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miércoles, 22 de febrero de 2012
Raymond Carver, parece una tonteria
El sábado por la tarde fue a la pastelería del centro comercial. Después de mirar las fotografías de pasteles pegadas en una especie de álbum, encargó uno de chocolate, el preferido de su hijo. El que escogió estaba adornado con una nave espacial y su plataforma de lanzamiento bajo una rociada de blancas estrellas, y con un planeta escarchado de color rojo en el otro extremo. El nombre del niño, SCOTTY, iría escrito en letras verdes bajo el planeta. El pastelero, que era un hombre mayor con cuello de toro, escuchó sin rechistar mientras ella le decía que el niño cumpliría ocho años el lunes siguiente. El pastelero llevaba un delantal blanco que parecía un guardapolvo. Los cordones le pasaban por debajo de los brazos, se cruzaban en la espalda y luego volvían otra vez delante, donde los había atado bajo su amplio vientre. Se secaba las manos en el delantal mientras le escuchaba. Seguía con la vista fija en las fotografías y la dejaba hablar. No la interrumpió. Acababa de llegar al trabajo y se iba a pasar toda la noche junto al horno, de modo que no tenía mucha prisa.
....
Raymond Carver
para leer el cuento completo ir a http://triunfo-arciniegas.blogspot.com/2011/12/raymond-carver-ultimo-fragmento.html
sábado, 18 de febrero de 2012
Jorge Boccanera, el altillo
Casi a nueve peldaños de la muerte
bajo una luz difusa
te desvestís
esta no es la cubierta del Kabanos
esto no se parece al paraíso
es tan sólo un altillo
aquí tus pechos vuelan
tu cintura golpea entre mis brazos
y la humedad es una amiga
mirando con ojos agrietados
un desorden de piernas
esto no es
la suite especial del plaza hotel
ni hay una alfombra roja donde rodar a gusto
es tan sólo un altillo
aquí tu pelo emerge de la noche
y es bandera de mimbre
aquí una vieja cama pide a gritos
¡socorro!
aquí no hay vencedores ni vencidos
afuera
no muy lejos
la estrella herida de la tarde
rueda como un gato sin fuerzas
sobre el techo del mundo
aquí
casi a nueve peldaños de la muerte
tus ojos encuentran a los míos
y no tenemos tiempo siquiera de despertar.
bajo una luz difusa
te desvestís
esta no es la cubierta del Kabanos
esto no se parece al paraíso
es tan sólo un altillo
aquí tus pechos vuelan
tu cintura golpea entre mis brazos
y la humedad es una amiga
mirando con ojos agrietados
un desorden de piernas
esto no es
la suite especial del plaza hotel
ni hay una alfombra roja donde rodar a gusto
es tan sólo un altillo
aquí tu pelo emerge de la noche
y es bandera de mimbre
aquí una vieja cama pide a gritos
¡socorro!
aquí no hay vencedores ni vencidos
afuera
no muy lejos
la estrella herida de la tarde
rueda como un gato sin fuerzas
sobre el techo del mundo
aquí
casi a nueve peldaños de la muerte
tus ojos encuentran a los míos
y no tenemos tiempo siquiera de despertar.
viernes, 17 de febrero de 2012
Animal de radio (soy un sentimiento que no deja de pensar)
Soy un acertijo que no llego a descifrar
un rompecabezas que le falta piezas
con algunos vicios que trato de controlar
y un pato volando en la cabeza
soy un barrilete que le cuesta remontar
soy un liberado encadenado
un fruto crecido que ya debió madurar
pero viene un poco retrasado
soy un enmascarado que se esconde tras del dial
un animal de radio desbocado
soy un sentimiento que no deja de pensar
soy un pensamiento apasionado
soy el único responsable de mi pasado
soy la victima, el culpable y el juez que me ha tocado
soy un dependiente de lo que quiero atrapar
un desenfrenado con fronteras
soy un inconciente que se empeña por cruzar
cuando están bajando la barrera
soy sobreviviente de una especie en extinción
uno de los pocos que ha quedado
que no se arrepiente por ser siempre la excepción
que va siempre por el otro lado
un autentico cerebral descerebrado
un insistente explorador de lo ignorado
como una promesa que no quiere mejorar
soy un pesimista esperanzado
como una cabeza que nadie va coronar
un animal de radio humanizado.
*para escuchar esta canciòn:http://elanotadordebolsillo.blogspot.com/2010/08/entre-locos-y-animales-de-radio.html
jueves, 16 de febrero de 2012
Juan L Ortiz, Ella
Ella anuda hilos entre los hombres
y lleva de aquí para allá la mariposa profunda
ala del paisaje y del alma de un país, con su polen...
Ella hace sensible el clima de los días, con su color y su perfume...
a su pesar, muchas veces, como bajo un destino.
Testimonio involuntario, ella,
de un cierto estado de espíritu, de un cierto estado de las cosas,
en que la circunstancia da su hálito...
Pero se dirige siempre a un testigo invisible,
jugando naturalmente con la tierra y el ángel,
el infinito a su lado y el presente en el confín...
Más es el don absoluto, y la ternura,
ella que es también el término supremo y la última esencia
con las melodías de los sentidos y los símbolos y las visiones
y los latidos
para el encuentro en los abismos... Mas tiene cargo de almas,
y es la comunicación,
el traspasado ser, "como se da una flor", en el nivel de los niños,
más allá de sí misma, en el olvido puro de ella misma...
Y no busca nunca, no, ella...
espera, espera, toda desnuda, con la lámpara en la mano,
en el centro mismo de la noche
y lleva de aquí para allá la mariposa profunda
ala del paisaje y del alma de un país, con su polen...
Ella hace sensible el clima de los días, con su color y su perfume...
a su pesar, muchas veces, como bajo un destino.
Testimonio involuntario, ella,
de un cierto estado de espíritu, de un cierto estado de las cosas,
en que la circunstancia da su hálito...
Pero se dirige siempre a un testigo invisible,
jugando naturalmente con la tierra y el ángel,
el infinito a su lado y el presente en el confín...
Más es el don absoluto, y la ternura,
ella que es también el término supremo y la última esencia
con las melodías de los sentidos y los símbolos y las visiones
y los latidos
para el encuentro en los abismos... Mas tiene cargo de almas,
y es la comunicación,
el traspasado ser, "como se da una flor", en el nivel de los niños,
más allá de sí misma, en el olvido puro de ella misma...
Y no busca nunca, no, ella...
espera, espera, toda desnuda, con la lámpara en la mano,
en el centro mismo de la noche
miércoles, 15 de febrero de 2012
Bill Bryson, Una breve historia de casi todo
Bienvenido. Y felicidades. Estoy encantado de que pudieses conseguirlo. Llegar hasta aquí no fue fácil. Lo sé. Y hasta sospecho que fue algo más difícil de lo que tú crees. En primer lugar, para que estés ahora aquí, tuvieron que agruparse de algún modo, de una forma compleja y extrañamente servicial, trillones de átomos errantes. Es una disposición tan especializada y tan particular que nunca se ha intentado antes y que sólo existirá esta vez. Durante los próximos muchos años –tenemos esa esperanza–, estas pequeñas partículas participarán sin queja en todos los miles de millones de habilidosas tareas cooperativas necesarias para mantenerte intacto y permitir que experimentes ese estado tan agradable, pero tan a menudo infravalorado, que se llama existencia.
Por qué se tomaron esta molestia los átomos es todo un enigma. Ser tú no es una experiencia gratificante a nivel atómico. Pese a toda su devota atención, tus átomos no se preocupan en realidad por ti, de hecho ni siquiera saben que estás ahí. Ni siquiera saben que ellos están ahí. Son, después de todo, partículas ciegas, que además no están vivas. (Resulta un tanto fascinante pensar que si tú mismo te fueses deshaciendo con unas pinzas, átomo por átomo, lo que producirías sería un montón de fino polvo atómico, nada del cual habría estado nunca vivo pero todo él habría sido en otro tiempo tú.) Sin embargo, por la razón que sea, durante el período de tu experiencia, tus átomos responderán a un único impulso riguroso: que tú sigas siendo tú.
