Qué cazador derribó aquellas cartas
que nunca me mandaste.
Qué fuego las quemó,
en qué río se ahogaron.
Quién convenció a tus manos de que no,
quién a tu corazón,
quién a tu corazón,
quién a tu corazón.
Quién a tu boca.
Mejor es que se vayan aves negras,
mejor me dejen solo
que estoy enamorado
de otra muerte.
De esto ni una palabra a los carteros...
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