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sábado, 16 de febrero de 2013

Dario Sztajnszrajber, el amor al cine ( Paris, Texas)

Domingo 22 hs en el ciclo  "El amor al cine", del canal encuentro  de  Argentina se proyectarà  "Paris, Texas". Tremenda película de Wim Wenders sobre el amor y sus consecuencias...

Paris, Texas

Un hombre andrajoso sin rumbo deambula por el desierto de Texas. No habla. Nada sabemos de él. Se desploma. Alguien lo socorre. Hay un número de teléfono. Aparece un hermano que nos cuenta que Travis hace 4 años se encuentra desaparecido. La sensación que queda es que hace 4 años se encuentra a la deriva.

Letal y clásico comienzo de esta película de Wim Wenders que tal vez sea la metáfora misma de la condición humana: un desierto vacío e inmenso, un peregrinaje sin fin y sin sentido, la palabra ausente o la sensación previa a la palabra. Pero la civilización es otra cosa: la ciudad, la estabilidad y sobre todo mucho ruido. El hermano regresa a Travis a la cultura y así podemos reconstruir su exilio: no sabemos por qué, pero en algún momento Travis se quebró y desapareció, dejando todo, pero sobre todo a un hijo. Paris, Texas es la historia de Travis recobrando la memoria, atravesado por la tensión entre el desierto y la civilización, por la libertad y los mandatos. París, Texas es ese hijo que nos golpea en las zonas más primitivas, dejando sin efecto cualquier decisión y obligándonos a vérnosla contra nosotros mismos. En el nombre de Hunter, su hijo, Travis decide hacerse cargo de su destino.

Un hijo es una excedencia de amor. Es excedencia porque sobrevive incluso a su desaparición. Los amores empiezan y terminan: los hijos permanecen y son huella de nuestra historia. Pero son huellas vivas que nos obligan a seguir amando. Nos obligan como si se tratara de un deber más allá de la razón: tocan nuestra fibra porque son nuestra fibra. Nos exigen apertura: el desprendimiento de nuestros deseos y sobre todo el ir en contra incluso de lo propio. De la palabra “propio” proviene “propiedad” que es justamente todo lo que un hijo no es: no es propio porque no nos pertenece, sino que se encuentra más acá de lo propio, en esa zona previa a las propiedades donde todo lo nuestro se constituye en el amor por el otro...
 

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