La mala noticia es que los átomos son inconstantes y su tiempo de devota dedicación es fugaz, muy fugaz. Incluso una vida humana larga sólo suma unas 650.000 horas y, cuando se avista ese modesto límite, o en algún otro punto próximo, por razones desconocidas, tus átomos te dan por terminado. Entonces se dispersan silenciosamente y se van a ser otras cosas. Y se acabó todo para ti.
De todos modos, debes alegrarte de que suceda. Hablando en términos generales, no es así en el universo, por lo que sabemos. Se trata de algo decididamente raro porque, los átomos que tan generosa y amablemente se agrupan para formar cosas vivas en la Tierra, son exactamente los mismos átomos que se niegan a hacerlo en otras partes. Pese a lo que pueda pasar en otras esferas, en el mundo de la química la vida es fantásticamente prosaica: carbono, hidrógeno, oxígeno y nitrógeno, un poco de calcio, una pizca de azufre, un leve espolvoreo de otros elementos muy corrientes (nada que no pudieses encontrar en cualquier farmacia normal), y eso es todo lo que hace falta. Lo único especial de los átomos que te componen es que te componen. Ese es, por supuesto, el milagro de la vida.
Hagan o no los átomos vida en otros rincones del universo, hacen muchas otras cosas: nada menos que todo lo demás. Sin ellos, no habría agua ni aire ni rocas ni estrellas y planetas, ni nubes gaseosas lejanas ni nebulosas giratorias ni ninguna de todas las demás cosas que hacen el universo tan agradablemente material. Los átomos son tan numerosos y necesarios que pasamos con facilidad por alto el hecho de que, en realidad, no tienen por qué existir. No hay ninguna ley que exija que el universo se llene de pequeñas partículas de materia o que produzcan luz, gravedad y las otras propiedades de las que depende la existencia. En verdad, no necesita ser un universo. Durante mucho tiempo no lo fue. No había átomos ni universo para que flotaran en él. No había nada..., absolutamente nada en ningún sitio.
Así que demos gracias por los átomos. Pero el hecho de que tengas átomos y que se agrupen de esa manera servicial es sólo parte de lo que te trajo hasta aquí. Para que estés vivo aquí y ahora, en el siglo XXI, y seas tan listo como para saberlo, tuviste también que ser beneficiario de una secuencia excepcional de buena suerte biológica. La supervivencia en laTierra es un asunto de asombrosa complejidad. De los miles y miles de millones de especies de cosas vivas que han existido desde el principio del tiempo, la mayoría (se ha llegado a decir que el 99 por ciento) ya no anda por ahí. Y es que la vida en este planeta no sólo es breve sino de una endeblez deprimente. Constituye un curioso rasgo de nuestra existencia que procedamos de un planeta al que se le da muy bien fomentar la vida, pero al que se le da aún mejor extinguirla.
Una especie media sólo dura en la Tierra unos cuatro millones de años, por lo que, si quieres seguir andando por ahí miles de millones de años, tienes que ser tan inconstante como los átomos que te componen.
Debes estar dispuesto a cambiarlo todo (forma, tamaño, color, especie, filiación, todo) y a hacerlo reiteradamente. Esto es mucho más fácil de decir que de hacer, porque el proceso de cambio es el azar. Pasar del “glóbulo atómico protoplasmático primordial” –como dicen Gilberty Sullivan en su canción– al humano moderno que camina erguido y que razona te ha exigido adquirir por mutación nuevos rasgos una y otra vez, de la forma precisa y oportuna, durante un período sumamente largo. Así que, en los últimos 3800 millones de años, has aborrecido a lo largo de varios períodos el oxígeno y luego lo has adorado, has desarrollado aletas y extremidades y unas garbosas alas, has puesto huevos, has chasqueado el aire con una lengua bífida, has sido satinado, peludo, has vivido bajo tierra, en los árboles, has sido tan grande como un ciervo y tan pequeño como un ratón y un millón de cosas más. Una desviación mínima de cualquiera de esos imperativos de la evolución y podrías estar ahora lamiendo algas en las paredes de una cueva, holgazaneando como una morsa en algún litoral pedregoso o regurgitando aire por un orificio nasal, situado en la parte superior de la cabeza, antes de sumergirte 18 metros a buscar un bocado de deliciosos gusanos de arena.
No sólo has sido tan afortunado como para estar vinculado desde tiempo inmemorial a una línea evolutiva selecta, sino que has sido también muy afortunado –digamos que milagrosamente– en cuanto a tus ancestros personales. Considera que, durante 3800 millones de años, un período de tiempo que nos lleva más allá del nacimiento de las montañas, los ríos y los mares de la Tierra, cada uno de tus antepasados por ambas ramas ha sido lo suficientemente atractivo para hallar una pareja, ha estado lo suficientemente sano para reproducirse y lo han bendecido el destino y las circunstancias lo suficiente como para vivir el tiempo necesario para hacerlo. Ninguno de tus respectivos antepasados pereció aplastado, devorado, ahogado, de hambre, atascado, ni fue herido prematuramente ni desviado de otro modo de su objetivo vital: entregar una pequeña carga de material genético a la pareja adecuada en el momento oportuno para perpetuar la única secuencia posible de combinaciones hereditarias, que pudiese desembocar casual, asombrosa y demasiado brevemente en ti.
Este libro trata de cómo sucedió eso... cómo pasamos, en concreto, de no ser nada en absoluto a ser algo, luego cómo un poco de ese algo se convirtió en nosotros y también algo de lo que pasó entretanto y desde entonces. Es, en realidad, abarcar muchísimo, ya lo sé, y por eso el libro se titula Una breve historia de casi todo, aunque en rigor no lo sea. No podría serlo. Pero, con suerte, cuando lo acabemos tal vez parezca como si lo fuese.
*este texto fue extraido de la vorterix textos: http://textosvorterix.blogspot.com/
Por qué se tomaron esta molestia los átomos es todo un enigma. Ser tú no es una experiencia gratificante a nivel atómico. Pese a toda su devota atención, tus átomos no se preocupan en realidad por ti, de hecho ni siquiera saben que estás ahí. Ni siquiera saben que ellos están ahí. Son, después de todo, partículas ciegas, que además no están vivas. (Resulta un tanto fascinante pensar que si tú mismo te fueses deshaciendo con unas pinzas, átomo por átomo, lo que producirías sería un montón de fino polvo atómico, nada del cual habría estado nunca vivo pero todo él habría sido en otro tiempo tú.) Sin embargo, por la razón que sea, durante el período de tu experiencia, tus átomos responderán a un único impulso riguroso: que tú sigas siendo tú.
La mala noticia es que los átomos son inconstantes y su tiempo de devota dedicación es fugaz, muy fugaz. Incluso una vida humana larga sólo suma unas 650.000 horas y, cuando se avista ese modesto límite, o en algún otro punto próximo, por razones desconocidas, tus átomos te dan por terminado. Entonces se dispersan silenciosamente y se van a ser otras cosas. Y se acabó todo para ti.
De todos modos, debes alegrarte de que suceda. Hablando en términos generales, no es así en el universo, por lo que sabemos. Se trata de algo decididamente raro porque, los átomos que tan generosa y amablemente se agrupan para formar cosas vivas en la Tierra, son exactamente los mismos átomos que se niegan a hacerlo en otras partes. Pese a lo que pueda pasar en otras esferas, en el mundo de la química la vida es fantásticamente prosaica: carbono, hidrógeno, oxígeno y nitrógeno, un poco de calcio, una pizca de azufre, un leve espolvoreo de otros elementos muy corrientes (nada que no pudieses encontrar en cualquier farmacia normal), y eso es todo lo que hace falta. Lo único especial de los átomos que te componen es que te componen. Ese es, por supuesto, el milagro de la vida.
