Te moverás unos pasos para que la luz de las veladoras no te cieguen. La muchacha mantiene los ojos cerrados, las manos cruzadas sobre un muslo: no te mira. Abre los ojos poco a poco, como si temiera los fulgores de la recámara. AL fin podrás ver esos ojos de mar que fluyen, se hace espuma, vuelven a la cama verde, vuelven a inflarse como la ola: tú los ves y te repites que no es cierto, que son unos hermosos ojos verdes idénticos a todos lo hermosos ojos verdes que has conocido o podrás conocer. Sin embargo no te engañas: esos ojos fluyen, se transforman, como si te ofrecieran un paisaje que sólo tú puedes adivinar y desear.
Carlos Fuentes ( fragmento de Aura)
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