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martes, 26 de abril de 2011
domingo, 24 de abril de 2011
Luis Cernuda , en medio de la multitud
En medio de la multitud le vi pasar, con sus ojos tan rubios como la cabellera. Marchaba abriendo el aire y los cuerpos: una mujer se arrodilló a su paso. Yo sentí cómo lo sangre desertaba mis venas gota a gota. Vacío, anduve sin rumbo por la ciudad. Gentes extrañas pasaban a mi lado sin verme. Un cuerpo se derritió con leve susurro al tropezarme. Anduve más y más. No sentía mis pies. Quise cogerlos en mi mano, y no hallé mis manos; quise gritar, y no hallé mi voz. La niebla me envolvía. Me pesaba la vida como un remordimiento; quise arrojarla de mí. Mas era imposible, porque estaba muerto y andaba entre los muertos.
Luis Cernuda
Haruki Murakami - tres solos de jazz (fragmento)
Yo escuchaba mucho a Billie Holiday cuando era joven. Y me parecía conmovedora. Pero no llegué a apreciar realmente lo maravillosa que era hasta después, cuando fui mayor. Lo que significa que, después de todo, el envejecimiento tiene algunas compensaciones.
En los viejos tiempos, yo escuchaba la música que grabó en los años treinta y principios de los cuarenta. Durante esos años, su voz era fresca y juvenil, y ella producía una canción detrás de otra, la mayoría de las cuales fueron reeditadas por Columbia Records en los Estados Unidos. Rebosaban de imaginación y vuelos acrobáticos de canto. El mundo entero se balanceaba a su ritmo. Lo digo en serio, el planeta se mecía de verdad. No estoy exagerando. Estamos hablando de magia, no sólo de arte. El único otro músico que conozco con semejante virtuosidad mágica era Charlie Parker.
Mi joven Yo no escuchó con tanta atención las grabaciones posteriores de Billie Holiday, su época en Verve, que grabó cuando las drogas habían vuelto áspera su voz y corroído su cuerpo. O tal vez las evité a propósito. Sus canciones de esa era, sobre todo durante los años cincuenta, me parecían dolorosas, opresivas, patéticas. Sin embargo, a medida que atravesé mis treinta años y entré a los cuarenta, me encontré poniendo esas canciones en mi tornamesa más y más a menudo. Sin saberlo yo, estaba comenzando a ansiar esa música, física y emocionalmente.
¿Qué era lo que me estaba volviendo más hábil para escuchar en las canciones posteriores de Billie Holiday, canciones que de alguna manera podríamos catalogar como destrozadas, que antes no podía escuchar? He pensado mucho en esto. ¿Por qué han ejercido tan poderosa atracción en mí?
Se me ocurrió hace poco que la respuesta podría de alguna manera involucrar la idea del «perdón». Cuando escucho las canciones posteriores de Billie Holiday, puedo sentirla extendiendo la mano para abrazar los corazones de las muchas personas que he herido en el transcurso de mi vida y en mi escritura, aquellos que han sufrido por mis errores, y atrayéndolos hacia sí. Todo está bien, canta ella para mí. Déjalo ir. Esto no tiene nada que ver con «sanar». Yo no estoy siendo sanado en manera alguna. Es simplemente el perdón.
Sé que esta interpretación de la música de Billie Holiday es demasiado personal. Jamás sugeriría que puede aplicarse a todos. Por eso es que recomiendo su magnífica colección de Columbia. Si tuviera que escoger sólo una canción, sería sin duda «When You’re Smiling». El solo de Lester Young a la mitad es también un deleite, una obra de genio.
«Cuando tú sonríes, el mundo entero sonríe contigo».
Y el mundo de verdad sonríe. ¡Puedes no creerlo, pero en verdad brilla!"
Recomendaciones de Comics
El viernes pasado en el programa de c5n " Esta noche libros " conduzido por Gerardo Rozin, estuvo Sebastìan de Caro (peridiodista, crìtico y director de cine recomendo los siguientes comics
V de Vendetta de Alan Moore, y David Lloyd ( impresionante)
Persepolis de Marjane Satrapi
The Acme novelity library de Cris Ware
The Acme novelity library de Cris Ware
Mythology -Alex Ross
The Dark Knight returns Frank Miller
Ghost World de Daniel Clowes
para ver el video ir al siguiente link
http://www.facebook.com/lagrimitaymorisqueta#!/lagrimitaymorisqueta?sk=app_4949752sábado, 23 de abril de 2011
Chico Buarque,, buen consejo
Oiga un buen consejo
que le doy gratis
que le doy gratis
Es inùtil dormir,
el dolor no pasa
Espere sentado
o usted se cansa
Està probado
quien espera nunca alcanza
oiga mi amigo
deje ese regazo
Juegue con mi fuego
vengàse a quemar
Haga como digo,
haga como hago
actue dos veces antes de pensar
Corro atràs del tiempo
Corro atràs del tiempo
bien no sè adònde
Lentamente es que
no se va lejos
Yo siembro el viento
en mi ciudad
Voy por la calle
y bebo la tempestad
Chico Buarque
Chico Buarque
Roberto Juarroz, poesia vertical X, 53
Vagamos en la inconsistencia,
pero hay ciertos abandonos en lo consistente,
ciertos repliegues de lo neutro a lo que no lo es,
ciertas caídas a la densidad
que dormita en las cosas,
en que nos arrebata el vértigo de no ser nada.
Es entonces cuando nace
la más perentoria sensación
que puede experimentar un hombre:
existe un hueco que hay que llenar.
Así suele cambiar a veces una vida
y convertirse en su propio revés.
Hasta que surge en el hombre
una sensación todavía más irreversible:
existe un hueco que hay que vaciar.
pero hay ciertos abandonos en lo consistente,
ciertos repliegues de lo neutro a lo que no lo es,
ciertas caídas a la densidad
que dormita en las cosas,
en que nos arrebata el vértigo de no ser nada.
Es entonces cuando nace
la más perentoria sensación
que puede experimentar un hombre:
existe un hueco que hay que llenar.
Así suele cambiar a veces una vida
y convertirse en su propio revés.
Hasta que surge en el hombre
una sensación todavía más irreversible:
existe un hueco que hay que vaciar.
