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domingo, 13 de noviembre de 2011

Charles Bukowski, nirvana

sin muchas oportunidades
sin propósito
alguno,
era un hombre joven
montado en un autobús
a través de Carolina del Norte
camino a
alguna parte
y empezó a nevar
y el autobús se paró
junto a un bar pequeño
en las colinas
y los pasajeros
entraron.

se sentó en la barra

con los demás,
pidió y le sirvieron.
la comida era
especialmente
buena
y el
café.

la camarera no

era como las mujeres
que había
conocido.
no era afectada,
irradiaba
naturalidad.
el cocinero decía
disparates.
el friegaplatos,
al fondo,
se reía, con una risa
bondadosa
clara
agradable.

el joven observaba

la nieve a través de las
ventanas.

quería quedarse

en aquel bar
para siempre.

le invadió

la curiosa sensación
de que todo
era
hermoso
allí,
de que todo
sería siempre
hermoso
allí.

entonces el conductor

dijo a los pasajeros
que era hora
de irse.

el joven

pensó, seguiré sentado
aquí, me quedaré
aquí.

pero después

se levantó y siguió
a los demás al
autobús.

buscó su asiento

y miró hacia el bar
a través de la ventanilla
del autobús.
entonces el autobús
arrancó, cogió una curva,
cuesta abajo, dejó atrás
las colinas.

el joven

miraba hacia
adelante.
los otros
pasajeros
hablaban
de otras cosas,
o
leían
o
intentaban
dormir.

no habían

percibido
la
magia.

el joven

inclinó la cabeza hacia
un lado,
cerró los
ojos, 
simuló que
dormía.
no había nada más
que hacer...
solamente escuchar el
ruido del
motor,
el ruido de las
ruedas
en la
nieve.

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