Translate
sábado, 10 de noviembre de 2012
Calle 13 ( Cuando se lee poco, se dispara mucho )
El martillo impacta la aguja
La explosión de la pólvora con fuerza empuja
Movimiento de rotación y traslación
Sale la bala arrojada fuera del cañón
con un objetivo directo
la bala pasea segura y firme durante su trayecto
Hiriendo de muerte al viento, más rápida que el tiempo
defendiendo cualquier argumento
No le importa si su desitno es violento
Va tranquila, la bala, no tiene sentimientos
Como un secreto que no quieres escuchar
la bala va diciéndolo todo sin hablar
Sin levantar sospecha, asegura su matanza
Por eso tiene llena de plomo su panza
para llegar a su presa no necesita ojos
Y más cuando el camino se lo traza un infrarojo
la bala nunca se da por vencida
Si no mata hoy, por lo menos deja una herida
Luego de su salida no habrá detenida
Obedece a su patrón una sola vez en su vida
Hay poco dinero, pero hay muchas balas
Hay poca comida, pero hay muchas balas
Hay poco gente buena, por eso hay muchas balas
Cuidao' que ahí viene una (Pla! Pla! Pla! Pla!)
Se escucha un disparo, agarra confianza
La explosión de la pólvora con fuerza empuja
Movimiento de rotación y traslación
Sale la bala arrojada fuera del cañón
con un objetivo directo
la bala pasea segura y firme durante su trayecto
Hiriendo de muerte al viento, más rápida que el tiempo
defendiendo cualquier argumento
No le importa si su desitno es violento
Va tranquila, la bala, no tiene sentimientos
Como un secreto que no quieres escuchar
la bala va diciéndolo todo sin hablar
Sin levantar sospecha, asegura su matanza
Por eso tiene llena de plomo su panza
para llegar a su presa no necesita ojos
Y más cuando el camino se lo traza un infrarojo
la bala nunca se da por vencida
Si no mata hoy, por lo menos deja una herida
Luego de su salida no habrá detenida
Obedece a su patrón una sola vez en su vida
Hay poco dinero, pero hay muchas balas
Hay poca comida, pero hay muchas balas
Hay poco gente buena, por eso hay muchas balas
Cuidao' que ahí viene una (Pla! Pla! Pla! Pla!)
El sonido la persigue, pero no la alcanza
La bala sacas sus colmillos de acero
Y sin pedir permiso, entra por el cuero
Muerde los tejidos con rabia y arranca,
El pecho a las arterias para causar hemorragia
Vuela la sangre batida de fresa
Salsa boloñesa, syrup de frambuesa
Una cascada de arte contemporaneo
Color rojo vivo, sale por el cráneo
Hay poco dinero, pero hay muchas balas
Hay poca comida, pero hay muchas balas
Hay poca gente buena, por eso hay muchas balas
Cuidao' que ahí viene una (Pla! Pla! Pla! Pla!)
Serìa inaccesible el que alguien te mate
Si cada bala costara lo que cuesta un yate
Tendrías que ahorrar todo tu salario
Para ser un mercenarío, habría que ser millonario
Pero no es así, se mata por montones
Las balas son igual de baratas que los condones
Hay poca educación, hay muchos cartuchos
Cuando se lee poco, se dipara mucho
Hay quienes asesinan y no dan la cara
El rico da la orden yel pobre la dispara
No se necesitan balas para probar un punto
Es lógico, no se puede hablar con un difunto
El diálogo destruye cualquier situación macabra
Antes de usar balas, diparo con palabras
Pla! Pla! Pla! pla!
Hay poco dinero, pero hay muchas balas
Hay poca comida, pero hay muchas balas
Hay poco gente buena, por eso hay muchas balas
Cuidao' que ahí viene una (Pla! Pla! Pla! Pla!)
Julio Cortàzar, bolero
Qué vanidad imaginar
que puedo darte todo, el amor y la dicha,
itinerarios, música, juguetes.
que puedo darte todo, el amor y la dicha,
itinerarios, música, juguetes.
Es cierto que es así:
todo lo mío te lo doy, es cierto,
pero todo lo mío no te basta
como a mí no me basta que me des
todo lo tuyo.
