como un grito que piensa y que se aturde de su propia
ignorancia.
Todas las palabras caben en ese gesto.
(El aullido de un mono, por ejemplo).
Cada día, cada hora, se descuelga del sueño
y se arroja al vacío.
Se muere y resucita,
en un juego que nunca me tocó decidir.
Condenado a ser apenas una sombra en medio de su afán,
escucho su respiración bajo mi ropa.
Ronca como la selva a medianoche.
Un extraño, un aullido enterrado en mi cuerpo.
Lo he visto dibujado en
las hojas de un libro.
Se llama corazón.
Nos vamos pareciendo poco a poco:
yo no tengo diez dedos en las manos,
él a veces camina como yoJorge Boccanera
imagen extraìda de:www. planeta curioso .com
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