
territorio. Un hilito de agua insólitamente clara pasa junto a la vereda
y de ella bebe una torcaza. Luego, toma un palito con el pico pero no
convencida lo deja. Está armando su nido. Entonces el tipo asiste a un
fotograma maravilloso: El pájaro encuentra un pucho y parece gustarle
como armado de su hogar, por lo que el tipo antes cansado de lluvia,
mareos y rutina se sorprende y se encuentra sonriendo frente a la imagen
de un bicho portando en el pico tabaco en papel como si pitara mientras
vuela hacia su árbol.* "La llovizna es para los enamorados". "El amor es un paraguas para dos". "Con cada gota de lluvia el cielo llora de felicidad por nuestro amor", lee en una revista casual, manchada de hollín. Mira por la ventanita cancel de la sala de espera y odia a la humanidad, a esa literatura, a su soledad y al dolor de muelas que lo está perforando.
* El agua revela quienes somos: En la alcantarilla alcanza a divisar un papel de chocolate, un tampón, botellas plásticas, papeles de diario y un sin fin de coloridos papeluchos finales de la civilización bárbara. En eso está, en esa contemplación del abandono cuando un bocinazo lo sacude, pues se ha puesto, a filosofar frente a un semáforo y la gente enloquecida no soporta perder un segundo más frente al verde que les da paso y les asegura pertenecer a un territorio exangue, mojado y sucio. Le llaman ciudad.
* "Que llueva, que llueva la vieja está en la cueva". Ya no se oyen estos cánticos de aquelarre desesperado y feliz por el torrente que lava, cura y barre. Recuerdo un cuadrito de Mafalda que cantaba esto hasta que se encontró con una mendiga bajo la lluvia. A él le pasa lo mismo, pero en la zona sur: Los carros tiran y sus jamelgos apaleados para salir del torrente. Se detiene con el auto y empuja, le da una mano al moreno que no puede creer que un señor bajado del Audi esté pechando con él hasta que el caballo sale del barro. Se va sin despedirse. Esa noche en la mesa familiar del pobre aquel, comenzará a ser leyenda, mientras lo relatan.
* Hay un monstruo en la alcantarilla que barrunta su malhumor porque su cueva se está mojando. Hay un monstruo informe y ella lo sueña. Hasta que se despierta como muchas veces con las discusiones de sus padres, entonces, por prevención vuelve al monstruo, al que le teme menos
* "Un niño fue tragado por la alcantarilla de calle 9 de julio", recuerda él. ¿O era para que no caminen en las calles inundadas?. Era como un pombero pero fluvial, piensa. Lo consulta con su mamá, afectada por una memoria oxidada. -El que se murió fuiste vos, hijo. !Pero ahora por suerte volviste, mi amor!!A ver...contame como es allá?, lo dice muy seria. -Hmm, resuelve el hijo...no conviene, mamá...siempre está lloviendo y nunca sale el sol. -Ay que feo lugar, mejor no ir ahí, mi amor. !Cuidate de volver, eh!!Cuidadito con irse!
* Las calles están inundadas. Toma un taxi que se detiene como una barcaza haciendo olas. Dentro suena Charles Aznavour cantando Venecia sin ti. El chofer, de buen humor hace gala de su excentricidad y maestría. -¿Le gusta esta música? Oiga, oiga. Y el pasajero asiste a una función donde cada estrofa de la canción está enganchada por distintos intérpretes, poco importa la tonalidad y el ritmo. Felicita al audaz. Y piensa que es un ángel de la libertad y la demencia que solo sale con su taxi en los días de lluvia.
* "....Garúa, solo y triste por la acera va este corazón vencido, con tristezas de tapera", va cantando el pibe. -Es corazón transido, acota ella. -No, es vencido, repite él. ¿Qué te apuesto?, dice la chica. -Un polvo, dale, quiere convencer él. El que gana puede elegir por si o por no. Ella medita, ve la cara de laucha de su amigo y reconoce casi con piedad. -Creo que tenés razón, es vencido, miente. Vamos a mi casa, está a la vuelta. El alma del tango, injusta, cruel, maldita y borracha esa noche concede deseos como un hada buena con preservativos musicales en las alas.
Adrian Abonizio
este texto ha sido extraido del Rosario 12 publicado el dia 24 de febrero de 2013
Roberto G Castañeda, yo tambien he sido un gato, a veces un perro
Con rabia miro el video de un pobre diablo que no tiene más que dinero.
El estúpido golpea a un valet parking porque no le quiso cambiar la
llanta a su auto. Al grito de “yo pago para que estos gatos hagan lo que
les digo”, el imbécil agredió verbal y físicamente a un empleado de un
condominio de lujo.
Este país se está hundiendo en la mierda, a merced de los presidentes necios y los políticos corruptos y los empresarios sin escrúpulos y los sicarios sin piedad, tal y como lo ha vaticinado alguna vez Charles Bukowski: “Esta ciudad parece enferma/ y es habitada por locos./ Todo parece triste y nos aniquila poco a poco:/ amantes que acaban odiándose,/ ese pordiosero que sentado/ mira fijamente nuestros rostros,/ adentrándose en nuestras mentes,/ flores secas y basura amontonada,/ banqueros y funcionarios tramando quedarse con nuestro dinero,/ políticos de cara amable y espíritu podrido,/ ladrones de cuello blanco con maravillosas esposas y champaña en las comidas,/ la misma historia de las devaluaciones,/ cárceles atestadas de violadores,/ gente desencantada en los andenes del metro,/ hombres suficientemente viejos/ como para amar la tumba desde ahora…/ Estas y otras, muchas, cosas/ demuestran que la vida gira sobre un eje oxidado./ Pero nos han dejado un poco de música/ y un póster de Dylan en la pared,/ una botella de ron, unos pantalones de mezclilla,/ un delgado volumen de poemas,/ un perro que corre como si el diablo le estuviera retorciendo la cola.../ Y llega el odio, luego el amor y después, de nuevo, el odio/ como un asesino que dobla la equina”. Y sí, este país gira sobre un eje podrido. Y los amantes juegan a engañarse, mientras los suicidas se sienten menos vivos que nunca, en tanto los gatos te miran con recelo y los perros sueñan con tus huesos. Corren tiempos malos. Son los tiempos en que duelen las derrotas, en que los ladrones quieren desvalijar tu auto viejo. Son los días en que Dios nos da la espalda, mientras la desgracia se pasa un alto y embiste la poca esperanza que nadie nos ha robado. Son los tiempos en que una morena baila desnuda en la penumbra agria de un teibol. Son tiempos de cielos altos, de nubarrones en tu memoria, de poemas que nadie declama, de canciones que todos bailan. Son los tiempos en que los policías tienen los ojos sospechosamente enrojecidos, los travestis roban relojes, y algunas mujeres mastican con calma un corazón ajeno. Son los jodidos días en que los antros sirven bebidas adulteradas y los meseros ofrecen drogas y los jóvenes vuelan sin seguro de vida ni alas de repuesto. Son las jodidas horas en que te sientes como un perro y olfateas la podredumbre y te asqueas de la maldad ajena.
