William Burroughs (Estados Unidos)
La pregunta “¿por qué escribe?” conduce inmediatamente a otra pregunta “¿Qué hace exactamente un escritor?” Hay múltiples respuestas, pero ninguna es enteramente satisfactoria. Un escritor es un observador, un cartógrafo de las regiones psíquicas. “Un escritor es un cosmonauta del espacio interior”, decía Alex Trocchi en el Congreso de Escritores de Edimburgo, en 1962. Henry Millar ve al escritor como alguien dotado de antenas que capta ciertas corrientes cósmicas. “Yo no soy sino un espía en un cuerpo extraño”, decía Jack Kerouac. ¿Y qué hace un espía? Observa y cuenta. Debe hacerlo porque esa es su función. La percepción consciente ha sido comparada a la parte emergente de un iceberg: un escritor no sabe por qué escribe. Las razones que pude tener son generalmente falsas. Si un escritor no tiene otras fuentes de ingresos, como en mi caso, debe encarar la escritura como un medio de ganarse la vida, cualesquiera sean sus otros motivos. Entonces, ¿por qué escribo? Porque puedo.
Porque escribir es mi métier. Y debo rendir lo mejor posible en ese trabajo. Me siento privilegiado de ser el receptor de mensajes intermitentes y frecuentemente alterados. En un nivel más profundo no puedo saber por qué escribo.
La conciencia no me llega sino fragmento tras fragmento, como las piezas de un rompecabezas que jamás puede verse y comprenderse enteramente. Porque si se pudiera ver la Gran Imagen, ¿qué necesidad habría de reunir laboriosamente los fragmentos?
Italo Calvino (Italia)
Porque nunca estoy del todo satisfecho con lo que ya escribí y quisiera, de una manera u otra, corregirlo, completarlo, proponer otras soluciones. Por lo tanto, nunca hay una primera vez. La necesidad de escribir siempre ha sido para mí la de tachar, reemplazar cualquier cosas ya escrita por otra que hay que escribir.
Milan Kundera (Checoslovaquia)
Aunque no sea más que una ridícula ilusión, uno esta persuadido de que debe escribir para decir lo que nadie ha dicho. Decir lo que nadie ha dicho significa contradecir a todo el mundo.
Escribir, por lo tanto, es el placer de contradecir, la felicidad de estar solo contra todos, la alegría de provocar a los enemigos e irritar a los amigos. Pero, una vez terminado el libro, uno nuevamente desea gustar. Es inevitable, es humano. Ahora bien, ¿Cómo puede gustar aquél que tiene la pasión de desafiar a todo el mundo? Esa es la enorme contradicción, sin salida, sobre la que reposa nuestro oficio. ¿Sin salida? En realidad, hay una: cada tanto se tiene la posibilidad de ser mal comprendido.
Ricardo Piglia (Argentina)
Porque el mundo de la ficción me intriga: la circulación de las historias, los disfraces de la lengua y el poder de creer. La literatura es el laboratorio de lo posible: un lugar donde se puede experimentar, simular lo viejo con lo nuevo. Escribo porque la literatura es la forma privada de la utopía.
Juan Carlos Onetti (Uruguay)
Escribo porque para mí es un acto amoroso que me produce placer. Sería muy osado, y me arriesgaría incluso a la esterilidad si decidiese descubrir y revelar el movíl que me fuerza, de vez en cuando, a manipular, a veces en pleno día, a veces en el insomnio de la madrugada, una lapicera y un pedazo de papel para dibujar una frase, reemplazar un adjetivo inadecuado que s eme escapó el día anterior o escribir dos o tres paginas.
Así, mi respuesta a esta pregunta es tan simple como inútil: yo no sé por qué escribo. Puedo certificar que no anticipo el resto de mis libros, y que están libres de todo compromiso. Incluso con sus hipotéticos lectores.
Norman Mailer (Estados Unidos)
No sé cómo se las habrán arreglado, pero aquí estoy, contestando a la maldita pregunta. Utilicen lo que sigue, si les parece. Creo que la mejor respuesta es la que me dio alguna vez un francés, Jean Malaquais, aquien un día le pregunté por qué escribía (ya que le hacían falta 14 horas para escribir 300 palabras) ¿Por qué?, exclamó sorprendido como si la sola idea de no escribir resultara inconcebible. “Porque es la única forma de descubrir la verdad”, me contestó. Creo que, efectivamente, es la experiencia más bella que la escritura permite vivir. Este equilibrio, que se percibe ocasionalmente, es el equivalente existencial más cercano de lo que podemos conocer como “verdad”. Como pueden ver, de ahí en adelante no he hecho otra cosa que citar a mi querido amigo Malaquais.
Peter Handke (Austria)
¿Por qué escribo? No sé. Tal vez mañana.
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