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jueves, 14 de noviembre de 2013

Guillermo Saccomanno, despuès de eso ( fragmento)

A veces los lugares más simples e inocentes de lo cotidiano pueden volverse extraños y ajenos. Hace ya tiempo que Atilio experimenta una distancia absoluta con los espacios y objetos de la casa. Hay veces que se siente un intruso y recorre, por ejemplo, el patio observando el dibujo de las baldosas como si encerraran un mensaje cifrado. Lo mismo le pasa cuando, en la mesa, durante las comidas, casi sin probar bocado, permanece ratos larguísimos con la mirada perdida en un cubierto, en una frutera, en una arruga del hule. A los cincuenta años, tras haber pasado dos años en un campo de concentración de la dictadura, dos años en los que perdió los dientes, la flora intestinal y casi todo el pelo, piensa que debería estar más agradecido con la vida. No todos los prisioneros tuvieron su suerte.

Guillermo Saccomanno

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