su mueca ante el espejo no interpreta el mundo.
Más bien es una distorsión desesperada
de un rostro que está allí sin saber cómo.
Ojos espantados que preguntan cuándo acabará todo.
Piedad para todos aquellos que como J. O. G.
aprietan el nudo de la corbata cada mañana
y nunca terminan por ahorcarse.
Sentimentales y astutos como moribundos
que olfatean el límite y retroceden a tiempo.
Joaquín Giannuzzi
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