>>>
Y sí, yo también he sido un gato. Lo he sido con más frecuencia de lo que hubiera imaginado. Y también he sido un perro. Empleado de un contratista, tuve que pintar muros industriales e instalar maquinaria pesada. La paga era mala, por no decir miserable, pero mi patrón se regodeaba con nuestro descontento: “Si no les parece pueden largarse. Pinches gatos revoltosos”. Hasta que me harté de sus desplantes y lo mandé a la embajada en que su madre ejercía de suripanta. Luego tuve otros jefes igual de patéticos, con aires de sabelotodos y la misma decencia que un político en campaña. Sí, fui un gato de cuarta, de quinta, de segunda, según la perspectiva de quien me pagara el sueldo. Y también fui un perro cuando la ocasión lo ameritaba. Como aquella ocasión en que uno de mis empleadores casi me hace tropezar mientras cargaba una escalera y tuve que alertarlo: “¡Aguas, maestro!”. El sujeto se hizo a un lado, apenas a tiempo para reclamarme. “¿A quién le dices maestro, estúpido?”, gritó a mis espaldas. Dejé la escalera a un lado y me regresé para encararlo: “Dije ‘maestro’, no ‘maestro estúpido’”. El idiota se acomodó la corbata, en una especie de gesto de a-mí-no-me-hablas-así, y luego parloteó que “a mí ni me conoces, pinche gato igualado. ¿O me conoces para hablarme así?”. Uy, eso sí que calentaba. “Pues no, no te conozco, pero igual te parto tu pinche madre, cómo ves”, remarqué en su cara. “Pues como veas, pendejito”, quizá confiaba en que era de mi estatura y un mayor peso. Entonces se quitó el saco e intentó empujarme con el pecho. Mala estrategia. Le di un cabezazo en el tabique nasal. Eso lo aturdió momentáneamente y alcanzó a darme un rozón con el puño. Sentí ardor en el labio, comprobé que sangraba levemente y me desconocí por completo: uno, dos, tres golpes directos al rostro, una patada en el costado y otra en la entrepierna. Hasta que me sujetaron dos compañeros que trataban de calmarme, “ya estuvo, ya estuvo, ya te lo chingaste”. El tipo estaba en el suelo, con la corbata y la camisa manchada de sangre. No pude evitar recordarle que “para que veas que a un perro no lo puedes comparar con un gato, pendejo”. Se supone que nunca he sido violento, o al menos eso creo, pero mi hermano siempre recuerda que era yo irreconocible cuando me peleaba, sobre todo cuando se trataba de defender a mis hermanas. No sé si sea correcto, pero lo que sí acepto es que muchas veces he sido un gato. Y a veces también he sido un perro. Obviamente, perdí mi empleo como perdí muchos otros por diversas razones: La principal es que habré sido un gato, pero con mucha pinche dignidad. Así que mejor me puse a estudiar, lo que me costó bastante trabajo dado que soy malo para la escuela, nomás para reducir las posibilidades de que me trataran como a un esclavo. Al menos ya sé descifrar a los que usan careta y sonríen con cinismo. Al menos puedo decir que tengo alma de gato, en el sentido de libertad, y el corazón de un perro. Y Dante Guerra no es el más sabio pero sí muy certero: “Y qué hago con esta rabia, esta ira que jala la correa./ Este coraje que me empuja a escupir fuego,/ no cesa, no se acalla con nada./ Habría que perseguir a los apáticos,/ morderles el brazo un poco, encajarles el colmillo/ y contagiarles un poco de esta furia/ que ladra cuando la contengo”. Y que se cuiden los políticos, los asesinos, los banqueros, los hipócritas, los judiciales, los hombres vacíos, los cobradores de impuestos, los especuladores, los mandatarios, los empresarios, los poderosos, porque cada vez somos más los que dejamos de ser gatos para transformarnos en perros
Roberto G Castañeda
este texto fue extraido de: http://www.elgrafico.mx/columnas/93600.html
Este país se está hundiendo en la mierda, a merced de los presidentes necios y los políticos corruptos y los empresarios sin escrúpulos y los sicarios sin piedad, tal y como lo ha vaticinado alguna vez Charles Bukowski: “Esta ciudad parece enferma/ y es habitada por locos./ Todo parece triste y nos aniquila poco a poco:/ amantes que acaban odiándose,/ ese pordiosero que sentado/ mira fijamente nuestros rostros,/ adentrándose en nuestras mentes,/ flores secas y basura amontonada,/ banqueros y funcionarios tramando quedarse con nuestro dinero,/ políticos de cara amable y espíritu podrido,/ ladrones de cuello blanco con maravillosas esposas y champaña en las comidas,/ la misma historia de las devaluaciones,/ cárceles atestadas de violadores,/ gente desencantada en los andenes del metro,/ hombres suficientemente viejos/ como para amar la tumba desde ahora…/ Estas y otras, muchas, cosas/ demuestran que la vida gira sobre un eje oxidado./ Pero nos han dejado un poco de música/ y un póster de Dylan en la pared,/ una botella de ron, unos pantalones de mezclilla,/ un delgado volumen de poemas,/ un perro que corre como si el diablo le estuviera retorciendo la cola.../ Y llega el odio, luego el amor y después, de nuevo, el odio/ como un asesino que dobla la equina”. Y sí, este país gira sobre un eje podrido. Y los amantes juegan a engañarse, mientras los suicidas se sienten menos vivos que nunca, en tanto los gatos te miran con recelo y los perros sueñan con tus huesos. Corren tiempos malos. Son los tiempos en que duelen las derrotas, en que los ladrones quieren desvalijar tu auto viejo. Son los días en que Dios nos da la espalda, mientras la desgracia se pasa un alto y embiste la poca esperanza que nadie nos ha robado. Son los tiempos en que una morena baila desnuda en la penumbra agria de un teibol. Son tiempos de cielos altos, de nubarrones en tu memoria, de poemas que nadie declama, de canciones que todos bailan. Son los tiempos en que los policías tienen los ojos sospechosamente enrojecidos, los travestis roban relojes, y algunas mujeres mastican con calma un corazón ajeno. Son los jodidos días en que los antros sirven bebidas adulteradas y los meseros ofrecen drogas y los jóvenes vuelan sin seguro de vida ni alas de repuesto. Son las jodidas horas en que te sientes como un perro y olfateas la podredumbre y te asqueas de la maldad ajena.
>>>
Y sí, yo también he sido un gato. Lo he sido con más frecuencia de lo que hubiera imaginado. Y también he sido un perro. Empleado de un contratista, tuve que pintar muros industriales e instalar maquinaria pesada. La paga era mala, por no decir miserable, pero mi patrón se regodeaba con nuestro descontento: “Si no les parece pueden largarse. Pinches gatos revoltosos”. Hasta que me harté de sus desplantes y lo mandé a la embajada en que su madre ejercía de suripanta. Luego tuve otros jefes igual de patéticos, con aires de sabelotodos y la misma decencia que un político en campaña. Sí, fui un gato de cuarta, de quinta, de segunda, según la perspectiva de quien me pagara el sueldo. Y también fui un perro cuando la ocasión lo ameritaba. Como aquella ocasión en que uno de mis empleadores casi me hace tropezar mientras cargaba una escalera y tuve que alertarlo: “¡Aguas, maestro!”. El sujeto se hizo a un lado, apenas a tiempo para reclamarme. “¿A quién le dices maestro, estúpido?”, gritó a mis espaldas. Dejé la escalera a un lado y me regresé para encararlo: “Dije ‘maestro’, no ‘maestro estúpido’”. El idiota se acomodó la corbata, en una especie de gesto de a-mí-no-me-hablas-así, y luego parloteó que “a mí ni me conoces, pinche gato igualado. ¿O me conoces para hablarme así?”. Uy, eso sí que calentaba. “Pues no, no te conozco, pero igual te parto tu pinche madre, cómo ves”, remarqué en su cara. “Pues como veas, pendejito”, quizá confiaba en que era de mi estatura y un mayor peso. Entonces se quitó el saco e intentó empujarme con el pecho. Mala estrategia. Le di un cabezazo en el tabique nasal. Eso lo aturdió momentáneamente y alcanzó a darme un rozón con el puño. Sentí ardor en el labio, comprobé que sangraba levemente y me desconocí por completo: uno, dos, tres golpes directos al rostro, una patada en el costado y otra en la entrepierna. Hasta que me sujetaron dos compañeros que trataban de calmarme, “ya estuvo, ya estuvo, ya te lo chingaste”. El tipo estaba en el suelo, con la corbata y la camisa manchada de sangre. No pude evitar recordarle que “para que veas que a un perro no lo puedes comparar con un gato, pendejo”. Se supone que nunca he sido violento, o al menos eso creo, pero mi hermano siempre recuerda que era yo irreconocible cuando me peleaba, sobre todo cuando se trataba de defender a mis hermanas. No sé si sea correcto, pero lo que sí acepto es que muchas veces he sido un gato. Y a veces también he sido un perro. Obviamente, perdí mi empleo como perdí muchos otros por diversas razones: La principal es que habré sido un gato, pero con mucha pinche dignidad. Así que mejor me puse a estudiar, lo que me costó bastante trabajo dado que soy malo para la escuela, nomás para reducir las posibilidades de que me trataran como a un esclavo. Al menos ya sé descifrar a los que usan careta y sonríen con cinismo. Al menos puedo decir que tengo alma de gato, en el sentido de libertad, y el corazón de un perro. Y Dante Guerra no es el más sabio pero sí muy certero: “Y qué hago con esta rabia, esta ira que jala la correa./ Este coraje que me empuja a escupir fuego,/ no cesa, no se acalla con nada./ Habría que perseguir a los apáticos,/ morderles el brazo un poco, encajarles el colmillo/ y contagiarles un poco de esta furia/ que ladra cuando la contengo”. Y que se cuiden los políticos, los asesinos, los banqueros, los hipócritas, los judiciales, los hombres vacíos, los cobradores de impuestos, los especuladores, los mandatarios, los empresarios, los poderosos, porque cada vez somos más los que dejamos de ser gatos para transformarnos en perros
Roberto G Castañeda
este texto fue extraido de: http://www.elgrafico.mx/columnas/93600.html
sábado, 23 de febrero de 2013
Jorge Curinao, mesa de luz
Salto del cuadro. Enciendo un cigarrillo
Despliego mi pobreza sobre este caos . Nada me es ajeno
Recuerdo los siglos de mi infancia :rezaba en voz alta
Recojo cada una de mis sombras
Soy negro y triste
Me atormentan los espejos. No encuentro formas
Me hieren los libros . No encuentro las palabras
Me duele la vida. No encuentro caminos
Y muero
de muerte natural
Jorge Curinao
Despliego mi pobreza sobre este caos . Nada me es ajeno
Recuerdo los siglos de mi infancia :rezaba en voz alta
Recojo cada una de mis sombras
Soy negro y triste
Me atormentan los espejos. No encuentro formas
Me hieren los libros . No encuentro las palabras
Me duele la vida. No encuentro caminos
Y muero
de muerte natural
Jorge Curinao
Sras y sres el gran Chico Buarque con Milton
O que serà que me dà
que me bulle por dentro , serà que me dà
que brota a flor de piel , serà que me dà
y que me sube por las mejillas y me hace ruborizar
y que me salta a los ojos y me traiciona
y que me salta a los ojos y me traiciona
y que me apreta el pecho y me hace confesar
lo que no tiene mas manera de disimular
y que nadie tiene derecho a negarse
y que me hace mendigo, me hace implorar
lo que no tiene mas manera de disimular
y que nadie tiene derecho a negarse
y que me hace mendigo, me hace implorar
lo que no tiene medida, ni nunca tendrà
lo que no tiene recetalo que no tiene medida, ni nunca tendrà
lo que no tiene remedio, ni nunca tendrà
lo que no tiene receta
o que serà que serà
lo que no tiene remedio, ni nunca tendrà
lo que no tiene receta
o que serà que serà
que da dentro de la gente y que no deberìa
que desacata la gente y que rebela que es como un aguardiente que no sacia
que es como estar enfermo de una jarana
que es como estar enfermo de una jarana
que ni diez mandamientos van a conciliar
ni todos los unguentos van aliviar
ni todos los quebrantos, toda alquimia
ni todos los unguentos van aliviar
ni todos los quebrantos, toda alquimia
Ni todos los santos, serà que serà
lo que no tiene descanso , ni nunca tendrà
lo que no tiene cansancio, ni nunca tendra
lo que no tiene descanso , ni nunca tendrà
lo que no tiene cansancio, ni nunca tendra
lo que no tiene limite
o que serà que me dà
o que serà que me dà
que me quema por dentro, serà que me dà
que me perturba el sueño, serà que me da
que me perturba el sueño, serà que me da
que todos los ardores me vienen a revolver
que todos los temblores me vienen a revolver
que todos los temblores me vienen a revolver
y que todos los sudores me vienen a remojar
y todos mis nervios estan pidiendo
y todos mis òrganos estan clamando
y una aflicciòn terrible me hace suplicar
lo que no tiene verguenza , ni nunca tendrà
lo que no tiene gobierno y nunca tendrà
lo que no tiene juicio
viernes, 22 de febrero de 2013
Hernàn Casciari, Los nuevos inventos
De repente, de un día para el otro, descubren soluciones simples que
hubiera sido fantástico conocer mucho antes. Por ejemplo, que los coches
pueden funcionar con electricidad. O con luz solar. Hay quienes dicen
que funcionan hasta con cocacola tibia, pero no lleguemos a tanto.
