Allá los dioses todavía acostumbraban respetar el pacto que los une a la tierra.
Desdichado el hombre impulsivo, interesado o cruel que no pudo resistir la tentación de matar una criatura del bosque.
Cuando el animal es aniquilado, los dioses piadosos le conceden el don del habla a los suyos a fin de que puedan acusar al asesino y sostener la acusación durante el juicio.
Por cierto, el cazador no escapará fácilmente -pues cada animal tiene una familia numerosa y todos hablarán.
Tras el juicio, los animales pierden el habla y se dispersan con sencillez.
Henri Michaux
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