De un lado los sauces y el arroyo contaminado, del otro algunas casas pobres. En el medio nosotras, por el camino de tierra lleno de pozos, vidrios rotos y cascotes. Al miedo le dije: vos te quedas en casa, nos vamos solas. Aquí estamos, en un nuevo desafío queriendo llegar al río por otra puerta.
Estoy aprendiendo a estar en los lugares a los que voy de excursión. Aprendiendo a pedir permiso y quedarme mirando, oliendo, escuchando. Quieta, muy quieta, tanto que ni los mosquitos me molestan, tanto que las abejas pasan sin notarme. Estoy descubriendo que el mundo esta lleno de mariposas, pero se esconden. Ya que para que se rebele la belleza, hay que detenerse y hacer silencio. Las variedades y formas son sorprendentes. Hasta una mariposa negra alcance a distinguir a lo lejos.
Pájaros en una diversidad que desconocía por esta zona. Desde los caranchos trazando sus círculos en el cielo, hasta otros del tamaño de un colibrí. De lo macro a lo micro, cuando me quedo quieta la naturaleza me muestra su espectáculo y es grandioso, realmente grandioso.
Pensaba en palabras que de tan usadas se volvieron frases hechas”El maravilloso espectáculo que nos ofrece la naturaleza” es perfecta para describir lo que me encuentro cuando salgo de paseo, perfecta. Pero de tan repetida, no tiene contenido para decir lo que se quiere expresar.
¡Que cosa las palabras! ¡Siempre las mismas! Mientras pedaleo, me digo que tengo que recorrer caminos nuevos todos los días. Porque el paisaje cambia constantemente, pero miro lo mismo por costumbre. Como una frase hecha del andar por la vida.
Quizás con las palabras tenga que hacer lo mismo, siempre suenan distintas aunque las repita constantemente. Buscarle el camino diferente, para que cuando diga: “La naturaleza nos ofrece un maravilloso espectáculo de flores y pájaros” quien me lea me pueda ver y oler en este rincón del mundo, que contaminado y todo como esta, despliega ante mis ojos la mas bellas de sus funciones.
Por estos días hice una gran fogata y queme papeles viejos. Del fuego fueron escapando muchas palabras, libres al fin de su cárcel de papel amarillo. Renovadas y relucientes, nuevas otra vez para ser degustadas.
Palabras que huyeron de viejas postales, de tarjetas de quince, de amigos y amores que ya se fueron. Subieron al viento - que no se las lleva, las distribuye- y las deja colgadas de las hojas de los árboles, de los faroles. Enganchadas como abrojos en las puertas.
¡Así que tenga cuidado Señor, Señora!, porque doblando en una esquina se les puede presentar un: “Te amo”. De abajo de un zapallo le puede saltar: “Querida amiga, tanto tiempo sin verte”. Escondida en un helado le puede entrar a la boca un: “Te quiero tanto, pero tanto, tanto, que me doles en todo el cuerpo”. Cruzando una avenida se puede hallar con: “Querido hermano: no sabes lo que te extraño”. Aunque se escondan debajo de la cama, igual los van a encontrar.
Las palabras andan sueltas renovadas por el fuego, jugando con en aire. Se meterán en sus ojos y quien le dice que en una de esas, pueda ver el cielo, el agua, las flores y deleitarse otra vez con este maravilloso espectáculo de estar vivo disfrutando.
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