Por eso no seremos nunca
la pareja perfecta, la tarjeta postal,
si no somos capaces de aceptar
que sólo en la aritmética
el dos nace del uno más el uno.
Por ahí un papelito
que solamente dice:
Siempre fuiste mi espejo,
quiero decir que para verme tenía que mirarte.
Julio Cortazar
todo lo mío te lo doy, es cierto,
pero todo lo mío no te basta
como a mí no me basta que me des
todo lo tuyo.
Por eso no seremos nunca
la pareja perfecta, la tarjeta postal,
si no somos capaces de aceptar
que sólo en la aritmética
el dos nace del uno más el uno.
Por ahí un papelito
que solamente dice:
Siempre fuiste mi espejo,
quiero decir que para verme tenía que mirarte.
Julio Cortazar
Juan Benet, Volveràs a Region,(fragmento)
La gente de Región ha
optado por olvidar su propia historia: muy pocos deben conservar una
idea veraz de sus padres, de sus primeros pasos, de una edad dorada y
adolescente que terminó de súbito en un momento de estupor y abandono.
Tal vez la decadencia empieza una manañana de las postrimerías del
verano con una reunión de militares, jinetes y rastreadores dispuestos a
batir el monde en busca de un jugador de la fortuna, el donjuán
extranjero que una noche de casino se levantó – con su honor y su
dinero; la decadencia no es más que eso , la memoria y la polvareda de
aquella cabalgata por el camino del Torce, el frenesí de una sociedad
agotada y dispuesta a creer que iba a recobrar el honor ausente en una
barranca de la sierra, un montón de piezas de nácar y una venganza de
sangre. A partir de entonces la memoria es un dedo tembloroso que unos
años más tarde descorrerá los estores agujereados de la ventana del
comedor para señalar la silueta orgullosa, temible y lejana del Monje
donde, al parecer, han ido a perderse y concentrarse todas las ilusiones
adolescentes que huyeron con el ruido de los caballos y los carruajes,
que resucitan enfermas con el sonido de los motores y el eco de los
disparos mezclado al silbido de las espadañas al igual que en los días
finales de aquella edad sin razón quedó unido al sonido acerbo y
evocativo de triángulos y xilófonos. Porque el conocimiento disimula al
tiempo que el recuerdo arde: con el zumbido del motor todo el pasado,
las figuras de una familia y una adolescencia inerte, momificadas en un
gesto de dolor tras la desaparición de los jinetes, se agita de nuevo
con un mortuorio temblor: un frailero rechina y una puerta vacila,
introduciendo desde el jardín abandonado una brisa de olor medicinal que
hincha otra vez los agujereados estores, mostrando el abandono de esa
casa y el vació de este presente en el que, de tanto en tanto, resuena
el eco de las caballerías. Cuando la puerta se cerró – en silencio, sin
unir el horror a la fatalidad ni el miedo a la resignación – se había
disipado la polvoreda: había salido el sol y el abandono de Región se
hizo más patente: sopló un aire caliente como el aliento senil de aquel
viejo y lanudo numa, armado de una carabina, que en lo sucesivo guardará
el bosque, velando noche y día por toda la extensión de la finca,
disparando con infalible puntería cada vez que unos pasos en la
hojaresca o los supiros de una alma cansada, roben la tranquilidad del
lugar.
J Benet
cuadro: Salvador Dalì
jueves, 8 de noviembre de 2012
Jesus Lizano, las personas curvas
Mi madre decía: a mí me gustan las personas rectas
A mí me gustan las personas curvas,
A mí me gustan las personas curvas,
las ideas curvas,
los caminos curvos,
porque el mundo es curvo
y la tierra es curva
y el movimiento es curvo;
y me gustan las curvas
y los pechos curvos
y los culos curvos,
los sentimientos curvos;
la ebriedad: es curva;
las palabras curvas:
el amor es curvo;
¡el vientre es curvo!;
lo diverso es curvo.
A mí me gustan los mundos curvos;
el mar es curvo,
la risa es curva,
la alegría es curva,
el dolor es curvo;
las uvas: curvas;
las naranjas: curvas;
los labios: curvos;
y los sueños; curvos;
los paraísos, curvos
(no hay otros paraísos);
a mí me gusta la anarquía curva.
El día es curvo
y la noche es curva;
¡la aventura es curva!
