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miércoles, 1 de agosto de 2012

Leopoldo Marechal, el Adan Buenos Aires, (fragmento)

A tu regreso habías realizado aquella nueva confrontación en dos mundos. Volvías a tu patria con una exaltación dolorosa que se manifestaba en urgencias de acción y de pasión, y un deseo de hacer vibrar las cuerdas libres de tu mundo según el ambicioso estilo que te habían enseñado las cosas de allende. Pero tu mundo escuchaba en frío aquel mensaje de grandeza; y en su frialdad no leías, ciertamente, una falta de vocación por lo grande, sino el indicio de que todavía no era llegada la hora. Después había caído sobre ti la noche verdadera.
Adán Buenosayres vuelve a cargar su pipa: llueve otra vez con fuerza detrás de su ventana. Quiere aferrarse aún a las imágenes que ha revivido y calentado en su memoria; pero las imágenes huyen, se pierden en la lejanía, regresan a sus horrorosos cementerios. Lo pasado es ya una rama seca, nada le anuncia lo presente, y lo porvenir no tiene color delante de sus ojos. Queda un Adán vacío frente a una ventana desierta. “Qué tan doloroso extremo lo conducía...”

Leopoldo Marechal
cuadro: Salvador Dalì 

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