La mujer de poeta está
condenada a leer o a escuchar los
versos del poeta que humeanrecién sacados del alma. Y más:
la mujer del poeta está condenada al poeta, a ése
que nunca sabe dónde
está la llave del gas y finge
que pregunta para saber
cuando sólo le importa preguntar lo que no tiene respuesta.
NOTA AL PIE DE ‘LA LLAVE DEL GAS’
La mujer del poeta se enojó
con el poema “La llave del gas”.
No ve por qué la metapalabra de la palabra,
o la ambigüedad de la palabra,
o las heridas que la palabra produce,
puede impedir a cualquiera
saber dónde está la llave del gas y
cómo se cierra y abre. Tiene razón.
El poeta está en error porque
la llave de la palabra, digamos, ni se cierra
ni se abre, y hasta pretende que ni existe,
y menos su metapalabra, ambigüedad heridora o vacío.
La realidad de la cocina tranquiliza,
hay llaves que se cierran, se abren funcionan
cumpliendo la función de demostrar
que hay cosas que se cierran y se abren,
y suenan desde ayer en mi cabeza
que no puedo cerrar.
Juan Gelman
No hay comentarios:
Publicar un comentario