Roberto Juarroz
pintura: Aurora Diaz Jorge Luis Borges, biografia de Tadeo Cruz
Había corregido el pasado; en aquel tiempo debió de considerarse feliz, aunque profundamente no lo era. (Lo esperaba, secreta en el porvenir, una lúcida noche fundamental: la noche en que por fin vio su propia cara, la noche que por fin oyó su nombre. Bien entendida, esa noche agota su historia; mejor dicho, un instante de esa noche, un acto de esa noche, porque los actos son nuestro símbolo.) Cualquier destino, por largo y complicado que sea, consta en realidad de un solo momento: el momento en que el hombre sabe para siempre quién es.
Jorge Luis Borges
para leer el cuento completo: http://www.libreriahispana.com/borges/biografia.html
pintura V Kandinsky The Beatles, You've Got To Hide Your Love
Aquí estoy con la cabeza en la mano,
de cara a la pared.
Cuando ella se va no puedo seguir,
Sintiéndome empequeñecido.
En todas partes la gente se me queda mirando,
Cada uno de los días.
Puedo verlos como se ríen de mi,
Y los oigo decir.
Hey, tienes que esconder tu amor,
Hey, tienes que esconder tu amor.
Como puedo ni siquiera intentarlo,
Nunca podré ganar,
Oyéndolos, viéndolos,
En el estado en el que me encuentro.
Cómo pudo decirme ella el amor se abrirá paso.
Reúnanse a mi alrededor, payasos todos,
Déjenme que los escuche decir
Hey tienes que esconder tu amor
Hey tienes que esconder tu amor.
de cara a la pared.
Cuando ella se va no puedo seguir,
Sintiéndome empequeñecido.
En todas partes la gente se me queda mirando,
Cada uno de los días.
Puedo verlos como se ríen de mi,
Y los oigo decir.
Hey, tienes que esconder tu amor,
Hey, tienes que esconder tu amor.
Como puedo ni siquiera intentarlo,
Nunca podré ganar,
Oyéndolos, viéndolos,
En el estado en el que me encuentro.
Cómo pudo decirme ella el amor se abrirá paso.
Reúnanse a mi alrededor, payasos todos,
Déjenme que los escuche decir
Hey tienes que esconder tu amor
Hey tienes que esconder tu amor.
The Beatles
Julio Còrtazar, la continuidad de los parques
Había empezado a leer la novela unos días antes. La abandonó por negocios urgentes, volvió a abrirla cuando regresaba en tren a la finca; se dejaba interesar lentamente por la trama, por el dibujo de los personajes. Esa tarde, después de escribir una carta a su apoderado y discutir con el mayordomo una cuestión de aparcerías, volvió al libro en la tranquilidad del estudio que miraba hacia el parque de los robles. Arrellanado en su sillón favorito, de espaldas a la puerta que lo hubiera molestado como una irritante posibilidad de intrusiones, dejó que su mano izquierda acariciara una y otra vez el terciopelo verde y se puso a leer los últimos capítulos. Su memoria retenía sin esfuerzo los nombres y las imágenes de los protagonistas; la ilusión novelesca lo ganó casi enseguida. Gozaba del placer casi perverso de irse desgajando línea a línea de lo que lo rodeaba, y sentir a la vez que su cabeza descansaba cómodamente en el terciopelo del alto respaldo, que los cigarrillos seguían al alcance de la mano, que más allá de los ventanales danzaba el aire del atardecer bajo los robles. Palabra a palabra, absorbido por la sórdida disyuntiva de los héroes, dejándose ir hacia las imágenes que se concertaban y adquirían color y movimiento, fue testigo del último encuentro en la cabaña del monte. Primero entraba la mujer, recelosa; ahora llegaba el amante, lastimada la cara por el chicotazo de una rama. Admirablemente restañaba ella la sangre con sus besos, pero él rechazaba las caricias, no había venido para repetir las ceremonias de una pasión secreta, protegida por un mundo de hojas secas y senderos furtivos. El puñal se entibiaba contra su pecho, y debajo latía la libertad agazapada. Un diálogo anhelante corría por las páginas como un arroyo de serpientes, y se sentía que todo está decidido desde siempre. Hasta esas caricias que enredaban el cuerpo del amante como queriendo retenerlo y disuadirlo dibujaban abominablemente la figura de otro cuerpo que era necesario destruir. Nada había sido olvidado: coartadas, azares, posibles errores. A partir de esa hora cada instante tenía su empleo minuciosamente atribuido. El doble repaso despiadado se interrumpía apenas para que una mano acariciara una mejilla. Enpezaba a anochecer.
Sin mirarse ya, atados rígidamente a la tarea que los esperaba, se separaron en la puerta de la cabaña. Ella debía seguir por la senda que iba al norte. Desde la senda opuesta él se volvió un instante para verla correr con el pelo suelto. Corrió a su vez, parapetándose en los árboles y los setos, hasta distinguir en la bruma malva del crepúsculo la alameda que llevaba a la casa. Los perros no debían ladrar, y no ladraron. El mayordomo no estaría a esa hora, y no estaba. Subió los tres peldaños del porche y entró. Desde la sangre galopando en sus oídos le llegaban las palabras de la mujer: primero una sala azul, después una galería, una escalera alfombrada. En lo alto, dos puertas. Nadie en la primera habitación, nadie en la segunda. La puerta del salón, y entonces el puñal en la mano, la luz de los ventanales, el alto respaldo de un sillón de terciopelo verde, la cabeza del hombre en el sillón leyendo una novela.
Julio Cortázar
Jorge Teillier, botella al mar
Y tú quieres oír, tú quieres entender. Y yo
te digo: olvida lo que oyes, lees o escribes.
Lo que escribo no es para ti, ni para mí, ni
para los iniciados. Es para la niña que nadie
saca a bailar, es para los hermanos que
afrontan la borrachera y a quienes desdeñan
los que se creen santos, profetas o poderosos.
te digo: olvida lo que oyes, lees o escribes.
Lo que escribo no es para ti, ni para mí, ni
para los iniciados. Es para la niña que nadie
saca a bailar, es para los hermanos que
afrontan la borrachera y a quienes desdeñan
los que se creen santos, profetas o poderosos.