Quedémonos en la electricidad, porque Volvo ya presentó el primero, y
por detrás vienen otras grandes marcas. ¡Con electricidad, y lo dicen
ahora! No es una solución más compleja que la gasolina: es más sencilla.
También más barata y menos nociva. Pero en lugar de descubrirlo hace
sesenta años, los señores vienen y lo descubren ahora. Ahora que las
ciudades ya están hasta el cogote de smog, ahora que ya nos gastamos un
sueldo entero al año en combustible, ahora que se acaba el petróleo.
Permítanme dudar. Pero cuidado: no es una duda sobre la real existencia
del invento, ni sobre si funciona bien o mal; es una duda sobre si
realmente lo inventaron ahora y no antes. La duda es sobre cuánto tiempo
están cajoneados, a oscuras, los avances tecnológicos.
Esta semana, en Suiza, se dio a conocer otro invento increíble por lo simple, por lo necesario. Inventaron un aparatito que permite recargar el celular con el calor del cuerpo. Además, el prototipo se abastece con la diferencia de temperatura entre la fuente del calor y la del ambiente, por lo que no contamina (como las baterías o las pilas). Y, tras cartón, resulta que la fabricación de estos generadores es diez veces más barata que lo que venimos usando hasta hoy. Quien dice recargar el celular dice la computadora portátil, el iPod, etcétera. Es decir: parece que las pilas no eran tan, tan necesarias. ¿Cuántas habremos comprado a lo largo de nuestra vida? ¿Cuántas habremos tirado a la basura con culpa, sabiendo que destruíamos el planeta? ¿Cuántas veces nos habrá agarrado del cuello el empleado de seguridad del supermercado diciendo "qué llevás en el bolsillo"? Hacer larguísimas colas para llenar el tanque la noche anterior a un aumento imprevisto; salir a comprar pilas a las tres de la mañana de un domingo para desgrabar una nota; olvidarse el cargador del teléfono en casa y darse cuenta en un hotel a mil kilómetros; quedarse sin nafta entre San Clemente y Santa Teresita, caminar y caminar con dos bidones al rayo del sol; chupar esa manguerita infame para sacarle combustible a otro auto, vomitar; quedarse sin batería en el celular en medio de la nada. Todos esos baches de la vida podían haberse evitado. Pero no: los señores van presentando sus inventos de a poco, no sea cosa que de golpe nos convirtamos en consumidores felices. Nunca se descubre nada a tiempo, siempre tarde. Pienso en la valija con rueditas, quizá el invento más útil del siglo veinte, pero también la prueba de nuestra desidia. Porque la rueda se inventó al final del neolítico, y la valija común en el año 726. Entonces, ¡catorce siglos estuvimos llevando las valijas en la mano, habiendo ruedas! ¿Por qué tardamos tanto en ponerle bolitas redondas a la valija, si las dos cosas separadas existieron siempre? Lo dicho: nos esconden la felicidad hasta último momento.
Hernàn Casciari
este texto fue extraido de la maravillosa Orsai: http://editorialorsai.com/blog/podcast/
Esta semana, en Suiza, se dio a conocer otro invento increíble por lo simple, por lo necesario. Inventaron un aparatito que permite recargar el celular con el calor del cuerpo. Además, el prototipo se abastece con la diferencia de temperatura entre la fuente del calor y la del ambiente, por lo que no contamina (como las baterías o las pilas). Y, tras cartón, resulta que la fabricación de estos generadores es diez veces más barata que lo que venimos usando hasta hoy. Quien dice recargar el celular dice la computadora portátil, el iPod, etcétera. Es decir: parece que las pilas no eran tan, tan necesarias. ¿Cuántas habremos comprado a lo largo de nuestra vida? ¿Cuántas habremos tirado a la basura con culpa, sabiendo que destruíamos el planeta? ¿Cuántas veces nos habrá agarrado del cuello el empleado de seguridad del supermercado diciendo "qué llevás en el bolsillo"? Hacer larguísimas colas para llenar el tanque la noche anterior a un aumento imprevisto; salir a comprar pilas a las tres de la mañana de un domingo para desgrabar una nota; olvidarse el cargador del teléfono en casa y darse cuenta en un hotel a mil kilómetros; quedarse sin nafta entre San Clemente y Santa Teresita, caminar y caminar con dos bidones al rayo del sol; chupar esa manguerita infame para sacarle combustible a otro auto, vomitar; quedarse sin batería en el celular en medio de la nada. Todos esos baches de la vida podían haberse evitado. Pero no: los señores van presentando sus inventos de a poco, no sea cosa que de golpe nos convirtamos en consumidores felices. Nunca se descubre nada a tiempo, siempre tarde. Pienso en la valija con rueditas, quizá el invento más útil del siglo veinte, pero también la prueba de nuestra desidia. Porque la rueda se inventó al final del neolítico, y la valija común en el año 726. Entonces, ¡catorce siglos estuvimos llevando las valijas en la mano, habiendo ruedas! ¿Por qué tardamos tanto en ponerle bolitas redondas a la valija, si las dos cosas separadas existieron siempre? Lo dicho: nos esconden la felicidad hasta último momento.
Hernàn Casciari
este texto fue extraido de la maravillosa Orsai: http://editorialorsai.com/blog/podcast/
miércoles, 20 de febrero de 2013
Jaime Sabines, Vuelo de Noche
Mansamente, insoportablemente, me dueles.
Toma mi cabeza, córtame el cuello.
Nada queda de mí después de este amor.
Entre los escombros de mi alma, búscame,
escúchame.
En algún sitio de mi voz, sobreviviente, llama,
pide tu asombro,
tu iluminado silencio.
Atravesando muros, atmósferas, edades,
tu rostro (tu rostro que parece que fuera cierto)
viene desde la muerte, desde antes
del primer día que despertara al mundo.
¡Que claridad tu rostro, que ternura
de luz ensimismada,
que dibujo de miel sobre hojas de agua!
Amo tus ojos, amo, amo tus ojos.
Soy como el hilo de tus ojos, como una gota de tus ojos soy.
Levántame. De entre tus pies levántame, recógeme,
del suelo, de la sombra que pisas,
del rincón de tu cuarto que nunca ves en sueños.
Levántame. Por que he caído de tus manos
y quiero vivir, vivir, vivir.
Julio Cortàzar, despùes de las fiestas
y nos quedábamos los dos
entre vasos vacíos y ceniceros sucios,
qué hermoso era saber que estabas
ahí como un remanso,
sola conmigo al borde de la noche,
y que durabas, eras más que el tiempo,
eras la que no se iba
porque una misma almohada
y una misma tibieza
iba a llamarnos otra vez
a despertar al nuevo día,
juntos, riendo, despeinados.
Julio Cortàzar
martes, 19 de febrero de 2013
Jaime Jaramillo Escobar, el deseo
Hoy tengo deseo de encontrarte en la calle,
y que nos sentemos en un café a hablar largamente
de las cosas pequeñas de la vida, a recordar de cuando tú fuiste soldado,
o de cuando yo era joven y salíamos a recorrer juntos
la ciudad, y en las afueras, sobre la hierba nos echábamos
a mirar cómo el atardecer nos iba rodeando.
Entonces escuchábamos nuestra sangre cautelosamente
y nos estábamos callados.
Luego emprendíamos el regreso y tú te despedías
siempre en la misma esquina
hasta el día siguiente,
con esa despreocupación que uno quisiera tener toda la vida,
pero que sólo se da en la juventud,
cuando se duerme tranquilo en cualquier parte
sin un pan entre el bolsillo,
y se tienen creencias y confianzas
así en el mundo como en uno mismo.
Y quiero además aún hablarte,
pues tú tienes dieciocho años y podríamos divertirnos
esta noche con cerveza y música,
y después yo seguir viviendo como si nada...
o asistir a la oficina y trabajar diez o doce horas,
mientras la Muerte me espera en el guardarropa
para ponerme mi abrigo negro
a la salida.
yo buscando la puerta de emergencia,
la escalera de incendios que conduce al infierno,
todas las salidas custodiadas por desconocidos.
Pero hoy no podré encontrarte porque tú vives en otra ciudad.
Mientras la tarde transcurre
evocaré el muro en cuyo saliente nos sentábamos
a decir las últimas palabras cada noche,
o cuando fuimos a un espectáculo de lucha libre
y al salir comprendí que te amaba,
y en fin, tantas otras cosas que suceden...
y que nos sentemos en un café a hablar largamente
de las cosas pequeñas de la vida, a recordar de cuando tú fuiste soldado,
o de cuando yo era joven y salíamos a recorrer juntos
la ciudad, y en las afueras, sobre la hierba nos echábamos
a mirar cómo el atardecer nos iba rodeando.