Hagan o no los átomos vida en otros rincones del universo, hacen muchas otras cosas: nada menos que todo lo demás. Sin ellos, no habría agua ni aire ni rocas ni estrellas y planetas, ni nubes gaseosas lejanas ni nebulosas giratorias ni ninguna de todas las demás cosas que hacen el universo tan agradablemente material. Los átomos son tan numerosos y necesarios que pasamos con facilidad por alto el hecho de que, en realidad, no tienen por qué existir. No hay ninguna ley que exija que el universo se llene de pequeñas partículas de materia o que produzcan luz, gravedad y las otras propiedades de las que depende la existencia. En verdad, no necesita ser un universo. Durante mucho tiempo no lo fue. No había átomos ni universo para que flotaran en él. No había nada..., absolutamente nada en ningún sitio.
Así que demos gracias por los átomos. Pero el hecho de que tengas átomos y que se agrupen de esa manera servicial es sólo parte de lo que te trajo hasta aquí. Para que estés vivo aquí y ahora, en el siglo XXI, y seas tan listo como para saberlo, tuviste también que ser beneficiario de una secuencia excepcional de buena suerte biológica. La supervivencia en laTierra es un asunto de asombrosa complejidad. De los miles y miles de millones de especies de cosas vivas que han existido desde el principio del tiempo, la mayoría (se ha llegado a decir que el 99 por ciento) ya no anda por ahí. Y es que la vida en este planeta no sólo es breve sino de una endeblez deprimente. Constituye un curioso rasgo de nuestra existencia que procedamos de un planeta al que se le da muy bien fomentar la vida, pero al que se le da aún mejor extinguirla.
Una especie media sólo dura en la Tierra unos cuatro millones de años, por lo que, si quieres seguir andando por ahí miles de millones de años, tienes que ser tan inconstante como los átomos que te componen.
Debes estar dispuesto a cambiarlo todo (forma, tamaño, color, especie, filiación, todo) y a hacerlo reiteradamente. Esto es mucho más fácil de decir que de hacer, porque el proceso de cambio es el azar. Pasar del “glóbulo atómico protoplasmático primordial” –como dicen Gilberty Sullivan en su canción– al humano moderno que camina erguido y que razona te ha exigido adquirir por mutación nuevos rasgos una y otra vez, de la forma precisa y oportuna, durante un período sumamente largo. Así que, en los últimos 3800 millones de años, has aborrecido a lo largo de varios períodos el oxígeno y luego lo has adorado, has desarrollado aletas y extremidades y unas garbosas alas, has puesto huevos, has chasqueado el aire con una lengua bífida, has sido satinado, peludo, has vivido bajo tierra, en los árboles, has sido tan grande como un ciervo y tan pequeño como un ratón y un millón de cosas más. Una desviación mínima de cualquiera de esos imperativos de la evolución y podrías estar ahora lamiendo algas en las paredes de una cueva, holgazaneando como una morsa en algún litoral pedregoso o regurgitando aire por un orificio nasal, situado en la parte superior de la cabeza, antes de sumergirte 18 metros a buscar un bocado de deliciosos gusanos de arena.
No sólo has sido tan afortunado como para estar vinculado desde tiempo inmemorial a una línea evolutiva selecta, sino que has sido también muy afortunado –digamos que milagrosamente– en cuanto a tus ancestros personales. Considera que, durante 3800 millones de años, un período de tiempo que nos lleva más allá del nacimiento de las montañas, los ríos y los mares de la Tierra, cada uno de tus antepasados por ambas ramas ha sido lo suficientemente atractivo para hallar una pareja, ha estado lo suficientemente sano para reproducirse y lo han bendecido el destino y las circunstancias lo suficiente como para vivir el tiempo necesario para hacerlo. Ninguno de tus respectivos antepasados pereció aplastado, devorado, ahogado, de hambre, atascado, ni fue herido prematuramente ni desviado de otro modo de su objetivo vital: entregar una pequeña carga de material genético a la pareja adecuada en el momento oportuno para perpetuar la única secuencia posible de combinaciones hereditarias, que pudiese desembocar casual, asombrosa y demasiado brevemente en ti.
Este libro trata de cómo sucedió eso... cómo pasamos, en concreto, de no ser nada en absoluto a ser algo, luego cómo un poco de ese algo se convirtió en nosotros y también algo de lo que pasó entretanto y desde entonces. Es, en realidad, abarcar muchísimo, ya lo sé, y por eso el libro se titula Una breve historia de casi todo, aunque en rigor no lo sea. No podría serlo. Pero, con suerte, cuando lo acabemos tal vez parezca como si lo fuese.
*este texto fue extraido de la vorterix textos: http://textosvorterix.blogspot.com/
martes, 14 de febrero de 2012
Leonard Cohen, La oscuridad
Me contagié la oscuridad
Estaba bebiendo de tu copa
Encontré a la oscuridad
Bebiendo de tu copa
Dije, “¿esto es contagioso?”.
Dijiste, “solamente bebela”.
Estaba bebiendo de tu copa
Encontré a la oscuridad
Bebiendo de tu copa
Dije, “¿esto es contagioso?”.
Dijiste, “solamente bebela”.
No tengo futuro
Sé que mis días son pocos
El presente no es tan placentero
Apenas un montón de cosas que hacer
Creí que el pasado me iba a durar
Pero la oscuridad también se apoderó de eso
Sé que mis días son pocos
El presente no es tan placentero
Apenas un montón de cosas que hacer
Creí que el pasado me iba a durar
Pero la oscuridad también se apoderó de eso
Debería haberlo visto venir
Estaba justo detrás de tus ojos
Eras joven y era verano
No pude evitar zambullirme
Ganarte fue fácil
Pero el premio fue la oscuridad
Estaba justo detrás de tus ojos
Eras joven y era verano
No pude evitar zambullirme
Ganarte fue fácil
Pero el premio fue la oscuridad
No fumo cigarrillos
No bebo alcohol
No tuve demasiado amor todavía
Pero eso siempre fue por tu cuenta
Hey, no lo extraño, querida
Ya no siento gusto por nada
No bebo alcohol
No tuve demasiado amor todavía
Pero eso siempre fue por tu cuenta
Hey, no lo extraño, querida
Ya no siento gusto por nada
Solía amar el arco iris
Y solía amar las vistas
Amaba la mañana
Fingía que era algo nuevo
Pero me contagié la oscuridad, querida
Y la sufro peor que vos
Y solía amar las vistas
Amaba la mañana
Fingía que era algo nuevo
Pero me contagié la oscuridad, querida
Y la sufro peor que vos
Me contagié la oscuridad
Estaba bebiendo de tu copa
Encontré a la oscuridad
Bebiendo de tu copa
Dije, ¿esto es contagioso?
Dijiste, “solamente bebela”.
Estaba bebiendo de tu copa
Encontré a la oscuridad
Bebiendo de tu copa
Dije, ¿esto es contagioso?
Dijiste, “solamente bebela”.
Raul Gonzalez Tuñon, blues de rio Gallegos
Te amo a doce grados bajo cero
en un pueblo de soles indecisos, de gruesas lluvias
y de perros lentos,
frente al mar que trae disputas de brújulas y vientos.
Este es el auténtico corazón de la soledad
y la mañana se ha tirado en el puerto
contra barcos alcohólicos, dormidos, fatigados,
que vienen de los países de los mapas gastados,
los alevosos asesinatos, las suntuosas pieles,
los jugadores fulleros y los zorros colorados.
