* La vieja se manda al buche las pastillas y pregunta
absorta: -¿Cómo saben dónde ir cada una?. -Yo la miro y le contestó
algo técnico y doctoral que ella asiente sin entender. Yo tampoco
entiendo. Luego repregunta. ¿Por qué llueve?. -Porque al campo le hace
bien, contesto. -!Ah, yo tenía campo cuando era chica, entonces me voy a
curar! y sale en batón al agua, feliz con su Alzheimer y su risa.
* El calor es un reinado infame que se agolpa en las afueras de la
ciudad y cuando entra destroza todo. En eso piensa, mientras tomando
mate mira tras la ventana como un cortinado de lluvia desapacigua el
territorio. Un hilito de agua insólitamente clara pasa junto a la vereda
y de ella bebe una torcaza. Luego, toma un palito con el pico pero no
convencida lo deja. Está armando su nido. Entonces el tipo asiste a un
fotograma maravilloso: El pájaro encuentra un pucho y parece gustarle
como armado de su hogar, por lo que el tipo antes cansado de lluvia,
mareos y rutina se sorprende y se encuentra sonriendo frente a la imagen
de un bicho portando en el pico tabaco en papel como si pitara mientras
vuela hacia su árbol.* "La llovizna es para los enamorados". "El amor es un paraguas para dos". "Con cada gota de lluvia el cielo llora de felicidad por nuestro amor", lee en una revista casual, manchada de hollín. Mira por la ventanita cancel de la sala de espera y odia a la humanidad, a esa literatura, a su soledad y al dolor de muelas que lo está perforando.
* El agua revela quienes somos: En la alcantarilla alcanza a divisar un papel de chocolate, un tampón, botellas plásticas, papeles de diario y un sin fin de coloridos papeluchos finales de la civilización bárbara. En eso está, en esa contemplación del abandono cuando un bocinazo lo sacude, pues se ha puesto, a filosofar frente a un semáforo y la gente enloquecida no soporta perder un segundo más frente al verde que les da paso y les asegura pertenecer a un territorio exangue, mojado y sucio. Le llaman ciudad.
* "Que llueva, que llueva la vieja está en la cueva". Ya no se oyen estos cánticos de aquelarre desesperado y feliz por el torrente que lava, cura y barre. Recuerdo un cuadrito de Mafalda que cantaba esto hasta que se encontró con una mendiga bajo la lluvia. A él le pasa lo mismo, pero en la zona sur: Los carros tiran y sus jamelgos apaleados para salir del torrente. Se detiene con el auto y empuja, le da una mano al moreno que no puede creer que un señor bajado del Audi esté pechando con él hasta que el caballo sale del barro. Se va sin despedirse. Esa noche en la mesa familiar del pobre aquel, comenzará a ser leyenda, mientras lo relatan.
* Hay un monstruo en la alcantarilla que barrunta su malhumor porque su cueva se está mojando. Hay un monstruo informe y ella lo sueña. Hasta que se despierta como muchas veces con las discusiones de sus padres, entonces, por prevención vuelve al monstruo, al que le teme menos
* "Un niño fue tragado por la alcantarilla de calle 9 de julio", recuerda él. ¿O era para que no caminen en las calles inundadas?. Era como un pombero pero fluvial, piensa. Lo consulta con su mamá, afectada por una memoria oxidada. -El que se murió fuiste vos, hijo. !Pero ahora por suerte volviste, mi amor!!A ver...contame como es allá?, lo dice muy seria. -Hmm, resuelve el hijo...no conviene, mamá...siempre está lloviendo y nunca sale el sol. -Ay que feo lugar, mejor no ir ahí, mi amor. !Cuidate de volver, eh!!Cuidadito con irse!
* Las calles están inundadas. Toma un taxi que se detiene como una barcaza haciendo olas. Dentro suena Charles Aznavour cantando Venecia sin ti. El chofer, de buen humor hace gala de su excentricidad y maestría. -¿Le gusta esta música? Oiga, oiga. Y el pasajero asiste a una función donde cada estrofa de la canción está enganchada por distintos intérpretes, poco importa la tonalidad y el ritmo. Felicita al audaz. Y piensa que es un ángel de la libertad y la demencia que solo sale con su taxi en los días de lluvia.
* "....Garúa, solo y triste por la acera va este corazón vencido, con tristezas de tapera", va cantando el pibe. -Es corazón transido, acota ella. -No, es vencido, repite él. ¿Qué te apuesto?, dice la chica. -Un polvo, dale, quiere convencer él. El que gana puede elegir por si o por no. Ella medita, ve la cara de laucha de su amigo y reconoce casi con piedad. -Creo que tenés razón, es vencido, miente. Vamos a mi casa, está a la vuelta. El alma del tango, injusta, cruel, maldita y borracha esa noche concede deseos como un hada buena con preservativos musicales en las alas.
Adrian Abonizio
este texto ha sido extraido del Rosario 12 publicado el dia 24 de febrero de 2013
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