Después de andar siete días, a través de boscajes, el que va a Baucis no
consigue verla y ha llegado. Los finos zancos que se alzan del suelo a gran distancia uno de otro y se pierden entre las nubes, sostienen la ciudad. Se sube por escalerillas.
Los habitantes rara vez se muestran en tierra: tienen arriba todo lo necesario y
prefieren no bajar. Nada de la ciudad toca el suelo salvo las largas patas de flamenco en que se apoya, y en los días luminosos, una sombra calada y angulosa que se dibuja en el follaje.
Tres hipótesis circulan sobre los habitantes de Baucis: que odian la tierra; que
la respetan al punto de evitar todo contacto; que la aman tal como era antes de ellos,y con catalejos y telescopios apuntando hacia abajo no se cansan de pasarle revista,hoja por hoja, piedra por piedra, hormiga por hormiga, contemplando fascinados supropia ausencia.
consigue verla y ha llegado. Los finos zancos que se alzan del suelo a gran distancia uno de otro y se pierden entre las nubes, sostienen la ciudad. Se sube por escalerillas.
Los habitantes rara vez se muestran en tierra: tienen arriba todo lo necesario y
prefieren no bajar. Nada de la ciudad toca el suelo salvo las largas patas de flamenco en que se apoya, y en los días luminosos, una sombra calada y angulosa que se dibuja en el follaje.
Tres hipótesis circulan sobre los habitantes de Baucis: que odian la tierra; que
la respetan al punto de evitar todo contacto; que la aman tal como era antes de ellos,y con catalejos y telescopios apuntando hacia abajo no se cansan de pasarle revista,hoja por hoja, piedra por piedra, hormiga por hormiga, contemplando fascinados supropia ausencia.
Italo Calvino, del libro las ciudades invisibles
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