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sábado, 9 de abril de 2011

Marcel Schwob, el libro de Monelle, (fragmento)

Y Monelle dijo:
Ese día una mujercita te tocará con su mano y huirá;
Porque todas las cosas son fugiti­vas; pero Monelle es la más fugitiva de todas.
Y antes de que vuelvas a encontrar­me, en este páramo te enseñaré y tú es­cribirás el libro de Monelle.
Y Monelle me tendió una tablilla ahuecada en la que ardía una brizna rosada.
–Toma esta antorcha –dijo– y quema. Quema todo sobre la tierra y en el cielo. Y quiebra la tablilla y apágala cuando todo esté quemado, pues nada debe ser transmitido;
A fin de que seas el segundo nartecóforo y que destruyas por el fuego y que el fuego descendido del cielo vuel­va a ascender al cielo.
Y Monelle dijo: Te hablaré de la destrucción.
Esa es la palabra: Destruye, destruye, destruye. Destruye en ti mismo y a tu alrededor. Haz lugar para tu alma y pa­ra las otras almas.

Destruye todo bien y todo mal. Los escombros son semejantes.
Destruye los antiguos domicilios de hombres y los antiguos domicilios de almas; las cosas muertas son espejos que deforman.
Destruye, porque toda creación pro­cede de la destrucción.
Y para la bondad superior hay que aniquilar la bondad inferior. Y así el nuevo bien se presenta saturado de mal.
Y para imaginar un nuevo arte, hay que quebrantar el arte antiguo. Y así el arte nuevo parece una suerte de iconoclastia.
Porque toda construcción está hecha de vestigios, y en este mundo no hay nada nuevo excepto las formas.
Y Monelle dijo: Te hablaré de la formación.
El deseo mismo de lo nuevo no es si­no la ambición del alma que anhela formarse.
Y las almas rechazan las formas an­tiguas, lo mismo que las serpientes su antigua piel.
Y los pacientes recolectores de viejas pieles de serpiente afligen a las jóvenes serpientes porque poseen un poder mágico sobre ellas.
Porque aquel que detenta las anti­guas pieles de serpiente impide a las jó­venes serpientes transformarse.
Es por eso que las serpientes desollan sus cuerpos en el verde socavón de una profunda espesura; y una vez al año se reúnen las jóvenes en círculo y queman las viejas pieles.
Parécete, pues, a las estaciones des­tructoras y formadoras.
Construye tú mismo tu casa y qué­mala tú mismo.
No arrojes escombros a tus espaldas; que cada uno se valga de sus propios despojos.
No construyas jamás en la noche pa­sada. Deja que tus edificios escapen a la deriva.
Contempla nuevos edificios en los más mínimos impulsos de tu alma.
Para todo deseo nuevo, engendra dio­ses nuevos.
Y Monelle dijo: Te hablaré de los dioses.
Deja morir a los dioses antiguos; no te quedes sentado, como una plañidera al lado de sus tumbas;
Porque los antiguos dioses se levan­tan de sus sepulcros;
Y no protejas a los dioses jóvenes envolviéndolos en cintas;
Que todo dios se alce, no bien creado;
Que toda creación perezca, no bien creada;
Que el viejo dios ofrezca su creación al dios joven para que sea triturada por él;
Que todo dios sea dios del momento.
Y Monelle dijo: Te hablaré de los momentos.
Mira todas las cosas bajo el aspecto del momento.
Deja ir tu yo a merced del momento.
Piensa en el momento. Todo pensa­miento que perdura es contradicción.
Ama el momento. Todo amor que perdura es odio.
Sé sincero con el momento. Toda sin­ceridad que perdura es mentira.
Sé justa para con el momento. To­da justicia que perdura es injusticia.
Actúa para con el momento. Toda acción que perdura es un reino muerto.
Sé feliz con el momento. Toda felici­dad que perdura es desventura.
Ten respeto por todos los momen­tos, y no tiendas lazos entre las cosas.
No retrases el momento: extenuarías una agonía.
Observa: todo momento es una cu­na y un ataúd: que toda vida y toda muerte te resulten extrañas y nuevas.
Marcel Schwob del libro de Monelle, fragmento
foto: Mehmet Turgut

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