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martes, 7 de agosto de 2012

Arturo Perez Revert, un asunto de honor

Pero tenía la boca seca y ganas de echarme a llorar, de hundirle la cara en el cuello tibio y olvidarme del mundo y de mi sombra. Pensé en lo que había sido hasta entonces mi vida. Recordé, como si pasaran de golpe ante mis ojos, la carretera solitaria, los cafés solos dobles en las gasolineras, las mili a solas a Ceuta, los colegas del Puerto de Santa María y su soledad, que durante un año y medio había sido mía. Si hubiera tenido más estudios, me habría gustado saber de qué maneras se conjuga la palabra soledad, aunque igual resulta que sólo se conjugan los verbos y no las palabras, y ni soledad ni vida pueden conjugarse con nada. Puta vida y puta soledad, pensé. Y sentí de nuevo aquello que me ponía como blandito por dentro, igual que cuando era un crío y me besaba mi madre, uno estaba a salvo de todo sin sospechar que sólo era una tregua antes de que hiciera mucho frío.
Arturo Perez Revert 
foto Gabriela Insuratelu

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