Entonces escuchábamos nuestra sangre cautelosamente
y nos estábamos callados.
Luego emprendíamos el regreso y tú te despedías
siempre en la misma esquina
hasta el día siguiente,
con esa despreocupación que uno quisiera tener toda la vida,
pero que sólo se da en la juventud,
cuando se duerme tranquilo en cualquier parte
sin un pan entre el bolsillo,
y se tienen creencias y confianzas
así en el mundo como en uno mismo.
Y quiero además aún hablarte,
pues tú tienes dieciocho años y podríamos divertirnos
esta noche con cerveza y música,
y después yo seguir viviendo como si nada...
o asistir a la oficina y trabajar diez o doce horas,
mientras la Muerte me espera en el guardarropa
para ponerme mi abrigo negro
a la salida.
yo buscando la puerta de emergencia,
la escalera de incendios que conduce al infierno,
todas las salidas custodiadas por desconocidos.
Pero hoy no podré encontrarte porque tú vives en otra ciudad.
Mientras la tarde transcurre
evocaré el muro en cuyo saliente nos sentábamos
a decir las últimas palabras cada noche,
o cuando fuimos a un espectáculo de lucha libre
y al salir comprendí que te amaba,
y en fin, tantas otras cosas que suceden...
Ted Chinasky, Poblado de antiguos susurros
El movimiento ahora se calma. Yo inclino mi cabeza y la poso allá abajo, en la tierra. Ya he visto demasiados colores, y tus huellas me traen desde lejos, desde regiones que yo visité en lo deslumbrante del sueño, o durante el largo insomnio del verano. Yo quiero encender una a una las deslumbrantes luces, volverme apenas un campo de hierba cuando ya no oiga el sonido de la flauta sobre las olas del río.
Leon Felipe, quiero... sueño
No me contéis más cuentos,
que vengo de muy lejos
y sé todos los cuentos.
No me contéis más cuentos.
Contad
y recontadme este sueño.
Romped,
rompedme los espejos.
Deshacedme los estanques,
los lazos,
los anillos,
los cercos,
las redes,
las trampas
y todos los caminos paralelos.
Que no quiero,
que no quiero,
que no quiero,
que no quiero que me arrullen con cuentos,
Que no quiero,
Que no quiero,
Que no quiero,
Que no quiero que me sellen la boca y los ojos con cuentos,
que no quiero,
que no quiero,
que no quiero,
que no quiero que me entierren con cuentos,
que no quiero,
que no quiero,
que no quiero,
que no quiero verme clavado en el tiempo,
que no quiero verme en el agua,
que no quiero verme en la tierra tampoco,
que no quiero, a su ovillo, como un hilo de barba sujeto.
Quiero verme en el viento,
quiero verme en el viento,
quiero verme en el viento,
quiero verme en el viento...
quiero... ¡quiero!... sueño... ¡sueño!
Soy gusano que sueña... y sueño
verme un día volando en el viento.
Leon Felipe
Foto Michael Kenna
Foto Michael Kenna
domingo, 17 de febrero de 2013
Ricardo Zelarayán
El día menos pensado, sino fue ayer, ¿ será hoy, será mañana?
Cantemos el día que viene ya al día que nos deja. Pero, ¿ cuál será, cuál podrá ser el día menos pensado?
El día es luz que se prende y se apaga, un abrir y cerrar de ojos, una ola de tantas que hace arruga en el tiempo.
El día menos pensado es una ola enorme e inesperada que nos sacude de alegría o de pena, mucho más que los días de siempre que arden como paja en el fuego eterno del tiempo.
Flor muy blanca o muy oscura en el tiempo de la memoria, el día menos pensado viene hacia nosotros lento y seguro como un cisne blanco o negro, pero al llegar salta como un puma negro o blanco.
El día esperado se piensa y cuando llega nunca nos conforma del todo porque siempre es más chico que la esperanza.
El día menos pensado, en cambio, no da tiempo de nacer ni de crecer a la esperanza. Se nos viene encima nomás... Es pura suerte.
Siempre será, mucho mejor que domingo y mucho peor que lunes. Pero es un decir. Decir domingo que viene es un decir de la esperanza porque domingo que viene es un día muy pensado.
La vida tiene subidas y bajadas, pero nuestros días pensado se aplanan como la sombra. Son nuestra sombra en el tiempo. Los días menos pensados brillan como estrellas en nuestra memoria.
El día menos pensado es puro día o pura noche en el recuerdo. O una mañana sola sin tarde y sin noche. O una noche sin tarde y sin mañana. O un puro instante que se recuerda sin luz ni sombra y que vale años o una vida.
Será hoy, si no fue ayer, será mañana?
Pensar es esperanza. Así no va, así no viene.
sábado, 16 de febrero de 2013
Dario Sztajnszrajber, el amor al cine ( Paris, Texas)
Domingo
22 hs en el ciclo "El amor al cine", del canal encuentro de Argentina se proyectarà "Paris, Texas". Tremenda
película de Wim Wenders sobre el amor y sus consecuencias...
Paris, Texas
Un hombre andrajoso sin rumbo deambula por el desierto de Texas. No
habla. Nada sabemos de él. Se desploma. Alguien lo socorre. Hay un
número de teléfono. Aparece un hermano que nos cuenta que Travis hace 4
años se encuentra desaparecido. La sensación que queda es que hace 4
años se encuentra a la deriva.
Letal y clásico comienzo de esta película de Wim Wenders que tal vez sea
la metáfora misma de la condición humana: un desierto vacío e inmenso,
un peregrinaje sin fin y sin sentido, la palabra ausente o la sensación
previa a la palabra. Pero la civilización es otra cosa: la ciudad, la
estabilidad y sobre todo mucho ruido. El hermano regresa a Travis a la
cultura y así podemos reconstruir su exilio: no sabemos por qué, pero en
algún momento Travis se quebró y desapareció, dejando todo, pero sobre
todo a un hijo. Paris, Texas es la historia de Travis recobrando la
memoria, atravesado por la tensión entre el desierto y la civilización,
por la libertad y los mandatos. París, Texas es ese hijo que nos golpea
en las zonas más primitivas, dejando sin efecto cualquier decisión y
obligándonos a vérnosla contra nosotros mismos. En el nombre de Hunter,
su hijo, Travis decide hacerse cargo de su destino.
Un hijo es
una excedencia de amor. Es excedencia porque sobrevive incluso a su
desaparición. Los amores empiezan y terminan: los hijos permanecen y son
huella de nuestra historia. Pero son huellas vivas que nos obligan a
seguir amando. Nos obligan como si se tratara de un deber más allá de la
razón: tocan nuestra fibra porque son nuestra fibra. Nos exigen
apertura: el desprendimiento de nuestros deseos y sobre todo el ir en
contra incluso de lo propio. De la palabra “propio” proviene “propiedad”
que es justamente todo lo que un hijo no es: no es propio porque no nos
pertenece, sino que se encuentra más acá de lo propio, en esa zona
previa a las propiedades donde todo lo nuestro se constituye en el amor
por el otro...
Jorge Curinao, lenguajes
No hablar el mismo lenguaje
es la peor forma de comunicarse
mientras alguien mata
yo
sòlo soy un niño que te mira pasar
Jorge Curinao //jorgecurinao.blogspot.com.ar
Pedro Guerra (no me doy por vencido, y sigo, y juego )
Donde pongo la vida pongo el fuego
de mi pasión volcada y sin salida.
Donde tengo el amor, toco la herida.
Donde dejo la fe, me pongo en juego.
Pongo en juego mi vida, y pierdo, y luego
vuelvo a empezar, sin vida, otra partida.
Perdida la de ayer, la de hoy perdida,
no me doy por vencido, y sigo, y juego
lo que me queda: un resto de esperanza.
Al siempre va. Mantengo mi postura.
Si sale nunca, la esperanza es muerte.
Si sale amor, la primavera avanza.
Pero nunca o amor, mi fe segura:
jamás o llanto, pero mi fe fuerte
Eduardo Galeano, ( Estamos Ciegos)
-En lugar de pensar en medos, en persas, en egipcios, pensemos en los indios. Más cuenta nos tiene entender a un indio que a Ovidio. Emprenda su escuela con indios, señor rector.
Simón Rodríguez ofrece sus consejos al colegio del pueblo de Latacunga, en
Ecuador: que una cátedra de lengua quéchua sustituya a la de latín y que se
enseñe física en lugar de teología. Que el colegio levante una fábrica de loza y otra de vidrio. Que se implanten maestranzas de albañilería, carpintería y herrería.
Por las costas del Pacífico y las montañas de los Andes, de pueblo en pueblo,
peregrina don Simón. El nunca quiso ser árbol, sino viento. Lleva un cuarto de
siglo levantando polvo por los caminos de América. Desde que Sucre lo echó de Chiquisaca, ha fundado muchas escuelas, fábricas de velas y ha publicado un par de libros que nadie leyó. Con sus propias manos compuso los libros, letra a letra, porque no hay tipógrafo que pueda con tantas llaves y cuadros sinópticos. Este viejo vagabundo, calvo y feo y barrigón, curtido por los soles, lleva a cuestas un baúl lleno de manuscritos condenados por la absoluta falta de dinero y de lectores.
Ropa no carga. No tiene más que la puesta.
Bolívar le decía mi maestro, mi Sócratas. Le decía: Usted ha moldeado mi
corazón para lo grande y lo hermoso. La gente aprieta los dientes, por no reirse,cuando el loco Rodríguez lanza sus peroratas sobre el trágico destino de estas tierras hispanoamericanas:
-¡Estamos ciegos! ¡Ciegos!