Este es el auténtico corazón de la soledad y de los desencuentros.
Sin embargo aquí encontré a un viejo amigo
sentado al piano con un tango antiguo
-“la vieja está en la cueva
los pajaritos cantan
bien puede ser que llueva
las nubes se levantan”.
Bien puede ser que con estas bellas cosas que te digo
escriba una canción, ahora, cuando nadie escribe canciones.
Aquí se vive de la lana y de los cazadores trashumantes.
aquí se muere, hija mía, y por la noche
mi espectro ha recorrido los prostíbulos,
mi gran alma canalla, ha conversado con mujeres torpes
de roncas voces y de ojos rasgados,
que conocieron a Sebastián Elcano.
La asamblea de los pingüinos prometía otras latitudes
desde el avión, muchacha.
Pero yo te envío mi amor a doce grados bajo cero
y la señorita del correo no sabe nada,
mientras los obreros,
ah, los obreros envejecen en los frigoríficos
y la veletas,
ah, las veletas en los tejados rojos enloquecen
y en la calle ancha,
ah, en la calle ancha debe estar esperando la muerte.
en un pueblo de soles indecisos, de gruesas lluvias
y de perros lentos,
frente al mar que trae disputas de brújulas y vientos.
Este es el auténtico corazón de la soledad
y la mañana se ha tirado en el puerto
contra barcos alcohólicos, dormidos, fatigados,
que vienen de los países de los mapas gastados,
los alevosos asesinatos, las suntuosas pieles,
los jugadores fulleros y los zorros colorados.
Este es el auténtico corazón de la soledad y de los desencuentros.
Sin embargo aquí encontré a un viejo amigo
sentado al piano con un tango antiguo
-“la vieja está en la cueva
los pajaritos cantan
bien puede ser que llueva
las nubes se levantan”.
Bien puede ser que con estas bellas cosas que te digo
escriba una canción, ahora, cuando nadie escribe canciones.
Aquí se vive de la lana y de los cazadores trashumantes.
aquí se muere, hija mía, y por la noche
mi espectro ha recorrido los prostíbulos,
mi gran alma canalla, ha conversado con mujeres torpes
de roncas voces y de ojos rasgados,
que conocieron a Sebastián Elcano.
La asamblea de los pingüinos prometía otras latitudes
desde el avión, muchacha.
Pero yo te envío mi amor a doce grados bajo cero
y la señorita del correo no sabe nada,
mientras los obreros,
ah, los obreros envejecen en los frigoríficos
y la veletas,
ah, las veletas en los tejados rojos enloquecen
y en la calle ancha,
ah, en la calle ancha debe estar esperando la muerte.
lunes, 13 de febrero de 2012
Charly Garcia, no soy un extraño, (acabo de cruzar las plazas, las rayas y el color)
Acabo de llegar, no soy un extraño
Conozco esta ciudad no es como en los diarios, desde allá.
Dos tipos en un bar, se toman las manos.
Prenden un grabador y bailan un tango, de verdad.
Y yo los miro sin querer mirar,
Enciendo un faso para despistar,
Me quedo piola y empiezo a pensar
Que no hay que pescar dos veces con la misma red.
Acabo de mirar las luces que pasan
Avabo de cruzar las plazas las rayas y el color.
Y siento un aroma poco familiar
Alguien se acerca y comienza a hablar
Me quedo piola y digo que tal, vamos a pescar
Dos veces con la misma red.
Desprejuiciados son los que vendrán,
Y los que están ya no me importan más
Los carceleros de la humanidad
No me atraparán,
Dos veces con la misma red.
Conozco esta ciudad no es como en los diarios, desde allá.
Dos tipos en un bar, se toman las manos.
Prenden un grabador y bailan un tango, de verdad.
Y yo los miro sin querer mirar,
Enciendo un faso para despistar,
Me quedo piola y empiezo a pensar
Que no hay que pescar dos veces con la misma red.
Acabo de mirar las luces que pasan
Avabo de cruzar las plazas las rayas y el color.
Y siento un aroma poco familiar
Alguien se acerca y comienza a hablar
Me quedo piola y digo que tal, vamos a pescar
Dos veces con la misma red.
Desprejuiciados son los que vendrán,
Y los que están ya no me importan más
Los carceleros de la humanidad
No me atraparán,
Dos veces con la misma red.
Raymond Carver, mecànica popular
Aquel día, temprano, el tiempo cambió y la nieve se deshizo y se volvió agua sucia. Delgados regueros de nieve derretida caían de la pequeña ventana -una ventana abierta a la altura del hombro- que daba al traspatio. Por la calle pasaban coches salpicando. Estaba oscureciendo. Pero también oscurecía dentro de la casa.
Él estaba en el dormitorio metiendo ropas en una maleta cuando ella apareció en la puerta.
—¡Estoy contenta de que te vayas! ¡Estoy contenta de que te vayas! —gritó—. ¿Me oyes?
Él siguió metiendo sus cosas en la maleta.
—¡Hijo de perra! ¡Estoy contentísima de que te vayas!—.Empezó a llorar—. Ni siquiera te atreves a mirarme a la cara, ¿no es cierto?
Entonces ella vio la fotografía del niño encima de la cama, y la cogió.
Él la miró; ella se secó los ojos y se quedó mirándole fijamente, y después dio la vuelta y volvió a la sala.
—Trae eso aquí —le ordenó él.
—Coge tus cosas y lárgate—contestó ella.
Él no respondió. Cerró la maleta, se puso el abrigo, miró a su alrededor antes de apagar la luz. Luego pasó a la sala.
Ella estaba en el umbral de la cocina con el niño en los brazos.
—Quiero al niño —dijo él.
—¿Estás loco?
—No, pero quiero al niño. Mandaré a alguien a recoger sus cosas.
—A este niño no lo tocas —le advirtió ella.
El niño se había puesto a llorar, y ella le retiró la manta que le abrigaba la cabeza.
—Oh! Oh! —exclamó ella mirando al niño.
Él avanzó hacia ella.
—¡Por el amor de Dios! —se lamentó ella. Retrocedió unos pasos hacia el interior de la cocina.
—Quiero el niño.
—¡Fuera de aquí!
Ella se volvió y trató de refugiarse con el niño en un rincón, detrás de la cocina.
Pero él les alcanzó. Alargó las manos por encima de la cocina y agarró al niño con fuerza.
—Suéltalo —dijo.
—¡Apártate! ¡Apártate! —gritó ella.
El bebé, congestionado, gritaba. En la pelea tiraron una maceta que colgaba detrás de la cocina.
Él la aprisionó contra la pared, tratando de que soltara al niño. Siguió agarrando con fuerza al niño y empujó con todo su peso.
—Suéltalo —repitió.
—No —dijo ella—. Le estás haciendo daño al niño.
—No le estoy haciendo daño.
Por la ventana de la cocina no entraba luz alguna. En la casi oscuridad él trató de abrir los aferrados dedos de ella con una mano, mientras con la otra agarraba al niño, que no paraba de chillar, por un brazo, cerca del hombro.
Ella sintió que sus dedos iban a abrirse. Sintió que el bebé se le iba de las manos.
—¡No! —gritó al darse cuenta que sus manos cedían.
Tenía que retener a su bebé. Trató de agarrarle el otro brazo. Logró asirlo por la muñeca y se echó atrás.
Pero él no lo soltaba.
Él vio que el bebé se le escurría de las manos, y estiró con todas sus fuerzas.
Así, la cuestión quedó zanjada.
Él estaba en el dormitorio metiendo ropas en una maleta cuando ella apareció en la puerta.
—¡Estoy contenta de que te vayas! ¡Estoy contenta de que te vayas! —gritó—. ¿Me oyes?