Y no me gustan las personas rectas,
el mundo recto,
las ideas rectas;
a mí me gustan las manos curvas,
los poemas curvos,
las horas curvas:
¡contemplar es curvo!;
(en las que puedes contemplar las curvas
y conocer la tierra);
los instrumentos curvos,
no los cuchillos, no las leyes:
no me gustan las leyes porque son rectas,
no me gustan las cosas rectas;
los suspiros: curvos;
los besos: curvos;
las caricias: curvas.
Y la paciencia es curva.
El pan es curvo
y la metralla recta.
No me gustan las cosas rectas
ni la línea recta:
se pierden
todas las líneas rectas;
no me gusta la muerte porque es recta,
es la cosa más recta, lo escondido
detrás de las cosas rectas;
ni los maestros rectos
ni las maestras rectas:
a mí me gustan los maestros curvos,
las maestras curvas.
No los dioses rectos:
¡libérennos los dioses curvos de los dioses rectos!
El baño es curvo,
la verdad es curva,
yo no resisto las verdades rectas.
Vivir es curvo,
la poesía es curva,
el corazón es curvo.
A mí me gustan las personas curvas
y huyo, es la peste, de las personas rectas.
los caminos curvos,
porque el mundo es curvo
y la tierra es curva
y el movimiento es curvo;
y me gustan las curvas
y los pechos curvos
y los culos curvos,
los sentimientos curvos;
la ebriedad: es curva;
las palabras curvas:
el amor es curvo;
¡el vientre es curvo!;
lo diverso es curvo.
A mí me gustan los mundos curvos;
el mar es curvo,
la risa es curva,
la alegría es curva,
el dolor es curvo;
las uvas: curvas;
las naranjas: curvas;
los labios: curvos;
y los sueños; curvos;
los paraísos, curvos
(no hay otros paraísos);
a mí me gusta la anarquía curva.
El día es curvo
y la noche es curva;
¡la aventura es curva!
Y no me gustan las personas rectas,
el mundo recto,
las ideas rectas;
a mí me gustan las manos curvas,
los poemas curvos,
las horas curvas:
¡contemplar es curvo!;
(en las que puedes contemplar las curvas
y conocer la tierra);
los instrumentos curvos,
no los cuchillos, no las leyes:
no me gustan las leyes porque son rectas,
no me gustan las cosas rectas;
los suspiros: curvos;
los besos: curvos;
las caricias: curvas.
Y la paciencia es curva.
El pan es curvo
y la metralla recta.
No me gustan las cosas rectas
ni la línea recta:
se pierden
todas las líneas rectas;
no me gusta la muerte porque es recta,
es la cosa más recta, lo escondido
detrás de las cosas rectas;
ni los maestros rectos
ni las maestras rectas:
a mí me gustan los maestros curvos,
las maestras curvas.
No los dioses rectos:
¡libérennos los dioses curvos de los dioses rectos!
El baño es curvo,
la verdad es curva,
yo no resisto las verdades rectas.
Vivir es curvo,
la poesía es curva,
el corazón es curvo.
A mí me gustan las personas curvas
y huyo, es la peste, de las personas rectas.
Jesus Lizano
cuadro: G Klimt
Frank Kafka, el puente
Yo era rígido y frío, yo estaba tendido sobre un precipicio; yo
era un puente. En un extremo estaban las puntas de los pies; al otro,
las manos, aferradas; en el cieno quebradizo clavé los dientes,
afirmándome. Los faldones de mi chaqueta flameaban a mis costados. En la
profundidad rumoreaba el helado arroyo de las truchas. Ningún turista
se animaba hasta estas alturas intransitables, el puente no figuraba
aún en ningún mapa. Así yo yacía y esperaba; debía esperar. Todo puente
que se haya construido alguna vez, puede dejar de ser puente sin
derrumbarse.
Fue una vez hacia el atardecer -no sé si el primero y el milésimo-, mis pensamientos siempre estaban confusos, giraban siempre en redondo; hacia ese atardecer de verano; cuando el arroyo murmuraba oscuramente, escuché el paso de un hombre. A mí, a mí. Estírate puente, ponte en estado, viga sin barandales, sostén al que te ha sido confiado. Nivela imperceptiblemente la inseguridad de su paso; si se tambalea, date a conocer y, como un dios de la montaña, ponlo en tierra firme.
