Nuestra abuela se rompió una cadera al caerse, eso es lo que creíamos
nosotros, pero llegó el médico y dijo que había sucedido justamente lo
contrario: se había caído al rompérsele una cadera. Las relaciones
causa?efecto son engañosas. Basta cambiar el orden de los hechos para
que la realidad se ponga patas arriba. Mi abuela estaba de pie, frente a
su tocador. Entonces, el peso de su cuerpo quebró un hueso y la pobre
fue a parar al suelo. Ahora bien, si uno se encuentra a su abuela en el
suelo, con la cadera rota, lo único que piensa es que la caída ha sido
la causante de la rotura y no al revés.Seguramente, la vida diaria está
llena de pequeños acontecimientos cuyos efectos se confunden con sus
causas. El médico nos explicó que los ancianos tienen la cadera de
cristal, de modo que no es raro que se les rompa por el simple hecho de
permanecer de pie. Lo de la cadera de cristal me llamó la atención. Mi
abuela se había ido convirtiendo en una anciana translúcida. Yo la había
comparado muchas veces con un conjunto de varillas de vidrio. Daba
miedo trasladarla de la cama al sofá, por si se "rompía". Nunca pensé
que lo de "romperse" fuera algo más que una imagen.Y se murió a causa de
la rotura, si el médico no dice lo contrario. Cuando volvíamos de
enterrarla, pensé que me había dado la mejor lección de filosofía de mi
vida. A partir de la cadera de mi abuela me acostumbré a ponerlo todo en
cuestión. ¿Estaba triste porque me había abandonado mi mujer o mi mujer
me había abandonado porque estaba triste? El "efecto cadera" guarda
alguna relación con el "círculo vicioso", pero son cosas diferentes. Lo
importante del efecto cadera es que comporta un error de percepción: una
ilusión óptica. Las cosas suceden en el orden contrario al que tú las
aprecias.Los seres humanos estamos acostumbrados a que las cosas ocurran
unas después de otras. Toda nuestra cultura está montada sobre esa idea
que se va al carajo cuando a tu abuela se le rompe una cadera y va a
dar al suelo con sus huesos. Ese día, como si dijéramos, pierdes la
inocencia. Empiezas a dudar de todo. ¿Y si las cosas no sucedieran unas
detrás de otras o no al menos en el orden que nos dicen? Un día, en el
colegio, me preguntaron el alfabeto y lo recité al revés porque tenía
una suerte de dislexia que me obligaba a estudiar de atrás hacia
delante. No me comí una sola letra, pero el profesor me puso un cero por
introducir en la clase una cantidad de desorden que él consideró
excesiva. La educación no sólo consiste en aprender cosas, sino en
colocarlas en fila. Primero las más altas y después las más bajas, o al
revés. Yo, pese a mi dislexia incipiente, habría sido un tipo normal de
no ser por la cadera de mi abuela, que me convirtió en un individuo
desconfiado. Que en paz descanse.
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