Él siguió metiendo sus cosas en la maleta.
—¡Hijo de perra! ¡Estoy contentísima de que te vayas!—.Empezó a llorar—. Ni siquiera te atreves a mirarme a la cara, ¿no es cierto?
Entonces ella vio la fotografía del niño encima de la cama, y la cogió.
Él la miró; ella se secó los ojos y se quedó mirándole fijamente, y después dio la vuelta y volvió a la sala.
—Trae eso aquí —le ordenó él.
—Coge tus cosas y lárgate—contestó ella.
Él no respondió. Cerró la maleta, se puso el abrigo, miró a su alrededor antes de apagar la luz. Luego pasó a la sala.
Ella estaba en el umbral de la cocina con el niño en los brazos.
—Quiero al niño —dijo él.
—¿Estás loco?
—No, pero quiero al niño. Mandaré a alguien a recoger sus cosas.
—A este niño no lo tocas —le advirtió ella.
El niño se había puesto a llorar, y ella le retiró la manta que le abrigaba la cabeza.
—Oh! Oh! —exclamó ella mirando al niño.
Él avanzó hacia ella.
—¡Por el amor de Dios! —se lamentó ella. Retrocedió unos pasos hacia el interior de la cocina.
—Quiero el niño.
—¡Fuera de aquí!
Ella se volvió y trató de refugiarse con el niño en un rincón, detrás de la cocina.
Pero él les alcanzó. Alargó las manos por encima de la cocina y agarró al niño con fuerza.
—Suéltalo —dijo.
—¡Apártate! ¡Apártate! —gritó ella.
El bebé, congestionado, gritaba. En la pelea tiraron una maceta que colgaba detrás de la cocina.
Él la aprisionó contra la pared, tratando de que soltara al niño. Siguió agarrando con fuerza al niño y empujó con todo su peso.
—Suéltalo —repitió.
—No —dijo ella—. Le estás haciendo daño al niño.
—No le estoy haciendo daño.
Por la ventana de la cocina no entraba luz alguna. En la casi oscuridad él trató de abrir los aferrados dedos de ella con una mano, mientras con la otra agarraba al niño, que no paraba de chillar, por un brazo, cerca del hombro.
Ella sintió que sus dedos iban a abrirse. Sintió que el bebé se le iba de las manos.
—¡No! —gritó al darse cuenta que sus manos cedían.
Tenía que retener a su bebé. Trató de agarrarle el otro brazo. Logró asirlo por la muñeca y se echó atrás.
Pero él no lo soltaba.
Él vio que el bebé se le escurría de las manos, y estiró con todas sus fuerzas.
Así, la cuestión quedó zanjada.
domingo, 12 de febrero de 2012
De mièrcoles a viernes
A las 12.15 una chimenea alta de cementerio exhalò humo en sus bordes
Existencialismo sangrando en el aire , sonò Bach en mi cabeza ,me aferrè al viento Percibì fantasmas al sudeste.
Un alamo se despeinò, me fui por dònde nunca entrê.Existencialismo sangrando en el aire , sonò Bach en mi cabeza ,me aferrè al viento Percibì fantasmas al sudeste.
Luis dejò uno de sus cabellos delgados en una almohada ajena,como un adios.
Me preguntè, adònde irìa un ser como èl ? Rastreè los pasos de su alma, esa ruta es la que algùn dìa querrè seguir. Me perdì en el trayecto, la luz me encegueciò.Olì su perfume en el aire. Pedro cantò , mixtura de dolor y amor , una estrella fugaz cayò en ese instante.Algo supo en mi que èl llegò al sol, que el rîo llego al mar.
Silvio Rodriguez Dominguez, (los funerales del insecto)
Hace un rato, solo, he vistoa un insecto agonizar.Y he pensado:no hay remedio,nadie va a su funeral.
El insecto agonizaba.Yo empezaba a canturrearla canción más solitariaque haya escrito sin llorar,pues me puse a comparar:
¿Qué hará la tierra con los huesosdel que muere sin regreso,en virtud de su ambición?Sus funerales sin amigos,sus adioses sin testigos,sus domingos sin amorserán como el del insecto aquel,muriendo solo, sin después.Morir así es no vivir,morir así es desaparecer.
La pobre gente que disponede la vida por oscuros corredores¿qué se hará?Y los que venden la palabra,los que ríen, los que no hablan,¿quiénes los despedirán?Serán como el insecto aquel,muriendo solo, sin después.Morir así es no vivir.Morir así es desaparecer...totalmente.Silvio Rodriguez
sábado, 11 de febrero de 2012
Luz Marìa Jimènez Faro, mi madre cumple cien años
Dice mi madre que hace varias noches
una mujer se sienta al borde de su cama.
Sobre el oscuro traje, tal vez de terciopelo,
sus dos manos parecen dos palomas inválidas.
Mi madre me pregunta si puede ser la muerte.
Dice que no es mi abuela ni alguna de mis tías.
Que no la ha visto nunca...
Y yo procuro hablarle cosas divertidas.
Dime: ¿Tú crees que ella me busca?
Pues mira, madre, en el Jerte
Han florecido todos los cerezos.
Pero la mirada de mi madre
Esta cubierta por alas de penumbra.
Los álamos tan altos de la casa
echan sus hojas nuevas, madre.
El único prodigio que tenemos es la vida.
Yo la he gastado toda.
Por eso te pregunto si esa mujer de negro,
oscuramente inmóvil podría ser la muerte
Nos miramos. Miro para otro lado.
Dentro del pecho siento el hielo de la tarde.
una mujer se sienta al borde de su cama.
Sobre el oscuro traje, tal vez de terciopelo,
sus dos manos parecen dos palomas inválidas.
Mi madre me pregunta si puede ser la muerte.
Dice que no es mi abuela ni alguna de mis tías.
Que no la ha visto nunca...
Y yo procuro hablarle cosas divertidas.
Dime: ¿Tú crees que ella me busca?
Pues mira, madre, en el Jerte
Han florecido todos los cerezos.
Pero la mirada de mi madre
Esta cubierta por alas de penumbra.
Los álamos tan altos de la casa
echan sus hojas nuevas, madre.
El único prodigio que tenemos es la vida.
Yo la he gastado toda.
Por eso te pregunto si esa mujer de negro,
oscuramente inmóvil podría ser la muerte
Nos miramos. Miro para otro lado.
Dentro del pecho siento el hielo de la tarde.
Julio Cortazar, en Matilde
A veces la gente no entiende la forma en que habla Matilde, pero a mí me parece muy clara.
—La oficina viene a las nueve —me dice— y por eso a las ocho y media mi departamento se me sale y la escalera me resbala rápido porque con los problemas del transporte no es fácil que la oficina llegue a tiempo. El ómnibus, por ejemplo, casi siempre el aire está vacío en la esquina, la calle pasa pronto porque yo la ayudo echándola atrás con los zapatos; por eso el tiempo no tiene que esperarme, siempre llego primero. Al final el desayuno se pone en fila para que el ómnibus abra la boca, se ve que le gusta saborearnos hasta el último. Igual que la oficina, con esa lengua cuadrada que va subiendo los bocados hasta el segundo y el tercer piso.
—Ah —digo yo, que soy tan elocuente.