Llegó y me golpeteó con la punta metálica de su bastón, luego alzó con ella los faldones de mi casaca y los acomodó sobre mi. La punta del bastón hurgó entre mis cabellos enmarañados y la mantuvo un largo rato ahí, mientras miraba probablemente con ojos salvajes a su alrededor. Fue entonces -yo soñaba tras él sobre montañas y valles- que saltó, cayendo con ambos pies en mitad de mi cuerpo. Me estremecí en medio de un salvaje dolor, ignorante de lo que pasaba. ¿Quién era? ¿Un niño? ¿Un sueño? ¿Un salteador de caminos? ¿Un suicida? ¿Un tentador? ¿Un destructor? Me volví para poder verlo. ¡El puente se da vuelta! No había terminado de volverme, cuando ya me precipitaba, me precipitaba y ya estaba desgarrado y ensartado en los puntiagudos guijarros que siempre me habían mirado tan apaciblemente desde el agua veloz.
Fue una vez hacia el atardecer -no sé si el primero y el milésimo-, mis pensamientos siempre estaban confusos, giraban siempre en redondo; hacia ese atardecer de verano; cuando el arroyo murmuraba oscuramente, escuché el paso de un hombre. A mí, a mí. Estírate puente, ponte en estado, viga sin barandales, sostén al que te ha sido confiado. Nivela imperceptiblemente la inseguridad de su paso; si se tambalea, date a conocer y, como un dios de la montaña, ponlo en tierra firme.
Llegó y me golpeteó con la punta metálica de su bastón, luego alzó con ella los faldones de mi casaca y los acomodó sobre mi. La punta del bastón hurgó entre mis cabellos enmarañados y la mantuvo un largo rato ahí, mientras miraba probablemente con ojos salvajes a su alrededor. Fue entonces -yo soñaba tras él sobre montañas y valles- que saltó, cayendo con ambos pies en mitad de mi cuerpo. Me estremecí en medio de un salvaje dolor, ignorante de lo que pasaba. ¿Quién era? ¿Un niño? ¿Un sueño? ¿Un salteador de caminos? ¿Un suicida? ¿Un tentador? ¿Un destructor? Me volví para poder verlo. ¡El puente se da vuelta! No había terminado de volverme, cuando ya me precipitaba, me precipitaba y ya estaba desgarrado y ensartado en los puntiagudos guijarros que siempre me habían mirado tan apaciblemente desde el agua veloz.
Fernando Pessoa, todas las cartas de amor son ridìculas
Todas las cartas de amor son
ridículas.
ridículas.
No serían cartas de amor si no fuesen
ridículas.
También escribí en mi tiempo cartas de amor,
como las demás,
ridículas.
Las cartas de amor, si hay amor,
tienen que ser
ridículas.
Pero, al fin y al cabo,
sólo las criaturas que nunca escribieron cartas de amor
sí que son
ridículas.
Quién me diera el tiempo en que escribía
sin darme cuenta
cartas de amor
ridículas.
La verdad es que hoy mis recuerdos
de esas cartas de amor
sí que son
ridículos.
(Todas las palabras esdrújulas,
como los sentimientos esdrújulos,
son naturalmente
ridículas).
ridículas.
También escribí en mi tiempo cartas de amor,
como las demás,
ridículas.
Las cartas de amor, si hay amor,
tienen que ser
ridículas.
Pero, al fin y al cabo,
sólo las criaturas que nunca escribieron cartas de amor
sí que son
ridículas.
Quién me diera el tiempo en que escribía
sin darme cuenta
cartas de amor
ridículas.
La verdad es que hoy mis recuerdos
de esas cartas de amor
sí que son
ridículos.
(Todas las palabras esdrújulas,
como los sentimientos esdrújulos,
son naturalmente
ridículas).
miércoles, 7 de noviembre de 2012
Octavio Paz, las palabras
Dales la vuelta,
cógelas del rabo (chillen, putas),
azótalas,
cógelas del rabo (chillen, putas),
azótalas,
dales azúcar en la boca a las rejegas,
ínflalas, globos, pínchalas,
sórbeles sangre y tuétanos,
sécalas,
cápalas,
písalas, gallo galante,
tuérceles el gaznate, cocinero,
desplúmalas,
destrípalas, toro,
buey, arrástralas,
hazlas, poeta,
haz que se traguen todas sus palabras.
