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sábado, 16 de octubre de 2010

Pablo Ramos, rèquiem para un laburante (fragmento)

Eran casi las cuatro y con la excusa de un almuerzo tardío, me fui para el boliche de Alfonso. Sabía que su padre andaba mal, que ya no tenía esperanzas. Y aunque me sentía avergonzado por no haber aparecido justo en este  tiempo, cuando más de medio año comí de fiado aguantando el mostrador junto a los sepultureros de La Chacarita, tenía la tranquilidad de saber que Alfonso siempre entiende, de que me quiere a pesar de esa incapacidad que tengo de estar junto a mis amigos cuando más se me necesita.
          Yo terminaba a duras penas una novela sobre mi padre, él lo sabía. Y sabía toda la vida que se me estaba yendo en ese libro. Porque fue una relación difícil, igual que la de él con el suyo, José, un padre como mi padre, que fue el que empezó hace casi cuarenta años con el boliche (un puesto en realidad, el 07, que está sobre la plazoleta de la estación Federico Lacroze, subte B) y que hacía un tiempo que Alfonso lo había heredado por destino.
Caminaba, dije, en medio de lo de siempre: viento, sonido de ramas a merced del viento, calma de cementerio a esa hora en un día de semana a la tarde.
            Un hombre inclinado sobre una tumba cambiaba flores. Hablaba solo, o con la melancólica compañía del recuerdo de alguien. Yo pensaba en mi padre, en su decisión de ser cremado, de no quedar en ningún lugar para no fomentar no sé qué negocio. Sonreí, y dije su nombre en voz baja. Luego pensé en el padre de mi amigo Alfonso, luego en mi amigo, y finalmente en mí. Lo que pensé me pareció en principio hermoso, pero después no, después me dejó desolado. Pensé en algo así: el único premio que puede recibir una persona, si hizo las cosas más o menos bien para unos pocos, es alguien inclinado sobre su retrato, intentando revivirlo en el recuerdo, murmurando algo cotidiano. Una plegaria humana, torpe, un monólogo acostumbrado, inevitablemente frío. El acto doméstico, universalmente repetido, de reemplazar las flores de su tumba. 
Pablo Ramos
para leer el cuento completo: http://laarquitecturadelamentira.blogspot.com/

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