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domingo, 31 de octubre de 2010

Fernando Vallejo, la virgen de los sicarios (fragmento)

De súbito, presencié la escena. Un perro moribundo había ido a caer al arroyo. Hubiera querido seguir y no ver, no saber, pero el perro con una llamada muda, angustiada, ineludible me llamaba arrastrándome hacia su muerte. Resbalando, bajo del aguacero, bajé con Alexis al caño: era uno de esos perros criollos callejeros, corrientes, que en Bogotá llaman "gosquez" y en Medellín no sé cómo, o sí, perros "chandosos". Cuando traté con Alexis de levantarlo para sacarlo del agua descubrí que el perro tenía las caderas quebradas, de suerte que aunque lo sacáramos no había esperanzas de salvarlo. Un carro lo había atropellado y el animal, arrastrándose, había logrado llegar a la quebrada pero se había quedado atrapado en sus aguas al intentar cruzarla.
¿ Cómo iba a poder salir de allí herido, destrozado, si se nos dificultaba a nosotros sanos? Los bordes de cemento que encauzaban el arroyo le impedian salir. ¿ Cuánto llevaba allí ? Días tal vez, con sus noches, bajo las lluvias a juzgar por su deterioro extremo. ¿Había tratado de volver a caso, herido a su casa? Sólo Dios sabrá, él que es culpable de estas infámias: Él, con mayúscula, con la mayúscula que se suele usar para el ser más mostruoso y cobarde que mata y atropella por mano ajena, por la mano del hombre, su juguete, su sicario.
Fernando Vallejo 

1 comentario:

  1. Gracias a quien compartió este fragmento. Espero algún día poder leer la obra completa.

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