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lunes, 10 de diciembre de 2012
Tilo Wenner, Correspondencia Del Fuego"
Mientras yo te miro, tú muestras tu alma.
Tus detalles más pequeños me conmueven;
por ejemplo, un cabello sobre tu frente, un
lunar en tu vientre.
Todos los días te descubro y describo;
al día siguiente vuelves a ser la desconocida.
Nunca faltaré a tus citas.
Nada me parece inútil en ti.
Lo revelador es el modo como compones tu
imagen.
Decir que eres la dueña de las nubes, es
apenas indicar uno de tus atributos.
Todo lo que tocas se convierte en correspondencia
del fuego.
Tus manos lucen mejores que las estrellas
en una noche de verano en el mar.
Estás llena de señales; eres como un mapa
de un país imaginario.
Eres transparente y sabia.
Tu sangre es mansa y volcánica.
Eres tan cambiante como la permanencia.
Lo que reflejan tus ojos es lo distinto que
podría ocurrir.
Siempre estás abierta.
El magnetismo que irradias contamina a todos
los que se te acercan.
Escandalizas con tu inocencia al cielo y la
tierra.
Brillás más que una garza en un plenilunio
de otoño.
Eres como una lluvia imprevisible.
Amo cada uno de tus momentos.
Eres real, y sin embargo eres la ilusión
perfecta.
Eres niña como un gran pan de azúcar.
Cuando tú me miras callo y sonrío.
al día siguiente vuelves a ser la desconocida.
Nunca faltaré a tus citas.
Nada me parece inútil en ti.
Lo revelador es el modo como compones tu
imagen.
Decir que eres la dueña de las nubes, es
apenas indicar uno de tus atributos.
Todo lo que tocas se convierte en correspondencia
del fuego.
Tus manos lucen mejores que las estrellas
en una noche de verano en el mar.
Estás llena de señales; eres como un mapa
de un país imaginario.
Eres transparente y sabia.
Tu sangre es mansa y volcánica.
Eres tan cambiante como la permanencia.
Lo que reflejan tus ojos es lo distinto que
podría ocurrir.
Siempre estás abierta.
El magnetismo que irradias contamina a todos
los que se te acercan.
Escandalizas con tu inocencia al cielo y la
tierra.
Brillás más que una garza en un plenilunio
de otoño.
Eres como una lluvia imprevisible.
Amo cada uno de tus momentos.
Eres real, y sin embargo eres la ilusión
perfecta.
Eres niña como un gran pan de azúcar.
Cuando tú me miras callo y sonrío.
Augusto Monterroso, sinfonìa concluida
-Yo podría contar -terció el gordo
atropelladamente- que hace tres años en Guatemala un viejito organista de una
iglesia de barrio me refirió que por 1929 cuando le encargaron clasificar los
papeles de música de La Merced se encontró de pronto unas hojas raras que
intrigado se puso a estudiar con el cariño de siempre y que como las acotaciones
estuvieran escritas en alemán le costó bastante darse cuenta de que se trataba
de los dos movimientos finales de la Sinfonía inconclusa así que ya podía
yo imaginar su emoción al ver bien clara la firma de Schubert y que cuando muy
agitado salió corriendo a la calle a comunicar a los demás su descubrimiento
todos dijeron riéndose que se había vuelto loco y que si quería tomarles el pelo
pero que como él dominaba su arte y sabía con certeza que los dos movimientos
eran tan excelentes como los primeros no se arredró y antes bien juró consagrar
el resto de su vida a obligarlos a confesar la validez del hallazgo por lo que
de ahí en adelante se dedicó a ver metódicamente a cuanto músico existía en
Guatemala con tan mal resultado que después de pelearse con la mayoría de ellos
sin decir nada a nadie y mucho menos a su mujer vendió su casa para trasladarse
a Europa y que una vez en Viena pues peor porque no iba a ir decían un
Leiermann*
guatemalteco a
enseñarles a localizar obras perdidas y mucho menos de Schubert cuyos
especialistas llenaban la ciudad y que qué tenían que haber ido a hacer esos
papeles tan lejos hasta que estando ya casi desesperado y sólo con el dinero del
pasaje de regreso conoció a una familia de viejitos judíos que habían vivido en
Buenos Aires y hablaban español los que lo atendieron muy bien y se pusieron
nerviosísimos cuando tocaron como Dios les dio a entender en su piano en su
viola y en su violín los dos movimientos y quienes finalmente cansados de
examinar los papeles por todos lados y de olerlos y de mirarlos al trasluz por
una ventana se vieron obligados a admitir primero en voz baja y después a gritos
¡son de Schubert son de Schubert! y se echaron a llorar con desconsuelo cada uno
sobre el hombro del otro como si en lugar de haberlos recuperado los papeles se
hubieran perdido en ese momento y que yo me asombrara de que todavía llorando si
bien ya más calmados y luego de hablar aparte entre sí y en su idioma trataron
de convencerlo frotándose las manos de que los movimientos a pesar de ser tan
buenos no añadían nada al mérito de la sinfonía tal como ésta se hallaba y por
el contrario podía decirse que se lo quitaban pues la gente se había
acostumbrado a la leyenda de que Schubert los rompió o no los intentó siquiera
seguro de que jamás lograría superar o igualar la calidad de los dos primeros y
que la gracia consistía en pensar si así son el allegro y el andante
cómo serán el scherzo y el allegro ma non troppo y que si él
respetaba y amaba de veras la memoria de Schubert lo más inteligente era que les
permitiera guardar aquella música porque además de que se iba a entablar una
polémica interminable el único que saldría perdiendo sería Schubert y que
entonces convencido de que nunca conseguiría nada entre los filisteos ni menos
aún con los admiradores de Schubert que eran peores se embarcó de vuelta a
Guatemala y que durante la travesía una noche en tanto la luz de la luna daba de
lleno sobre el espumoso costado del barco con la más profunda melancolía y harto
de luchar con los malos y con los buenos tomó los manuscritos y los desgarró uno
a uno y tiró los pedazos por la borda hasta no estar bien cierto de que ya nunca
nadie los encontraría de nuevo al mismo tiempo -finalizó el gordo con cierto
tono de afectada tristeza- que gruesas lágrimas quemaban sus mejillas y mientras
pensaba con amargura que ni él ni su patria podrían reclamar la gloria de haber
devuelto al mundo unas páginas que el mundo hubiera recibido con tanta alegría
pero que el mundo con tanto sentido común rechazaba.