Octavio Paz
ínflalas, globos, pínchalas,
sórbeles sangre y tuétanos,
sécalas,
cápalas,
písalas, gallo galante,
tuérceles el gaznate, cocinero,
desplúmalas,
destrípalas, toro,
buey, arrástralas,
hazlas, poeta,
haz que se traguen todas sus palabras.
Octavio Paz
Luis Martin Santos, tiempo de silencio
Nacer,
crecer, bailar una vez en la fiesta del pueblo delante de la procesión
del Corpus con el moño alto, porque era buena bailarina y se decidió,
que sí, que a pesar de todo, a pesar de estar determinada al dolor y a
la miseria por su origen, ella debía bailar ante el palio en la
procesión del Corpus, en la que el orgullo de la custodia a todos los
campesinos de la plana toledana salva, hundirse después, hundirse hacia
la tierra, rodear el airoso talle (que la hizo elegir para la fiesta) de
tierra asimilada, comida, enterrarse en grasa pobre, ser redonda,
caminar a lo ancho del mundo envuelta en esa redondez que el destino
otorga a las mujeres que como ella han sido entregadas a la miseria que
no mata, huir delante de un ejercito llegado de no se sabe dónde, llegar
a una ciudad caída de quién sabe qué estrella, rodear la ciudad, formar
parte de la tierra movediza que rodea la ciudad, la protege, la hace,
la amamanta, la destruye, esperar y ahora gemir.
Luis Martin Santos
Luis Martin Santos
Hugo Vera Miranda, Era màs alta que Gabriela Mistral
Con tacos altos era más alta que Gabriela Mistral. Tenía los ojos más azules que la divina. Se decía llamar Jennifer Brown. Su verdadero nombre era tan grotesco que merecía el olvido. La conoció en La Bohemia.
Un lupanar de poca monta de un pueblo olvidado del sur. Había llegado
de no sé dónde. De un lugar más cálido que el nuestro. Habían tomado
tanto que al llegar a su habitación, lo único que recordaba, es que se
había sacado su peluca rubia, sus ojos azules quedaron en un vasito en
la mesita de noche y se había sacado los tacos. Había quedado normal
como todas las mujeres después del intento. Al despertar le preguntó por
un tajo que le atravesaba parte de su anatomía. Ella le contestó:
cabrón, toda la noche me hablaste de mi tajo o es que ya no te
recuerdas. Era bien poco lo que recordaba. Casi nada. Solo que era alta.
Que tenía los ojos azules, que era rubia y que habían tomado toda la
noche. Le dieron cinco años por matar a Belarmino Custodio Sánchez
Aguinaga. Al salir de la cárcel se hizo llamar Katiuska.
Hugo Vera Miranda inmaculadadecepcion.blogspot.com.ar
Hugo Vera Miranda inmaculadadecepcion.blogspot.com.ar
martes, 6 de noviembre de 2012
Leonardo Favio, Lo que sè
Sé que
“artista” es lo único que puedo escribir en el espacio de los formularios donde se solicitan a uno tener profesión
respetable.
Sé que
muchos colegas dudan entre esa palabra y alguna que, con una ligera distorsión
de la realidad, provea una estructura más sólida, como “cineasta”, “cantante”,
“constructor de edificios” o “actor”.
Pero yo nunca fui actor: trabajé de actor, que es muy distinto, porque no sabia
hacer otra cosa
Sé que
me dediqué al cine porque en el cine no
se notan los errores ortográficos.
Sé que
un artista es el que primero debe aceptar su profesión, y como tal debe asumir
el reto que implica la mirada atónita de tantos burócratas. Al fin de cuentas,
está el sastre que me hace el traje para que yo lo luzca y estoy yo que hago una
película para que él la vea. Cada uno tiene un oficio en la vida Y yo he podido
vivir con dignidad de uno hermoso.
Sé que
está en mis genes, que es agradable
pasar por la vida sin haberle dado ganas de morir a
nadie.