Jorge Teiller
Foto: John Orr jueves, 21 de abril de 2011
Juan Carlos Onetti, y el pan nuestro
Sólo conozco de ti
la sonrisa gioconda
con labios separados
el misterio
mi terca obsesión
de desvelarlo
y avanzar porfiado
y sorprendido
tanteando tu pasado
Sólo conozco
la dulce leche de tus dientes
la leche plácida y burlona
que me separa
y para siempre
del paraíso imaginado
del imposible mañana
de paz y dicha silenciosa
de abrigo y pan compartido
de algún objeto cotidiano
que yo pudiera llamar
nuestro
Juan Carlos Onetti
nuestro
Juan Carlos Onetti
Marguerite Yourcenar, Safo o el suicidio, (fragmento)
Acabo de ver, reflejada en los espejos de un palco, a una mujer que se llama Safo. Está tan pálida como la nieve, como la muerte o como el rostro blanco de las leprosas. Y como se pinta para disimular su palidez, parece el cadáver de una mujer asesinada que lleve en las mejillas un poco de su propia sangre. Sus ojos son como cuevas que se hunden para escapar de la luz del día, lejos de unos áridos párpados que ya ni sombra le proporcionan. Sus largos bucles se le caen a puñados, como las hojas del bosque en precoces tempestades. Todos los días se arranca una nueva cana y estos hilos de seda pálida pronto serán tan numerosos como para tejerle una mortaja. Llora su juventud, como si fuera una mujer que la hubiese traicionado. Llora su infancia, como si se tratara de una niña que hubiera muerto. Está muy flaca: cuando se baña, se da la vuelta para no ver sus senos tristes en el espejo. Va errante de ciudad en ciudad, con tres grandes maletas llenas de perlas falsas y de restos de pájaros. Es acróbata, como en otros tiempos fue poetisa, pues la índole especial de sus pulmones le obliga a escoger un oficio que pueda ejercerse entre la tierra y el cielo. Todas las noches, entregada a las fieras del Circo que la devoran con los ojos, mantiene sus promesas de estrella en un espacio repleto de poleas y mástiles. Su cuerpo pegado a la pared, cortada en menudos trocitos por las letras luminosas, forma parte de ese grupo de fantasmas de moda que planean por las ciudades grises.
Marguerite Yourcenar
martes, 19 de abril de 2011
Emile Cioran, breviario de podredumbre (fragmento)
Elementos y actos, todo concurre a herirte. ¿Acorazarte de desdenes, aislarte
en una fortaleza de asco, soñar con indiferencias sobrehumanas? Los ecos del tiempo te perseguirán en tus últimas ausencias... Cuando nada puede impedirte sangrar, las ideas mismas se tiñen de rojo o se invaden como tumores las unas a las otras. No hay en las farmacias ningún específico contra la existencia; sólo pequeños remedios para los jactanciosos. Pero, ¿dónde está el antídoto de la desesperación clara, infinitamente articulada, orgullosa y segura? Todos los seres son desdichados; pero, ¿cuántos lo saben? La conciencia de la infelicidad es una enfermedad demasiado grave para figurar en una aritmética de las agonías o en los registros de lo incurable. Rebaja el prestigio del infierno y convierte los mataderos del tiempo en paraísos. ¿Qué pecado has cometido para nacer, qué crimen para existir? Tu dolor, como tu destino, carece de motivo. Sufrir verdaderamente es aceptar la invasión de los males sin la excusa de la causalidad, como un favor de la naturaleza demente, como un milagro negativo...
En la frase del Tiempo, los hombres se insertan a modo de comas, mientras que, para detenerla, tú te has inmovilizado como un punto.
Fragmento del "Breviario de Podredumbre".
en una fortaleza de asco, soñar con indiferencias sobrehumanas? Los ecos del tiempo te perseguirán en tus últimas ausencias... Cuando nada puede impedirte sangrar, las ideas mismas se tiñen de rojo o se invaden como tumores las unas a las otras. No hay en las farmacias ningún específico contra la existencia; sólo pequeños remedios para los jactanciosos. Pero, ¿dónde está el antídoto de la desesperación clara, infinitamente articulada, orgullosa y segura? Todos los seres son desdichados; pero, ¿cuántos lo saben? La conciencia de la infelicidad es una enfermedad demasiado grave para figurar en una aritmética de las agonías o en los registros de lo incurable. Rebaja el prestigio del infierno y convierte los mataderos del tiempo en paraísos. ¿Qué pecado has cometido para nacer, qué crimen para existir? Tu dolor, como tu destino, carece de motivo. Sufrir verdaderamente es aceptar la invasión de los males sin la excusa de la causalidad, como un favor de la naturaleza demente, como un milagro negativo...
En la frase del Tiempo, los hombres se insertan a modo de comas, mientras que, para detenerla, tú te has inmovilizado como un punto.
Fragmento del "Breviario de Podredumbre".
Pintura E Munch
Charles Bukowski, la idea fija
extraño algunas noches como esta noche parecieran reptar por atrás del cuello de uno y detenerse en la base del cráneo, se quedan allí así de esta manera. probablemente sea un pequeño preludio a la muerte, un pre-calentamiento. lo acepto. entonces la mente se vuelve como una película: observo a Dostoievski en un pequeño cuarto y él está bebiendo un vaso de leche. no es una película larga: él apoya el vaso y se acaba. luego estoy de vuelta aquí. un purificador de aire hace su blando sonido detrás mío. fumo demasiado, todo el cuarto a veces se pone azul por eso mi mujer ha puesto el purificador de aire. ahora la noche ha abandonado la base de mi cráneo. me recuesto en la silla giratoria recojo un destapador con la forma de un caballo. es como que estoy sosteniendo al mundo entero aquí con la forma de un caballo. dejo al mundo, abro un ganchito de papeles y comienzo a limpiar mis uñas. esperar a la muerte puede ser perfectamente apacible Charles Bukowski
Juan Carlos Onetti, el ùltimo viernes
En cuanto lo hicieron pasar, Carner comprendió que aquel viernes iba a ser distinto. Creyó recordar tímidas premoniciones, trató de protegerse despidiéndose de la larga sala de espera que acababa de dejar, de la noche o el día eternos que imponían los tubos fluorescentes, de la humanidad pobre y silenciosa que se rozaba los hombros sin respaldo, conservando rígidos los cuerpos durante horas, temiendo que su abandono significara la renuncia a su esperanza.
Se despidió de tantas semejantes, confundibles tardes de viernes que había elegido para visitar a Miller o ya, desinteresadamente, para visitar la Jefatura, atravesar el saludo de policías de uniforme y perder la noción del tiempo entre los hombres y mujeres que llenaban la sala de espera, sin rostros, sustituibles, tal vez diferenciados en secreto por anécdotas de la desgracia.