—Por supuesto —dice Matilde—, los libros de contabilidad son lo peor, apenas me doy cuenta y ya salieron del cajón, la lapicera me salta a la mano y los números se apuran a ponérsele debajo, por más despacio que escriba siempre están ahí y la lapicera no se les escapa nunca. Le diré que todo eso me cansa bastante, de manera que siempre termino dejando que el ascensor me agarre (y le juro que no soy la única, muy al contrario), y me apuro a ir hacia la noche que a veces está muy lejos y no quiere venir. Menos mal que en el café de la esquina hay siempre algún sándwich que quiere metérseme en la mano, eso me da fuerzas para no pensar que después yo voy a ser el sándwich del ómnibus. Cuando el living de mi casa termina de empaquetarme y la ropa se va a las perchas y los cajones para dejarle el sitio a la bata de terciopelo que tanto me habrá estado esperando, la pobre, descubro que la cena le está diciendo algo a mi marido que se ha dejado atrapar por el sofá y las noticias que salen como bandadas de buitres del diario. En todo caso el arroz o la carne han tomado la delantera y no hay más que dejarlos entrar en las cacerolas, hasta que los platos deciden apoderarse de todo aunque poco les dura porque la comida termina siempre por subirse a nuestras bocas que entre tanto se han vaciado de las palabras atraídas por los oídos.
—Es toda una jornada —digo.
Matilde asiente; es tan buena que el asentimiento no tiene ninguna dificultad en habitarla, de ser feliz mientras está en Matilde.
—La oficina viene a las nueve —me dice— y por eso a las ocho y media mi departamento se me sale y la escalera me resbala rápido porque con los problemas del transporte no es fácil que la oficina llegue a tiempo. El ómnibus, por ejemplo, casi siempre el aire está vacío en la esquina, la calle pasa pronto porque yo la ayudo echándola atrás con los zapatos; por eso el tiempo no tiene que esperarme, siempre llego primero. Al final el desayuno se pone en fila para que el ómnibus abra la boca, se ve que le gusta saborearnos hasta el último. Igual que la oficina, con esa lengua cuadrada que va subiendo los bocados hasta el segundo y el tercer piso.
—Ah —digo yo, que soy tan elocuente.
—Por supuesto —dice Matilde—, los libros de contabilidad son lo peor, apenas me doy cuenta y ya salieron del cajón, la lapicera me salta a la mano y los números se apuran a ponérsele debajo, por más despacio que escriba siempre están ahí y la lapicera no se les escapa nunca. Le diré que todo eso me cansa bastante, de manera que siempre termino dejando que el ascensor me agarre (y le juro que no soy la única, muy al contrario), y me apuro a ir hacia la noche que a veces está muy lejos y no quiere venir. Menos mal que en el café de la esquina hay siempre algún sándwich que quiere metérseme en la mano, eso me da fuerzas para no pensar que después yo voy a ser el sándwich del ómnibus. Cuando el living de mi casa termina de empaquetarme y la ropa se va a las perchas y los cajones para dejarle el sitio a la bata de terciopelo que tanto me habrá estado esperando, la pobre, descubro que la cena le está diciendo algo a mi marido que se ha dejado atrapar por el sofá y las noticias que salen como bandadas de buitres del diario. En todo caso el arroz o la carne han tomado la delantera y no hay más que dejarlos entrar en las cacerolas, hasta que los platos deciden apoderarse de todo aunque poco les dura porque la comida termina siempre por subirse a nuestras bocas que entre tanto se han vaciado de las palabras atraídas por los oídos.
—Es toda una jornada —digo.
Matilde asiente; es tan buena que el asentimiento no tiene ninguna dificultad en habitarla, de ser feliz mientras está en Matilde.
viernes, 10 de febrero de 2012
Leonard Cohen, Lullaby
No soy capaz de descifrar el código
de nuestro amor congelado,
es demasiado tarde para recordar
cuál era la contraseña,
si tu corazón está roto,
no me pregunto por qué,
si la noche es larga,
esta es mi canción de cuna,
esta es mi canción de cuna.
Aunque tergiversen las noticias
y el mundo se lo trague,
nosotros vamos a vivir nuestra verdad,
aunque sea arrodillados,
si tu corazón está roto,
no me pregunto por qué,
si la noche es larga,
esta es mi canción de cuna.
A través de una tul de mentiras,
oh, llegaré hasta ti,
cuando aparezcan nuestros muertos,
también los saludaré,
si tu corazón está roto,
Ino me pregunto por qué,
si la noche es larga,
>esta es mi canción de cuna,
esta es mi canción de cuna.
Aunque es demasiado tarde
hemos tomado nuestra posición,
y ellos evocan tu nombre,
iremos cogidos de la mano,
si tu corazón está roto,
no me pregunto por qué,
si la noche es larga,
esta es mi canción de cuna,
esta es mi canción de cuna.
de nuestro amor congelado,
es demasiado tarde para recordar
cuál era la contraseña,
si tu corazón está roto,
no me pregunto por qué,
si la noche es larga,
esta es mi canción de cuna,
esta es mi canción de cuna.
Aunque tergiversen las noticias
y el mundo se lo trague,
nosotros vamos a vivir nuestra verdad,
aunque sea arrodillados,
si tu corazón está roto,
no me pregunto por qué,
si la noche es larga,
esta es mi canción de cuna.
A través de una tul de mentiras,
oh, llegaré hasta ti,
cuando aparezcan nuestros muertos,
también los saludaré,
si tu corazón está roto,
Ino me pregunto por qué,
si la noche es larga,
>esta es mi canción de cuna,
esta es mi canción de cuna.
Aunque es demasiado tarde
hemos tomado nuestra posición,
y ellos evocan tu nombre,
iremos cogidos de la mano,
si tu corazón está roto,
no me pregunto por qué,
si la noche es larga,
esta es mi canción de cuna,
esta es mi canción de cuna.
Milan Kundera, el libro de la risa y el olvido ( fragmento)
...La borró de la fotografía de su vida no porque no la hubiese amado, sino, precisamente, porque la quiso. La borró junto con el amor que sintió por ella. La gente grita que quiere crear un futuro mejor, pero eso no es verdad, el futuro es un vacío indiferente que no le interesa a nadie, mientras que el pasado está lleno de vida y su rostro nos excita, nos irrita, nos ofende y por eso queremos destruirlo o retocarlo. Los hombres quieren ser dueños del futuro sólo para poder cambiar el pasado. Luchan por entrar al laboratorio en el que se retocan las fotografías y se rescriben las biografías y la historia.... "
jueves, 9 de febrero de 2012
Gloria Guerrero, Agua
Y vivimos remando contracorriente los tontos, los locos lindos, y a los que nadan contracorriente el río los lleva igual –se sabe–; igual los arrastra. Pero a los otros, a los que reman fácil y a favor de la corriente, a los que creen que no están siendo arrastrados, el río también los arrastra.
Pero Luis no rema.
Luis es el río.
Toda el agua está detrás de él, y delante de él.
Luis es el río.
Toda el agua está detrás de él, y delante de él.
Cuando alguien ha llorado mucho y demasiado, suele decirse que “ya no quedan lágrimas”.
No quedan lágrimas ahora, pero queda todo un río.
*este texto forma parte del pirulo de tapa del dìario pàgina12 del dìa 9 de febrero 2012
No quedan lágrimas ahora, pero queda todo un río.
