“Aquí
la tierra es dura y estéril; el cielo está más cerca que en ninguna
otra parte y es azul y vacío. No llueve, pero cuando ruge su voz es
aterradora, implacable, colérica. Sobre esta tierra, donde es penoso
respirar, la gente depende de muchos dioses. Ya no hay aquí hombres
extraordinarios y seguramente no los habrá jamás. Ahora uno se parece a
otro como dos hojas de un mismo árbol y el paisaje es igual al hombre.
Todo se confunde y va muriendo. Los que escucharon hablar a los más
viejos dicen que no siempre reinaron la oscuridad y la pobreza, que hubo
aquí grandes señores, hombres sabios que hablaban con elocuencia,
mujeres que parían hijos de ánimo esforzado, orfebres de la madera, de
la arcilla y de los metales de paz y guerra, músicos, pastores de
grandes majadas y sacerdotes que sabían conjurar los excesos divinos,
gente que edificaba sus casas con piedra. Pero eso ocurrió en otros
tiempos, antes de que el Diablo, al arribo de los invasores,
desguarneciera la puna arreando a este pueblo hacia los valles y
llanuras bajas, donde crece el bosque”
Hector Tizòn
No deseo comentar sino recordarlo siempre. Tanta belleza, tanto drama en sólo un par de párrafos.
ResponderEliminarQue enfoque simple y claro, para un tema que a la mayoría de estudiosos les toma un palabreo en espiral, Tizón va directo y describe la realidad andina. Para no olvidar
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