Sé que
la video casetera es un artefacto maravilloso que revolucionó el ámbito de los realizadores. Los chicos de
ahora tienen la fortuna de poder ver las películas todas las veces que haga
falta, rebobinar, y volver a ver las escenas que les interesan. En mi época, eso
sólo era posible en largas sesiones en el cine de barrio, que alternábamos con
el café de la esquina. Así vi
El
ciudadano unas
treinta veces.
Sé que
cuando hice Crónica de un niño solo era un pibe de 21 años y nadie me daba
bola
Todos se
reían de mi película y anduve con la lata bajo el brazo cuatro años para que la
vieran. Tuve que encontrar un loco como yo para que me produjera: estaba en
Mendoza y él llegó con un auto y dos chicas. Yo le vi la cara de productor y me
acerqué. Era Luis De Stéfano. Tuve mucha
suerte. En ese sentido, Dios fue muy bueno
conmigo.
Sé que
nadie quiere hacer mal cine o una película mediocre: todos queremos empatar con
Orson Welles. El que no logra algo que valga la pena, no es porque no lo haya
querido, sino por que no le dieron las alas Por eso soy enemigo de una critica a
mis colegas.
Sé que
su veo una película y no me gusta, prefiero mentir y decir que no la vi antes
que hablar mal en cinco minutos del trabajo de un tipo que estuvo dos años
elaborando algo. Mal puedo yo juzgarlos, por que soy consciente del trabajo que
eso significó, golpeando puertas, chupando medias, sufriendo
humillaciones.
Sé que
su algo me gusta, sí, lo grito a los cuatro vientos. Por ejemplo,
Pizza,
birra faso, es una
de las obras más bellas que he visto en los últimos tiempos. Cuando la vi, sentí
una ligera envidia: me gustaria haberla filmado
yo.
Sé a ciencia cierta que tenes que tener mucho de
suicida para meterte en el cine. Es un camino muy doloroso si se lo hace con
pasión. Cubrir los costos, lidiar con gente que no entiende nada, es muy
desgastante. Por lo menos para mí. Y los críticos tienen mucho que ver con ese
malestar. Olvidan que solo hacemos películas, que no queremos lastimar a
nadie.
Sé que
nunca voy a olvidar la critica de un inescrupuloso que señalaba que era un
absurdo que un tipo del campo usara jeans en Nazareno
Cruz y el lobo.
Evidentemente, este buen hombre nunca fue al campo. Y, además, ¡mucho mas
absurdo era que el gaucho se convirtiera en
lobo!.
Sé, o
intuyo, que la belleza que debemos perseguir se parece bastante a la que se da
en el cine iraní. Hace mucho propongo, que en lugar de contaminarnos con el cine
norteamericano que te golpea la retina con una explosión, intentemos un cambio
al estilo iraní, que te golpea el corazón con cosas del corazón. Yo quisiera que
se trabajen más las atmósferas, los climas, las cosas
simples.
Sé que
tengo mucha esperanza en los jóvenes, pero me gustaría que además de estar tanto
tiempo en las universidades, visitaran la vida, salieran a pasear por las calles
perdidas de Buenos Aires. Veo como que la gente vive en el contrafrente , y lo
que hace falta, a mi entender, es salir un poco al
bacón.
Sé que
hay que sentarse por lo menos una vez en la vida en la sala de espera de un
hospital.
Sé que
hay que enamorarse de la gente con
desparpajo.
Sé que
no tengo mas ganas de vivir prisionero de datos y de fechas. Cuando filmaba
Perón,
sinfonía de un sentimiento, no
solo me equivoque y puse en el balcón del 45 a un diputado del 73, sino que lo
mate a Perón un año antes. Después de seis años de trabajo estaba
confundidísimo. De casualidad una persona se dio
cuenta.
Sé que
después, cuando nos metimos con Soriano en un proyecto para hacer un documental
sobre el Che Guevara, me embalé, lo embalé a él, me desinflé y me dio vergüenza
llamarlo de puro miedo de que mandara al carajo. Ahora sé que ese proyecto fue
más bien un pretexto para que charláramos un
rato.
Sé que
si me quieren juzgar por mi cancionero, no pueden compararme con Wagner. Ni
siquiera con León Gieco. Porque mi canción apunta a lo más
sencillo.