Había elegido los viernes porque era su día franco en el diario y porque Hilda lo usaba para ir a la iglesia. Había olvidado la probabilidad de un gran empleo en provincias, y gastaba en paz los viernes oyendo fanfarronear a Miller, fumándole los cigarrillos, midiéndole la miseria, haciéndole feliz con su atención y aceptándole los billetes doblados que le ponía en la mano al despedirlo...
Se despidió de tantas semejantes, confundibles tardes de viernes que había elegido para visitar a Miller o ya, desinteresadamente, para visitar la Jefatura, atravesar el saludo de policías de uniforme y perder la noción del tiempo entre los hombres y mujeres que llenaban la sala de espera, sin rostros, sustituibles, tal vez diferenciados en secreto por anécdotas de la desgracia.
Había elegido los viernes porque era su día franco en el diario y porque Hilda lo usaba para ir a la iglesia. Había olvidado la probabilidad de un gran empleo en provincias, y gastaba en paz los viernes oyendo fanfarronear a Miller, fumándole los cigarrillos, midiéndole la miseria, haciéndole feliz con su atención y aceptándole los billetes doblados que le ponía en la mano al despedirlo...
Juan Carlos Onetti
para leer el cuento completo /www.onetti.net/es/cuentos/el_ultimo_viernes
fotografia Claudio Horet E.J. Malinowskm ,ahora
Ahora es el momento de hacer lo que más quieres.
No esperes al lunes, ni esperes a mañana.
Que no aumente ante tí la caravana
de sueños pisoteados. Ya no esperes.
No reprimas por miedo o cobardía.
No postergues la vida con más muerte,
y no esperes nada más de la suerte
que no hay más que tu tesón y tu energía.
Si tu sueño es hermoso dale forma
como esculpe el arroyo la ribera;
como el viento que vive y se transforma.
Y para que todo resulte a tu manera,
redacta para ti mismo tu norma
y convierte tu otoño en primavera.
No esperes al lunes, ni esperes a mañana.
Que no aumente ante tí la caravana
de sueños pisoteados. Ya no esperes.
No reprimas por miedo o cobardía.
No postergues la vida con más muerte,
y no esperes nada más de la suerte
que no hay más que tu tesón y tu energía.
Si tu sueño es hermoso dale forma
como esculpe el arroyo la ribera;
como el viento que vive y se transforma.
Y para que todo resulte a tu manera,
redacta para ti mismo tu norma
y convierte tu otoño en primavera.
E.J. Malinowski
fotografìa:Robert & Shana Parkeharrison
lunes, 18 de abril de 2011
Lou Reed, Sucio Boulevard
Pedro vive al lado del Hotel Wilshire,
mira a través de una ventana sin vidrio,
las paredes están hechas de cartón y el piso de papel periódico,
su padre lo golpea porque él está muy cansado para mendigar.
Tiene nueve harmanos y hermanas,
que han sido criados de rodillas,
es difícil correr cuando una percha golpeándote en los muslos,
Pedro sueña con crecer y matar al viejo,
aunque esa es una chance muy remota, el se dirige hacia el Bulevar.
El va a terminar, en el sucio Bulevar,
el está yendo, hacia el sucio Bulevar,
él está descendiendo, hacia el sucio Bulevar.
Esta habitación cuesta 2000 dólares mensuales,
puedes creérlo hombre!, es verdad!
en algún lugar un propietario se mea de la risa,
nadie aquí sueña con ser doctor o abogado o nada,
sus sueños son lograr traficar algo en el sucio Bulevar.
Dame tu hambre, tu cansancio, tu pobreza... que me cagaré en ellas,
eso es lo que la estatua de la Intolerancia dice,
a tus hacinadas masas de pobres, vamos a apalearlas hasta que mueran,
vamos a terminar con ellas y tirarlos a todos en el sucio Bulevar.
Llegando hasta el final, del sucio Bulevar,
en camino, hacia el sucio Bulevar,
él está descendiendo, hacia el sucio Bulevar,
en camino...
Afuera es una noche muy brillante,
hay una Opera en el Lincoln Center,
estrellas de cine llegan en sus limusinas,
los reflectores halógenos iluminan hasta el horizonte de Manhattan,
pero la luces de las calles marginales están apagadas.
Un pequeño niño está de pie en el túnel de Lincoln,
el vende rosas de plástico por un dólar,
el tráfico está atascado a la altura de la calle 39,
y las putas por la TV invitan a los policias a una mamada.
Y de regreso en el Wilshire, Pedro se sienta a soñar,
el encontró un libro sobre magia en un tacho de basura,
observa las imágenes, mantiene la mirada fija en el techo rajado...
"... y a la cuenta de 3..." - dice - "... deseo desaparecer"
Y volar, volar bien lejos de este sucio Bulevar,
quiero volar de este sucio Bulevar,
quiero volar de este sucio Bulevar...
quiero volar...
Lou Reed
Arturo Pèrez Reverte, Oye chaval
Oye, chaval. Me dice tu hermana que estás cada vez más para allá, y que has perdido el curso, cacho cabrón. Y que encima te estás metiendo de todo. Y digo todo, colega. Alcohol y pastillas, y pastillas y alcohol, y dos paquetes diarios de tabaco a tus diecinueve tacos. Y que has dejado a tu novia, o en realidad es ella la que te ha dejado porque no te aguanta. Y que vuelves a las tantas saltándote semáforos en rojo con una castaña que te cagas, y que las broncas con tu viejo son de órdago, y que pasas de todo. Que pasas de verdad, con ojos de estar allí lejos sin la menor intención de darte de nuevo una vuelta por aquí en el resto de tu puta vida. Suponiendo, dice tu hermana, que te quede mucha puta vida por delante.
Dice que te diga algo, que me lees los domingos y me haces caso. No sé en qué carajo podrías hacerme caso tú a mí; pero si lo dice ella, que es la Bambi de la familia, sus motivos tendrá. En fin. Que te diga algo, escribe la pava, como si yo fuera la virgen de Lourdes. Y no sé qué decirte, la verdad. De finales felices me creo lo justo. Y la última varita mágica que vi la tenía clavada en el coño un hada a la que violaron en Sarajevo. No sé sí me explico.
