Vosotros sabéis que odio, detesto, me
resulta intolerable, la mentira, no porque sea más recto que los demás,
sino porque sencillamente me espanta. Hay un tinte de muerte, un sabor
de mortalidad en la mentira que es exactamente lo que más odio y detesto
en el mundo, lo que quiero olvidar. Me hace sentir desgraciado y
enfermo, como la mordedura de algo corrupto. Es cuestión de
temperamento, imagino. Pues bien, estuve cerca de eso al dejar que aquel
joven estúpido creyera lo que le viniera en gana sobre mi influencia en
Europa. Por un momento me sentí tan lleno de pretensiones como el resto
de aquellos embrujados peregrinos. Sólo porque tenía la idea de que eso
de algún modo iba a resultarle útil a aquel señor Kurtz a quien hasta
el momento no había visto... ya entendéis. para mí era apenas un nombre.
Y en el nombre me era tan imposible ver a la persona como lo debe de
ser para vosotros. ¿Lo veis? ¿Veis la historia? ¿Veis algo? Me parece
que estoy tratando de contar un sueño... que estoy haciendo un vano
esfuerzo, porque el relato de un sueño no puede transimitr la sensación
que produce esa mezcla de absurdo, de sorpresa y aturdimiento en una
vibración de rebelión y combate, esa noción de ser capturado por lo
increíble que es la misma esencia de los sueños.
Marlow permaneció un rato en silencio.
-...
No, es imposible; es imposible comunicar la sensación de vida de una
época determinada de la propia existencia, lo que constituye su verdad,
su sentido, su sutil y penetrante esencia. Es imposible. Vivimos como
soñamos... solos.
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