No
pretendo que tiemble Neruda, sin simples canciones. Sé que soy un compositor de
vuelo rasante.
Y creo
que Dios es un exagerado.
Leonardo
Favio
este texto fue publicado en el diario Pàgina 12 hace muchos años, no tengo la fecha precisa
(
domingo, 4 de noviembre de 2012
Robert Plant : Lo que sè
Después de todo este tiempo, he descubierto que lo que hago es sorprenderme a mí mismo.
Todo lo que comienza como un momento de pasión explosiva puede terminar como un cabaret, veinticinco o treinta años más tarde.La diferencia entre la gente que toma un camino u otro es cuatro o cinco pulgadas de más en la cintura.
Siempre estoy aprendiendo. Es fundamental que me mantenga al día, sin perderme en la tierra traidora del cliché y los premios a la trayectoria.
No se supone que continúe haciendo lo que hago para siempre. Pero sería maravilloso que así fuese.
No puedo juzgar a los demás. Yo sólo tengo suerte porque mis chicos ya están grandes y ahora no me necesitan tanto. Por eso puedo disfrutar este maravilloso mundo de la música.
Ser un cantante es algo muy unidimensional, podés perderte en tu propio tedio y repetición.
Con Led Zeppelin nunca fuimos una banda de medio pelo, siempre fuimos realmente temibles.
Conozco bandas que no han editado un disco en décadas y están tocando para 20 mil personas por noche. Pero ése no es el logro, sino poder seguir sorprendiéndote. La cola nunca debe mover al perro.
Si sos un cantante, nunca podés decir dónde termina el camino, porque el trabajo nunca está hecho. Una vez que lo tenés, no te podés sentar encima. Tengo que probar y cambiar el paisaje. Tengo que encontrar un nuevo lugar, perderme ahí y encontrarme otra vez. Soy un hombre mayor ahora, así que eso es aún más importante.
Cada vez que tuve que despedirme de algún amor, siempre me aseguré de que mi colección de discos estuviese a salvo en el baúl de mi auto. A veces las despedidas fueron demasiado apresuradas, así que no era posible mantener el orden alfabético. Pero siempre me fui con mis discos. Eso siempre fue algo esencial.
Ahora estoy tocando mucho la guitarra acústica, algo que no me atrevía a hacer en los ’70. No podía mirar una guitarra sin palidecer porque estaba junto a uno de los más espectaculares guitarristas de fines del siglo veinte.
Todo el mundo me ha dado consejos. Todos tienen algo para decirte. La mayoría de la gente me ha aconsejado hacer las cosas más obvias en lo que respecta a mi carrera. Cosas que me hubiesen empujado al abismo.
Tengo cinco nietos y se maravillan ante mi locura. Pienso que debo haberles contado buenos cuentos antes de hacerlos dormir. Hoy puedo poner a la gente a dormir durante un viaje de 24 horas en un micro. No es lo que solía hacer antes, pero son otros tiempos. Y todo el mundo conoce las viejas historias. A esta altura, algunas son fábulas.
No sé cómo hice para mantener mi pelo en su lugar. He tenido mucha suerte. Mi madre era una gitana, tenía mucha sangre negra y su pelo era muy muy grueso. No podías pasarle un peine. Así que he sido muy afortunado. Y cada vez que quiero cortármelo, los peluqueros se niegan a hacerlo.
Cada vez que dudo sobre cortarme o no el pelo, escucho una canción de David Crosby. Se llama “Casi me corté el pelo” y dice no me voy a rendir/ voy a dejar que mi bandera de freak flamee libre. Cada vez que camino por un aeropuerto junto a mis amigos me enorgullezco de no habérmelo cortado, de que siga largo. Todavía siento un vínculo con todo aquel tiempo y esa época. Así que no soy un viejo hippie triste... Soy un viejo hippie alegre, supongo.