Casi nadie lo escucha, nadie le cree. Lo tienen por judío, porque va regando hijos por donde pasa y no los bautiza con nombres de santos, sino que los llama Choclo, Zapallo y Zanahoria y otras herejías. Ha cambiado tres veces de apellido y dice que nació en Caracas, pero también dice que nació en Filadelfia y en Sanlúcar de Barrameda. Se rumorea que una de sus escuelas, la de Concepción, en Chile, fue arrasada por un terremoto que Dios envió cuando supo que don Simóm enseñaba anatomía paseándose en cueros ante los alumnos.
Cada día está más sólo don Simón. El más audaz, el más querible de los
pensadores de América, cada día más sólo.
A los ochenta años escribe:-Yo quise hacer de la tierra un paraíso para todos. La hice un infierno para mí.
Eduardo galeano,
ando errante y desnudo
memorias del fuego II
Simón Rodríguez ofrece sus consejos al colegio del pueblo de Latacunga, en
Ecuador: que una cátedra de lengua quéchua sustituya a la de latín y que se
enseñe física en lugar de teología. Que el colegio levante una fábrica de loza y otra de vidrio. Que se implanten maestranzas de albañilería, carpintería y herrería.
Por las costas del Pacífico y las montañas de los Andes, de pueblo en pueblo,
peregrina don Simón. El nunca quiso ser árbol, sino viento. Lleva un cuarto de
siglo levantando polvo por los caminos de América. Desde que Sucre lo echó de Chiquisaca, ha fundado muchas escuelas, fábricas de velas y ha publicado un par de libros que nadie leyó. Con sus propias manos compuso los libros, letra a letra, porque no hay tipógrafo que pueda con tantas llaves y cuadros sinópticos. Este viejo vagabundo, calvo y feo y barrigón, curtido por los soles, lleva a cuestas un baúl lleno de manuscritos condenados por la absoluta falta de dinero y de lectores.
Ropa no carga. No tiene más que la puesta.
Bolívar le decía mi maestro, mi Sócratas. Le decía: Usted ha moldeado mi
corazón para lo grande y lo hermoso. La gente aprieta los dientes, por no reirse,cuando el loco Rodríguez lanza sus peroratas sobre el trágico destino de estas tierras hispanoamericanas:
-¡Estamos ciegos! ¡Ciegos!
Casi nadie lo escucha, nadie le cree. Lo tienen por judío, porque va regando hijos por donde pasa y no los bautiza con nombres de santos, sino que los llama Choclo, Zapallo y Zanahoria y otras herejías. Ha cambiado tres veces de apellido y dice que nació en Caracas, pero también dice que nació en Filadelfia y en Sanlúcar de Barrameda. Se rumorea que una de sus escuelas, la de Concepción, en Chile, fue arrasada por un terremoto que Dios envió cuando supo que don Simóm enseñaba anatomía paseándose en cueros ante los alumnos.
Cada día está más sólo don Simón. El más audaz, el más querible de los
pensadores de América, cada día más sólo.
A los ochenta años escribe:-Yo quise hacer de la tierra un paraíso para todos. La hice un infierno para mí.
Eduardo galeano,
ando errante y desnudo
memorias del fuego II
Jorge Drexler, disneylandia
Hijo de inmigrantes rusos casado en Argentina con una pintora judía, se
casa por segunda vez con una princesa africana en Méjico.
Música hindú contrabandeada por gitanos polacos se vuelve un éxito en el interior de Bolivia.
Cebras africanas y canguros australianos en el zoológico de Londres.
Momias egipcias y artefactos incas en el Museo de Nueva York.
Linternas japonesas y chicles americanos en los bazares coreanos de San Pablo.
Imágenes de un volcán en Filipinas salen en la red de televisión de Mozambique.
Armenios naturalizados en Chile buscan a sus familiares en Etiopía.
Casas prefabricadas canadienses hechas con madera colombiana.
Multinacionales japonesas instalan empresas en Hong-Kong y producen con materia prima brasilera para competir en el mercado americano.
Literatura griega adaptada para niños chinos de la Comunidad Europea.
Relojes suizos falsificados en Paraguay vendidos por camellos en el barrio mejicano de Los Ángeles.
Turista francesa fotografiada semidesnuda con su novio árabe en el barrio de Chueca.
Pilas americanas alimentan electrodomésticos ingleses en Nueva Guinea
.Gasolina árabe alimenta automóviles americanos en África del Sur.
Pizza italiana alimenta italianos en Italia.
Niños iraquíes huídos de la guerra no obtienen visa en el consulado americano de Egipto para entrar en Disneylandia.
Música hindú contrabandeada por gitanos polacos se vuelve un éxito en el interior de Bolivia.
Cebras africanas y canguros australianos en el zoológico de Londres.
Momias egipcias y artefactos incas en el Museo de Nueva York.
Linternas japonesas y chicles americanos en los bazares coreanos de San Pablo.
Imágenes de un volcán en Filipinas salen en la red de televisión de Mozambique.
Armenios naturalizados en Chile buscan a sus familiares en Etiopía.
Casas prefabricadas canadienses hechas con madera colombiana.
Multinacionales japonesas instalan empresas en Hong-Kong y producen con materia prima brasilera para competir en el mercado americano.
Literatura griega adaptada para niños chinos de la Comunidad Europea.
Relojes suizos falsificados en Paraguay vendidos por camellos en el barrio mejicano de Los Ángeles.
Turista francesa fotografiada semidesnuda con su novio árabe en el barrio de Chueca.
Pilas americanas alimentan electrodomésticos ingleses en Nueva Guinea
.Gasolina árabe alimenta automóviles americanos en África del Sur.
Pizza italiana alimenta italianos en Italia.
Niños iraquíes huídos de la guerra no obtienen visa en el consulado americano de Egipto para entrar en Disneylandia.
jueves, 14 de febrero de 2013
Pablo Neruda, si tu me olvidas
Quiero
que sepas
una cosa.
Tú sabes cómo es esto:
si miro
la luna de cristal, la rama roja
del lento otoño en mi ventana,
si toco
junto al fuego
la impalpable ceniza
o el arrugado cuerpo de la leña,
todo me lleva a ti,
como si todo lo que existe,
aromas, luz, metales,
fueran pequeños barcos que navegan
hacia las islas tuyas que me aguardan.
Ahora bien,
si poco a poco dejas de quererme
dejaré de quererte poco a poco.
Si de pronto
me olvidas
no me busques,
que ya te habré olvidado.
Si consideras largo y loco
el viento de banderas
que pasa por mi vida
y te decides
a dejarme a la orilla
del corazón en que tengo raíces,
piensa
que en ese día,
a esa hora
levantaré los brazos
y saldrán mis raíces
a buscar otra tierra.
Pero
si cada día,
cada hora
sientes que a mí estás destinada
con dulzura implacable.
Si cada día sube
una flor a tus labios a buscarme,
ay amor mío, ay mía,
en mí todo ese fuego se repite,
en mí nada se apaga ni se olvida,
mi amor se nutre de tu amor, amada,
y mientras vivas estará en tus brazos
sin salir de los míos.
una cosa.
Tú sabes cómo es esto:
si miro
la luna de cristal, la rama roja
del lento otoño en mi ventana,
si toco
junto al fuego
la impalpable ceniza
o el arrugado cuerpo de la leña,
todo me lleva a ti,
como si todo lo que existe,
aromas, luz, metales,
fueran pequeños barcos que navegan
hacia las islas tuyas que me aguardan.
Ahora bien,
si poco a poco dejas de quererme
dejaré de quererte poco a poco.
Si de pronto
me olvidas
no me busques,
que ya te habré olvidado.
Si consideras largo y loco
el viento de banderas
que pasa por mi vida
y te decides
a dejarme a la orilla
del corazón en que tengo raíces,
piensa
que en ese día,
a esa hora
levantaré los brazos
y saldrán mis raíces
a buscar otra tierra.
Pero
si cada día,
cada hora
sientes que a mí estás destinada
con dulzura implacable.
Si cada día sube
una flor a tus labios a buscarme,
ay amor mío, ay mía,
en mí todo ese fuego se repite,
en mí nada se apaga ni se olvida,
mi amor se nutre de tu amor, amada,
y mientras vivas estará en tus brazos
sin salir de los míos.
ROBERTO G. CASTAÑEDA
Siete
de la mañana. Ni ganas de levantarse y planchar las alas. Para qué
volarsi nada más con abrir los ojos sientes la mirada fatigada. Hoy no
estás de humor para soportar a la gente en el metro, a tus compañeros de trabajo, a tu padre neurótico, a tu madre abnegada, a los choferes
esquizofrénicos, a toda esa
gente que tiene la decepción pintada en la cara. ¿No te parece una locura salir
a la calle para darte cuenta una vez más que todos quieren comprar tu alma o venderte la suya con ganas de estafarte?
Pero qué es la locura, qué la suerte, qué son esas cosas que te hacen falta para
no caer a medio vuelo o, peor aún, antes de dejar el suelo?, ¿Suerte, equilibrio
, pasión, un poco de calma ?
¿Equilibrio? Equilibrio es graduarte como arquitecto, con mención honorífica,
de tus propios miedos, para luego construir rascacielos que compiten en altura
y peso con tus inseguridades.
Confianza es peinarte frente a un espejo roto, tener cinco pesos en el bolsillo, desayunar café con bolillos y salir a la calle con la esperanza de que esta vez
será diferente.
Esperanza es creer que algún día los dioses te pagarán por cada obra buena
que has hecho, por tantos años de soportar a los políticos corruptos, a los ex presidentes asesinos.