Pero en fin. Me sentiría raro si hoy no te dedicara esta página. No por ti, que no te conozco, sino por la Bambi. Se quedaría decepcionada y a lo mejor ya no se leía más novelas mías, ni soñaba con ligarse al padre Quart o a Lucas Corso. Así que mira, voy a decirte algo. Voy a decirte que acabo de apuntar que no te conozco, pero es mentira. No es difícil conocerte si uno mira alrededor y se fija en el país en el que vives, y la tele que ves, y los perros que planifican tu vida y tu futuro, y los políticos a los que votan tu padre y tu madre. No es difícil si uno piensa en esa empresa donde estuviste trabajando este verano, y en el trabajo donde explotan a tu ex novia, y en la desesperación de tus amigos. No es difícil y me hago cargo, te lo juro. Esto es una mierda, y la palabra futuro es como para colgársela de los huevos. ¿Ves como en realidad sí te conozco?
Hay, sin embargo, algo que puedo decirte. Estás aquí, en el mundo que te ha tocado. Sería estupendo que hubiera revoluciones por hacer y sueños por alcanzar, cosas que te pusieran caliente y con ganas de echarte a la calle. Pero sabes, o lo intuyes, que todas las revoluciones se hicieron, y una vez hechas se las apropiaron los de siempre. Que los buenos se quedan afuera, bajo la lluvia, y que esta película la ganan siempre los malos. Sé todo eso porque lo he visto, tío. Lo he visto en todas las lenguas y colores. Lo he visto allí y lo veo aquí. Y sé que las grandes aventuras colectivas, la solidaridad, los mecheritos, yupi, yupi, todo eso se fue a tomar por saco hace mucho tiempo.
Pero quedan cosas, te doy mi palabra. Cuando ya no son posibles los héroes solidarios, llega la vez de los héroes solitarios. A lo mejor, ahora que han muerto los dioses y los héroes con mayúscula, la salvación está en el heroísmo con minúscula. En el peón de ajedrez olvidado en un rincón del tablero que mira alrededor y ve al rey corrupto, a la reina hecha una zorra, al caballo de cartón y a la torre inmóvil, haciendo dinero. Pero el peón está allí de pie, en su frágil casilla. Y esa casilla se convierte de pronto en una razón para luchar, en una trinchera para resistir y abrigarse del frío que hace afuera. Esta es mi casilla, aquí estoy, aquí lucho. Aquí muero. Las armas dependen de cada uno: amigos fieles, una mujer a la que amas, un sueño personal, una causa, un libro... Cómo reconforta, colega, mirar a un lado y ver en otra casilla a otro peón tan solo y asqueado como tú, pero que se mantiene erguido y, tal vez, tiene un libro en las manos. Hay aventuras maravillosas, vidas riquísimas, sueños increíbles que empezaron de la forma más tonta, con sólo pasar la primera página de un libro.
Ya sé que no es gran cosa, colega. No soluciona nada, y lo único que te permite es comprender. Pero eso no está nada mal. Me refiero a comprender que nacemos, vivimos y morimos en un mundo absurdo, que a lo más que podemos aspirar es a asumirlo mirándolo de frente, con el orgullo de quien se sabe peleando solo, hasta el final, solidario con aquellos otros peones que, como tú, libran su pequeña y pobre batalla en casillas olvidadas. Y al final descubres que no es tan grave. Los hombres vagan perdidos hace miles de años, y siempre fue la misma historia. Lo único que los diferencia es cómo viven y cómo mueren.
Arturo Perez Reverte
Arturo Perez Reverte
este texto maravilloso fue copiado de www.facebook.com/lagrimitaymorisqueta
sábado, 16 de abril de 2011
Tomas Abraham, guia pràctica para leer filosofìa
En el programa de Gerardo Rozìn que se emite los viernes por C5N Tomàs Abraham eligiò estos libros para adentrarse en la Filosofìa :
Los orìgenes del pensamiento Grieto de Jean Pierre Vernant
El nacimiento de la filosofìa de Giorgio Colli
Historia de una biblioteca de Platòn a Nieztche de Tomàs Abraham
Historia de la filosofìa de Will Durand
El ser y la Nada, Jean Paul Sartre
Los caminos de la libertad, Jean Paul Sartre
Vigilar y Castigar de Michael Foucault
para ver el video ir al link Esta noche libros :
W H Auden, blues del refugiado
Digamos que esta ciudad tiene un millón de almas,
algunas viven en mansiones, otras en agujeros:
pero no hay lugar para nosotros, mi amor, no hay lugar para nosotros.
Una vez tuvimos un país y creímos que era justo,
mira en el atlas y lo encontrarás:
no podemos ir ahí ahora, mi amor, no podemos ir ahí.
En el patio de la parroquia del pueblo hay un tejo añoso,
que vuelve a florecer cada primavera:
los pasaportes viejos no pueden hacer eso, mi amor, no pueden hacer eso.
El cónsul golpeó la mesa y dijo,
‘Si no tienen pasaporte, oficialmente están muertos’:
Pero aún estamos vivos, mi amor, aún estamos vivos.
Fui a un comité; me ofrecieron una silla;
me dijeron gentilmente que volviera al año siguiente:
¿Pero a dónde iremos hoy, mi amor, a dónde iremos hoy?
Fui a un acto público; el orador se paró y dijo:
‘Si los dejamos entrar, nos robarán el pan de cada día’;
Estaba hablando de nosotros, mi amor, hablaba de nosotros.
Creí escuchar un trueno retumbar en el cielo;
era Hitler sobre Europa, diciendo: ‘Ellos deben morir’,
él pensaba en nosotros, mi amor, pensaba en nosotros.
Vi un caniche abrigado con una mantita,
Vi una puerta abierta y entró un gato:
Pero no eran judíos alemanes, mi amor, no eran judíos alemanes.
Fui hasta el puerto y me detuve en el muelle,
vi los peces nadando como si fueran libres:
a solo diez pies, mi amor, a solo a diez pies.
Caminé por un bosque, vi los pájaros en los árboles;
no tenían políticos y cantaban libremente:
no eran hombres, mi amor, no eran hombres.
Soñé que había un edificio de mil pisos,
mil ventanas y mil puertas:
ninguna era nuestra, mi amor, ninguna era nuestra.
Me detuve en una planicie bajo la nevada;
diez mil soldados marchaban de un lado a otro:
buscándonos, mi amor, a ti y a mí.
W H Auden
fotografìa: Édouard Boubat
fotografìa: Édouard Boubat
Chico Buarque, construcciòn
Amó aquella vez como si fuese última,
besó a su mujer como si fuese última,
y a cada hijo suyo cual si fuese el único,
y atravesó la calle con su paso tímido.
