Ese día una mujercita te tocará con su mano y huirá;
Porque todas las cosas son fugitivas; pero Monelle es la más fugitiva de todas.
Y antes de que vuelvas a encontrarme, en este páramo te enseñaré y tú escribirás el libro de Monelle.
Y Monelle me tendió una tablilla ahuecada en la que ardía una brizna rosada.
–Toma esta antorcha –dijo– y quema. Quema todo sobre la tierra y en el cielo. Y quiebra la tablilla y apágala cuando todo esté quemado, pues nada debe ser transmitido;
A fin de que seas el segundo nartecóforo y que destruyas por el fuego y que el fuego descendido del cielo vuelva a ascender al cielo.
Y Monelle dijo: Te hablaré de la destrucción.
Esa es la palabra: Destruye, destruye, destruye. Destruye en ti mismo y a tu alrededor. Haz lugar para tu alma y para las otras almas.
Destruye todo bien y todo mal. Los escombros son semejantes.
Destruye los antiguos domicilios de hombres y los antiguos domicilios de almas; las cosas muertas son espejos que deforman.
Destruye, porque toda creación procede de la destrucción.
Y para la bondad superior hay que aniquilar la bondad inferior. Y así el nuevo bien se presenta saturado de mal.
Y para imaginar un nuevo arte, hay que quebrantar el arte antiguo. Y así el arte nuevo parece una suerte de iconoclastia.
Porque toda construcción está hecha de vestigios, y en este mundo no hay nada nuevo excepto las formas.
Y Monelle dijo: Te hablaré de la formación.
El deseo mismo de lo nuevo no es sino la ambición del alma que anhela formarse.
Y las almas rechazan las formas antiguas, lo mismo que las serpientes su antigua piel.
Y los pacientes recolectores de viejas pieles de serpiente afligen a las jóvenes serpientes porque poseen un poder mágico sobre ellas.
Porque aquel que detenta las antiguas pieles de serpiente impide a las jóvenes serpientes transformarse.
Es por eso que las serpientes desollan sus cuerpos en el verde socavón de una profunda espesura; y una vez al año se reúnen las jóvenes en círculo y queman las viejas pieles.
Parécete, pues, a las estaciones destructoras y formadoras.
Construye tú mismo tu casa y quémala tú mismo.
No arrojes escombros a tus espaldas; que cada uno se valga de sus propios despojos.
No construyas jamás en la noche pasada. Deja que tus edificios escapen a la deriva.
Contempla nuevos edificios en los más mínimos impulsos de tu alma.
Para todo deseo nuevo, engendra dioses nuevos.
Y Monelle dijo: Te hablaré de los dioses.
Deja morir a los dioses antiguos; no te quedes sentado, como una plañidera al lado de sus tumbas;
Porque los antiguos dioses se levantan de sus sepulcros;
Y no protejas a los dioses jóvenes envolviéndolos en cintas;
Que todo dios se alce, no bien creado;
Que toda creación perezca, no bien creada;
Que el viejo dios ofrezca su creación al dios joven para que sea triturada por él;
Que todo dios sea dios del momento.
Y Monelle dijo: Te hablaré de los momentos.
Mira todas las cosas bajo el aspecto del momento.
Deja ir tu yo a merced del momento.
Piensa en el momento. Todo pensamiento que perdura es contradicción.
Ama el momento. Todo amor que perdura es odio.
Sé sincero con el momento. Toda sinceridad que perdura es mentira.
Sé justa para con el momento. Toda justicia que perdura es injusticia.
Actúa para con el momento. Toda acción que perdura es un reino muerto.
Sé feliz con el momento. Toda felicidad que perdura es desventura.
Ten respeto por todos los momentos, y no tiendas lazos entre las cosas.
No retrases el momento: extenuarías una agonía.
Observa: todo momento es una cuna y un ataúd: que toda vida y toda muerte te resulten extrañas y nuevas.
Hermoso.
ResponderEliminarDav.