*este texto forma parte del pirulo de tapa del dìario pàgina12 del dìa 9 de febrero 2012
Poema de Pedro Aznar a Luis Alberto Spinetta . ( Pedro le escribe a Luis)
Hoy todas las guitarras están de luto
La mía, que tendría que haberse puesto a repasar zambas
sólo puede pensar en la tuya,
tal vez porque el barro
tal vez porque este balcón donde te vi
casi por última vez
mira una nube de la forma y el color
de esas eléctricas con las que soñábamos de chicos
Este balcón que se quedó esperando una charla
unas palabras o un abrazo
más
que yá no llegará
Luto también en las palabras
habituadas como estaban a que les pusieras
cascabeles
guirnaldas asonantes
o ruedas de tren apocalíptico
caleidoscópicos ojos de fertil papel
de tu prolífica pluma
que suma y resta sílabas
del metro patrón de las esferas
apenas solas
a solas penas
Adiós
que sea A-Dios
a sus brazos
a ese rincón de magia
que seguramente Él guardará
para los que se animan a jugar
con los bloques con los que ha construido el mundo
haciendo pequeños nuevos mundos de cuatro minutos
donde el corazón se muestra
y baila desafiando al vacio
Adiós
Mientras me duele el pecho
te imagino en viaje
por inmensidades más vastas que las del Capitán
pero a diferencia de él
sé que tendrás todos los tangos silbados al oído
y nunca faltará un mate
ni perfume a malvones
En todos nosotros se queda un pedacito tuyo
serás inspiración multiplicada por millares
a lo largo de los años
y lo ancho de las geografías
Cambiaste nuestras vidas
abriendole camino a la imaginación
cantándole salvaje o dulcemente
a los misterios que nos habitan
al misterio que somos
Adiós
No me resigno a tener que decirlo
Adiós
mensajero del infinito
Pedro Aznar
Ventana al universo: Luis Alberto Spinetta
A veces me vuelvo monotemàtica, a veces sucede..... sepan dsiculpar, pero la mùsica de este hombre es una bella tormenta que me marcò, me partiò,me hizo crecer brotes, me hizo feliz.. Explicar a Spinetta es imposible porque ninguna palabra lo abarca, este artista es , si es, inconmensurable .Palabras mayores, dirìa un amigo; En sus melodìas , en alguna de sus letras , se veìa que Dios estaba presente, ( afirmo esto , yo que me he vuelto agnòstica)
El flaco es una ventana al universo, a la inmensidad ( complejo, crìptico, intenso, poètico) para los que no lo conozcan, o lo conozcan poco, no sè lo pierdan.
Ignoro quièn era ayer yo mismo
Quièn se atreviò a venir en mì
Pero sè quièn soy ahora.
Quièn se atreviò a venir en mì
Pero sè quièn soy ahora.
Y soy un corazòn
una boca
y un espìritu
Luis Alberto Spinetta de "guitarra negra"
una boca
y un espìritu
Luis Alberto Spinetta de "guitarra negra"
Dale Gracias(Roque Casciero)
Tal vez no sea lo más apropiado en un momento de dolor, de pérdida irreparable, pero entre las lágrimas la primera palabra que brota es “gracias”. Gracias, Flaco, por hacer de la vida en este lugar del mundo algo mejor, más complejo, más intenso, con melodías que obligaban a devanarse los sesos tanto como esas metáforas imposiblemente perfectas. Gracias por haberle dado cuerpo al rock, por haber estirado sus límites estéticos, por haberlo llenado de imágenes increíbles, por haber sostenido con el ansia creadora eso de que “mañana es mejor”. Gracias por tanta luz en momentos de oscuridad, por esa desesperación para llegar al diccionario y tratar de entender qué era eso de la “credulidad”, por aquel “no tengo más Dios” que ponía en cuestión años de cultura y religión.
Gracias, Luis Alberto, por tanto nuevo amigo con el que tu nombre circulaba como contraseña de confianza inmediata, porque no había forma de que un tipo pudiera ser un hijo de puta si se emocionaba con “Todas las hojas son del viento”. Gracias por tanta cabeza abierta debido a tus canciones y a que no te guardabas el secreto de Castaneda o de Artaud. Gracias por aquel escalofrío imborrable cuando cantaste “Los libros de la buena memoria” en Badía y compañía junto a Pedro Aznar, un imposible momento en que los rayos catódicos transmitieron la sensación de quedarse oyendo como un ciego frente al mar. Gracias por ciertas siestas pueblerinas en las que tu música era el antídoto contra todos los males de este mundo. Por aquel “Rezo por vos” en la tele, por este más cercano que hizo que me empapara en Vélez.
Darte gracias por cada canción que me conmovió conformaría una lista interminable para un momento en el que los sentimientos dificultan escribir cada palabra. Porque eras de otra galaxia, de esa reservada para tipos como Bob Dylan, John Lennon, Lou Reed, Leonard Cohen o Jimi Hendrix. Quizás alcance con decir gracias por Almendra, por Pescado, por Invisible, por Jade, por los Socios, por Kamikaze, por Artaud, por La la la... Y no, seguro que no alcanza.
Gracias otra vez por la noche de Las Bandas Eternas, por tantas lágrimas, tanta emoción, tanta música, tanta poesía, tanto junto (y porque me quedé con las ganas de más, de muchas canciones más). Por “Ella también” con Rapopport, que esa vez abrió el torrente de las emociones. Por confirmar que Invisible o Pescado Rabioso le hubieran pasado el trapo a cualquier banda argentina en cualquier circunstancia. Y por Almendra, porque ese milagro improbable volvió a cristalizarse y a arrasar con cualquier posibilidad de permanecer incólumes, sin quebrarse y rehacerse en un ser humano más elevado por el solo hecho de escuchar esas cuatro voces en “Muchacha (ojos de papel)”.
Y, finalmente, gracias por haber sido tan cabeza dura como para insistir en el mensaje de Conduciendo a Conciencia hasta en tu última manifestación pública, cuando tuviste que salir a hablar sobre tu enfermedad porque algún buitre disfrazado de periodista olfateó carroña donde no la había. Gracias por esa actitud sabia, de ser de luz preocupado por la vida de todos.
Gracias, Flaco. Agnóstico y todo, rezo por vos.
este artìculo fue publicado en el dìario Pàgina 12 del dia 9 de febrero de 2012 miércoles, 8 de febrero de 2012
Almendra, tema de Pototo ( tu te das cuenta que èl ya nunca ha de morir)
Para saber como es la soledad
tendrás que ver que a tu lado no está
quien nunca a ti te dejaba pensar
en donde estaba el bien,
en donde la maldad.
La soledad es un amigo que no está
es su palabra que no ves llegar igual.
Si es que sus sueños son luces en torno a ti
tu te das cuenta que él ya nunca ha de morir,
nunca ha de morir.
Al observar como muere la flor
tu verás que también muere la paz
es que esa paz revivirá en su voz
la flor te la dará para plantarla igual.
La soledad es un amigo que no está
es su palabra que no ves llegar igual.
Si es que sus sueños son luces en torno a ti
tu te das cuenta que él ya nunca ha de morir,
nunca ha de morir.
Luis Alberto Spinetta, 8-2-2012
A partir de hoy, el horizonte serà un poco màs chico
el mundo serà un poco màs cruel,nos faltarà un imprescindible.
Un abrazo Luis, gracias, por toda tu mùsica
el mundo serà un poco màs cruel,nos faltarà un imprescindible.
Un abrazo Luis, gracias, por toda tu mùsica
Si no canto lo que siento
me voy a morir por dentro
he de gritarle a los vientos hasta reventar
aunque sólo quede tiempo en mi lugar
si quiero me toco el alma
pues mi carne ya no es nada
he de fusionar mi resto con el despertar
aunque se pudra mi boca por callar
ya lo estoy queriendo
ya me estoy volviendo
canción barro tal vez....
y es que esta es mi corteza
donde el hacha golpeará
donde el río secará para callar
ya me apuran los momentos
ya mi sien es un lamento
mi cerebro escupe ya el final del historial
del comienzo que tal vez reemprenderá
si quiero me toco el alma
pues mi carne ya no es nada
he de fusionar mi resto con el despertar
aunque se pudra mi boca por callar
ya lo estoy queriendo
ya me estoy volviendo canción
barro tal vez...
y es que esta es mi corteza
donde el hacha golpeará
donde el río secará para callar
Daniel Melero, habitantes
Sale la luna, en el lago
Sera la ultima vez?