Subió a la construcción como si fuese máquina,
alzó en el balcón cuatro paredes sólidas,
ladrillo con ladrillo en un diseño mágico,
sus ojos embotados de cemento y lágrima.
Sentóse a descansar como si fuese sábado,
comió su pobre arroz como si fuese un príncipe,
bebió y sollozó como si fuese un náufrago,
danzó y se rió como si oyese música...
Y tropezó en el cielo con su paso alcohólico.
y flotó por el aire cual si fuese un pájaro,
y terminó en el suelo como un bulto fláccido,
y agonizó en el medio del paseo público.
Murió a contramano entorpeciendo el tránsito.
Amó aquella vez como si fuese el último,
besó a su mujer como si fuese única,
y a cada hijo suyo cual si fuese el pródigo,
y atravesó la calle con su paso alcohólico.
Subió a la construcción como si fuese sólida,
alzó en el balcón cuatro paredes mágicas,
ladrillo con ladrillo en un diseño lógico,
sus ojos embotados de cemento y tránsito.
Sentóse a descansar como si fuese un príncipe,
comió su pobre arroz como si fuese el máximo,
bebió y sollozó como si fuese máquina,
danzó y se rió como si fuese el próximo.
y tropezó en el cielo cual si oyese música.
Y flotó por el aire cual si fuese sábado,
y terminó en el suelo como un bulto tímido,
agonizó en el medio del paseo náufrago.
Murió a contramano entorpeciendo el público.
Amó aquella vez como si fuese máquina,
besó a su mujer como si fuese lógico,
alzó en el balcón cuatro paredes fláccidas,
Sentóse a descansar como si fuese un pájaro,
Y flotó en el aire cual si fuese un príncipe,
Y terminó en el suelo como un bulto alcohólico.
Murió a contramano entorpeciendo el sábado."
besó a su mujer como si fuese última,
y a cada hijo suyo cual si fuese el único,
y atravesó la calle con su paso tímido.
Subió a la construcción como si fuese máquina,
alzó en el balcón cuatro paredes sólidas,
ladrillo con ladrillo en un diseño mágico,
sus ojos embotados de cemento y lágrima.
Sentóse a descansar como si fuese sábado,
comió su pobre arroz como si fuese un príncipe,
bebió y sollozó como si fuese un náufrago,
danzó y se rió como si oyese música...
Y tropezó en el cielo con su paso alcohólico.
y flotó por el aire cual si fuese un pájaro,
y terminó en el suelo como un bulto fláccido,
y agonizó en el medio del paseo público.
Murió a contramano entorpeciendo el tránsito.
Amó aquella vez como si fuese el último,
besó a su mujer como si fuese única,
y a cada hijo suyo cual si fuese el pródigo,
y atravesó la calle con su paso alcohólico.
Subió a la construcción como si fuese sólida,
alzó en el balcón cuatro paredes mágicas,
ladrillo con ladrillo en un diseño lógico,
sus ojos embotados de cemento y tránsito.
Sentóse a descansar como si fuese un príncipe,
comió su pobre arroz como si fuese el máximo,
bebió y sollozó como si fuese máquina,
danzó y se rió como si fuese el próximo.
y tropezó en el cielo cual si oyese música.
Y flotó por el aire cual si fuese sábado,
y terminó en el suelo como un bulto tímido,
agonizó en el medio del paseo náufrago.
Murió a contramano entorpeciendo el público.
Amó aquella vez como si fuese máquina,
besó a su mujer como si fuese lógico,
alzó en el balcón cuatro paredes fláccidas,
Sentóse a descansar como si fuese un pájaro,
Y flotó en el aire cual si fuese un príncipe,
Y terminó en el suelo como un bulto alcohólico.
Murió a contramano entorpeciendo el sábado."
Chico Buarque
fotografia: Lee Friedlander
Juan Rulfo, Acuèrdate (fragmento)
Acuérdate que a su madre le decían la Berenjena porque siempre andaba metida en líos y de cada lío salía con un muchacho. Se dice que tuvo su dinero pero se lo acabó en los entierros, pues todos los hijos se le morían de recién nacidos y siempre les mandaba cantar alabanzas, llevándolos al panteón entre músicas y coros de monaguillos que cantaban "hosannas" y "glorias" y la canción esa de "ahí te mando Señor, otro angelito". De eso se quedó pobre, porque le. resultaba caro cada funeral, por eso de las canelas que les daba a los invitados del velorio. Sólo le vivieron dos, el Urbano y la Natalia, que ya nacieron pobres y a los que ella no vio crecer, porque se murió en el último parto que tuvo, ya de grande, pegada a los cincuenta años.
La debes haber conocido, pues era realegadora y cada rato andaba en pleito con las marchantas en la plaza del mercado porque le querían dar muy caro los jitomates; pegaba de gritos y decía que la estaban robando. Después, ya de pobre, se le veía rondando entre la basura,juntando rabos de cebolla, ejotes ya sancochados y alguno que otro cañuto de caña "para que se les endulzara la boca a sus hijos". Tenía dos, como ya te digo, que fueron los únicos que se le lograron. Después no se supo ya de ella.
Juan Rulfo
fotografìa : Édouard Boubat
viernes, 15 de abril de 2011
Indio Solari, Martinis y tafiroles
Suele pasarme
Olvido lo que importa más
Y dados redondos
Tuercen mi chance
A veces exagero mi humor
los martinies y los tafiroles
hay que estar un porquito sonado
para olvidarte
Estoy complicado
no me hago ilusiones
y no quiero recuerdos lindos
Necesito dormir mucho y bien
y no hablar asi como toda la mierda
que se habla hoy por la tv,
que come mis ojos
Un viajero frecuente que lee
su millaje y chupa un limon
sabe que en su heladera no hay
ni ketchup ni nada
Me sueño durmiendo,
a veces durmiendo y soñando
si mi perra maulla al soñar
la consiento
Henry Miller, tròpico de Capricornio, (fragmento)
No he ganado nada con la ampliación de mi mundo: al contrario, he perdido. Quiero volverme cada vez más infantil, y superar la infancia en la dirección contraria. Quiero desarrollarme en el sentido contrario exactamente normal, pasar a un dominio superinfantil, del ser que será absolutamente demente y caótico, pero no al modo del mundo que me rodea.
Me he adaptado a un mundo que nunca fue mío. Quiero abrirme paso a través de este mundo más amplio y encontrarme de nuevo en la frontera de un mundo desconocido que arroje a las sombras este mundo descolorido, unilateral.