Suerte es seguir vivo luego de tantos años de excesos, deambulando por sitios oscuros, bailando con la más
fea, engañando a la muerte, sientiéndote incompleto.
Armonía es encontrar en los ojos de un niño la inocencia que has extraviado
en algún lado.
Miedo es asumirte carcelero de tus bestias internas y torturarlas y hacerte el
sordo y no dejarlas salir nunca, a sabiendas de que te masticarán el corazón y
los sentimientos buenos.
Calma es dormirte bocarriba, con una sonrisa en los labios, después de una borrachera de dos días.
Bendición es escuchar a Paco de Lucía, a Bob Dylan antes de que envejeciera o
a los Rolling Stones cuando eran buenos.
Placer es reírte de los noticieros que hablan de nuestros gobernantes que sonríen con sonrisas maquiavélicas mientras suponen que nos ven la cara de pendejos.
Justicia es una simple definición en el diccionario.
Juventud es lavarte los dientes con gasolina y luego encender con calma un
cigarrillo.
Valor es darle de cachetadas al destino para luego subirte al tren de tus instintos.
Pasión es besar a una mujer borracha, afeitarte con navaja, invertir en libros de poesía, malgastar el tiempo en las librerías, cantar boleros en un antro, beber cerveza en tarro, ladrarle a los perros, patear a los autos, mirar feo a los
judiciales, escupir los cristales de los bancos y hacer el amor de vez en cuando.
Locura es tener fuerza para levantarte de la cama, ponerte unos jeans gastados, amarrarte las agujetas, escuchar el noticiero, conocer la cotización del dólar ,
rezar para que no se vuelva a devaluar el peso, y saber que las cosas serán
iguales el día de mañana.
ROBERTO G. CASTAÑEDA
gente que tiene la decepción pintada en la cara. ¿No te parece una locura salir
a la calle para darte cuenta una vez más que todos quieren comprar tu alma o venderte la suya con ganas de estafarte?
Pero qué es la locura, qué la suerte, qué son esas cosas que te hacen falta para
no caer a medio vuelo o, peor aún, antes de dejar el suelo?, ¿Suerte, equilibrio
, pasión, un poco de calma ?
¿Equilibrio? Equilibrio es graduarte como arquitecto, con mención honorífica,
de tus propios miedos, para luego construir rascacielos que compiten en altura
y peso con tus inseguridades.
Confianza es peinarte frente a un espejo roto, tener cinco pesos en el bolsillo, desayunar café con bolillos y salir a la calle con la esperanza de que esta vez
será diferente.
Esperanza es creer que algún día los dioses te pagarán por cada obra buena
que has hecho, por tantos años de soportar a los políticos corruptos, a los ex presidentes asesinos.
Suerte es seguir vivo luego de tantos años de excesos, deambulando por sitios oscuros, bailando con la más
fea, engañando a la muerte, sientiéndote incompleto.
Armonía es encontrar en los ojos de un niño la inocencia que has extraviado
en algún lado.
Miedo es asumirte carcelero de tus bestias internas y torturarlas y hacerte el
sordo y no dejarlas salir nunca, a sabiendas de que te masticarán el corazón y
los sentimientos buenos.
Calma es dormirte bocarriba, con una sonrisa en los labios, después de una borrachera de dos días.
Bendición es escuchar a Paco de Lucía, a Bob Dylan antes de que envejeciera o
a los Rolling Stones cuando eran buenos.
Placer es reírte de los noticieros que hablan de nuestros gobernantes que sonríen con sonrisas maquiavélicas mientras suponen que nos ven la cara de pendejos.
Justicia es una simple definición en el diccionario.
Juventud es lavarte los dientes con gasolina y luego encender con calma un
cigarrillo.
Valor es darle de cachetadas al destino para luego subirte al tren de tus instintos.
Pasión es besar a una mujer borracha, afeitarte con navaja, invertir en libros de poesía, malgastar el tiempo en las librerías, cantar boleros en un antro, beber cerveza en tarro, ladrarle a los perros, patear a los autos, mirar feo a los
judiciales, escupir los cristales de los bancos y hacer el amor de vez en cuando.
Locura es tener fuerza para levantarte de la cama, ponerte unos jeans gastados, amarrarte las agujetas, escuchar el noticiero, conocer la cotización del dólar ,
rezar para que no se vuelva a devaluar el peso, y saber que las cosas serán
iguales el día de mañana.
ROBERTO G. CASTAÑEDA
Joan Manuel Serrat, Las nanas de la cebolla ( se derrama hilo a hilo sobre la cuna)
La cebolla es escarcha
cerrada y pobre:
escarcha de tus días
y de mis noches.
Hambre y cebolla:
hielo negro y escarcha
grande y redonda.
cerrada y pobre:
escarcha de tus días
y de mis noches.
Hambre y cebolla:
hielo negro y escarcha
grande y redonda.
En la cuna del hambre
mi niño estaba.
Con sangre de cebolla
se amamantaba.
Pero tu sangre,
escarchada de azúcar,
cebolla y hambre.
mi niño estaba.
Con sangre de cebolla
se amamantaba.
Pero tu sangre,
escarchada de azúcar,
cebolla y hambre.
Una mujer morena,
resuelta en luna,
se derrama hilo a hilo
sobre la cuna.
Ríete, niño,
que te tragas la luna
cuando es preciso.
resuelta en luna,
se derrama hilo a hilo
sobre la cuna.
Ríete, niño,
que te tragas la luna
cuando es preciso.
Alondra de mi casa,
ríete mucho.
Es tu risa en los ojos
la luz del mundo.
Ríete tanto
que en el alma al oírte,
bata el espacio.
ríete mucho.
Es tu risa en los ojos
la luz del mundo.
Ríete tanto
que en el alma al oírte,
bata el espacio.
Tu risa me hace libre,
me pone alas.
Soledades me quita,
cárcel me arranca.
Boca que vuela,
corazón que en tus labios
relampaguea.
me pone alas.
Soledades me quita,
cárcel me arranca.
Boca que vuela,
corazón que en tus labios
relampaguea.
Es tu risa la espada
más victoriosa.
Vencedor de las flores
y las alondras.
Rival del sol.
Porvenir de mis huesos
y de mi amor.
más victoriosa.
Vencedor de las flores
y las alondras.
Rival del sol.
Porvenir de mis huesos
y de mi amor.
La carne aleteante,
súbito el párpado,
el vivir como nunca
coloreado.
¡Cuánto jilguero
se remonta, aletea,
desde tu cuerpo!
súbito el párpado,
el vivir como nunca
coloreado.
¡Cuánto jilguero
se remonta, aletea,
desde tu cuerpo!
Desperté de ser niño.
Nunca despiertes.
Triste llevo la boca.
Ríete siempre.
Siempre en la cuna,
defendiendo la risa
pluma por pluma.
Nunca despiertes.
Triste llevo la boca.
Ríete siempre.
Siempre en la cuna,
defendiendo la risa
pluma por pluma.
Ser de vuelo tan alto,
tan extendido,
que tu carne parece
cielo cernido.
¡Si yo pudiera
remontarme al origen
de tu carrera!
tan extendido,
que tu carne parece
cielo cernido.
¡Si yo pudiera
remontarme al origen
de tu carrera!
Al octavo mes ríes
con cinco azahares.
Con cinco diminutas
ferocidades.
Con cinco dientes
como cinco jazmines
adolescentes.
con cinco azahares.
Con cinco diminutas
ferocidades.
Con cinco dientes
como cinco jazmines
adolescentes.
Frontera de los besos
serán mañana,
cuando en la dentadura
sientas un arma.
Sientas un fuego
correr dientes abajo
buscando el centro.
serán mañana,
cuando en la dentadura
sientas un arma.
Sientas un fuego
correr dientes abajo
buscando el centro.
Vuela niño en la doble
luna del pecho.
Él, triste de cebolla.
Tú, satisfecho.
No te derrumbes.
No sepas lo que pasa
ni lo que ocurre.
luna del pecho.
Él, triste de cebolla.
Tú, satisfecho.
No te derrumbes.
No sepas lo que pasa
ni lo que ocurre.
*esta canciòn es tomada de los maravillosos versos de Miguel Hernàndez, versos que aùn a travès de los años me siguen conmoviendo el alma como un temblor
Miguel Hernandez, vientos del pueblo me llevan
Vientos del pueblo me llevan,
vientos del pueblo me arrastran,
me esparcen el corazón
y me aventan la garganta.
Los bueyes doblan la frente,
impotentemente mansa,
delante de los castigos:
los leones la levantan
y al mismo tiempo castigan
con su clamorosa zarpa.
No soy de un pueblo de bueyes,
que soy de un pueblo que embargan
yacimientos de leones,
desfiladeros de águilas
y cordilleras de toros
con el orgullo en el asta.
Nunca medraron los bueyes
en los páramos de España.
¿Quién habló de echar un yugo
sobre el cuello de esta raza?
¿Quién ha puesto al huracán
jamás ni yugos ni trabas,
ni quién al rayo detuvo
prisionero en una jaula?
Asturianos de braveza,
vascos de piedra blindada,
valencianos de alegría
y castellanos de alma,
labrados como la tierra
y airosos como las alas;
andaluces de relámpagos,
nacidos entre guitarras
y forjados en los yunques
torrenciales de las lágrimas;
extremeños de centeno,
gallegos de lluvia y calma,
catalanes de firmeza,
aragoneses de casta,
murcianos de dinamita
frutalmente propagada,
leoneses, navarros, dueños
del hambre, el sudor y el hacha,
reyes de la minería,
señores de la labranza,
hombres que entre las raíces,
como raíces gallardas,
vais de la vida a la muerte,
vais de la nada a la nada:
yugos os quieren poner
gentes de la hierba mala,
yugos que habéis de dejar
rotos sobre sus espaldas.