Los que amaron en sus bordes
Saben como es
Los que habitan en la noche
Saben como es
primero tibio luego absorve
Saben como es
No quiero verte sin quererte
No puedo dejarte sin amarte
Nuevas luces se confunden
se que pronto volaré
y en mi sopor seré una nube
saben como es
Quisiera amarte sin reproches
pero aún me siento oscuro
querría hablarte de mis planes
pero no tengo ninguno
No quiero verte sin quererte
No puedo dejarte sin amarte
martes, 7 de febrero de 2012
Heroicos sobrevivientes, malerido (hay veces me rio de mi mismo)
Escapando de mis sombras pretendo ir remando en contra, De una corriente que me mata. Es un río subterráneo que me ahoga de hace años, Brota de un antro de mi alma. Llevo a este dolor como un estigma, Como el tajo de una herida que nunca cicatriza. Es como un infierno privado donde arden los llamados de mi corazón que estalla. Soy un espíritu errante de esos que llegan y parten, y nunca permanecen. Soy para mi mismo un acertijo, El embrujo de un hechizo tropezando entre la gente. Hay veces que, Me siento malherido Tristezas descienden sobre mi, Mi ángel ha caído Hay veces que me siento malherido, La lucha entre el bien y el mal, De nuevo me ha dividido. Me gusta cantar lo que se siente, Me gusta ser un sobreviviente en un mundo habitado por fantasmas. Me gusta agotar los placeres, Me gusta el vino y las mujeres, Me gusta acostarme con el alba. Aceptaré mi suerte con honor, Cuando quiero no me falta el valor para hacerme cargo de mi mismo. Sólo es que a veces me siento un extraño, Un peregrino caminando entre gente que no se me parece, no! Hay veces que, Me siento malherido, Tristezas descienden sobre mi, Mi ángel ha caído. Hay veces que, Me siento malherido, La lucha entre el bien y el mal, De nuevo me ha dividido. Hay veces que, Me rio de mi mismo. Se que la alegria y el dolor son voces de un mismo grito.
Heroicos sobrevivientes
pintura Eugenio Cuttica
http://www.youtube.com/watch?v=dV5ITd_PN-4
Roberto Bolaño, amanecer
Créeme, estoy en el centro de mi habitación
esperando que llueva. Estoy solo. No me importa
terminar o no mi poema. Espero la lluvia,
tomando café y mirando por la ventana un bello paisaje
de patios interiores, con ropas colgadas y quietas,
silenciosas ropas de mármol en la ciudad, donde no existe
el viento y a lo lejos sólo se escucha el zumbido
de una televisión en colores, observada por una familia
que también, a esta hora, toma café reunida alrededor
de una mesa: créeme: las mesas de plástico amarillo
se desdoblan hasta la línea del horizonte y más allá:
hacia los suburbios donde construyen edificios
de departamentos, y un muchacho de 16 sentado sobre
ladrillos rojos contempla el movimiento de las máquinas.
El cielo en la hora del muchacho es un enorme
tornillo hueco con el que la brisa juega. Y el muchacho
juega con ideas. Con ideas y con escenas detenidas.
La inmovilidad es una neblina transparente y dura
que sale de sus ojos.
Créeme: no es el amor el que va a venir,
sino la belleza con su estola de albas muertas.
esperando que llueva. Estoy solo. No me importa
terminar o no mi poema. Espero la lluvia,
tomando café y mirando por la ventana un bello paisaje
de patios interiores, con ropas colgadas y quietas,
silenciosas ropas de mármol en la ciudad, donde no existe
el viento y a lo lejos sólo se escucha el zumbido
de una televisión en colores, observada por una familia
que también, a esta hora, toma café reunida alrededor
de una mesa: créeme: las mesas de plástico amarillo
se desdoblan hasta la línea del horizonte y más allá:
hacia los suburbios donde construyen edificios
de departamentos, y un muchacho de 16 sentado sobre
ladrillos rojos contempla el movimiento de las máquinas.
El cielo en la hora del muchacho es un enorme
tornillo hueco con el que la brisa juega. Y el muchacho
juega con ideas. Con ideas y con escenas detenidas.
La inmovilidad es una neblina transparente y dura
que sale de sus ojos.
Créeme: no es el amor el que va a venir,
sino la belleza con su estola de albas muertas.
lunes, 6 de febrero de 2012
Catupecu, perfectos cromosomas
Y aunque me cueste morir
Y aunque me cueste dar,
Darme cuenta que otro sentido
Hay que tomar
Somos enigmas para descifrar, perfectos cromosomas para alterar y aunque te cueste decir todo lo que pensás,
Mirando el mapa en tu rostro
Se que atravesás, el mas gigante océano, y vas,
Viajas profundo y lejos... y me llevás.
Y aunque este viaje de dos
Pasajeros va tomando rumbo incierto,
Con cierta complicidad
Torcer las vias y descarrilar,
Crear un reino antiguo, pero hoy acá...
Catupecu
Y aunque me cueste dar,
Darme cuenta que otro sentido
Hay que tomar
Somos enigmas para descifrar, perfectos cromosomas para alterar y aunque te cueste decir todo lo que pensás,
Mirando el mapa en tu rostro
Se que atravesás, el mas gigante océano, y vas,
Viajas profundo y lejos... y me llevás.
Y aunque este viaje de dos
Pasajeros va tomando rumbo incierto,
Con cierta complicidad
Torcer las vias y descarrilar,
Crear un reino antiguo, pero hoy acá...
Catupecu
domingo, 5 de febrero de 2012
Eduardo Galeano
Son cosas chiquitas. No acaban con la pobreza, no nos sacan del subdesarrollo, no socializan los medios de producción y de cambio, no expropian las cuevas de Alí Babá. Pero quizá desencadenen la alegría de hacer, y la traduzcan en actos. Y al fin y al cabo, actuar sobre la realidad y cambiarla, aunque sea un poquito, es la única manera de probar que la realidad es transformable.
foto Juan Yanez http://jyanes.wordpress.com
foto Juan Yanez http://jyanes.wordpress.com
Atahualpa Yupanqui, los hermanos
yo tengo tantos hermanos
que no los puedo contar.
En el valle, la montaña,
en la pampa y en el mar.
Cada cual con sus trabajos,
con sus sueños, cada cual.
Con la esperanza adelante,
con los recuerdos detrás.
con sus sueños, cada cual.
Con la esperanza adelante,
con los recuerdos detrás.
Yo tengo tantos hermanos
que no los puedo contar.
que no los puedo contar.
Gente de mano caliente
por eso de la amistad,
Con uno lloro, pa llorarlo,
con un rezo pa rezar.
Con un horizonte abierto
que siempre está más allá.
Y esa fuerza pa buscarlo
con tesón y voluntad.
por eso de la amistad,
Con uno lloro, pa llorarlo,
con un rezo pa rezar.
Con un horizonte abierto
que siempre está más allá.
Y esa fuerza pa buscarlo
con tesón y voluntad.
Cuando parece más cerca
es cuando se aleja más.
Yo tengo tantos hermanos
que no los puedo contar.
es cuando se aleja más.
Yo tengo tantos hermanos
que no los puedo contar.
Y así seguimos andando
curtidos de soledad.
Nos perdemos por el mundo,
nos volvemos a encontrar.
curtidos de soledad.
Nos perdemos por el mundo,
nos volvemos a encontrar.
Y así nos reconocemos
por el lejano mirar,
por la copla que mordemos,
semilla de inmensidad.
por el lejano mirar,
por la copla que mordemos,
semilla de inmensidad.
Y así, seguimos andando
curtidos de soledad.
Y en nosotros nuestros muertos
pa que nadie quede atrás.
curtidos de soledad.
Y en nosotros nuestros muertos
pa que nadie quede atrás.
Yo tengo tantos hermanos
que no los puedo contar,
y una novia muy hermosa
que se llama ¡Libertad!
que no los puedo contar,
y una novia muy hermosa
que se llama ¡Libertad!
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