Henry Miller
Idea Vilariño , tal vez era no pensar
Tal vez no era pensar, la fórmula, el secreto,
sino darse y tomar perdida, ingenuamente,
tal vez pude elegir, o necesariamente,
tenía que pedir sentido a toda cosa.
Tal vez no fue vivir este estar silenciosa
y despiadadamente al borde de la angustia
y este terco sentir debajo de su música
un silencio de muerte, de abismo a cada cosa.
Tal vez debí quedarme en los amores quietos
que podrían llenar mi vida con un nombre
en vez de buscar al evadido del hombre,
despojado, sin alma, ser puro, esqueleto.
Tal vez no era pensar, la fórmula, el secreto.
sino amarse y amar, perdida, ingenuamente.
Tal vez pude subir como una flor ardiente
o tener un profundo destino de semilla
en vez de esta terrible lucidez amarilla
y de este estar de estatua con los ojos vacíos.
Tal vez pude doblar este destino mío
en música inefable. O necesariamente...
sino darse y tomar perdida, ingenuamente,
tal vez pude elegir, o necesariamente,
tenía que pedir sentido a toda cosa.
Tal vez no fue vivir este estar silenciosa
y despiadadamente al borde de la angustia
y este terco sentir debajo de su música
un silencio de muerte, de abismo a cada cosa.
Tal vez debí quedarme en los amores quietos
que podrían llenar mi vida con un nombre
en vez de buscar al evadido del hombre,
despojado, sin alma, ser puro, esqueleto.
Tal vez no era pensar, la fórmula, el secreto.
sino amarse y amar, perdida, ingenuamente.
Tal vez pude subir como una flor ardiente
o tener un profundo destino de semilla
en vez de esta terrible lucidez amarilla
y de este estar de estatua con los ojos vacíos.
Tal vez pude doblar este destino mío
en música inefable. O necesariamente...
Idea Vilariño
pintura: A Modigliani jueves, 14 de abril de 2011
Pink Floyd, volviendo la cara
En el rechazo
Del pálido y pisoteado
Y las palabras que dicen
Las cuales no entenderemos
No aceptamos lo que está pasando
Es solo un caso de otros sufriendo
O encontrarás que te estás uniendo a
El rechazo
Es un pecado que de alguna manera
La luz esté cambiando a las sombras
Y arrojando su manto
Sobre todo lo que hemos conocido
Ignorando como las categorías han aumentado
Empujados por un corazón de piedra
Podríamos encontrar que estamos solos
En el sueño del soberbio
En las alas de la noche
Mientras el día conmueve
Donde la falta de palabras se unen
En un acuerdo silencioso
Encontrarás que es raro usar palabras
Fascinados mientras encienden la llama
Siente el nuevo viento de cambio
En las alas de la noche
No más rechazo
De el débil y el cansado
No más rechazo
De la frialdad interior
Solo un mundo que todos debemos compartir
No es suficiente solo quedarse a mirar
¿Es solo un sueño que ya no habrá
Más rechazo?
Del pálido y pisoteado
Y las palabras que dicen
Las cuales no entenderemos
No aceptamos lo que está pasando
Es solo un caso de otros sufriendo
O encontrarás que te estás uniendo a
El rechazo
Es un pecado que de alguna manera
La luz esté cambiando a las sombras
Y arrojando su manto
Sobre todo lo que hemos conocido
Ignorando como las categorías han aumentado
Empujados por un corazón de piedra
Podríamos encontrar que estamos solos
En el sueño del soberbio
En las alas de la noche
Mientras el día conmueve
Donde la falta de palabras se unen
En un acuerdo silencioso
Encontrarás que es raro usar palabras
Fascinados mientras encienden la llama
Siente el nuevo viento de cambio
En las alas de la noche
No más rechazo
De el débil y el cansado
No más rechazo
De la frialdad interior
Solo un mundo que todos debemos compartir
No es suficiente solo quedarse a mirar
¿Es solo un sueño que ya no habrá
Más rechazo?
Miguel Delibes, el camino (fragmento)
" Pero a Daniel, el Mochuelo, le bullían muchas dudas en la cabeza a este respecto. Él creía saber cuanto puede saber un hombre. Leía de corrido, escribía para entenderse y conocía y sabía aplicar las cuatro reglas. Bien mirado, pocas cosas más cabían en un cerebro normalmente desarrollado. No obstante, en la ciudad, los estudios de Bachillerato constaban, según decían, de siete años y, después los estudios superiores, en la Universidad, de otros tantos años, por lo menos. ¿Podría existir algo en el mundo cuyo conocimiento exigiera catorce años de esfuerzo, tres más de los que ahora contaba Daniel? Seguramente, en la ciudad se pierde mucho el tiempo -pensaba el Mochuelo- y, a fin de cuentas, habrá quién, al cabo de catorce años de estudio no acierte a distinguir un rendajo de un jilguero o una boñiga de un cagajón. La vida era así de rara, absurda y caprichosa. "
Miguel Delibes
Carlos Drummond de Andrade , tus hombros soportan el mundo
Llega un tiempo en que no se dice más: mi Dios.
Tiempo de absoluta depuración.
Tiempo en que no se dice más: mi amor.
Porque el amor resultó inutil.
Y los ojos no lloran.
Y las manos tejen apenas el rudo trabajo.
Y el corazón está seco.
En vano mujeres golpean la puerta, no abrirás.
Quedaste solo, la luz se apagó,
pero en la sombra tus ojos resplandecen enormes.
Eres todo certeza, ya no sabes sufrir.
Y nada esperas de tus amigos.
Poco importa la vejez, ¿qué es la vejez?
Tus hombros soportan el mundo
y no pesa más que la mano de un niño.
La guerra, las hambres, las discusiones dentro de los edificios
prueban apenas que la vida prosigue
y no todos se liberaron aún.
Algunos, hallando bárbaro el espectáculo,
preferirían (los delicados) morir.
Llegó un tiempo en que nada se gana con morir.
Llegó un tiempo es que la vida es una orden.
La vida apenas, sin mistificación.
Carlos Drummond de Andrade
foto: Adolfo Lòpez
martes, 12 de abril de 2011
Los Rodriguez, aquì no podemos hacerlo
Morena con la piel de chocolate, no dejaremos de
ser dos amantes (tú y yo). Siempre te llevo
guardada muy cerca del corazón, aunque
digan que aquí no podemos hacerlo, (dicen
que aquí no podemos hacerlo).