Si hoy me encontrase con el joven que fui cuando tenía 25 años, mi consejo sería no te juzgues demasiado severamente. Y tomá todos los riesgos que puedas, tenés que atreverte a buscar aventuras con tu voz. Porque querés ser sólo un cantante y eso no es suficiente.
esta nota fue tomada del diario pàgina 12 el domingo 28 de octubre de 2012
Joan Fuster, efecto cadera
Nuestra abuela se rompió una cadera al caerse, eso es lo que creíamos
nosotros, pero llegó el médico y dijo que había sucedido justamente lo
contrario: se había caído al rompérsele una cadera. Las relaciones
causa?efecto son engañosas. Basta cambiar el orden de los hechos para
que la realidad se ponga patas arriba. Mi abuela estaba de pie, frente a
su tocador. Entonces, el peso de su cuerpo quebró un hueso y la pobre
fue a parar al suelo. Ahora bien, si uno se encuentra a su abuela en el
suelo, con la cadera rota, lo único que piensa es que la caída ha sido
la causante de la rotura y no al revés.Seguramente, la vida diaria está
llena de pequeños acontecimientos cuyos efectos se confunden con sus
causas. El médico nos explicó que los ancianos tienen la cadera de
cristal, de modo que no es raro que se les rompa por el simple hecho de
permanecer de pie. Lo de la cadera de cristal me llamó la atención. Mi
abuela se había ido convirtiendo en una anciana translúcida. Yo la había
comparado muchas veces con un conjunto de varillas de vidrio. Daba
miedo trasladarla de la cama al sofá, por si se "rompía". Nunca pensé
que lo de "romperse" fuera algo más que una imagen.Y se murió a causa de
la rotura, si el médico no dice lo contrario. Cuando volvíamos de
enterrarla, pensé que me había dado la mejor lección de filosofía de mi
vida. A partir de la cadera de mi abuela me acostumbré a ponerlo todo en
cuestión. ¿Estaba triste porque me había abandonado mi mujer o mi mujer
me había abandonado porque estaba triste? El "efecto cadera" guarda
alguna relación con el "círculo vicioso", pero son cosas diferentes. Lo
importante del efecto cadera es que comporta un error de percepción: una
ilusión óptica. Las cosas suceden en el orden contrario al que tú las
aprecias.Los seres humanos estamos acostumbrados a que las cosas ocurran
unas después de otras. Toda nuestra cultura está montada sobre esa idea
que se va al carajo cuando a tu abuela se le rompe una cadera y va a
dar al suelo con sus huesos. Ese día, como si dijéramos, pierdes la
inocencia. Empiezas a dudar de todo. ¿Y si las cosas no sucedieran unas
detrás de otras o no al menos en el orden que nos dicen? Un día, en el
colegio, me preguntaron el alfabeto y lo recité al revés porque tenía
una suerte de dislexia que me obligaba a estudiar de atrás hacia
delante. No me comí una sola letra, pero el profesor me puso un cero por
introducir en la clase una cantidad de desorden que él consideró
excesiva. La educación no sólo consiste en aprender cosas, sino en
colocarlas en fila. Primero las más altas y después las más bajas, o al
revés. Yo, pese a mi dislexia incipiente, habría sido un tipo normal de
no ser por la cadera de mi abuela, que me convirtió en un individuo
desconfiado. Que en paz descanse.
Roberto Juarroz, dibujaba ventanas
Dibujaba ventanas en todas partes.
En los muros demasiado altos,
en los muros demasiado bajos, e
en las paredes obtusas, en los rincones,
en el aire y hasta en los techos.
Dibujaba ventanas como si dibujara pájaros.
En el piso, en las noches,
en las miradas palpablemente sordas,
en los alrededores de la muerte,
en las tumbas, en los árboles.
Dibujaba ventanas hasta en las puertas.
Pero nunca dibujó una puerta.
No quería entrar ni salir.
Sabía que no se puede.
Solamente quería ver: ver.
Dibujaba ventanas.
En todas partes.
Roberto Juarroz
cuadro E Hopper
En los muros demasiado altos,
en los muros demasiado bajos, e
en las paredes obtusas, en los rincones,
en el aire y hasta en los techos.
Dibujaba ventanas como si dibujara pájaros.
En el piso, en las noches,
en las miradas palpablemente sordas,
en los alrededores de la muerte,
en las tumbas, en los árboles.
Dibujaba ventanas hasta en las puertas.
Pero nunca dibujó una puerta.
No quería entrar ni salir.
Sabía que no se puede.
Solamente quería ver: ver.
Dibujaba ventanas.
En todas partes.
Roberto Juarroz
cuadro E Hopper
Suscribirse a:
Entradas (Atom)