domingo, 9 de diciembre de 2012
Leonard Cohen, famoso impermeable azul
Son las cuatro de la mañana. Finales de diciembre.
Ahora mismo, te estoy escribiendo,
para saber si estás bien.
Nueva York es frío, pero me gusta donde vivo.
Suena música en Clinton Street durante toda la tarde.
Ahora mismo, te estoy escribiendo,
para saber si estás bien.
Nueva York es frío, pero me gusta donde vivo.
Suena música en Clinton Street durante toda la tarde.
He oído que estás haciéndote
una pequeña casa en medio del desierto.
Ahora, tu vida no tiene sentido.
Espero que escribas algún tipo de diario.
una pequeña casa en medio del desierto.
Ahora, tu vida no tiene sentido.
Espero que escribas algún tipo de diario.
Sí, y Jane vino con un mechón de tu pelo.
Me dijo que se lo habías dado
aquella noche que decidiste desintoxicarte.
¿Lo has hecho realmente?
Me dijo que se lo habías dado
aquella noche que decidiste desintoxicarte.
¿Lo has hecho realmente?
La última vez que te vimos,
parecías mayor.
Tu famoso impermeable azul
estaba gastado por los hombros.
Has estado yendo a la estación a mirar los trenes.
Y volviste a casa, sin Lili Marlene.
parecías mayor.
Tu famoso impermeable azul
estaba gastado por los hombros.
Has estado yendo a la estación a mirar los trenes.
Y volviste a casa, sin Lili Marlene.
Y has tratado a mi mujer como un objeto más de tu vida.
Y cuando volvió conmigo, ya no era la esposa de nadie.
Y cuando volvió conmigo, ya no era la esposa de nadie.
Bueno, te veo ahí, con una rosa entre tus dientes.
Otro debilucho ladrón gitano.
Veo a Jane despierta.
Otro debilucho ladrón gitano.
Veo a Jane despierta.
Te manda recuerdos.
Y todo lo que puedo decirte,
hermano mío, mi asesino, es …
¿Qué puedo decir?
Supongo que te echo de menos.
Supongo que te perdono.
Me alegro de que te cruzaras en mi camino.
Y todo lo que puedo decirte,
hermano mío, mi asesino, es …
¿Qué puedo decir?
Supongo que te echo de menos.
Supongo que te perdono.
Me alegro de que te cruzaras en mi camino.
Si alguna vez vienes por aquí, ya sea por Jane, o por mí.
Tu enemigo estará durmiendo,
y su mujer es libre de hacer lo que quiera.
Tu enemigo estará durmiendo,
y su mujer es libre de hacer lo que quiera.
Sí. Y gracias
por el problema que le quitaste de delante.
Yo creía que estaría ahí siempre,
y por eso nunca había intentado solucionarlo.
por el problema que le quitaste de delante.
Yo creía que estaría ahí siempre,
y por eso nunca había intentado solucionarlo.
Y Jane vino con un mechón de tu pelo.
Me dijo que se lo habías dado
aquella noches que decidiste cortar con todo.
Me dijo que se lo habías dado
aquella noches que decidiste cortar con todo.
Roberto G Castañeda
Soy un neurótico en una convención de budistas.
Soy el solitario que ve películas en silencio, el que hace el amor
besándote todo el cuerpo, el que toca la guitarra hasta las tres de la
mañana, el que escribe historias imperfectas, el que reniega del amor
como un todo, el que duerme con la tristeza acurrucada, el que te dice
al oído las cosas más perversas, el que morirá a solas sin una plegaria,
el que sueña con los ojos mirando al
techo, el que le mira las piernas a las chicas guapas, el que camina sin
cuidarse las espaldas, el que viaja en Metro y detesta las ensaladas,
el que come atún con galletas, el que bebe hasta que sus musas bailan
desnudas en la madrugada. Soy alcohólico y no me preocupa remediarlo.
Soy el más cínico, el menos tierno, el que te seduce con la mirada. Soy
el pendejo que colecciona canciones y poemas que siempre te arrancan
alguna lágrima.
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