Nunca quise apurarte y que te quemes mal, mis
dedos sólo sirven para tocarte a tí.
Un beso, otro beso y la pena se va con el humo, y
dicen que aquí no podemos hacerlo.
Creo que sé cómo hacer para
resistir al tiempo, sé cómo hacer
para olvidar el dolor. Pero si dicen 'aquí
no puedo', no creo que encuentre un motivo bueno,
si dicen que aquí no podemos hacerlo.
Voy a volver a los viejos lugares de antes, y voy
a seguir buscándote por tu olor. He
oído que dicen 'aquí no podemos
hacerlo', dicen que aquí no podemos hacerlo
los dos.
Dicen desconocidos que no podemos, la historia se
escribe en hojas desordenadas. No puedo quedarme
parado sin hacer nada, si dicen que aquí no
podemos hacerlo.
Creo que sé cómo hacer para
resistir al tiempo, sé cómo hacer
para olvidar el dolor. Pero si dicen 'aquí
no puedo', no creo que encuentre un motivo bueno,
si dicen que aquí no podemos hacerlo. Si
dicen que aquí no podemos hacerlo.
Levanta la voz si te dicen qué hacer y
qué no hacer, cuanto más grande es
la pena, más ruido va a hacer al caer.
No te voy a sacar de mis planes sólo
porque digan 'aquí no vale', vamos a seguir
empezando de nuevo aunque digan 'aquí no
podemos hacerlo', aunque digan 'aquí no
podemos hacerlo'...
W H Auden, el desconocido
El Departamento de Estadísticas determinó
que él era un hombre contra el cual no había acusación oficial alguna,
y todos los reportes sobre su conducta concuerdan
que, en el sentido moderno de una palabra anticuada,
él fue un santo,
porque en cada cosa que hizo sirvió a la Gran Comunidad.
Excepto por la Guerra, hasta el día que se retiró
trabajó en una factoría, y nunca fue destituido,
y más aún, complació a sus empleados, Fudge Motors Inc.
Tampoco era un bribón o raro en sus ideas
porque su Unión reporta que pagó sus cuotas
(nuestro reporte indica que su Unión era legal)
y nuestros trabajadores de Psicología Social encontraron
que era popular entre sus compañeros y que le gustaba un trago.
La Prensa está convencida de que compraba un periódico cada día
y que sus reacciones a los anuncios eran normales en todos los respectos.
Pólizas sacadas en su nombre prueban que estaba completamente asegurado,
y su Tarjeta de Salud indica que estuvo una vez en el hospital pero que cuando salió estaba curado.
Tanto la Investigación de Productores como la Vida de Calidad Superior declaran
que era totalmente sensible a las ventajas de Compra y Venta a Plazos,
y que tenía todo lo necesario para el Hombre Moderno:
un fonógrafo, una radio, un coche y una nevera.
Nuestros investigadores de Opinión Pública están contentos
porque él tenía las opiniones propias para cada ocasión del año;
cuando había paz, él la defendía; cuando había guerra, allá iba.
Estaba casado y añadió cinco hijos a la población,
cantidad que dice el Eugenista es el número exacto para un padre de su generación,
y nuestros profesores nos informan que nunca interfirió en la educación de sus hijos.
¿Fue libre? ¿Fue feliz? La pregunta es absurda:
si algo hubiera estado mal, nosotros seguramente lo hubiéramos sabido.
W H Auden
Silvina Ocampo , el arrepentido
La rama que acariciaba mi cabeza, me deleitaba cuando salía del sueño. El amor me seducía en momentos inesperados, y lo que prefería era triturar un pedazo de carne entre mis dientes y después beber agua helada entre las piedras que bajan de la vertiente. Dicen que me parezco al hambre, a la violencia, al infierno; fui feliz como un rey hasta que la conocí. Si fuera un niño estaría llorando, si fuera un santo los silicios hubieran consumido mi cuerpo, si fuera una hiena devoraría mis propias entrañas. Si fuera Dios volvería a crearla. El mundo es antiguo y no sé lo que tendría que envidiar, pero este instante es mi eternidad. Los días pasan tan lentamente que esperar la luz por la noche se vuelve intolerable, sin esperanzas. ¿Cómo es el sol? Olvido su forma, su color, la impresión que me causa. Al verlo caigo desvanecido, y luego el lento aprendizaje del día, de la luz que no sirve para iluminar algo que valga la pena me mata y me hace esperar la noche que tampoco llega y que tampoco recuerdo. ¿Qué es la noche? ¿Cómo es su faz? Caigo desvanecido cuando llega y advierto que no oculta nada en su oscuridad, ni un tesoro. A veces cuando llueve y no me preocupan ni la oscuridad ni la luz, algo que descansa más que el sueño me ocurre, me deslizo sobre el barro a una velocidad increíble, mi piel se desgarra y caigo al pie de las montañas como una piedra, con las mandíbulas cerradas, cubierto de barro y escarcha. Cuando me volvía para mirar hacia atrás a veces me faltaba una oreja, otras veces una pata o la cola, otras veces la lengua que es tan necesaria. No me lo confesaba a mí mismo. Me daba vergüenza. Me preocupaba. Tardé en darme cuenta de lo que ocurría: soy un sueño, estoy en el sueño de alguien, de un ser humano. Busqué a la persona que soñaba conmigo: era una niña dormida. De un zarpazo la maté, jugué con ella, con su vestido bordado y sus trenzas largas, atadas con nueve cintas rojas. La escondí en un lugar del bosque sobre las altas matas de pasto porque no tenía hambre. Cuando volví a buscarla ya no estaba. Mirando la luna aullé toda la noche esperando que algo me la devolviera. Sobre la tierra quedaba su olor y el gusto de su sangre. Los pájaros se burlan de mí y las hembras de mi estirpe me fastidian siguiéndome a todas horas, queriendo adivinar un secreto que no pueden comprender. Pude morir en un incendio, pero atravesé las llamas como las piedras, apenas chamuscado; pude morir despeñándome por una montaña, pero llegué al fondo de un precipicio sin una herida para relamer; pude morir en un pueblo donde entré para devorar a un hombre, pero huí entre los balazos como en los días de tormenta bajo el granizo.
Los días son monótonos, sin peligro. ¡Por qué no devoré a esa niña que soñaba conmigo! Hubiera cumplido con un deber de tigre; ya que soy inmortal, por lo menos quisiera tener una conciencia pura.
Silvina Ocampo
pintura E Munch
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