Sé que
“artista” es lo único que puedo escribir en el espacio de los formularios donde se solicitan a uno tener profesión
respetable.
Sé que
muchos colegas dudan entre esa palabra y alguna que, con una ligera distorsión
de la realidad, provea una estructura más sólida, como “cineasta”, “cantante”,
“constructor de edificios” o “actor”.
Pero yo nunca fui actor: trabajé de actor, que es muy distinto, porque no sabia
hacer otra cosa
Sé que
me dediqué al cine porque en el cine no
se notan los errores ortográficos.
Sé que
un artista es el que primero debe aceptar su profesión, y como tal debe asumir
el reto que implica la mirada atónita de tantos burócratas. Al fin de cuentas,
está el sastre que me hace el traje para que yo lo luzca y estoy yo que hago una
película para que él la vea. Cada uno tiene un oficio en la vida Y yo he podido
vivir con dignidad de uno hermoso.
Sé que
está en mis genes, que es agradable
pasar por la vida sin haberle dado ganas de morir a
nadie.
Sé que
la video casetera es un artefacto maravilloso que revolucionó el ámbito de los realizadores. Los chicos de
ahora tienen la fortuna de poder ver las películas todas las veces que haga
falta, rebobinar, y volver a ver las escenas que les interesan. En mi época, eso
sólo era posible en largas sesiones en el cine de barrio, que alternábamos con
el café de la esquina. Así vi
El
ciudadano unas
treinta veces.
Sé que
cuando hice Crónica de un niño solo era un pibe de 21 años y nadie me daba
bola
Todos se
reían de mi película y anduve con la lata bajo el brazo cuatro años para que la
vieran. Tuve que encontrar un loco como yo para que me produjera: estaba en
Mendoza y él llegó con un auto y dos chicas. Yo le vi la cara de productor y me
acerqué. Era Luis De Stéfano. Tuve mucha
suerte. En ese sentido, Dios fue muy bueno
conmigo.
Sé que
nadie quiere hacer mal cine o una película mediocre: todos queremos empatar con
Orson Welles. El que no logra algo que valga la pena, no es porque no lo haya
querido, sino por que no le dieron las alas Por eso soy enemigo de una critica a
mis colegas.
Sé que
su veo una película y no me gusta, prefiero mentir y decir que no la vi antes
que hablar mal en cinco minutos del trabajo de un tipo que estuvo dos años
elaborando algo. Mal puedo yo juzgarlos, por que soy consciente del trabajo que
eso significó, golpeando puertas, chupando medias, sufriendo
humillaciones.
Sé que
su algo me gusta, sí, lo grito a los cuatro vientos. Por ejemplo,
Pizza,
birra faso, es una
de las obras más bellas que he visto en los últimos tiempos. Cuando la vi, sentí
una ligera envidia: me gustaria haberla filmado
yo.
Sé a ciencia cierta que tenes que tener mucho de
suicida para meterte en el cine. Es un camino muy doloroso si se lo hace con
pasión. Cubrir los costos, lidiar con gente que no entiende nada, es muy
desgastante. Por lo menos para mí. Y los críticos tienen mucho que ver con ese
malestar. Olvidan que solo hacemos películas, que no queremos lastimar a
nadie.
Sé que
nunca voy a olvidar la critica de un inescrupuloso que señalaba que era un
absurdo que un tipo del campo usara jeans en Nazareno
Cruz y el lobo.
Evidentemente, este buen hombre nunca fue al campo. Y, además, ¡mucho mas
absurdo era que el gaucho se convirtiera en
lobo!.
Sé, o
intuyo, que la belleza que debemos perseguir se parece bastante a la que se da
en el cine iraní. Hace mucho propongo, que en lugar de contaminarnos con el cine
norteamericano que te golpea la retina con una explosión, intentemos un cambio
al estilo iraní, que te golpea el corazón con cosas del corazón. Yo quisiera que
se trabajen más las atmósferas, los climas, las cosas
simples.
Sé que
tengo mucha esperanza en los jóvenes, pero me gustaría que además de estar tanto
tiempo en las universidades, visitaran la vida, salieran a pasear por las calles
perdidas de Buenos Aires. Veo como que la gente vive en el contrafrente , y lo
que hace falta, a mi entender, es salir un poco al
bacón.
Sé que
hay que sentarse por lo menos una vez en la vida en la sala de espera de un
hospital.
Sé que
hay que enamorarse de la gente con
desparpajo.
Sé que
no tengo mas ganas de vivir prisionero de datos y de fechas. Cuando filmaba
Perón,
sinfonía de un sentimiento, no
solo me equivoque y puse en el balcón del 45 a un diputado del 73, sino que lo
mate a Perón un año antes. Después de seis años de trabajo estaba
confundidísimo. De casualidad una persona se dio
cuenta.
Sé que
después, cuando nos metimos con Soriano en un proyecto para hacer un documental
sobre el Che Guevara, me embalé, lo embalé a él, me desinflé y me dio vergüenza
llamarlo de puro miedo de que mandara al carajo. Ahora sé que ese proyecto fue
más bien un pretexto para que charláramos un
rato.
Sé que
si me quieren juzgar por mi cancionero, no pueden compararme con Wagner. Ni
siquiera con León Gieco. Porque mi canción apunta a lo más
sencillo.
No
pretendo que tiemble Neruda, sin simples canciones. Sé que soy un compositor de
vuelo rasante.
Y creo
que Dios es un exagerado.
Leonardo
Favio
este texto fue publicado en el diario Pàgina 12 hace muchos años, no tengo la fecha precisa
(
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