Crepúsculo de los bueyes
está despuntando el alba.
Los bueyes mueren vestidos
de humildad y olor de cuadra:
las águilas, los leones
y los toros de arrogancia,
y detrás de ellos, el cielo
ni se enturbia ni se acaba.
La agonía de los bueyes
tiene pequeña la cara,
la del animal varón
toda la creación agranda.
Si me muero, que me muera
con la cabeza muy alta.
Muerto y veinte veces muerto,
la boca contra la grama,
tendré apretados los dientes
y decidida la barba.
Cantando espero a la muerte,
que hay ruiseñores que cantan
encima de los fusiles
y en medio de las batallas.
Miguel Hernandez
vientos del pueblo me arrastran,
me esparcen el corazón
y me aventan la garganta.
Los bueyes doblan la frente,
impotentemente mansa,
delante de los castigos:
los leones la levantan
y al mismo tiempo castigan
con su clamorosa zarpa.
No soy de un pueblo de bueyes,
que soy de un pueblo que embargan
yacimientos de leones,
desfiladeros de águilas
y cordilleras de toros
con el orgullo en el asta.
Nunca medraron los bueyes
en los páramos de España.
¿Quién habló de echar un yugo
sobre el cuello de esta raza?
¿Quién ha puesto al huracán
jamás ni yugos ni trabas,
ni quién al rayo detuvo
prisionero en una jaula?
Asturianos de braveza,
vascos de piedra blindada,
valencianos de alegría
y castellanos de alma,
labrados como la tierra
y airosos como las alas;
andaluces de relámpagos,
nacidos entre guitarras
y forjados en los yunques
torrenciales de las lágrimas;
extremeños de centeno,
gallegos de lluvia y calma,
catalanes de firmeza,
aragoneses de casta,
murcianos de dinamita
frutalmente propagada,
leoneses, navarros, dueños
del hambre, el sudor y el hacha,
reyes de la minería,
señores de la labranza,
hombres que entre las raíces,
como raíces gallardas,
vais de la vida a la muerte,
vais de la nada a la nada:
yugos os quieren poner
gentes de la hierba mala,
yugos que habéis de dejar
rotos sobre sus espaldas.
Crepúsculo de los bueyes
está despuntando el alba.
Los bueyes mueren vestidos
de humildad y olor de cuadra:
las águilas, los leones
y los toros de arrogancia,
y detrás de ellos, el cielo
ni se enturbia ni se acaba.
La agonía de los bueyes
tiene pequeña la cara,
la del animal varón
toda la creación agranda.
Si me muero, que me muera
con la cabeza muy alta.
Muerto y veinte veces muerto,
la boca contra la grama,
tendré apretados los dientes
y decidida la barba.
Cantando espero a la muerte,
que hay ruiseñores que cantan
encima de los fusiles
y en medio de las batallas.
Miguel Hernandez
Fito Paez, para Luis
Luis Alberto Spinetta es inenarrable.
Si intentara hablar sobre él me sacaría rajando.
Hace unos meses se nos murió Luis.
Ni él se lo cree.
La gente habla de la luz al nombrarlo.
Incluso yo.
Error, porque luz no es amor.
Amor es él.
Luz es luz.
Luis es amor.
La luz viaja de una manera física, conocible y
comprobable a través del tiempo.
Luis es inmanejable, salvaje y único.
Así, incomprobable.
Así el amor.
Luis.
La luz es otra cosa.
Será el reflejo del amor y lo demás...
aquello que vive en todas las casas cuando cae el sol
y a todos nos pertenece...
A la hora de hablar o soñar a Luis, que es lo mismo para
quienes lo amamos, las palabras se nos vuelven vanas...
Porque así es el amor...
Luis al amor.
Entonces cuando vemos la luz partir en la pared hacia el infinito a las siete de la tarde en el patio de nuestra casa lo vemos a él.
Iluminando el mundo... quedándose y yéndose...
Hecho de todo y nada...
Su brújula mira hacia siempre...
Fito Paez,
este texto fue publicado en el suplemento radar del dìario Pàgina 12 el domingo 3 de febrero 2013
Si intentara hablar sobre él me sacaría rajando.
Hace unos meses se nos murió Luis.
Ni él se lo cree.
La gente habla de la luz al nombrarlo.
Incluso yo.
Error, porque luz no es amor.
Amor es él.
Luz es luz.
Luis es amor.
La luz viaja de una manera física, conocible y
comprobable a través del tiempo.
Luis es inmanejable, salvaje y único.
Así, incomprobable.
Así el amor.
Luis.
La luz es otra cosa.
Será el reflejo del amor y lo demás...
aquello que vive en todas las casas cuando cae el sol
y a todos nos pertenece...
A la hora de hablar o soñar a Luis, que es lo mismo para
quienes lo amamos, las palabras se nos vuelven vanas...
Porque así es el amor...
Luis al amor.
Entonces cuando vemos la luz partir en la pared hacia el infinito a las siete de la tarde en el patio de nuestra casa lo vemos a él.
Iluminando el mundo... quedándose y yéndose...
Hecho de todo y nada...
Su brújula mira hacia siempre...
Fito Paez,
este texto fue publicado en el suplemento radar del dìario Pàgina 12 el domingo 3 de febrero 2013
miércoles, 13 de febrero de 2013
Hugo Vera Miranda
En el turbio laberinto del vecindario
La agonía me está ganando
Mientras miles de monjas caen en picada
Hay un tripal de bellas adolescentes
Que juran con sangre
No despertar a la víbora insatisfecha
El poder del sexo en su cuarto menguante
Y una flor mordida con desprecio
Va en búsqueda del último agasajo
La Cruz del Sur extravía a los poetas
Un perro norteamericano con lente y sombrero
Cruza veloz el boulevard en un descapotable
Mientras su amo folla a una blonda
Que ha ganado el último concurso literario
El sinsentido de esperar un tiempo inevitable
Un viejo póker de cartas marcadas
Consume el tiempo en un enjambre
De retorcidas medusas asesinas
No hay un puto lugar para estar
Ni una mínima contemplación
Para el héroe cobarde que arrastra la ola
Estoy aquí prisionero de un designio adverso
Mientras los gorriones cantan sobre
El árbol de manzanas de la huerta
En donde ni siquiera serviré
Como abono para las plantas
Deambulo alucinado por un cuarto que fue mi cuarto
Y ahora es testigo presencial de una debacle
Que ya se la quisiera el ejército japonés
Quisiera que todo fuese rápido y sencillo
Como una brisa en un periodo estival
Como el cuento del padre al dormir su niño
Como un cometa que pronto emprende el vuelo
Hugo Vera Miranda
La agonía me está ganando
Mientras miles de monjas caen en picada
Hay un tripal de bellas adolescentes
Que juran con sangre
No despertar a la víbora insatisfecha
El poder del sexo en su cuarto menguante
Y una flor mordida con desprecio
Va en búsqueda del último agasajo
La Cruz del Sur extravía a los poetas
Un perro norteamericano con lente y sombrero
Cruza veloz el boulevard en un descapotable
Mientras su amo folla a una blonda
Que ha ganado el último concurso literario
El sinsentido de esperar un tiempo inevitable
Un viejo póker de cartas marcadas
Consume el tiempo en un enjambre
De retorcidas medusas asesinas
No hay un puto lugar para estar
Ni una mínima contemplación
Para el héroe cobarde que arrastra la ola
Estoy aquí prisionero de un designio adverso
Mientras los gorriones cantan sobre
El árbol de manzanas de la huerta
En donde ni siquiera serviré
Como abono para las plantas
Deambulo alucinado por un cuarto que fue mi cuarto
Y ahora es testigo presencial de una debacle
Que ya se la quisiera el ejército japonés
Quisiera que todo fuese rápido y sencillo
Como una brisa en un periodo estival
Como el cuento del padre al dormir su niño
Como un cometa que pronto emprende el vuelo
Hugo Vera Miranda
Juan Rulfo, acuèrdate (cuento completo)
Acuérdate de Urbano Gómez, hijo de don Urbano, nieto de
Dimas, aquél que dirigía las pastorelas y que murió recitando el "rezonga ángel
maldito" cuando la época de la gripe. De esto hace ya años, quizá quince. Pero
te debes acordar de él. Acuérdate que le decíamos "el Abuelo" por aquello de que
su otro hijo, Fidencio Gómez, tenía dos hijas muy juguetonas: una prieta y
chaparrita, que por mal nombre le decían la Arremangada, y la otra
que era rete alta y que tenía los ojos zarcos y que hasta se decía que ni era
suya y que por más señas estaba enferma del hipo. Acuérdate del relajo que
armaba cuando estábamos en misa y que a la mera hora de la Elevación soltaba un
ataque de hipo, que parecía como si estuviera riendo y llorando a la vez, hasta
que la sacaban fuera y le daban tantita agua con azúcar y entonces se calmaba.
Esa acabó casándose con Lucio Chico, dueño de la mezcalera que antes fue de
Librado, río arriba, por donde está el molino de linaza de los Teódulos.
Acuérdate que a su madre le decían la Berenjena porque siempre andaba metida en líos y de cada lío salía con un muchacho. Se dice que tuvo su dinerito, pero se lo acabó en los entierros, pues todos los hijos se le morían recién nacidos y siempre les mandaba cantar alabanzas, llevándolos al panteón entre música y coros de monaguillos que cantaban "hosannas" y "glorias" y la canción esa de "ahí te mando, Señor, otro angelito". De eso se quedó pobre, porque le resultaba caro cada funeral, por eso de las canelas que les daba a los invitados del velorio. Sólo le vivieron dos, el Urbano y la Natalia, que ya nacieron pobres y a los que ella no vio crecer, porque se murió en el último parto que tuvo, ya de grande, pegada a los cincuenta años.
La debes haber conocido, pues era muy discutidora y cada rato andaba en pleito con las vendedoras en la plaza del mercado porque le querían dar muy caros los jitomates, pegaba gritos y decía que la estaban robando. Después, ya pobre, se le veía rondando entre la basura, juntando rabos de cebolla, ejotes ya sancochados y alguno que otro cañuto de caña "para que se les endulzara la boca a sus hijos". Tenía dos, como ya te digo, que fueron los únicos que se le lograron. Después no se supo ya de ella.
Ese Urbano Gómez era más o menos de nuestra edad, apenas unos meses más grande, muy bueno para jugar a la rayuela y para las trácalas. Acuérdate que nos vendía clavellinas y nosotros se las comprábamos, cuando lo más fácil era ir a cortarlas al cerro. Nos vendía mangos verdes que se robaba del mango que estaba en el patio de la escuela y naranjas con chile que compraba en la portería a dos centavos y que luego nos las revendía a cinco. Rifaba cuanta porquería y media traía en el bolso: canicas ágata, trompos y zumbadores y hasta mayates verdes, de esos a los que se les amarra un hilo en una pata para que no vuelen muy lejos. Nos traficaba a todos, acuérdate.
Era cuñado de Nachito Rivero, aquel que se volvió tonto a los pocos días de casado y que Inés, su mujer, para mantenerse tuvo que poner un puesto de tepeche en la garita del camino real, mientras Nachito se vivía tocando canciones todas refinadas en una mandolina que le prestaban en la peluquería de don Refugio.
Y nosotros íbamos con Urbano a ver a su hermana, a bebernos el tepeche que siempre le quedábamos a deber y que nunca le pagábamos, porque nunca teníamos dinero. Después hasta se quedó sin amigos, porque todos al verlo, le sacábamos la vuelta para que no fuera a cobrarnos.
Quizá entonces se vio malo, o quizá ya era de nacimiento.
Lo expulsaron de la escuela antes del quinto año, porque lo encontraron con su prima la Arremangada jugando a marido y mujer detrás de los lavaderos, metidos en un aljibe seco. Lo sacaron de las orejas por la puerta grande entre el risón de todos, pasándolo por una fila de muchachos y muchachas para avergonzarlo. Y él pasó por allí, con la cara levantada, amenazándolos a todos con la mano y como diciendo: "Ya me las pagarán caro".
Y después a ella, que salió haciendo pucheros y con la mirada raspando los ladrillos, hasta que ya en la puerta soltó el llanto; un chillido que se estuvo oyendo toda la tarde como si fuera un aullido de coyote.
Sólo que te falle mucho la memoria, no te has de acordar de eso.
Dicen que su tío Fidencio, el del molino, le arrimó una paliza que por poco y lo deja parálisis, y que él, de coraje, se fue del pueblo.
Lo cierto es que no lo volvimos a ver sino cuando apareció de vuelta aquí convertido en policía. Siempre estaba en la plaza de armas, sentado en la banca con la carabina entre las piernas y mirando con mucho odio a todos. No hablaba con nadie. No saludaba a nadie. Y si uno lo miraba, él se hacía el desentendido como si no conociera a la gente.
Fue entonces cuando mató a su cuñado, el de la mandolina. Al Nachito se le ocurrió ir a darle una serenata, ya de noche, poquito después de las ocho y cuando las campanas todavía estaban tocando el toque de Ánimas. Entonces se oyeron los gritos y la gente que estaba en la Iglesia rezando el rosario salió a la carrera y allí los vieron: al Nachito defendiéndose patas arriba con la mandolina y al Urbano mandándole un culatazo tras otro con el máuser, sin oír lo que le gritaba la gente, rabioso, como perro del mal. Hasta que un fulano que no era ni de por aquí se desprendió de la muchedumbre y fue y le quitó la carabina y le dio con ella en la espalda, doblándolo sobre la banca del jardín donde se estuvo tendido.
Allí lo dejaron pasar la noche. Cuando amaneció se fue. Dicen que antes estuvo en el curato y que hasta le pidió la bendición al padre cura, pero que él no se la dio.
Lo detuvieron en el camino. Iba cojeando, y mientras se sentó a descansar llegaron a él. No se opuso. Dicen que él mismo se amarró la soga en el pescuezo y que hasta escogió el árbol que más le gustaba para que lo ahorcaran.
Tú te debes acordar de él, pues fuimos compañeros de escuela y lo conociste como yo.
Acuérdate que a su madre le decían la Berenjena porque siempre andaba metida en líos y de cada lío salía con un muchacho. Se dice que tuvo su dinerito, pero se lo acabó en los entierros, pues todos los hijos se le morían recién nacidos y siempre les mandaba cantar alabanzas, llevándolos al panteón entre música y coros de monaguillos que cantaban "hosannas" y "glorias" y la canción esa de "ahí te mando, Señor, otro angelito". De eso se quedó pobre, porque le resultaba caro cada funeral, por eso de las canelas que les daba a los invitados del velorio. Sólo le vivieron dos, el Urbano y la Natalia, que ya nacieron pobres y a los que ella no vio crecer, porque se murió en el último parto que tuvo, ya de grande, pegada a los cincuenta años.
La debes haber conocido, pues era muy discutidora y cada rato andaba en pleito con las vendedoras en la plaza del mercado porque le querían dar muy caros los jitomates, pegaba gritos y decía que la estaban robando. Después, ya pobre, se le veía rondando entre la basura, juntando rabos de cebolla, ejotes ya sancochados y alguno que otro cañuto de caña "para que se les endulzara la boca a sus hijos". Tenía dos, como ya te digo, que fueron los únicos que se le lograron. Después no se supo ya de ella.
Ese Urbano Gómez era más o menos de nuestra edad, apenas unos meses más grande, muy bueno para jugar a la rayuela y para las trácalas. Acuérdate que nos vendía clavellinas y nosotros se las comprábamos, cuando lo más fácil era ir a cortarlas al cerro. Nos vendía mangos verdes que se robaba del mango que estaba en el patio de la escuela y naranjas con chile que compraba en la portería a dos centavos y que luego nos las revendía a cinco. Rifaba cuanta porquería y media traía en el bolso: canicas ágata, trompos y zumbadores y hasta mayates verdes, de esos a los que se les amarra un hilo en una pata para que no vuelen muy lejos. Nos traficaba a todos, acuérdate.
Era cuñado de Nachito Rivero, aquel que se volvió tonto a los pocos días de casado y que Inés, su mujer, para mantenerse tuvo que poner un puesto de tepeche en la garita del camino real, mientras Nachito se vivía tocando canciones todas refinadas en una mandolina que le prestaban en la peluquería de don Refugio.
Y nosotros íbamos con Urbano a ver a su hermana, a bebernos el tepeche que siempre le quedábamos a deber y que nunca le pagábamos, porque nunca teníamos dinero. Después hasta se quedó sin amigos, porque todos al verlo, le sacábamos la vuelta para que no fuera a cobrarnos.
Quizá entonces se vio malo, o quizá ya era de nacimiento.
Lo expulsaron de la escuela antes del quinto año, porque lo encontraron con su prima la Arremangada jugando a marido y mujer detrás de los lavaderos, metidos en un aljibe seco. Lo sacaron de las orejas por la puerta grande entre el risón de todos, pasándolo por una fila de muchachos y muchachas para avergonzarlo. Y él pasó por allí, con la cara levantada, amenazándolos a todos con la mano y como diciendo: "Ya me las pagarán caro".
Y después a ella, que salió haciendo pucheros y con la mirada raspando los ladrillos, hasta que ya en la puerta soltó el llanto; un chillido que se estuvo oyendo toda la tarde como si fuera un aullido de coyote.
Sólo que te falle mucho la memoria, no te has de acordar de eso.
Dicen que su tío Fidencio, el del molino, le arrimó una paliza que por poco y lo deja parálisis, y que él, de coraje, se fue del pueblo.
Lo cierto es que no lo volvimos a ver sino cuando apareció de vuelta aquí convertido en policía. Siempre estaba en la plaza de armas, sentado en la banca con la carabina entre las piernas y mirando con mucho odio a todos. No hablaba con nadie. No saludaba a nadie. Y si uno lo miraba, él se hacía el desentendido como si no conociera a la gente.
Fue entonces cuando mató a su cuñado, el de la mandolina. Al Nachito se le ocurrió ir a darle una serenata, ya de noche, poquito después de las ocho y cuando las campanas todavía estaban tocando el toque de Ánimas. Entonces se oyeron los gritos y la gente que estaba en la Iglesia rezando el rosario salió a la carrera y allí los vieron: al Nachito defendiéndose patas arriba con la mandolina y al Urbano mandándole un culatazo tras otro con el máuser, sin oír lo que le gritaba la gente, rabioso, como perro del mal. Hasta que un fulano que no era ni de por aquí se desprendió de la muchedumbre y fue y le quitó la carabina y le dio con ella en la espalda, doblándolo sobre la banca del jardín donde se estuvo tendido.
Allí lo dejaron pasar la noche. Cuando amaneció se fue. Dicen que antes estuvo en el curato y que hasta le pidió la bendición al padre cura, pero que él no se la dio.
Lo detuvieron en el camino. Iba cojeando, y mientras se sentó a descansar llegaron a él. No se opuso. Dicen que él mismo se amarró la soga en el pescuezo y que hasta escogió el árbol que más le gustaba para que lo ahorcaran.
Tú te debes acordar de él, pues fuimos compañeros de escuela y lo conociste como yo.
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